🔀El reciclaje de los profesores y la inteligencia emocional

Por: Isabel Villagar, Profesora de Canto
Muchos de los docentes de mi generación y de las anteriores hemos sido educados de espaldas a las emociones, nadie nos enseñó a ponerles nombre, a identificarlas, a describirlas, a auto-regularlas y esto ha provocado mucho sufrimiento innecesario en la mayoría de nosotros en nuestra fase de estudiantes. 

En mi caso, fue a raíz de una situación vital en la que no había otra opción que salir adelante lo que me dio la oportunidad de auto-conocerme, empecé a escribir un diario, a hacer yoga y a sentir qué sucedía en mi cuerpo, aprendí a cantar y por tanto a emplear mi cuerpo de una manera consciente…
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📤 ¿Por qué no creo en los exámenes?

Muy sencillo, porque coincido plenamente con estas palabras del gran pedagogo Rodolfo Barbacci, del año 1948, fijáos lo adelantado que estaba a su tiempo y lo retrasados que siguen muchos ;)

"El alumno sabe de los factores desfavorables o negativos que concurren a su educación musical, pero no se atreve a informar, ya que a nadie le agrada mostrar las deficiencias en que vive.

Pero la injusticia del examen prosigue en cuanto analicemos en qué puede basar su criterio un Jurado. Lo común es que premie el saber, la inteligencia, el aprovechamiento. El esfuerzo no lo puede apreciar en la prueba.

Y la injusticia está ya cometida a favor del más fuerte, del más apto. El que durante el curso se ha sentido inferior a algún compañero, llega el examen con un complejo de inferioridad, mientras que el mejor de la clase concurre al examen precisamente con lo opuesto: un complejo de superioridad. Estos complejos a su vez influyen en el examinador, y la injusticia se acentúa. 
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El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, VII

¿Qué consejo darías a los que quieran trabajar en éste campo?
Dar consejos se me hace difícil. Yo diría solamente, adelante. Yo me formé como musicoteapeuta porque sentía que algo me faltaba, que no comunicaba con el alumno, nació de una necesidad mía, personal y que me surgía desde las tripas. Yo entiendo la educación como enseñanza, pero también aprendizaje. Y en ese ámbito, yo también aprendo. Yo me veía con una formación, la de maestro, que me permitía enseñar, pero que no me ayudaba con las respuestas emocionales que mi alumnado tenía día a día. No hablo de hacer el trabajo de un psicólogo, o de un orientador. Pero el día a día de los niños, tiene mucho de emocional, y yo, con mi formación, no cubría ese aspecto - no todo el mundo estará de acuerdo con esto, pero ésto es lo que yo sentía, ésta era mi necesidad. Me acerqué a la musicoterapia en busca de respuesta a esa necesidad mía, personal, de cubrir la parte emocional del niño. 

Tengo claro que un niño o niña que está sufriendo, aunque sea porque en el patio le han dicho algo que no le gusta, o ha sufrido un pequeño desazón, no va a responder académicamente. Lo emocional es fundamental. Ahora parece que ésta de moda. Trabajar las emociones. Pero cuando yo terminé la carrera en el 2001, este tema no estaba tan en boga. Incluso, muchos compañeros míos me decían que nosotros no éramos psicólogos. Por supuesto que yo no puedo hacer el trabajo del psicólogo, ya que no lo soy. Pero si puedo trabajar con un mínimo de psicología, puedo aplicar técnicas de musicoterapia, puedo atender esa necesidad emocional. Y es lo que hago en mi día a día. ¿Cómo va a centrarse en hacer un problema de matemáticas si está sufriendo porque su abuelo está enfermo?. Aprendí a escuchar al alumno. Creo que mi trabajo como maestra ha mejorado gracias a mi formación como musicoterapeuta. 

Por otro lado, yo no me dedico ahora a la musicoterapia, me apasiona la educación. Me llena. Me supone un reto diario, pero aún dando inglés, o música o siendo tutora, he recurrido a técnicas de musicoterapia para solucionar aspectos diarios en mi aula. Me ha completado como profesional. Por lo que, yo animaría a cualquier persona que sienta esa inquietud, ese gusanillo, a que se forme y que emprenda ese viaje, con apertura, sabiendo que va a tener tanto experiencias positivas, como dolorosas. 

Que va a tener momentos de crisis y momentos de lucidez. Que va a tener muchas dudas, muchas preguntas. Pero que siga adelante. Que se arriesgue, que lo pruebe y, sobretodo, que lo intente. Yo fui a la entrevista con Patxi, pensando que no me admitirían en el postgrado, porque, como he dicho, no tengo grandes estudios en música, pero me admitieron y terminé. Si no lo hubiera intentado, nunca hubiera vivido las experiencias tan satisfactorias que me ha dado el campo de la musicoterapia. 

Conozco a compañeros y compañeras de promoción, que trabajan como musicoterapeutas, así que, sí, es posible dedicarse a ello. Constancia, formación, ganas y rodearse de las personas adecuadas. Creo que eso es lo que a mí me ha servido. Y sobre todo, dejar el miedo, las escusas y, en mi caso, la timidez a un lado y atreverse. Yo suelo utilizar siempre esta frase: el NO ya lo tengo, ahora vamos a por el SI, y si al final no se puede, por lo menos lo habré intentado. 

Hay algo que siempre he tenido muy claro: intentarlo. Siempre he pensado: no quiero que pasen los años, mirar atrás y que sólo sean sueños, quiero que ocurra, y para ello, nadie va a venir a mi casa, tengo que buscarlo yo, con la seguridad y certeza de que muchas veces fracasaré, pero por lo menos, lo habré intentado. Mi padre, se quedó sin cumplir muchos sueños, mi madre, igual. Yo he tenido apoyo moral y económico, nunca me han faltado, siempre han estado ahí, me educaron en el esfuerzo y en el trabajo, en la responsabilidad, y en valorar lo que se tiene, en saber cuánto esfuerzo cuesta conseguir algo; pero es verdad, contar con su apoyo, es lo que me ha facilitado el intentar las cosas, no intentarlo era impensable. Aunque muchas veces, no estuvieran de acuerdo, pensasen “esta hija mía, tiene cada cosa” “Ahora música, y luego musicoterapia, y de Derecho, no quiere saber nada” “En fin”. Ahora están orgullosos, y han visto, que mis decisiones, algunas un poco más raras que otras, han llegado a buen puerto. 

El valor de la musicoterapia en la vida de las personas, por Carmen Salvador, VII

¿Qué consejo darías a los que quieran trabajar en éste campo?
Dar consejos se me hace difícil. Yo diría solamente, adelante. Yo me formé como musicoterapeuta porque sentía que algo me faltaba, que no comunicaba con el alumno, nació de una necesidad mía, personal y que me surgía desde las tripas. Yo entiendo la educación como enseñanza, pero también aprendizaje. Y en ese ámbito, yo también aprendo. Yo me veía con una formación, la de maestro, que me permitía enseñar, pero que no me ayudaba con las respuestas emocionales que mi alumnado tenía día a día. No hablo de hacer el trabajo de un psicólogo, o de un orientador. Pero el día a día de los niños, tiene mucho de emocional, y yo, con mi formación, no cubría ese aspecto - no todo el mundo estará de acuerdo con esto, pero ésto es lo que yo sentía, ésta era mi necesidad. Me acerqué a la musicoterapia en busca de respuesta a esa necesidad mía, personal, de cubrir la parte emocional del niño. 

Tengo claro que un niño o niña que está sufriendo, aunque sea porque en el patio le han dicho algo que no le gusta, o ha sufrido un pequeño desazón, no va a responder académicamente. Lo emocional es fundamental. Ahora parece que ésta de moda. Trabajar las emociones. Pero cuando yo terminé la carrera en el 2001, este tema no estaba tan en boga. Incluso, muchos compañeros míos me decían que nosotros no éramos psicólogos. Por supuesto que yo no puedo hacer el trabajo del psicólogo, ya que no lo soy. Pero si puedo trabajar con un mínimo de psicología, puedo aplicar técnicas de musicoterapia, puedo atender esa necesidad emocional. Y es lo que hago en mi día a día. ¿Cómo va a centrarse en hacer un problema de matemáticas si está sufriendo porque su abuelo está enfermo?. Aprendí a escuchar al alumno. Creo que mi trabajo como maestra ha mejorado gracias a mi formación como musicoterapeuta. 

Por otro lado, yo no me dedico ahora a la musicoterapia, me apasiona la educación. Me llena. Me supone un reto diario, pero aún dando inglés, o música o siendo tutora, he recurrido a técnicas de musicoterapia para solucionar aspectos diarios en mi aula. Me ha completado como profesional. Por lo que, yo animaría a cualquier persona que sienta esa inquietud, ese gusanillo, a que se forme y que emprenda ese viaje, con apertura, sabiendo que va a tener tanto experiencias positivas, como dolorosas. 

Que va a tener momentos de crisis y momentos de lucidez. Que va a tener muchas dudas, muchas preguntas. Pero que siga adelante. Que se arriesgue, que lo pruebe y, sobretodo, que lo intente. Yo fui a la entrevista con Patxi, pensando que no me admitirían en el postgrado, porque, como he dicho, no tengo grandes estudios en música, pero me admitieron y terminé. Si no lo hubiera intentado, nunca hubiera vivido las experiencias tan satisfactorias que me ha dado el campo de la musicoterapia. 

Conozco a compañeros y compañeras de promoción, que trabajan como musicoterapeutas, así que, sí, es posible dedicarse a ello. Constancia, formación, ganas y rodearse de las personas adecuadas. Creo que eso es lo que a mí me ha servido. Y sobre todo, dejar el miedo, las escusas y, en mi caso, la timidez a un lado y atreverse. Yo suelo utilizar siempre esta frase: el NO ya lo tengo, ahora vamos a por el SI, y si al final no se puede, por lo menos lo habré intentado. 

Hay algo que siempre he tenido muy claro: intentarlo. Siempre he pensado: no quiero que pasen los años, mirar atrás y que sólo sean sueños, quiero que ocurra, y para ello, nadie va a venir a mi casa, tengo que buscarlo yo, con la seguridad y certeza de que muchas veces fracasaré, pero por lo menos, lo habré intentado. Mi padre, se quedó sin cumplir muchos sueños, mi madre, igual. Yo he tenido apoyo moral y económico, nunca me han faltado, siempre han estado ahí, me educaron en el esfuerzo y en el trabajo, en la responsabilidad, y en valorar lo que se tiene, en saber cuánto esfuerzo cuesta conseguir algo; pero es verdad, contar con su apoyo, es lo que me ha facilitado el intentar las cosas, no intentarlo era impensable. Aunque muchas veces, no estuvieran de acuerdo, pensasen “esta hija mía, tiene cada cosa” “Ahora música, y luego musicoterapia, y de Derecho, no quiere saber nada” “En fin”. Ahora están orgullosos, y han visto, que mis decisiones, algunas un poco más raras que otras, han llegado a buen puerto.