Desgranando las audiciones

Como músicos, todos conocemos cómo es el proceso de las audiciones. Algunos porque lo hemos vivido (o sufrido) de primera mano, otros simplemente a través de nuestros compañeros y amigos. Mucho se está hablando, sobre todo en los últimos años, sobre este proceso. Ante los cambios en el panorama cultural, muchos profesionales se cuestionan si realmente el sistema por el que se rigen las audiciones es el idóneo. Hoy nos hemos propuesto desgranarlo, estudiar distintas opiniones y casos para hacernos un mapa de lo que son las audiciones, qué significan para los músicos y cómo pueden cambiar.

Orígenes

La historia de las audiciones ha ido ligada a la historia de la propia orquesta como formación. A medida que las orquestas se fueron profesionalizando, instaurando como formaciones, con una jerarquía laboral y una autogestión, las audiciones fueron acercándose a lo que son hoy en día.

El cambio más importante y significativo para el proceso de audicionar se introdujo con las audiciones a ciegas o tras cortina aproximadamente en los 60-70. Este cambio logró que las mujeres o las personas de otras razas pudieran obtener puestos de trabajo en orquestas de renombre. En los años 70, sólo el 10% de las plantillas orquestales eran mujeres. En los 90, este porcentaje subió al 35%.

Lee más sobre las mujeres en las orquestas en nuestro post.

El sistema de audiciones: opiniones encontradas

Todos conocemos su funcionamiento, que se suele dividir en fases: preselección por CV, concierto clásico, pasajes orquestales y a veces, también se interpreta un concierto romántico. En resumen, un proceso que pasa rápido, pero que requiere mucho estudio y trabajo previo, viajes e incluso pianista acompañante a cuenta de los participantes, nervios, competencia… etc.

Críticas

Este sistema recibe muchas críticas por partes de aspirantes y tribunales. Reúno aquí algunas de las que he encontrado en blogs y revistas:

  • Constriñe el desarrollo musical de los aspirantes. Al conducir a la gente a trabajar hacia un nivel de perfección técnica muy alto, hace que sea imposible que puedan desarrollar su conocimiento del repertorio y su conocimiento de estilos y contexto histórico.
  • El que mejor toca en una audición no es el que mejor toca en orquesta.
  • El que haya una cortina no implica que la audición vaya a ser limpia. ¿Protege la cortina al aspirante o al tribunal?
  • En la audición no se conocen las aptitudes orquestales de los aspirantes: sincronización con la sección, capacidad de escucha, equilibrio de volumen, seguir a un director/solista, ser un compañero inspirador… Para ello, después del duro proceso de audicionar se suele someter a los aspirantes a períodos de prueba.
  • Falta de organización: los aspirantes son citados a la misma hora, sean 15 o 50. Las salas de calentamiento no suelen ser indiviuales.
  • El tiempo con el que cuentan los candidatos es muy breve, apenas unos minutos.  No se da oportunidad a calmar los nervios. En este punto coincido especialmente y me permito contar una experiencia personal: en la primera fase de una audición en la que estábamos unos 35 candidatos, la organización iba apuntado en una pizarra el tiempo que cada aspirante permanecía dentro de la sala. ¡El que más estuvo lo hizo por poco más de 2 minutos!
  • Exige presentarse con un nivel de excelencia muy alto.
  • Es un proceso duro para los aspirantes, tanto física como psicológicamente.
  • Es posible que perdamos a un buen candidato solo porque tenga un mal día.

Sin embargo, también hay puntos positivos de los que hablar:

  • Es justo, desde el punto de vista en que gracias a la cortina no se hacen distinciones de raza, género o edad.
  • Es un enfoque que empuja a los músicos a salir del “invernadero” del Conservatorio, a mejorar técnica y musicalmente y a enfrentarse y conocer a otros músicos.
  • Se da al mejor candidato la oportunidad de ganar.
  • Normalmente, se piden distintos estilos y compositores, que hacen que el candidato con mejor capacidad de respuesta destaque.
  • Las pruebas que incluyen lectura a primera vista incluyen una variable muy importante en el trabajo orquestal.

Estos son los artículos que he investigado para sacar estas críticas y puntos positivos:

 

Cruel and inusual, it’s time to change the audition system. Kenneth Wood
La cláusula de abandono. Beckmesser

 

Audiciones de orquesta, ¿son justas?. Socialmusik

 

The Strad panel discussion: surviving orchestral auditions. The Strad

El impacto del sistema en los que participan

Lo primero que aprendí cuando me decidí a hacer audiciones es que hay que separarse emocionalmente del proceso. Son muchas horas de preparación, de estudio, concienciación. Un viaje de unas cuantas horas, noche de hotel, ponerse a calentar sin saber muy bien cuándo vas a entrar… Todo para tocar un par de pasajes y volver a casa con las mismas. No es agradable para nadie, y tampoco es fácil no sentirse mal después de cada “fracaso”.

Los críticos del sistema señalan como principal fallo del proceso el impacto que éste tiene sobre los músicos. Entre las consecuencias:

  • Pérdida de autoconfianza
  • Se realiza un esfuerzo sin una recompensa en el futuro próximo
  • Se les somete a una gran presión
  • Deshumaniza la selección de candidatos
  • Provoca el abandono de muchos músicos

Algunas propuestas de cambio

Si bien es difícil hacer un proceso totalmente justo para elegir a un músico de orquesta, sí que es posible hacer evolucionar en algunos sentidos el proceso. Aquí algunas propuestas:

  • Citar a los candidatos con horarios distintos, para que cada uno tenga su propio tiempo de calentamiento, no tenga que estar esperando durante horas. Esto ya se hace en algunas orquestas y funciona
  • Dar a todos los candidatos el mismo tiempo. Sería lo más justo, ya que todos tienen que preparar el mismo repertorio, que puedan tocarlo al completo. En el caso de los conciertos, como se hace ya en algunos casos, se podría limitar hasta la exposición, para aligerar el tiempo.
  • Sentar bien las bases y el proceso antes de llevar a cabo las audiciones.
  • Tomarse el tiempo necesario para llevar a cabo las audiciones, prevenir según el número de candidatos si hay que convocar en varios días, para evitar prisas y recortes del tiempo de audición.
  • Realizar una entrevista personal en alguna de las fases. Esto se hace en cualquier proceso de contratación laboral, y es extraño que no ocurra en el mundo de la música. Algunas empresas incluso realizan exámenes psicotécnicos que ayudan a conocer mejor al candidato. Humanizaría más el proceso, un poco de conversación relajaría a más de un candidato.
  • Ampliar el tipo de pruebas a los que se somete a los candidatos. Una de las razones de la gran presión que sufren los músicos en las audiciones es que en tres-cuatro minutos tienen que demostrar lo mucho que han trabajo y sus virtudes como músico. En algunas webs que he leído investigando sobre el tema, se compara el proceso de audiciones con el de oposiciones. Para mí es muy distinto: el opositor tiene distintos tipos de evaluación: méritos, examen teórico, práctico, y presentación ante el tribunal. Es cierto que incluir más pruebas haría el proceso más largo, cosa que muchas orquestas y tribunales descartarían. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se trata de encontrar a un candidato idóneo, a al persona que va a formar parte de nuestra orquesta por un tiempo, o incluso de forma indefinida, ¡merece la pena gastar tiempo en conocer y elegir bien a los candidatos! Algunas pruebas que se podrían incluir:
    • Tocar en conjunto con otros miembros de la orquesta (tipo cuarteto, quinteto).
    • Como ya se ha dicho, entrevista personal.
    • Puntuación por méritos académicos/experiencia laboral.
    • Tocar en conjunto los pasajes con otros candidatos, bajo la dirección del director.

 

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Música clásica: ¿Música anticuada o músicos anticuados?

La visión que se tiene del mundo de la música clásica, y especialmente de sus conciertos como acto de entretenimiento, es bastante clara y definida. Especialmente entre el público joven. En un estudio realizado por Bonita M. Kolb y oportunamente titulado ¿A esto le llamas diversión?, cuando se les preguntó a los jóvenes por sus gustos musicales, ninguno de ellos tuvo en cuenta el género clásico. Lo definieron como música de fondo, un género sin ninguna relevancia en sus vidas.

Para definir a la audiencia de los conciertos clásicos utilizaron adjetivos como viejos, de clase alta, con alto nivel cultural y con unos conocimientos especiales que les permiten entender la música clásica. Como si de un poder mágico se tratara, de un estatus inalcanzable para cualquier persona de a pie.

Como parte del estudio, se llevó a ese mismo grupo de jóvenes a un concierto de música clásica, del cual opinaron que:

  • Era demasiado largo
  • Todo el repertorio se parecía
  • La audiencia que les rodeaba era de generaciones más mayores, lo cual les hacía sentirse fuera de lugar
  • La vestimenta de los músicos era de funeral: echan de menos color en el vestuario, aunque vayan elegantes o uniformados
  • Era aburrido porque no tenía ningún elemento visual que acompañara a la música
  • Pensaban que debían vestirse formalmente, y se sorprendieron al ver que no era necesario
  • No había comunicación entre los músicos o el director con el público
  • Se sintieron incómodos por los protocolos en torno al aplauso
  • Echaron de menos alguna información sobre las obras que no fuera el programa de mano

A pesar de estas apreciaciones negativas, los jóvenes estudiantes que participaron en el estudio dijeron que la música clásica en sí les había sorprendido positivamente. Reconocieron algunas piezas porque se utilizaban en anuncios, tv o cine, y se sorprendieron de que piezas, como por ejemplo Sibelius, se consideraran música clásica.

En general, la imagen que tenían de los conciertos de música clásica se les confirmó en cierta parte, sin embargo, muchos declararon que la música en sí les resultó atractiva y que, con las mejoras pertinentes, asistirían a más conciertos.

Estamos entonces ante una imagen de los conciertos clásicos y de la música clásica muy rígida, protocolaria y anticuada. Esta imagen se ve reforzada en las salas de concierto, que no resultan nada atractivas a los jóvenes. La sala de concierto se percibe como un espacio reservado para un público muy concreto, una pequeña esfera de entendidos en el que cualquier intruso se siente fuera de lugar. Está en nuestra mano cambiar esa imagen y evolucionar para adaptarnos a las necesidades de la sociedad.

Como vemos en los estudios que se realizan, no es el público el más reticente a que estos protocolos cambien en los conciertos, sino los propios músicos. Como dice Serra en su artículo Juventud y Música “En un reciente estudio realizado precisamente entre los asistentes a los conciertos de El Teatre Instrumental se daba la curiosa circunstancia de que los más reacios a aceptar el nuevo formato de sus actuaciones eran precisamente otros músicos que asistían como oyentes. En cambio, muchos aficionados a la música clásica de toda la vida hablaban de aire fresco y de haber experimentado nuevas emociones, y la mayoría de los que acudían por primera vez opinaban que con este tipo de conciertos habían descubierto lo maravillosa que podía ser la música clásica. ¿A quién hay que educar de otra manera, al público o a los músicos y programadores?”

La pelota está en el tejado de los músicos y las instituciones culturales. Es nuestro papel acercar la música a todo tipo de público, demostrar que se puede disfrutar de ella al margen de la edad o de los conocimientos que se tengan. La música es un arte vivo, y los músicos somos el museo que puede conectar todas las obras maestras con el público. Es hora de emprender nuevas formas de concierto y de salir de nuestro encerramiento.

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Músicos, ¿qué opciones tenemos para actuar de manera legal?

Todos los músicos, clásicos o no, solemos actuar y trabajar de formas muy distintas. Una de ellas son los típicos bolos o conciertos que nos salen ya sea para una sala, un local, un hotel, un ayuntamiento, una boda…etc. El problema de este tipo de trabajos es que el que contrata no siempre nos da de alta como trabajadores, dejando en nuestras manos las responsabilidades con seguridad social y hacienda. No todos los músicos tienen la posibilidad de hacerse autónomos, ya que el trabajo que sacan de estos bolos no es suficiente para mantenerse. Sin embargo, hay otras opciones.

En Gran Pausa no somos expertos en el tema. El objetivo de este post es simplemente dar algunas nociones para todos esos músicos a los que les preocupa este asunto. Para ello nos hemos estado documentando y os resumimos aquí algunas informaciones de utilidad.

Para una información más ampliada, recomendamos leer este post, del que hemos extraído gran parte de nuestros datos.

Primero conoce el sistema

Antes de explicar las distintas opciones, tienes que entender cómo funciona a grandes rasgos el sistema laboral a la hora de pagar impuestos y demás.

Cuando una persona trabaja, en este caso actuando, está realizando dos tipos de actividades, por un lado laboral y por otro económica, ya que percibe dinero por ello. En el ámbito de lo laboral, debemos rendir cuentas ante la Tesorería de la Seguridad Social. En el ámbito económico, a Hacienda. Dependiendo de la forma en que trabajemos, si por cuenta ajena, como autónomos, como sociedad…etc tendremos unas obligaciones distintas con cada entidad.

Tesorería de la Seguridad Social
  • Régimen de Artistas
  • RETA (autónomos)
  • etc…
Hacienda
  • IRPF
  • IAE
  • IVA
  • etc…

Opción I: Integrarse en el régimen especial de artistas

Los músicos pueden darse de alta en este régimen. Una vez hecho, la Tesorería de la Seguridad Social nos dará un Talonario de Justificantes de Actuaciones. Con este talonario, rellenaríamos un justificante por cada actuación, una copia se la queda el que contrata y otra, nosotros.

Impuestos

Al final de año, cotizaremos en la seguridad social según lo que hayamos trabajado, al igual que cualquier otro trabajador que paga lo que responde a la seguridad social a través de su nómina. No tenemos que pagar IVA, de eso debe encargarse el que contrata. Sí que tendríamos que pagar IRPF, y hacer la declaración de renta si estamos obligados a ello, repetimos, como cualquier trabajador normal. Lo ideal con respecto al IRPF es que os lo retenga la empresa en el mismo pago. El tanto por ciento que se suele pagar es del 15%.

Opción II: Constituir una Sociedad Civil o Comunidad de Bienes

Una Sociedad Civil, es la unión de al menos dos  socios con la intención de realizar una actividad que puede ser o no económica. Para establecerla se firma un contrato privado. También debemos registrarnos en Hacienda. Tras los trámites se obtiene el NIF provisional con el que ya se puede abrir una cuenta corriente a nombre de la sociedad, facturar a través de ella o recibir facturas

Con respecto a la Seguridad Social, es recomendable de nuevo darse de alta en el Régimen Especial de Artistas. No es necesario darse de alta en el RETA (Autónomos). Según leemos en Absolutorio: “[…] Las normas del RETA establecen que “se entenderá como trabajador autónomo aquél que realiza de forma habitual, personal y directa una actividad económica a título lucrativo”. […] En numerosas sentencias, especialmente traer a colación la Sentencia del Tribunal Supremo de 29 de octubre de 1997, que viene a igualar el requisito de la habitualidad al percibo de cantidades equivalentes superiores al salario mínimo interprofesional y mencionar la recogida en  se fija que los ingresos (la contraprestación) deben ser inferiores al Salario Mínimo Interprofesional.”

Impuestos
  • IAE: Es el impuesto que debemos a pagar como sociedad que realiza una actividad económica.
  • IVA: Este impuesto debemos añadirlo al precio de nuestro trabajo en nuestras facturas, según el tanto por ciento que corresponda.
  • IRPF: Este impuesto va sobre el pago a cada artista que forme la sociedad.

Otras opciones: Asociaciones o Cooperativas

Según leemos en el blog Absolutorio:

“[…] en las contrataciones esporádicas o “bolos”, los organizadores incumplían sistemáticamente las obligaciones de dar de alta a los músicos en la Seguridad Social  y de practicar la retención correspondiente.
[…]Dada la mencionada complejidad del sistema laboral, éstos optaron por la contratación mercantil o prestación de servicios. En consecuencia, los músicos se veían obligados a darse de alta en el régimen de autónomos y/o a formalizar de alguna manera la situación de las formaciones musicales para poder facturar sus actuaciones. Por diferentes motivos ambas fórmulas resultaban prácticamente inviables para los músicos, con lo cual se generaron diferentes prácticas irregulares que suponían un riesgo muy alto, tanto para los organizadores como para los propios músicos.[…]”
Cooperativas

Las cooperativas de facturación se han convertido en un parche para solucionar la precariedad laboral de los músicos que viven de bolos. Se trata de una organización que se constituye como cooperativa para tener beneficios fiscales y a través de la cual los músicos facturan. Ellas se encargan de cotizar a la Seguridad Social, hacer la retención de IRPF y pagar a los músicos. Funcionan como un a especie de intermediario. Para conocer más, lee este post.

Asociaciones

El tema de las asociaciones es bastante complejo. Muchos músicos se han establecido en este tipo de agrupaciones para poder trabajar. Sin embargo, hay que señalar que las asociaciones sin ánimo de lucro se caracterizan precisamente porque deben constituirse sin ánimo de lucro. Entre los requisitos, encontramos por ejemplo que no pueden repartirse beneficios entre sus socios. Para más información, leer este post.

Aunque el marco legal no sea muy flexible ni adaptativo con nuestra situación como artistas, siempre debemos atenernos a él. Lee esta noticia sobre una inspección de trabajo que te ayudará a comprender la situación.

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Vídeo – Las redes sociales para acceder al público joven

Este año he dedicado parte de mi tiempo a un trabajo enmarcado en el Máster de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de Extremadura. Durante este tiempo he investigado cómo las redes sociales pueden usarse como instrumento para llegar a nuevas generaciones de público más joven. Pronto escribiré un post basado en mis hallazgos, que creo que pueden aplicarse a cualquier institución cultural.

Mientras tanto, os dejo la presentación que realicé de este trabajo el pasado viernes. Lamento que la calidad de la imagen no sea la idónea, pero espero que disfrutéis del contenido.

Si tenéis poco tiempo y queréis ir al grano, también podéis ver este vídeo en el que he recopilado las conclusiones de mi trabajo.

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¿Puede la música clásica evolucionar al mundo digital?

Publicación: Stuff

http://www.stuff.co.nz/technology/digital-living/80283604/can-classical-music-go-digital

Autor: Ivan Hewett

Fecha: 23 Mayo 2016

Título original: Can classical music go digital?

La música clásica ha quedado atrás en la revolución digital, pero un nuevo servicio de streaming puede cambiar esta situación. La revolución digital, en lo que se refiere a consumo de música, está rompiendo moldes. Y el streaming está superando rápidamente la descarga como el método preferido para acceder a la música grabada, con ingresos superiores al 45% el año pasado.

Los principales servicios de streaming, como Spotify, Google Play, Apple Music y Deezer son los nuevos capos de la industria de la música y, al menos hasta ahora, esta revolución en la forma de escuchar se ha ido forjando en la industria del pop. La música clásica apenas ha tenido la oportunidad. En cierto modo, esto no es una sorpresa: la música clásica representa sólo el 3,2% del mercado de streaming, donde la canción pop de tres minutos reina. También es debido a que las canciones pop se ajustan a la vida de las personas, encajan perfectamente en listas de reproducción, definidas por el estado de ánimo, el lugar o la hora del día. Esta tematización de la música ayuda al mismo tiempo a lubricar las ruedas de otra industria digital masiva: los medios de comunicación social.

Cada vez más personas están mostrando sus gustos musicales mediante el intercambio de listas de reproducción en las redes sociales, de la misma forma en que una vez dispusieron sus libros y CDs favoritos en sus estantes. Entonces, ¿cómo puede la música clásica encontrar su lugar en este nuevo mundo digital?

Es cierto que los grandes sitios de streaming están llenos de piezas clásicas, y no sólo los “greatest hits”. Pero la verdad es que la música clásica en el mundo del streaming es como ese anciano tío que invitan a una fiesta de moda llena de treintañeros: él sabe que en realidad no encaja.

El mayor problema es que la música clásica no viene en pequeños y ordenados paquetes llamados canciones, cada una con un nombre único. Está dividida en géneros, por lo que muchas piezas tienen nombres similares como “cuarteto de cuerda” o “Sonata”. Estos se dividen en movimientos, que a menudo tienen títulos en idiomas extranjeros. Lo que es más, muchas veces las piezas han sido grabadas varias veces, incluso por el mismo artista.

Los sitios de streaming están mal equipados para hacer frente a esta complejidad. En Spotify, compositores como Beethoven suelen aparecer como “artista” y cuando se realiza una búsqueda de una sinfonía particular, se obtiene una mezcla caótica de diferentes grabaciones.

Afortunadamente, sin embargo, hay luz en el horizonte. Esta semana un nuevo servicio de streaming de música clásica emocionante lanza algo llamado Grammofy.com. Se une a un creciente mercado de streaming de servicios dedicados a la música clásica, incluyendo Arkiv Music (arkivmusic.com) and Classics Online HD*LL (shop.classicsonlinehd.com).

Grammofy, muy astutamente, ha hecho un pacto con los sitios webs de música pop que domina el mercado, ofreciendo listas de reproducción pre-seleccionadas, tales como “The beloved and the forlorn” y “The graceful and the grotesque”. Entre las piezas de esta última categoría está por ejemplo la sinfonía de Haydn 101, muy bien equilibrada por Schumann, Martinú y Bach.

La lista de reproducción tiene una pequeña introducción, que se puede escuchar o leer, y si se hace click en la sinfonía de Haydn se pueden obtener detalles completos de la grabación, además de antecedentes útiles sobre la propia pieza. Compara esta experiencia con Spotify, donde escribiendo “Haydn Sinfonía 101” nos sale una vertiginosa serie de grabaciones y movimientos, todo revuelto… No hay ayuda para elegir una versión sobre las demás y tampoco antecedentes de la pieza en sí. Esto niega uno de los principales placeres de la música clásica: el sentido de que se forma un gran conjunto, interconectado. Los peces grandes del mundo del streaming, como Spotify o Google Play, nunca nos dan esto, por lo que la llegada de este valiente y pequeño pez debe ser bienvenida.

Quizá con el tiempo vaya más allá. Imagina un sitio web que puede responder a las preguntas más frecuentes a medida que escuchas, sugiere recorridos personalizados a través de la música clásica, te permiten escuchar versiones rivales de la misma pieza, y te lleve a las actuaciones en vivo de piezas que te gustan – tal vez incluso recrear la experiencia de asistir a un concierto vía realidad virtual…

Si pioneros digitales como Grammofy tienen éxito y se desarrollan, podrían ofrecer simultáneamente al oyente placer, conocimiento y un sentido de aventura – que es como la música clásica siempre debe ser disfrutada.

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