La consagración de la primavera

Stravinsky y Nijiinsky

Stravinsky y Nijiinsky

Hace cien años, en el Teatro de los Campos Elíseos de París se estrenaba la que no dudo en afirmar que es la obra maestra de la música del siglo XX: La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Quizás esta sentencia tan tajante pueda sorprender a más de uno, y más si no es su primera visita a este blog, de hecho, yo no sería capaz de hacer una afirmación similar respecto a cualquier otro siglo sin cambiar de idea a las pocas semanas o incluso días. Sin embargo mi convicción firme sobre el inmenso valor musical de esta obra me acompaña desde hace más de tres décadas. En esa época, en la que casi sólo escuchaba música barroca y, algo menos, clásica y romántica, casualmente vi este ballet en televisión con la coreografía de la inolvidable Pina Bausch (algo que ya conté cuando murió, hace casi 4 años), un hecho que cerró mi período vivaldiano y abrió el stravinskiano, que duró varios meses y durante el cual escuchaba casi exclusivamente obras del compositor ruso, gastándome mis ahorrillos de estudiante veinteañero en sus CD y vinilos, además de algunas partituras para intentar entenderlas más a fondo.

La energía que desprende la música que Stravinsky compuso para este ballet ―que representa un ritual primitivo para consagrar la primavera a los dioses, a quienes piden benevolencia a cambio del sacrificio de una adolescente, que será obligada a bailar hasta morir por agotamiento― es tanta que resultó terrible para los gustos de hace un siglo. Como si no bastara, la coreografía de Vaslav Nijinsky para los Ballets Rusos de Diaghilev, cargada de sacudidas y espasmos, y la brutal temática del sacrificio humano crearon un espectáculo tan intenso que muchos de los que acudieron al teatro no consiguieron aguantar, con reacciones que abarcaron desde los gritos e insultos hasta el abandono del teatro (esta última opción fue la que escogió Camille Saint-Saëns, compositor entre otros de El carnaval de los animales, no antes de despotricar un poco sobre el trabajo de Stravinsky, que en su opinión representaba una grave ofensa hacia la música, una postura que podemos entender y perdonar si consideramos que ya estaba muy próximo a los 80 años de edad).

Desde el punto de vista puramente musical, Stravinsky consigue esta fuerza tremenda gracias a unos recursos muy innovadores, como: un ritmo muy complejo con continuos desplazamientos del acento fuerte; una armonía también bastante compleja que generalmente huye de la jerarquía tonal, a veces evitando las relaciones tonales y a veces buscando la politonalidad; una instrumentación muy rica, con una continua exploración tímbrica y el empleo intensivo de una sección muy amplia y variada de percusiones.

Pasados 100 años del escándalo del estreno, la coreografía de Nijinsky ha perdido buena parte de su carga trágica y hoy en día es bastante improbable que pueda causar en el público actual un impacto emocional como el que suscitó ese día. Es más, a cualquier espectador del siglo XXI probablemente le resulte bastante más naïf que trágico, no sólo por el vestuario tradicional sino sobre todo por los gestos espontáneos e ingenuos de los bailarines.

Sin embargo esta otra versión, que he localizado casualmente navegando por Youtube, creo que sí pueda resultar impactante. Dos novedades con respecto a la original: una es que la elegida no es una joven virgen sino un hombre y la otra es que los protagonistas de la coreografía (de la que desconozco el autor) no son sólo hombres y mujeres sino también unos magníficos caballos que participan en la danza como auténticos profesionales. Es una grabación de 2002 en la que la música está interpretada por Pierre Boulez al frente de la Orquesta de Paris.

En el final del vídeo, la danza del sacrificio, la violencia implícita en este acto ya no está sublimada en la danza de una joven que se inmola más o menos espontáneamente por un supuesto bien para su comunidad. Los caballos que dan vueltas alrededor del elegido le están cerrando cualquier vía de fuga y la expresividad del bailarín deja clara su angustia frente a la muerte inevitable.

Un paso más en este sentido es el que da el coreógrafo Angelin Preljojac, que ahonda en la psicología de la víctima poniendo en evidencia su enorme sufrimiento y su extrema soledad. La protagonista, Nagisa Shirai, intenta escapar de su injusta condena pero su propia gente se lo impide y la despoja de su ropa, dejándola totalmente indefensa y vulnerable. Su desnudez acentúa la tragicidad del momento por exponerla a la mirada despiadada de sus verdugos, que hasta poco antes eran personas en las que podía confiar.

Stravinsky en Venecia

Isla de San MicheleLa mayor parte de las 116 islas que forman la ciudad de Venecia están unidas entre sí por puentes. Incluso quienes todavía no hayan tenido la suerte de visitar esta bellísima ciudad conocen algunos de ellos, como el puente de Rialto, el más antiguo de los cuatro que permiten cruzar el Canal Grande a pie, o el de los Suspiros, que une el Palacio Ducal con las prisiones (de ahí su nombre, por los suspiros de los presos que, al cruzarlo para ir o volver de ser juzgados, podían volver a contemplar por un instante la laguna veneciana).

También hay algunas islas a las que sólo se puede llegar con una embarcación privada o en vaporetto. Las más famosas tal vez sean Burano, por sus casas pintadas con colores vivos y su producción artesana de encajes de bolillo, y Murano, por sus artistas del vidrio, soplado a pleno pulmón para darle todo tipo de formas.

A medio camino entre Venecia y Murano hay otra isla muy importante, aunque menos turística: San Michele. En realidad, se trata de dos islas que hasta hace algo menos de dos siglos estaban separadas por un estrecho canal que ha sido llenado de tierra para permitir la ampliación del cementerio, que ocupa todo su territorio. En este cementerio monumental descansan los restos mortales de numerosos personajes ilustres, entre ellos Igor Stravinsky.

El compositor ruso murió en Nueva York el 6 de abril de 1971, a punto de cumplir los 89 años. Se celebró un primer funeral en esta ciudad de Estados Unidos, país en el que pasó la mayor parte de su larga vida. Sin embargo a los pocos días, hoy hace exactamente 41 años, su féretro fue trasladado a Italia por su expresa voluntad para recibir sepultura en el mismo cementerio en el que desde 1929 descansaba Sergei Diaghilev, el empresario de los legendarios Ballets Rusos, una compañía que revolucionó la danza de la Europa de comienzos del siglo XX (dejando su fuerte influencia durante muchas décadas posteriores) gracias a la unión de su brillante e innovadora técnica, llena de vitalidad y expresividad, con la genialidad de un gran número de artistas que colaboraron con ella. Entre ellos: los pintores Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y Henri Matisse, los coreógrafos Michel Fokine, Marius Petipa y Vaslav Nijinsky y los músicos Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Richard Strauss, Ottorino Respighi, Francis Poulenc y Manuel de Falla.

El encargo que en 1910 Diaghilev hizo a Stravinsky no pudo ser mejor oportunidad para el joven compositor, muy prometedor pero todavía poco conocido: la música para un ballet sobre un cuento infantil ruso. Stravinsky, que todavía vivía en su país de origen, compuso una primera versión para piano empleando un lenguaje musical con muchas referencias al folclore de su tierra. Seguidamente, poniendo en práctica lo que había aprendido de su sabio maestro Rimsky-Korsakov, lo orquestó empleando una paleta de colores vivos y brillantes. Así nació el El pájaro de fuego, la primera de una larga serie de colaboraciones entre estos dos grandes personajes de la cultura del siglo XX, incluyendo su obra maestra: La consagración de la primavera.

El protagonista de este cuento fantástico es un pájaro de color brillante que tiene el poder de deshacer los embrujos del malvado Kastchei. El príncipe Iván, tras capturar al pájaro, conmovido por sus súplicas, lo deja en libertad. Agradecido, éste le regala una de sus plumas, que le servirá para pedirle auxilio, agitándola en el aire, cuando está a punto de sucumbir frente al brujo. El pájaro le salva cantando una dulcísima nana que duerme a Kastchei y permite a Iván destruir el huevo que contiene su alma y hacer desaparecer al malvado para siempre.

En el siguiente vídeo, grabado en 1965, tenemos la oportunidad de escuchar y ver al mismo Igor Stravinsky, octogenario, interpretando la nana y el final de la suite del ballet (versión de 1945) al frente de la New Philharmonia Orchestra.

La suite de este ballet (versión de 1919) la emplearon los estudios Disney para cerrar el largometraje Fantasía 2000. Las imágenes no se refieren en absoluto al cuento original, sino que narran otra historia, la de una ninfa del bosque que, al final de un gélido invierno, despierta la naturaleza para que vuelva a llenar de vida y color los campos. Pero comete el error de despertar también a un volcán, cuya erupción es tan violenta que, además de cubrir todo lo que le rodea, casi la mata con sus enormes chorros de lava con forma de pájaros de fuego. Cuando la ninfa se recupera, al contemplar tanta desolación a su alrededor, deja caer una lágrima que, al contacto con la tierra, devuelve la vida a toda la vegetación y la felicidad a ella y su amigo ciervo.

En el minuto 4:23 de la interpretación de Stravinsky y en el minuto 5:55 del vídeo de Disney, empieza el final del ballet, El retorno a la vida de los caballeros petrificados y la alegría general, del que he preparado un arreglo para flauta dulce.

La entrada Stravinsky en Venecia ha sido publicada primero en educacionmusical.es.