Mozart y Salieri

Mozart y Salieri

Hermann Kaulbach – Los últimos días de Mozart (1873)

Hace 219 años moría prematuramente uno de los más grandes compositores de todos los tiempos: Wolfgang Amadeus Mozart. Ese triste momento, junto con muchos otros de su breve vida, fue llevado a la gran pantalla en 1984 por el director de cine Milos Forman en su película Amadeus, galardonada con ocho Premios Óscar y cuatro Globos de Oro, entre otros.

La escena de la muerte y el entierro del músico de Salzburgo está acompañada por uno de los números más conmovedores del Requiem -la misa de difuntos que el mismo Mozart estaba componiendo cuando la muerte le sorprendió- el Lacrimosa, consistente en las dos últimas estrofas y la invocación final de la secuencia Dies irae.

El autor del guión, Peter Schaffer, también autor de la obra teatral que inspiró la película, se tomó muchas licencias, pues hay documentación  histórica que demuestra numerosas diferencias entre lo que muestra la película y lo que realmente ocurrió.

Además de algunas para nada trascendentales, como la meteorología del día del entierro, ese 6 de diciembre de 1791 en el que un estupendo sol brillaba en el cielo de Viena, hay otras discordancias mucho más importantes; por ejemplo, en la escena que acabamos de ver, Antonio Salieri, aquí un auténtico malo de la película, asiste al momento del fallecimiento de Mozart tras pasar toda la noche en vela a su lado para ayudarle a terminar la misa de difuntos que estaba escribiendo. El plan perverso del músico italiano, supuestamente empezado tiempo atrás con un lento envenenamiento del austríaco, hubiera sido quedarse con esa partitura, atribuyéndose la autoría de la misma, para alcanzar la gloria que su ambición desmesurada le hacía anhelar a la vez que su mediocridad le negaba.

Naturalmente nada de eso es cierto: aunque cierta rivalidad entre algunos músicos pudiera considerarse como normal en una época en la que la fama y la riqueza dependían de la consideración que se conseguía alcanzar frente a la aristocracia, no existe ningún indicio que sugiera esa envidia desmesurada de un Salieri Kapellmeister al servicio directo del emperador, cargo que le proporcionaba una vida muy cómoda y llena de honores, hacia un Mozart que vivía fuera de la corte, de la que como mucho recibía un encargo de vez en cuando.

Entonces, ¿qué mosca le picó a Schaffer para llegar a ensuciar de tal manera la memoria de un gran músico como Salieri y a Forman para seguirle la corriente? O, visto desde otra perspectiva, ¿qué hizo Salieri para merecerse éso?

En realidad la idea de transformar en intriga literaria la muerte de Mozart la tuvo por primera vez Aleksandr Pushkin, en Mozart y Salieri, una de sus Pequeñas tragedias publicadas en 1830, algo menos de 40 años después del supuesto crimen. Las razones del dramaturgo ruso para convertir en asesino al músico italiano no son difíciles de explicar: por un lado, la fama de Mozart estaba en fase creciente y su personaje estaba rodeándose de un aura romántica, convirtiéndole en la perfecta víctima de una historia que fascinaría al público; por otro lado, fue Salieri mismo quien encendió la chispa de la calumnia, autoacusándose de ese asesinato que nunca existió por culpa de la demencia que le acompañó en los últimos años de su vida, que finalizó en 1825. Se creó así una leyenda negra que encontró en el espíritu del siglo XIX el terreno adecuado para crecer y reforzarse. A final de ese mismo siglo, otro artista ruso, el compositor Nikolai Rimski-Korsakov, escribió una ópera con el mismo título, contribuyendo así a la transmisión  posterior de ese bulo.

Visto desde esta perspectiva, tenemos que reconocer que el tratamiento que hacen Schaffer y Forman de esta historia no es tan injusto ni injurioso hacia el pobre Salieri: no pretenden contarnos lo que ocurrió, sino los recuerdos deformados de un anciano encerrado en un manicomio, cuya locura senil le hizo creer ser el culpable de la muerte de un músico hacia el que sentía una admiración tan profunda como para obsesionarse con él y su música.

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Las séptimas – Las séptimas de dominante.

Si al acorde de dominante le añado una nota a distancia de séptima desde la fundamental (la primera nota del acorde) obtendré un acorde de séptima de dominante.

El acorde de Séptima de dominante es el único que contiene un acorde mayor más una séptima menor (ver intervalos). Por lo tanto la sonoridad de este acorde siempre se relacionará con la función de dominante.



Se cifra añadiendo un 7 al nombre del acorde. No todos los acordes de séptima son de séptimas de dominante, por ejemplo un m7 indicaría que es un acorde menor con séptima (por ejemplo un II, III o VI grado de la escala mayor con 7) y un maj7 que es un acorde mayor con el intervalo de séptima también mayor (por ejemplo un I o IV grado de la escala mayor con 7). Estos otros acordes de séptima tienen una funcionalidad mucho menor comparada con los séptima de dominante. Los séptima de dominante refuerzan la función de tensión propia de este acorde, los otros tipos de acorde de séptima (salvo las séptimas sobre algunos acordes disminuidos, que también pueden ser dominantes) se utilizan para “colorear” el acorde o dotarlo de cierto carácter, pero no para amplificar su función tonal. Por ejemplo, si a un acorde de tónica le añadimos una séptima, su función de tónica no aumenta (desde un cierto punto de vista podríamos incluso afirmar que disminuye). Tampoco un acorde de subdominante lo es más porque se le añada una séptima. En cambio, la función de dominante saldrá reforzada al añadirle tensiones como este intervalo.

Algunos estilos determinados de música, como por ejemplo el blues, a menudo utiliza el intervalo de séptima de dominante, por sistema, en acordes con funciones que no son de dominante para crear una atmosfera característica y unas sonoridades especificas. En estos casos particulares, aunque las séptimas se denominan popularmente de dominante no están ejerciendo esa función (salvo la que está sobre el acorde de dominante), simplemente colorean la armonía, a menudo con una función rítmica, apareciendo en ocasiones de forma intermitente sobre los acordes, a menudo incompletos. De todos modos estos casos más específicos serian para estudiarlos a parte puesto que su origen es más complejo.

Las séptimas de dominante tendrán un papel muy importante en la generación de dominantes secundarios que veremos en otro capítulo. 

El tritono que se forma entre la tercera y séptima del acorde también nos ayudará a ampliar el concepto del acorde de dominante desde una perspectiva armónica más moderna.

Las séptimas – Las séptimas de dominante.

Si al acorde de dominante le añado una nota a distancia de séptima desde la fundamental (la primera nota del acorde) obtendré un acorde de séptima de dominante.

El acorde de Séptima de dominante es el único que contiene un acorde mayor más una séptima menor (ver intervalos). Por lo tanto la sonoridad de este acorde siempre se relacionará con la función de dominante.



Se cifra añadiendo un 7 al nombre del acorde. No todos los acordes de séptima son de séptimas de dominante, por ejemplo un m7 indicaría que es un acorde menor con séptima (por ejemplo un II, III o VI grado de la escala mayor con 7) y un maj7 que es un acorde mayor con el intervalo de séptima también mayor (por ejemplo un I o IV grado de la escala mayor con 7). Estos otros acordes de séptima tienen una funcionalidad mucho menor comparada con los séptima de dominante. Los séptima de dominante refuerzan la función de tensión propia de este acorde, los otros tipos de acorde de séptima (salvo las séptimas sobre algunos acordes disminuidos, que también pueden ser dominantes) se utilizan para “colorear” el acorde o dotarlo de cierto carácter, pero no para amplificar su función tonal. Por ejemplo, si a un acorde de tónica le añadimos una séptima, su función de tónica no aumenta (desde un cierto punto de vista podríamos incluso afirmar que disminuye). Tampoco un acorde de subdominante lo es más porque se le añada una séptima. En cambio, la función de dominante saldrá reforzada al añadirle tensiones como este intervalo.

Algunos estilos determinados de música, como por ejemplo el blues, a menudo utiliza el intervalo de séptima de dominante, por sistema, en acordes con funciones que no son de dominante para crear una atmosfera característica y unas sonoridades especificas. En estos casos particulares, aunque las séptimas se denominan popularmente de dominante no están ejerciendo esa función (salvo la que está sobre el acorde de dominante), simplemente colorean la armonía, a menudo con una función rítmica, apareciendo en ocasiones de forma intermitente sobre los acordes, a menudo incompletos. De todos modos estos casos más específicos serian para estudiarlos a parte puesto que su origen es más complejo.

Las séptimas de dominante tendrán un papel muy importante en la generación de dominantes secundarios que veremos en otro capítulo. 

El tritono que se forma entre la tercera y séptima del acorde también nos ayudará a ampliar el concepto del acorde de dominante desde una perspectiva armónica más moderna.

Celtic Roots: unha preciosa experiencia educativa



Xosé Manuel Budiño está presente nun proxecto educativo precioso, desenvolvido coa colaboración de tres escolas (galega, inglesa e irlandesa), no que os cativos cantan temas tradicionais cunha mesma raiz, con "Celtic Roots".

Isto me recorda á fantástica experiencia na que eu mesmo participei no ano 2000. Tratábase dun intercambio musical entre o noso instituto (IES Eladio Cabañero, de Tomelloso) e outros tres centros de Helsinki, Nápoles, e unha pequena cidade perto de Atenas. Preparamos varias obras en conxunto e outras por separado, e as interpretamos en Helsinki ao longo de varios concertos durante unha semana.

O libro CD-DVD de Celtic Roots recolle temas da música tradicional galega e irlandesa, interpretadas polo alumando dos colexios CEIP. Humberto Juanes de Nigrán (Galicia), St. John’s C. Primary School de Manchester (Reino Unido) e St. Cronan’s School de Bray (Irlanda), contando coa colaboración especial de Xose Manuel Budiño en Galicia, Michael McGoldrick no Reino Unido e Dònal Lunny en Irlanda, que fixeron posible este traballo.

Déixovos un adianto deste fantástico proxecto. Son entrañables as imaxes dos rapaces cantando.


Celtic Roots - GL from Casa de Tolos on Vimeo.

Celtic Roots: unha preciosa experiencia educativa



Xosé Manuel Budiño está presente nun proxecto educativo precioso, desenvolvido coa colaboración de tres escolas (galega, inglesa e irlandesa), no que os cativos cantan temas tradicionais cunha mesma raiz, con "Celtic Roots".

Isto me recorda á fantástica experiencia na que eu mesmo participei no ano 2000. Tratábase dun intercambio musical entre o noso instituto (IES Eladio Cabañero, de Tomelloso) e outros tres centros de Helsinki, Nápoles, e unha pequena cidade perto de Atenas. Preparamos varias obras en conxunto e outras por separado, e as interpretamos en Helsinki ao longo de varios concertos durante unha semana.

O libro CD-DVD de Celtic Roots recolle temas da música tradicional galega e irlandesa, interpretadas polo alumando dos colexios CEIP. Humberto Juanes de Nigrán (Galicia), St. John’s C. Primary School de Manchester (Reino Unido) e St. Cronan’s School de Bray (Irlanda), contando coa colaboración especial de Xose Manuel Budiño en Galicia, Michael McGoldrick no Reino Unido e Dònal Lunny en Irlanda, que fixeron posible este traballo.

Déixovos un adianto deste fantástico proxecto. Son entrañables as imaxes dos rapaces cantando.


Celtic Roots - GL from Casa de Tolos on Vimeo.