2001: Una odisea del espacio. Karajan y los Strauss

La banda sonora de la película 2001: Una odisea del espacio, del director Stanley Kubrick, empieza con unas notas largas de trompeta alternadas a secos golpes de timbales: es el comienzo del poema sinfónico Así habló Zarathustra, del compositor alemán Richard Strauss, inspirada en la obra homónima de Friedrich Nietsche. En esta primera sección, cuyo titulo es Amanecer, describe musicalmente el nacimiento del superhombre y el comienzo de una nueva era.

En la banda sonora de la misma película encontramos otro Strauss, que no tiene ningún parentesco con Richard. Se trata de Johann Strauss hijo, miembro de una importantísima familia de músicos de la Viena decimonónica: su padre, Johann Strauss I, cuya obra más famosa es indudablemente la Marcha Radetzky, y dos de sus hermanos, Joseph y Eduard. Sin embargo, Johann II fue el más importante, sobre todo por sus valses, una danza de origen popular que, de su mano, llegó a la corte imperial, además de a todas las fiestas de la aristocracia austríaca. Y justamente el más famoso de sus vals, El Danubio Azul, es la obra que Kubrick eligió para comentar musicalmente una escena de su película en la que se alternan imágenes de cuerpos celestes y astronaves flotando en el espacio con imágenes de objetos flotando en el interior de la nave por la falta de gravedad. Esa sensación de extrema ligereza de una escena que es casi una coreografía, está en perfecta sintonía con tan refinada música de danza.

La banda sonora no fue ni escrita ni ejecutada pensando en la película: Kubrick eligió varias obras musicales ya grabadas y las insertó en el largometraje. Las dos que acabamos de escuchar, tan diferentes desde el punto de vista musical, tienen en común, además del apellido del compositor, otro detalle muy importante: ambas son dirigidas por Herbert von Karajan, uno de los más importantes directores de orquesta del siglo XX. En Así habló Zarathustra estaba al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena, mientras que en el caso del vals, de la Orquesta Filarmónica de Berlín, de la que fue director estable durante más de 35 años.

Hoy conmemoramos el vigésimo aniversario de la muerte de Karajan. Ese 16 de julio de 1989, el músico austríaco tenía 81 años y seguía en activo, dando conciertos en directo y realizando grabaciones discográficas.

KarajanSin lugar a dudas, Karajan es el director de orquesta más conocido entre el gran público. Hasta los que nunca han oído una nota dirigida por él conocen su apellido (que no su nombre, que muchos creen que es Adagio).  Esa popularidad se debe, además de a sus cualidades musicales y perfeccionismo, a que supo vislumbrar el potencial comercial de la tecnología y la empleó a fondo para la difusión de su trabajo. En efecto, nos ha dejado una discografía inmensa, casi un millar de discos, además de un gran número de grabaciones en vídeo, entre las que destacan las sinfonías de Beethoven.

En 1972, el Consejo de Europa eligió el último movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven como Himno de Europa. Trece años más tarde hacía lo mismo la Unión Europea. Herbert von Karajan fue el encargado de componer tres arreglos diferentes, que son las versiones oficiales: uno para piano sólo, otro para instrumentos de viento y otro para orquesta sinfónica. Sin negar el valor que tienen estas versiones en el ámbito institucional, sigo prefiriendo la versión original.

Más obras de este maravilloso binomio, Beethoven-Karajan, estarán durante unos días en el recién estrenado widget de Grooveshark, en la columna derecha de este blog. Son las tres sinfonías más famosas, la 5ª, la 6ª y la 9ª. ¡Qué las disfrutéis!

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Franz Joseph Haydn

Han pasado dos siglos y dos días desde la muerte de este compositor, uno de los más importantes del período clásico, junto con Mozart y Beethoven.

Lo nombrábamos hace unas semanas hablando de la Sinfonía de los juguetes, obra que le fue erróneamente atribuida durante cierto tiempo. También lo estuve nombrando repetidamente en clase, hablando de Mozart a mis alumnos y alumnas, tanto por la amistad que los dos compositores austríacos estrecharon, amistad basada en una profunda admiración recíproca de sus respectivas cualidades musicales, como por la importancia que tuvo la música de Haydn en la formación del joven Mozart.

En efecto, aunque el magnífico talento y la fama universal de Wolfgang eclipsan buena parte de los méritos de Joseph a los ojos del gran público, la influencia que este último ejerció sobre el niño prodigio de Salzburgo fue indudablemente mayor que la que pudo recibir de él, por lo menos en el campo de la música instrumental. A ésto sin duda contribuyó el hecho de que Mozart muriera tan joven, casi 18 años antes de ese fatídico 31 de mayo de 1809.

Con Haydn,  la forma sonata se define como el esquema de construcción preferido por los compositores clásicos y, posteriormente, románticos, quedando en pleno auge no sólo durante el siglo XVIII, sino a lo largo de todo el siglo siguiente. Con un movimiento en forma sonata se abre la práctica totalidad de las obras instrumentales de esos dos períodos de la historia de la música, independientemente de la formación instrumental: las sonatas (por un solo instrumento o en dúo, principalmente con piano), las sinfonías (por orquesta sinfónica), los conciertos (por instrumento solista acompañado por la orquesta) y las obras de cámara (por pocos instrumentos). La producción sinfónica y camerística de Haydn es grandiosa, tanto por cantidad (104 sinfonías y un número todavía incierto de cuartetos de cuerda, entre 77 y 84) como por su calidad,  y le hizo merecer los apodos de Padre de la sinfonía y Padre del cuarteto de cuerda.

Durante su época de músico de corte, ocupó el cargo de máxima responsabilidad (Kappellmeister) en la orquesta de los príncipes Esterházy, una de la más importantes familias de la aristocracia austríaca. Ejerció ese cargo con esmero, lo que apreciaron mucho tanto sus amos como sus subordinados, creando un excelente ambiente de trabajo, digno de la admiración de muchos músicos de la época. Sin embargo, en el verano de 1772, los músicos manifestaron a su maestro cierto malestar por trabajar ininterrumpidamente durante demasiado tiempo y necesitar un poco de descanso. Haydn supo transmitirlo al príncipe de una manera tan fina que éste se rindió frente a tanta genialidad y buen gusto: durante el último movimiento de una sinfonía que estaban estrenando, los instrumentistas, a medida que iban terminando su tarea, apagaron la vela de su atril, se levantaron sigilosamente y se fueron, hasta quedar en el escenario sólo dos violines, que interpretaron las últimas notas de la obra.

Ese final de la sinfonía nº 45, también conocida como Los adioses, fue interpretada por la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Daniel Barenboim, para abrir este año haydiano, el 2009.

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