El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, III

¿Cuál ha sido tu experiencia más enriquecedora y emociante?
En el 2010 realicé un viaje a México con cuatro amigas más, con la intención de trabajar de voluntaria en el Hogar Comunitario Yachil Antzetic, en San Cristóbal de las Casas 



Llevamos medicinas y nuestra primera misión era apoyar y ayudar a las mujeres – niñas que llegaban en su última entapa del embarazo, para dar a luz, viajábamos con Yoana, quien era enfermera, podía ayudar a asistir en partos. También estaban Celia y Belén, quienes hicieron un trabajo de lujo con los niños ofreciéndoles un taller de teatro -. Mi amiga Maite ayudó a digitalizar un libro de remedios y curas que las mujeres habían escrito. La mayoría de las mujeres que acuden al Hogar venían de comunidades indígenas, pero otras venían de la propia ciudad de San Cristóbal, porque habían sido repudiadas en sus casas al saber que estaban embarazadas. Algunos embarazos eran no deseados y otros eran causados por violaciones. 

Cuando llegamos al Hogar, nos reunimos con Sandra, para repartir tareas y trabajos. Al principio yo iba a ayudar a Maite, pero me di cuenta de que yo podía aportar mi trabajo de musicoterapia. Si lo unía a la terapia que ella utilizaba en el empoderamiento de las mujeres – la Comunicación No Violenta – podía ser beneficioso. Hablé con ella y comencé a pensar y desarrollar mi proyecto.

El primer problema que me encontré parecía insalvable. Mi acordeón estaba en Navarra, no tenía a mi instrumento conmigo. Le dí varias vueltas a por dónde o cómo empezar y se me ocurrió algo: no tengo mi música, pero sí tengo la suya. Investigué un poco sobre la música prehispánica, música que me unía a los sonidos de la tierra, a la lluvia, a los sonidos de éstas mujeres – en concreto las que viven en comunidad y están asustadas por los ruidos de la ciudad – y decido utilizar la quinta pura – re, mi, sol, la, si- para hacer acompañamientos con un pequeño xilófono que había allí. Compro CDs de música con éste contenido: canciones a mi niño/a, trabajar el vínculo materno, sonidos de la naturaleza, nanas, cancioncillas infantiles mexicanas y tzotziles. (El idioma era algo importante, unas mujeres hablan Tzotzil y otras Celtal además del castellano. 

En la formación nos dijeron que era importante partir de lo que el cliente conoce, de sus sonidos, de su música; y es lo primero que intento proporcionarles. Yo sola, sin mis instrumentos y con la ayuda de grabación de una simple cámara de fotos que tiene vídeo, inicio ésta aventura. Hablo con Sandra y me pone en contacto con un músico que ella conoce. Es flautista, toca la guitarra, tiene una chocolatería y se llama Alberto Dominguez. No dudo en pedirle ayuda. Me presta algún instrumento y yo compro un par de maracas, y algún instrumento de percusión típico de allí. En su construcción, utilizan materiales naturales, por lo que sus sonidos se asemejan a los de la naturaleza. Junto con Sandra, creamos una estructura de sesión, y comienza mi trabajo. 

El principal cambio, comparando con mis trabajos anteriores, es la percepción del tiempo. No hay un tiempo, no hay una hora. Tienen un tiempo biológico, que parece transcurrir más despacio. No están tan “enrelojadas” como yo. Me centro en la metodología que plante Willems: melodía (sentimientos), Armonía (inteligencia) y ritmo (corporal). El ritmo es el que más les afecta. El sentir su cuerpo, el tener su tiempo, el ser. Hasta ahora, ninguna de ellas ha tenido un espacio propio: primero son los padres, los maridos, los hijos… ellas no son. Y eso, que, muchas indígenas, están metidas en movimientos zapatistas, y la verdad, que su situación, es un poco mejor. Es el caso de M – ella escucha, escucha, piensa y después de mucho tiempo, decide tímidamente expresar lo que piensa – y cuando lo hace, dices: qué maravilla, qué mujer. Ha venido embarazada, pero su caso es diferente. Tiene 29 años y es su primer embarazo. Su pareja no quiere saber nada, Echa de menos su comunidad, la ciudad no le gusta. 

Mi taller de musicoterapia se realiza con 5 mujeres. Una de ellas, vino embarazada y la acompañé musicalmente cuando dio a luz. Descubrimos que los sonidos suaves del xilófono, la reconfortaban durante las contracciones. Estuve dos horas con ella, en silencio, solamente la apoyaba musicalmente cuando ella me lo pedía. Al final, me pidió que saliese, porque ya el dolor era insoportable. Estaba de parto. Después siguió acudiendo con su niña a las sesiones, le venía bien para dar el pecho, le relajaba. Esta misma chica, me dice que tiene un secreto, que ha estudiado hasta secundario, que toca la flauta y me pide que le traiga una flauta. Alberto, me presta una. Sin él, no hubiera podido hacer estos talleres. Me dice que le gustaría recordar canciones y tocar para su niña. Y mi niña, C. Se me parte el alma. Siempre sonreía. Sus ojos transmitían un amor infinito. Y sé que la ayudé, que se sintió mejor, y que tuvo momentos muy bonitos. Vivía solita con su padre. Su madre había fallecido. Su embarazo fue causa de una violación, un vecino. Así es. Duro. Muy duro. Vino a la asociación y quería tener a su niño. Lo adoraba desde que lo supo. Cuando lo tuvo en brazos, irradiaba amor. Y yo, con mi música, fui testigo de esto. Con esa bondad en su mirada cantaba, susurraba y acunaba a su bebé. Creó un vínculo fuerte con él. Fuimos a visitarla, cuando abandonó el hogar. 

La salida del Hogar de cada mujer, no se hace de manera brusca, se les prepara para ello y se aúnan esfuerzos en trabajar lo que más le va a fortalecer y ayudar una vez que estén fuera, se intentan cerrar heridas. Ellas saben que pueden volver tanto a formarse, como de visita. Fuimos a su comunidad y nos recibió en su humilde casa, con los brazos abiertos. En cuanto me vio, se dirigió a su radiocassete, puso una música muy alegre, me agarró de las manos y nos pusimos a bailar. No puedo expresar lo que sentí, gratitud, cariño, felicidad…y miedo. Y aquí es donde entra el impermeable: no me lo podía traer a España. Su vida estaba allí, y la mía en otro lugar. No la podía “salvar”. Y estaba bien. Quiero decir: es duro vivir esas situaciones, pero tenemos que ser realistas y humildes: no las podemos transportar a una vida maravillosa y feliz. Sé que en ella, la música y la terapia de Comunicación No violenta, junto con el empoderamiento, sirvieron. Le sirvieron a ella, para vivir con su hijo, y para sentirse importante, viva y querida. ¿A quién no le gusta eso? Le dio fuerza y esperanza. Y eso le abre otro mundo: puede seguir en contacto con el Hogar, y no estará sola. Me gustaría añadir algunas de las canciones que utilicé en las sesiones de musicoterapia. Algunas son aportaciones mías y otras son peticiones de las mujeres:

“Marinelaren zain”: es una canción vasca, con letra, del grupo Sorotan bele. Toco la melodía en la flauta y cuando lo considero necesario, también la canto. Les ayuda a relajar y puedo provocar el movimiento de mecer/se. https://www.youtube.com/watch?v=ip4dTlKUqc4

“Ella”, “Corazón, corazón”. https://www.youtube.com/watch?v=O0HhqVdDnZM


Haurtxo polita” es una nana tradicional vasca. Se la canto con el objetivo de que conecten con sus respiraciones, se relajen y sirva también para esos bebés que están en camino, para que haya una sensación de sosiego, de tranquilidad, y que se lo transmitan a sus bebés. 

“El burrito”: canción infantil que canta una de las mujeres. Ella la canta con la melodía de “debajo de un botón”. No tengo la grabación original de la sesión y no recuero la letra, por lo que no puedo poner ningún enlace o vídeo. Yo grababa las sesiones con la cámara de vídeo que tenía incorporada mi cámara de fotos, las escuchaba allí, apuntaba lo más importante, y las borraba, para tener espacio de grabación, por lo que, no cuento en éste momento con todo el material.

“El arrullo de la mujer luna” Julio Reyes. https://www.youtube.com/watch?v=l-JyJoqEKOY

“Llegaremos a tiempo” Rosana. https://www.youtube.com/watch?v=FNGGhuKd7eo

“Total eclipse of the Heart”. Bonnie Tyler. https://www.youtube.com/watch?v=lcOxhH8N3Bo

En julio de 2016 me encontré de nuevo con Sandra. Hemos tenido algún encuentro otras veces, cuando ella viene a vender material para sacar dinero para la comunidad. Y ésta vez vino con una muy buena noticia. Están consiguiendo implicar a los hombre s – a los maridos, padres…- los están formando. Y eso, aún es mejor.

El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, II

¿Cómo definirías para los neófitos el significado y los campos de actuación de la musicoterapia?
Según mi experiencia, musicoterapia sería para mí la utilización del sonido, como un medio a través del cual se posibilitan sentimientos y emociones; un potenciador de recuerdos - reminiscencia - y un tiempo presente – el de la sesión - “sano”, en el que poder participar y colaborar en el desarrollo de un proyecto tanto personal – “yo toco este sonido” y “yo canto esta canción” – como común - ¿Tocamos?, ¿Cantamos? ¿Bailamos? – con la prioridad de sentirse contenido, escuchado, atendido, querido, respetado y sobretodo válido. Para una definición más científica, os recomiendo la lectura de éstos libros: 

“Definiendo musicoterapia” Keneth Brucsia.

“La música como proceso humano” Patxi Del Campo.

“Introducción a la musicoterapia” William B. Davis, Kate E. Gfeller y Michael H. Thaut.
¿Qué cualidades crees que debe tener un buen musicoterapeuta?
La formación como musicoterapeuta es fundamental. Yo he realizado un postgrado de 3 años de duración, formación en seminarios de fin de semana – de viernes a domingo, y se incluía la Escuela de Verano – en total unos 188 créditos. 

En cuanto a la formación en general, quien realice estudios de medicina, enfermería, pedagogía, derecho, bellas artes… si también tiene formación musical complementaria, son candidatos a hacer la formación. Eso es lo que yo vi en mi promoción, además de músicos o gente formada exclusivamente en música, había personas de otras disciplinas. En mi caso concreto, realicé la entrevista con Patxi Del Campo y en ese momento mi formación era una diplomatura en maestro especialidad musical, y grado medio de acordeón y lenguaje musical, junto con 5 años de piano complementario y 1 de armonía – en una escuela de música –. 

Mi formación en canto, con Maria Eugenia Echarren fue posterior. Tengo una espinita clavada en cuanto a la formación musical en el conservatorio. No pude formarme ahí, debido a que yo vivía en un pueblo, y mis padres no podían llevarme a la ciudad todas las semanas. Siempre ha habido afición musical en mi familia, mucha afición a cantar, pero mi padre se propuso aprender a tocar algún instrumento y comenzó con la guitarra. Después vino el acordeón y a mí ahí me picó el gusanillo. Me gustó su sonido, alegre y fuerte. Empecé a tocar el acordeón con ayuda de mi padre y por mi cuenta, después aprendí un poco de solfeo con 11 años - con una profesora de un pueblo de al lado - y luego tocaba por mi cuenta. En ésta época en EGB, nosotros no teníamos la asignatura de música en la escuela y en 1º de BUP solo tuve acceso a Historia de la música. 

Una vez que me aceptaron en el postgrado, tenía mucho miedo de no dar el nivel. De no tener suficiente formación musical. Pero todo fue bien. Con lo que yo sabía era capaz de improvisar, de apoyar lo que tocaban otros, y de interpretar. Durante estos tres años, fue algo crucial para mí, el atreverme a realizar una terapia personal – con una terapueta Gestalt - . Mi profesor y supervisor Patxi, me lo recomendó, porque detectó que yo tenía ciertos “enganches” personales, ciertos problemas emocionales que no estaban cerrados, y que podían ser negativos para mi trabajo, ya que corría el riesgo de no separar lo que era del cliente de lo que era mío. Por lo que mi formación se completó con un trabajo psicoterapéutico personal, muy duro, pero muy enriquecedor. Gracias a él mi trabajo en la escuela y en las sesiones de musicoterapia mejoró. 

Poniendo distancia a eso, sabiendo cuál era mi enganche personal en algo, pude trabajar realmente con el niño, y tratar sus verdaderas necesidades. Esto me sirvió tanto para dar mis clases de música como para mis intervenciones musicoterapéuticas. Concluyendo: en mi opinión, un buen musicoterapueta tiene que tener tanto formación en música, como en musicoterapia y sería recomendable, en mi opinión, realizar un proceso terapéutico propio, con el que saber qué es personal y qué es del paciente, con el objetivo de no hundirte con él, de no hacer tuyo lo suyo o viceversa, ya que esto es muy peligroso. No sería una correcta intervención. Al hablar de sentimientos y emociones, puede quedar una herida abierta en el cliente, si no se sabe poner cada cosa en su sitio y cerrar bien cada sesión y todo el proceso en sí.

El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, II

¿Cómo definirías para los neófitos el significado y los campos de actuación de la musicoterapia?
Según mi experiencia, musicoterapia sería para mí la utilización del sonido, como un medio a través del cual se posibilitan sentimientos y emociones; un potenciador de recuerdos - reminiscencia - y un tiempo presente – el de la sesión - “sano”, en el que poder participar y colaborar en el desarrollo de un proyecto tanto personal – “yo toco este sonido” y “yo canto esta canción” – como común - ¿Tocamos?, ¿Cantamos? ¿Bailamos? – con la prioridad de sentirse contenido, escuchado, atendido, querido, respetado y sobretodo válido. Para una definición más científica, os recomiendo la lectura de éstos libros: 

“Definiendo musicoterapia” Keneth Brucsia.

“La música como proceso humano” Patxi Del Campo.

“Introducción a la musicoterapia” William B. Davis, Kate E. Gfeller y Michael H. Thaut.
¿Qué cualidades crees que debe tener un buen musicoterapeuta?
La formación como musicoterapeuta es fundamental. Yo he realizado un postgrado de 3 años de duración, formación en seminarios de fin de semana – de viernes a domingo, y se incluía la Escuela de Verano – en total unos 188 créditos. 

En cuanto a la formación en general, quien realice estudios de medicina, enfermería, pedagogía, derecho, bellas artes… si también tiene formación musical complementaria, son candidatos a hacer la formación. Eso es lo que yo vi en mi promoción, además de músicos o gente formada exclusivamente en música, había personas de otras disciplinas. En mi caso concreto, realicé la entrevista con Patxi Del Campo y en ese momento mi formación era una diplomatura en maestro especialidad musical, y grado medio de acordeón y lenguaje musical, junto con 5 años de piano complementario y 1 de armonía – en una escuela de música –. 

Mi formación en canto, con Maria Eugenia Echarren fue posterior. Tengo una espinita clavada en cuanto a la formación musical en el conservatorio. No pude formarme ahí, debido a que yo vivía en un pueblo, y mis padres no podían llevarme a la ciudad todas las semanas. Siempre ha habido afición musical en mi familia, mucha afición a cantar, pero mi padre se propuso aprender a tocar algún instrumento y comenzó con la guitarra. Después vino el acordeón y a mí ahí me picó el gusanillo. Me gustó su sonido, alegre y fuerte. Empecé a tocar el acordeón con ayuda de mi padre y por mi cuenta, después aprendí un poco de solfeo con 11 años - con una profesora de un pueblo de al lado - y luego tocaba por mi cuenta. En ésta época en EGB, nosotros no teníamos la asignatura de música en la escuela y en 1º de BUP solo tuve acceso a Historia de la música. 

Una vez que me aceptaron en el postgrado, tenía mucho miedo de no dar el nivel. De no tener suficiente formación musical. Pero todo fue bien. Con lo que yo sabía era capaz de improvisar, de apoyar lo que tocaban otros, y de interpretar. Durante estos tres años, fue algo crucial para mí, el atreverme a realizar una terapia personal – con una terapueta Gestalt - . Mi profesor y supervisor Patxi, me lo recomendó, porque detectó que yo tenía ciertos “enganches” personales, ciertos problemas emocionales que no estaban cerrados, y que podían ser negativos para mi trabajo, ya que corría el riesgo de no separar lo que era del cliente de lo que era mío. Por lo que mi formación se completó con un trabajo psicoterapéutico personal, muy duro, pero muy enriquecedor. Gracias a él mi trabajo en la escuela y en las sesiones de musicoterapia mejoró. 

Poniendo distancia a eso, sabiendo cuál era mi enganche personal en algo, pude trabajar realmente con el niño, y tratar sus verdaderas necesidades. Esto me sirvió tanto para dar mis clases de música como para mis intervenciones musicoterapéuticas. Concluyendo: en mi opinión, un buen musicoterapueta tiene que tener tanto formación en música, como en musicoterapia y sería recomendable, en mi opinión, realizar un proceso terapéutico propio, con el que saber qué es personal y qué es del paciente, con el objetivo de no hundirte con él, de no hacer tuyo lo suyo o viceversa, ya que esto es muy peligroso. No sería una correcta intervención. Al hablar de sentimientos y emociones, puede quedar una herida abierta en el cliente, si no se sabe poner cada cosa en su sitio y cerrar bien cada sesión y todo el proceso en sí.

El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, I

Hoy comenzamos una nueva serie de posts protagonizados por una musicoterapeuta especialista con una valiosa experiencia. En esta primera entrega se presenta y explica sus líneas de trabajo. El día seis de cada mes abundará sobre cuestiones específicas que se le plantearán.
De izquierda a derecha: Isabel Villagar, Carol García, Carmen Salvador

Mi nombre es Carmen. Soy maestra de inglés en una escuela pública de Navarra, en la cual enseño inglés y euskera. Me gustaría mencionar parte de mi formación académica, ya que tiene mucho que ver con los proyectos que he realizado: 

-Diploma de Maestra en Educación musical. (Universidad Pública de Navarra). 

-Grado de Maestra en educación primaria mención inglés. (UNIR, La Rioja). 

-Postgrado en musicoterapia. (Instituto Música, Arte y Proceso, de Vitoria – Gasteiz). 

-FCE de Cambridge, el B2 de idioma inglés el C1 de idioma euskera, (Escuela Oficial de Idiomas de Pamplona). 
-Grado de medio de acordeón. Lenguaje musical. 

-He recibido clases de técnica vocal y canto clásico en la academia de María Eugenia Echarren. 

Actualmente, como ya he dicho, trabajo de maestra de inglés. Antes que eso he trabajado como maestra de música e incluso he sido tutora en el período 2006/2015 y durante los años 2004-2010 he realizado varios proyectos relacionados con el campo de la musicoterapia, como son:

Musicoterapia y Alzheimer: Durante mi segundo año de formación en musicoterapia, realizo unas prácticas en la residencia Landazábal. Presento una propuesta de actuación musicoterapéutica para un grupo de enfermos de Alzheimer, la cual es aceptada. Realizo prácticas durante 6 meses y redacto una memoria final para que la evalúen y así superar el período de prácticas del segundo curso.


Musicoterapia y Alzheimer II: se trata de un proyecto individual, en la propia casa de mi cliente, quien vive con su familia. Éste se convierte en el proyecto más duro, ya que, la paciente muere antes de finalizarlo, por lo que no hay tiempo de realizar conclusiones. Durante este tiempo, tengo una relación personal con la familia y los momentos de lucidez que mi cliente vive, les sirven para tomar un respiro y poder ver a su madre – suegra – abuela de otra manera diferente. A mí, personalmente, me sirve para ver lo importante que es que la familia se sienta apoya en esos momentos. 

Musicoterapia y tercera edad: este es mi proyecto de fin de postgrado. Lo presento en la residencia de ancianos Casa Misericordia de Pamplona. Está dirigido a un grupo de entre 10 y 12 pacientes, los cuales presentan distintas patologías. Como en los otros proyectos, las sesiones se graban y son evaluadas por mi supervisor Patxi del Campo. Al final, con el visto bueno de él, finalizo la práctica y presento mi proyecto a Tony Wigram, quien lo evalúa con una nota de 10 sobre 13. Con él, finalizo mi formación de post grado en musicoterapia.

El hecho de que un paciente muriera y el hecho de que mi propia abuela comience sufrir demencia y al final, sea diagnosticada de demencia tipo Alzheimer, hace que me replantee qué es lo que quiero hacer, y aún teniendo una oferta de trabajo de dicha residencia Casa Misericordia, decido decir que no. Con mi abuela enferma de Alzheimer se me hacía muy difícil separar lo personal, mis sentimientos y vivencias, de lo que son los sentimientos o vivencias del paciente, poniendo así en riesgo el trabajo musicoterapeútico. Como Patxi explicaba, es necesario que el terapeuta se ponga el impermeable, que no se convierta en la tabla de salvación, porque se corre el peligro de hundirse con el cliente. Es aquí cuando decido, continuar con mi trabajo como maestra de música. 

Y es aquí, en mi primera escuela, donde tengo la opción de realizar otro proyecto dirigido a tres alumnos, que están en una clase especial durante algunas horas, y que participan con los alumnos de su edad en otras horas. Cada uno de ellos tienen diferentes características – autismo, con apoyo de cuidadora; síndrome de down con sordera, implante coclear y sin lenguaje verbal; y un trastorno generalizado del desarrollo. Realizo el proyecto durante un curso escolar, donde planteo una estructura de sesión en la que la música, el sonido y la expresión corporal, se convierten en el lenguaje de estos tres clientes. 

Este proyecto, para mí fue muy positivo, fui testigo de una evolución y una posibilidad de comunicación entre ellos, y, realizamos un baile en la fiesta de carnaval delante de toda la escuela. Incluso, la persona que tiene el trastorno generalizado, actúa el último día delante de todo el colegio con su grupo de referencia, 5º de primaria, delante de toda la escuela. Interpretan la partitura “Every breath you take” , del grupo The Police: unos tocan las flautas y otros los instrumentos de pequeña percusión, donde incluyo a ésta persona. En este proyecto tuve algunas críticas negativas, referidas a la cuestión de que yo realicé la musicoterapia exclusivamente con los tres alumnos juntos, y no con cada alumno en su grupo de referencia. Las personas que realizaron esta crítica entendían que yo no integraba a éstos alumnos. Yo decidí hacer con ellos las sesiones de musicoterapia de éste modo por las siguientes razones:

-Primero, estaba contratada como profesora de música, y, consideré que podía utilizar técnicas de musicoterapia en el grupo de música, pero no hacer musicoterapia en sí, porque los demás alumnos no lo necesitan.

-Segundo, esa hora la saqué de mi propio tiempo libre, no me pagaron por ello, ni estaba contratada para ello, simplemente, al equipo directivo le pareció bien, y me dejaron utilizar el aula de música.