Novedad: Vídeo curso on line "Cómo cantar mejor"

Isabel Villagar, coach vocal - Cómo Cantar Mejor -

Comenzamos el año con el lanzamiento internacional de este vídeo curso impartido por la coach vocal Isabel Villagar, Directora de Vocal Center y autora de "La Brújula del Canto".

"Cómo cantar mejor" es un completo panorama de cuarenta vídeos de técnicas de canto para todos, consejos y grabaciones de clases prácticas.

Sigue la estela de los exitosos talleres de mismo nombre ante la creciente demanda de los mismos.

Está dirigido a todos aquellos que quieran aprender o mejorar su manera de cantar tanto en estilos modernos como clásicos.

En este vídeo curso aprenderás:
-cómo debes respirar para cantar,
-cómo debes emitir el sonido para no hacerte daño,
-cómo debes equilibrar tu voz para que suene homogénea desde la nota más grave a la más aguda
-cómo debes trabajar las obras,
-cómo seleccionar canciones adecuadas para tu voz,
-y una gran variedad de ejercicios y tips que te ayudarán a desarrollar todo tu potencial vocal.

El vídeo curso está formado por vídeos explicativos (respiración, emisión, resonancias, registros, voz mixta, vocalización, dicción, vocal trill, legato, agudos, tilt, glissandi, recursos para el trabajo de la actuación y superación del miedo escénico, etc.), ejemplos de clases prácticas de principiantes y mucho más...

Sólo durante este mes, como oferta de lanzamiento limitada, puedes adquirirlo con un 10% de descuento sobre el precio marcado a continuación.

Es decir, sólo este mes A por 27 y B por 45 euros.

Modalidades y precio:
A)Video curso: acceso al video curso completo: 30 euros.

B)Video curso+ebook "Claves de la voz y el canto para el artista del siglo XXI"+acceso al Aula Virtual Vocal Center(Aprender a Cantar)+valoración escrita sobre los aspectos a mejorar de la url de una grabación del cursillista enviada a info@vocalcenter.es : 50 euros.

Ingresa el importe de tu curso por PayPal, eligiendo la modalidad mediante los botones inferiores y envíanos un e-mail para darte de alta en el curso.

Invierte en tu mejora... Y a cantar feliz!


Cómo cantar mejor

Cantantes del siglo XXI: Marc Bastan, cantante de folk

Marc Bastan
¿Cuál es la primera experiencia que recuerdas con la música?
 La primera experiencia que recuerdo fue cuando mis amigos, siendo pequeños, me encargaron hacer una pieza para flauta como himno de un sitio imaginario que nos inventamos, fue raro, la verdad. Aunque mas enserio fue cuando escuche a los Beatles en la radio por primera vez.
¿En que momento decidiste que querías ser cantante?
Recuerdo cuando escuche la música de los Beatles a los 16, pensé que seria divertido hacer canciones, aunque cantaba como un gato con una enfermedad venérea. Supongo que fue eso.

¿Qué personalidad musical crees que te influyó más en tu carrera?
Me han influido muchísimas, desde Lennon hasta Dylan o Knoplfer, siempre ha sido una mezcla de todo, me ha gustado la variedad.

¿Cuáles son tus cantantes o músicos favoritos?
Músicos favoritos, sin duda John Fogerty, Dylan, aunque yendo a lo mas clásico podríamos encontrar a Bedrich con su "Rio Moldava" hay de todo.

¿Cuál era el estilo o el compositor que más te gustaba estudiar de joven?
Me gustaban los compositores que contaran historias personales, pero también místicas, la música de Nueva Orleans, era impresionante un Mississipi Blues, con un toque "Spell" canciones que hablan sobre cosas oscura, me va el morbo .

Cuéntanos, por favor, alguna experiencia o anécdota que te venga a la memoria que tenga que ver con tu voz o tu experiencia profesional (en algún curso, o concierto...)
Bueno realmente experiencias he vivido muchísimas, sobre todo en Irlanda, o Inglaterra, donde tocaba en locales pequeños, y que olían a sudado, aunque con experiencias me quedo en el "The Cavern" fue mi primera actuación en vivo y fue en el Club donde Los Beatles salieron al estrellazo, realmente fue uno de los mejores momentos de mi vida.

¿Qué opinas de la situación actual de los músicos y los cantantes? ¿Que crees que debería cambiar?
Pienso que tanto músicos como cantantes de ahora, tienden mas a hacer música para los demás, dejando cosas en su interior, todo es marketing, hay poca música, aunque a la gente le gusta, a veces hay que ir a contracorriente como por ejemplo "Jake Bugg" músicos de 19 años cantan " pop" el se limita al folk aunque en su ultimo disco ha patinado bastante.

¿Qué proyectos musicales tienes en mente realizar?
Por ahora sacar mi EP a la luz y que a la gente le guste, por ahora "Tejados" ha tenido éxito, así que espero que vaya todo bien, pero lo que deseo es lanzarme a la carretera con mi coche y actuar por Madrid que la gente escuche eso seria genial.

¿Qué consejo o recomendaciones darías a los que empiezan ahora a estudiar canto?
No hay que perder la ilusión por hacer lo que uno quiere, todos tenemos nuestro color de voz, y cada uno tiene una historia y es bonito ver a la gente cantar, bien o mal, da igual hay que seguir las metas y lanzarse a ello "Quien la sigue la consigue"

¿Quieres añadir algo más sobre tu relación con la música o con el canto?
Pues mi relación tanto con la música como con cualquier otra persona a mi alrededor es difícil, tengo la tendencia a cambiar todo drásticamente y los planes, pero es música

Rent – Cuando el dolor y la injusticia dan lugar a un hito, por Guillermo Názara

Os presentamos un nuevo artículo de nuestro autor invitado Guillermo Názara, un verdadero conocedor y amante de los musicales, espero que lo disfrutéis. Podéis seguirlo en twitter @MrNazara


Al día siguiente, la ciudad de Nueva York amaneció radiante. Sus calles, vacías por tan solo unos instantes, estaban impregnadas de la alegría y la ternura que cada año aterrizaban en el West Village, colándose en miles de hogares y convirtiéndose durante semanas los únicos sentimientos de sus huéspedes. Ya hacía tiempo que el invierno había desembarcado en Manhattan, pero sus gélidas brisas y oscuras jornadas no habían servido de obstáculo para que aquella conmovedora sensación, a la que muchos apodaban <<espíritu>>, renaciera en el corazón de todo ciudadano como ocurría cada diciembre; la Navidad acababa de llegar a la Gran Manzana. 

Sin embargo, el otro lado de la isla se había despertado inmerso en un ambiente gris y lúgubre. Los vecinos, quienes tan solo ostentaban ese título por alojarse en sus contenedores y en las esquinas de sus callejones, merodeaban por las destartaladas manzanas en busca de alguna prenda con la que abrigarse o de algo mínimamente comestible que llevarse a la boca. El espíritu navideño había pasado de largo; se había acomodado en los hogares más opulentos de la ciudad y se había olvidado de aquellos que, en ningún momento del año -o incluso de su vida-, habían sido receptores del más mínimo detalle material o fraternal. 

Pero hacía tiempo que la exclusión había dejado de ser uno de sus peores problemas, pues un enemigo de origen desconocido había irrumpido inesperadamente en su comunidad y amenazaba con destruir a todo aquel que se interpusiera en su camino. El miedo y la angustia se propagaban por cada rincón del East Village a pasos agigantados, cuyos habitantes eran conscientes de su impotencia para enfrentarse a un rival tan sumamente despiadado. 

De nada servía pedir ayuda. Sus constantes gritos de auxilio no hacían sino incentivar el rechazo de las más altas esferas, que condenaban a las víctimas de tan cruenta masacre, acusándolas de ser las responsables de su propia desgracia. Por otro lado, nadie podía hacer nada para mitigar aquella ola exterminadora que arramplaba con ferocidad por las calles de Nueva York. Sus heridos suplicaban, pero casi nadie escuchaba. Los mártires de aquel veloz exterminio se habían convertido en un incómodo tabú que los había apartado definitivamente del resto de la sociedad. Eran los 90 y el SIDA estaba ganando la batalla. 

Jonathan Larson, por aquel entonces tan solo un simpático y peculiar camarero de una de las hamburgueserías más concurridas de la Gran Manzana, no podía dar crédito a la trágica situación que, en aquel momento, muchos colectivos y minorías se veían obligados a afrontar completamente solos. Siempre había detestado la discriminación, sobre todo la que, desde hace tanto tiempo, se había llevado a cabo en contra de los homosexuales. Era un tema que le indignaba especialmente, no porque él hubiera sido víctima de tales acosos, sino porque afectaba a una de las personas que más quería del mundo. 

Cuando eran adolescentes, Matthew, su mejor amigo, decidió que Jonathan fuera el primero en saber que era gay. Confesarlo no le había resultado nada fácil, pero jamás se arrepintió de haberlo hecho. Desde ese instante, Jonathan se convirtió en su roca. Lo apoyaba constantemente, incluso en los incómodos momentos en los que Matthew tenía que comentar su sexualidad a gente que no era capaz de comprender que un hombre pudiera sentirse atraído por otros hombres. Pero ese miedo a hablar abiertamente sobre quién era se había disipado hacía bastante tiempo. A fin de cuentas, ya no tenía motivos para temer que lo excluyeran; sabía que Jonathan siempre permanecería a su lado. 

Ahora, varios años después, Jonathan volvía a ser el primero en conocer algo nuevo sobre Matthew. La única diferencia era que esta vez no se trataba de un rasgo o una faceta suya, sino de una espantosa noticia en la que, repentinamente, su amigo se había visto involucrado: Matthew acababa de ser diagnosticado como enfermo del SIDA. La situación era muy grave; los médicos le habían aconsejado que pusiera sus asuntos en orden cuanto antes. Era cuestión de meses que el temido desenlace tomara lugar. Por un momento, Jonathan se quedó congelado. Reaccionar ante tan fatídica novedad era casi imposible; estaba a punto de perder a una de las personas más importantes de su vida… 

Aún conmocionado, Jonathan intentó tranquilizar a Matthew. <<Todo va a salir bien>>, repetía una y otra vez; pero lo cierto es que sus palabras no eran más que un improvisado parche con el que disimular el dolor y, sobre todo, el miedo que sentía. Lo que Matthew padecía no tenía cura, por lo que pensar que su amigo se recuperaría no era siquiera una ilusión; era un autoengaño. No obstante, no iba a permitir que la amargura y la desesperación consumieran a Matthew tal y como estaban haciendo con la mayor parte de la gente que pasaba por la misma situación. Apoyaría y ayudaría a su amigo en todo lo que pudiera. Desde ese momento, ninguna cosa más ocuparía su mente. Lo que no sabía es que pronto esta empezaría a obsesionarse con la creación de su obra maestra. 

Unos pocos días después, Matthew descubrió una pequeña organización dedicada a la asistencia de enfermos del SIDA. No ofrecía métodos para sanarse, pero sí para sobrellevar el terrible trago que sus víctimas estaban pasando. No había nada que Matthew necesitara más en esos momentos que comprensión, no por parte de sus allegados, sino de aquellos que se sentían y se enfrentaban a lo mismo que él. No obstante, precisaba que, una vez más, su mejor amigo fuera partícipe de esta experiencia. 

Aquella mañana, ambos acudieron a la reunión. Allí, ante un puñado de atentas miradas que, en lugar de juzgar, mostraban su compasión, Matthew pudo expresar libremente el pánico que padecía, además de la rabia y la frustración que, día tras día, asolaban su mente. Una agradable sensación de satisfacción invadió los cuerpos de Matthew y Jonathan. El primero, por haber logrado compartir sus anécdotas y sentimientos con gente que los había vivido en su propia piel; el segundo, por haber encontrado la escena perfecta con la que denunciar las tremendas injusticias que, por aquel entonces, gente como su mejor amigo estaba sufriendo; y, en consecuencia, el argumento de una obra que muy pronto revolucionaría Broadway y que lo consagraría a él, Jonathan Larson –al que muchos veían como un músico fracasado condenado a pasarse el resto de su vida sirviendo mesas-, como artista.