De Mia Couto


"Séptima carta del sargento Nkokolani, 25 de mayo de 1895,

            Excelentísimo señor consejero José d`Almeida:

            Hace unos días oí la orquesta de las marimbas de la que el padre de Imani es un experto director, incluso cuando está borracho como una cuba. En esta ocasión, yo mismo fui acometido por una sensación de embriaguez mientras me deleitaba con la armonía de los timbilas de los negros.

            Lo entendí. La música es un barco y en ella se consolida un viaje pendiente. Pregunté si podía tocar un instrumento. E intenté reproducir las melodías con las que mi madre me dormía. No salió bien. Pero entendí que mis melodías y las de los africanos tenían algo en común: ambas traían orden a un mundo caótico y temible."

Trilogía de Mozambique, Mia Couto


De Fleur Daugey y Sandrine Thommen

La queja de los instrumentos

     Los instrumentos musicales también pueden sentirse abandonados. Es el caso de Biwa-bokuboku, un laúd de madera que se convierte en la cabeza de un yokai y lleva un kimono. Como se siente maltratado, por la noche se pone a tocar y a cantar quejándose de su dueño.
     A veces, se pone a saltar por toda la casa como un loco haciendo un ruido infernal. La cítara japonesa, el koto, también se convierte en un yokai musical.  La cabeza de Koto- furunushi tiene un aire terrorífico, y las cuerdas se mueven hacia todos lados sin parar. 


en "Yokai. El extraño mundo de los monstruos japoneses"



De Audur Ava Ólafsdóttir

     "Al salir, cuando Bingo se dispone a abrir de nuevo la puerta corredera, me fijo en un tocadiscos escondido bajo una mesa, junto a la entrada. A primera vista, parece encontrarse en buen estado. Abro la cubierta protectora y observo el cabezal. A pesar de cinco años de guerra, ataques aéreos, asfalto fundido y carne hecha pedazos, la aguja se observa de una pieza. Busco a mi alrededor y no muy lejos hallo una caja que contiene una voluminosa colección de vinilos. Echo un vistazo rápido a los discos y encuentro, entre todo un abanico de géneros, algunas rarezas de María Callas y Jussi Björling. También está la Danza macabra de Franz Liszt, la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rajmáninov y una recopilación de Bowie que incluye Liza Jane, Can't Help Thinking About Me y Never Let Me Down. Saco un disco de la funda y compruebo que no está rayado.
     Le doy a entender a mi acompañante que me quiero llevar el tocadiscos al hotel y que va a tener que cargar con la colección de vinilos."


                                                                                        Hotel Silencio, Audur Ava Ólafsdóttir






De Nazîm Hikmet

"Los cantos de los hombres son más bellos que los hombres,
                                                    más esperanzados
                                                    más tristes 
                                                    y con más vida.
Más que a los hombres he amado sus cantos.
He podido vivir sin los hombres                          
                     pero nunca sin sus cantos.
Nunca me engañaron sus cantos.


Cualquiera que fuera su lengua, siempre los he comprendido.


En este mundo, ni la comida, ni la bebida,
                                               ni los paseos
                                               ni las cosas que he visto, oído,
                                               palpado, comprendido,
                                                                         nada, nada
                     me ha hecho tan feliz como los cantos..."

                                                                                                        Nazîm Hikmet







Ombra Mai Fu, de la ópera "Jerjes" de George Friedic Händel,
interpretado por Cécilia Bartoli.

De Cristina Morales

     "La clase ya se había detenido por completo y la mayoría de los alumnos estaba en torno nuestro escuchando. Otros, los menos, se habían asomado al corro, no les había interesado lo que pasaba y habían seguido a lo suyo, contándose la vida o agarrando el móvil. El que, bajo mi punto de vista, es el mejor bailarín de la clase, el callado y espigado Bruno, había seguido bailando. Siempre baila como siguiendo una misma música que solo él oye, que, mande Lluís el ejercicio que mande y ponga la música que ponga, él acaba siempre destinando sus movimientos hacia esa exclusiva danza suya de giros sobre un pie y sobre el otro, con la cadencia de un tentetieso y los brazos en suave cruz, no tensados, sino unos brazos como alas que le ayudan no a impulsar sino a suavizar su giro, a evitar el mareo. Mientras baila se toca la cara en un gesto de indagación de sí mismo, un gesto, a veces, de profunda concentración que sin embargo no detiene su danza; o un gesto que consiste en sonreír para sí, a veces estirando el cuello hacia arriba y moviendo los labios sin decir nada o diciendo algo inaudible, y otras veces, probablemente porque ha llegado a matearse, frenándose poco a poco y dejando caer el tronco hacia delante con las piernas completamente estiradas o descendiendo hasta quedar casi perfectamente abierto de piernas. Profundos estiramientos que forman parte de su baile y en los que se detiene un tiempo indeterminado en función del gusto que le proporcionan para después emerger nuevamente a la verticalidad, a la indagación y a los giros. Por eso es Bruno el mejor bailarín de la clase: porque solo baila por placer, y el placer continuado, visto desde fuera, es estremecedor y obnubila."

"Lectura fácil", Cristina Morales.