Una aproximación al modelo Flipped Classroom

He comenzado el curso tutorizado del INTEF sobre Flipped Classroom. Como tarea longitudinal al curso se nos propone ir elaborando un diario de aprendizaje, así que dedicaré varias entradas a reflexionar brevemente sobre cada uno de los módulos didácticos.

Flipped Classroom es una metodología que me interesa desde hace tiempo –desde que tuve noticia por primera vez de la Kahn Academy–, aunque al mismo tiempo me resulta algo amedrentadora. En cualquier caso, este semestre me he decidido a comenzar.

Me resulta atractivo de esta metodología la posibilidad de ir elaborando materiales para mis clases (ya seleccionándolos de la web o preparándolos yo mismo), tenerlos organizados y que resulten flexibles para el autoaprendizaje (pequeños fragmentos de vídeo, infografías, esquemas). Pero especialmente este último curso me ha decidido la perspectiva de liberar tiempo de clase de las explicaciones teóricas, de manera que pueda dedicar ese tiempo a actividades prácticas, tales como cantar o tocar juntos.

Los cursos del INTEF han mejorado mucho en los últimos años. Han ido aprendiendo de ediciones pasadas y cada vez es mejor, desde la presentación del entorno web hasta la gestión del aula virtual por parte del tutor en línea –por ejemplo, han dejado de fijar fechas concretas para las tareas a realizar, y ahora sólo se indican recomendaciones genrales, de tal manera que uno puede adaptar el curso verdaderamente a sus necesidades.

En relación con los contenidos, algo que me ha resultado especialmente interesante ha sido la parte dedicada al proceso de dominio de la tecnología por parte del docente, que Ellen Mandinach y Hugh Cline conceptualizan en las cuatro etapas que recojo a continuación. Lo que más me ha llamado la atención es el sufrimiento que las autores reconocen en este proceso de aprendizaje –en la puesta en práctica de una auténtica mentalidad de crecimiento. Y es que, en esta época de positividad exacerbada en la que vivimos, encontrar análisis  que sepan reconocer las dificultades y que permitan reconciliarse con uno mismo me resultan refrescantes. Las dos amenazas son:

  1. Supervivencia. Etapa de lucha, donde existen dos amenazas principales ante el incómodo y difícil proceso de ir incorporando nuevos recursos a la propia práctica docente. Estas dos amenazas son:
    • Verse desbordado, saturado, renunciar y volver a la práctica tradicional y a la zona de confort.
    • No renunciar aparentemente, pero relegando a un segundo plano, aceptando con displicencia, lo que evita el verdadero crecimiento.
  2. Dominio. Cuando los profesores “han desarrollado estrategias para hacer frente a los cambios en su didáctica y han ideado prácticas de la tecnología que van conociendo”. Se sienten más cómodos y ya no “temen” a la tecnología. En esta etapa se desarrolla una actitud del “puedo hacer”.
  3. Impacto. La tecnología está ahora más ampliamente difundida en el currículo diario. Los docentes se desenvuelven cómodos en un estilo de enseñanza que es más variado y centrado en el alumno. El maestro se convierte más en un “facilitador” que en un “dispensador” de conocimiento. Se potencia a los alumnos dándoles control sobre ciertos aspectos de su trabajo. El rasgo verdaderamente distintivo de esta etapa se produce en la mente del maestro, puesto que comienza a plantearse preguntas en torno a la eficacia y la eficiencia. El docente, en este punto, no sólo trabaja con la herramienta en el desempeño de la tarea, sino que se está perfeccionando continuamente.
  4. Innovación. Aquí el profesor emplea constantemente la tecnología y ha hecho un impacto visible en su entorno educativo. El profesor utiliza constantemente la tecnología en formas que han mejorado claramente el estado dle proceso de aprendizaje. Este paso final se produce cuando este docente es capaz de evaluar entonces los elementos de la tecnología y modificarla o el proceso para mejorar o ampliar la productividad en los esfuerzos educativos.

El material propuesto por el INTEF recuerda la necesidad de no pasar por alto estas etapas y su importancia para la integración de la tecnología en el currículo. Afirmando que ningún programa de integración tecnológica tendrá éxito si estos principios u otros imilares no son reconocidos y aplicados a conciencia.

A mí, personalmente, me resuena en relación con la adquisición de cualquier metodología nueva –y no sólo la aceptación de la tecnología. Con el proceso de salir de una práctica docente que se realiza desde la comodidad de las prácticas tradicionales (zona de confort), prácticas tradicionales que se aprendieron por inmersión cuando nosotros mismos fuimos alumnos –tal y como destaca Mar Romera.

Y me parece especialmente importante tener en cuenta el tipo de mentalidad –fija o de crecimiento– que tenemos los profesores y que influirá, quizá decisivamente, en el progreso a lo largo del continuo descrito por Mandinach y Cline. Y entonces todo se vuelve emocionante, y épico, porque ya no se trata de aprender una nueva metodología que resulte más eficaz, sino aprender sobre uno mismo de manera que nos volvamos un instrumento cada vez más eficaz.

 




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