Pasqual Pastor

Hay una categoría de personas a las que nunca puedes imaginarte inactivas, y a las que la palabra jubilación, con su inevitable matiz de retirada de la circulación, no es aplicable sin que te se te produzca una intensa sensación mental de irrealidad. Y si una persona puede ser el paradigma de esta categoría, ese es Pasqual Pastor. Así que si voy a decir que Pasqual Pastor se jubila, lo que quiero decir es que con toda probabilidad pasa a otro nivel de actividad en tiempo y lugar, y que esa será  con seguridad tan intensa y fructífera como ha sido la que, al menos,  conozco yo y como yo varios cientos de maestros de música en los últimos veinte años.
Porque, haciendo ahora ese siempre desconcertante recuento de los años, hace más de veinte que conocí a Pasqual. En aquellos tiempos, finales de los ochenta y primeros años de los noventa, se iniciaba uno de esos capítulos que marcan los cambios importantes en la educación: la normalización de la Educación Musical en la escuela pública. Por primera vez, esta posibilidad, reservada a la educación ‘bien’ de algunos colegios selectos se colaba, para instalarse ya sin retroceso posible, en el curriculum educativo del sistema escolar. Pasqual tenía a su cargo esta responsabilidad en el País Valencià, y la cosa no podía estar en mejores manos. Para poner en marcha el programa Música a l'Escola  contaba no solo con ideas claras, una considerable experiencia y un apabullante equipamiento conceptual sino, sobre todo, con esa capacidad de liderazgo capaz de convertir hasta a un grupo de modestos maestros funcionarios en  un colectivo de juramentados  entregados a una misión. Los que tuvimos la suerte de participar en esos primeros años, cuando las cosas arrancan con la frescura y la fuerza de aquello que está por construir, llenábamos el depósito con la poderosa convicción  que desplegaba Pasqual en sus charlas, y sobre todo, con el contagioso entusiasmo de su acción.
El sábado pasado nos reunimos casi dos centenares  de amigos para celebrar la jubilación de su puesto en el servicio de formación del profesorado, en el que en esta época difícil resistía desde hace años con su tenacidad característica. Fue en una fiesta inolvidable en la que, como no podía ser menos, la música fue junto a él la protagonista y el afecto el material esencial. En estos tiempos de resistencia, en los que hemos de sufrir los huecos discursos políticos sobre la importancia de la educación de aquellos que la desmantelan con ignorancia y mala fe a partes iguales, es reconfortante un encuentro como este,  en el que en pie saludas y brindas, con Mozart presente, por supuesto, una ejecutoria educativa honesta, clara, limpia y brillante como la de Pasqual. Y no digo jubilación, porque no me creo tal cosa. Gràcies, mestre!



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