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Antiguamente se creía que todos los cuerpos celestes se movían alrededor de la Tierra, pues esa es la impresión que tenemos mirando al cielo. Siguiendo el sistema geocéntrico, Platón describió el espacio exterior a la atmósfera terrestre como formado por 8 cielos que se movían con independencia el uno del otro, arrastrando en su movimiento los astros que contenían. En el último de estos círculos celestiales estaban las estrellas fijas, las que no mudan de posición con respecto a las otras, conformando las constelaciones. En los 7 círculos más cercanos a nosotros, además de la Luna y el Sol, estaban los 5 planetas conocidos en aquel tiempo: Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, citados respetando el orden que se creía que ocupaban en esta secuencia de cielos concéntricos. El nombre planeta (derivado del griego πλάνητες ἀστέρες, estrellas vagabundas) se debe justamente a su movimiento irregular e independiente entre ellos y con respecto a las estrellas fijas.
Estos 5 planetas, al igual que los que se descubrirán más adelante y sus satélites, toman su nombre de divinidades de la mitología clásica, lo que establece una relación entre el planeta y el carácter de la respectiva deidad, algo que ha sido explotado por la astrología para describir el tipo de influencia que tendría sobre las personas la posición de cada uno de estos planetas en su signo zodiacal.
Gustav Holst, compositor inglés del que hoy conmemoramos el 78º aniversario de su muerte, se acercó a la astrología durante un viaje en España que realizó junto con algunos músicos y poetas también ingleses, entre los cuales estaba Clifford Bax, que fue quien le transmitió ese interés. Y fue justamente esa pasión hacia la astrología la que lo empujó a componer su obra maestra, Los planetas (partitura), una suite en siete movimientos dedicados respectivamente a cada uno de los planetas de nuestro sistema solar, con un subtítulo que describe el programa, basado en el carácter del correspondiente dios:
- Marte, el portador de la guerra.
- Venus, el portador de la paz.
- Mercurio, el mensajero alado.
- Júpiter, el portador de la alegría.
- Saturno, el portador de la vejez.
- Urano, el mago.
- Neptuno, el místico.
El primero de estos 7 movimientos está construido sobre un compás de 5/4 y arranca con un ostinato rítmico de los timbales y las cuerdas que avanza implacable y al que en seguida se sobrepone el tema principal, muy marcial y tenebroso, protagonizado por las trompas (otro recurso musical que evoca la guerra).
En el segundo movimiento, sereno y luminoso como el astro que más reluce antes del amanecer o después del atardecer (excluyendo la Luna), Holst utiliza numerosos recursos musicales para conseguir neutralizar la belicosidad anterior, empezando por renunciar a la gran variedad de instrumentos de percusión de los que dispone en esta pieza y siguiendo con el empleo de la sordina en las cuerdas y de solos del concertino.
El empleo intensivo de rápidos y ligeros pasajes de escalas y arpegios da la idea de velocidad relacionada tanto con el dios Mercurio, frecuentemente representado con alas en los pies, como con el planeta homónimo, el más rápido del sistema solar, que sólo tarda 88 días en completar su órbita alrededor del Sol.
Aunque en la iconografía del padre de los dioses del Olimpo prevalezca una imagen muy severa -sentado en el trono desde el cual impartía la justicia imponiendo severos castigos a los reos, fulminando con un rayo o transformando en planta o animal a quien lo enojaba- el término jovial nos lleva a recordar la faceta más alegre de este personaje mitológico, al que se le atribuye una gran cantidad de amantes. Holst lo describe como portador de la alegría con un movimiento a la vez solemne y chispeante.
Mucho más sombrío es el movimiento dedicado a Saturno, tal como era de esperar tratándose de alguien capaz de devorar a sus propios hijos a cambio de un reinado y por eso reducido a la condición de mortal, lo que le hará conocer el envejecimiento. Desde el comienzo, este movimiento nos recuerda el paso del tiempo con una obsesiva repetición de la alternancia de dos acordes imitando el tictac de un reloj.
Urano, el mago es un claro homenaje a otra obra que trata de magia: El aprendiz de brujo de Paul Dukas. Al igual que ésta, la pieza de Holst empieza con 4 notas largas, en esta ocasión sin adornos. Tras la repetición rápida de esas 4 notas, los fagots presentan el mismo ritmo saltarín empleado por el compositor francés y popularizado por Mickey Mouse en Fantasía.
Neptuno es quizás el dios más enigmático de la mitología clásica, misterioso como su reino, el mar, tan fascinante y a la vez tan peligroso. Los trémolos y los arpegios de las arpas y las cuerdas frotadas, junto con la alternancia de dos acordes menores, crean una atmósfera impenetrable que llega a su culminación cuando Holst evoca otro personaje mitológico del mar, las sirenas, con el canto sin texto de voces femeninas, sorprendiendo al oyente que acude a un concierto sin conocer la obra, pues el compositor indicó en la partitura que “el coro debe situarse en una habitación adyacente cuya puerta debía quedar abierta hasta el último compás de la pieza, cuando se cerrará lenta y silenciosamente”. En el último compás de la partitura hay otra anotación: “este compás debe ser repetido hasta que el sonido se pierde en la distancia”.
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Hay una creencia muy extendida según la cual en la inauguración del canal de Suez se habría representado la ópera de Giuseppe Verdi Aida. Esta información, aún siendo totalmente errónea, está presente en innumerables sitios web, sobre todo blogs y foros, lo que facilita su redifusión por parte de cualquier usuario de la red que la tome por buena. A veces también caen en la trampa los periodistas profesionales, que demasiado frecuentemente se documentan de manera inadecuada, como es el caso del autor de este especial de Antena3 Noticias, que, hablando del canal de Suez, dice textualmente:
En un mes de noviembre de 1869, el día 17, se inauguró esta obra faraónica con la interpretación de ‘Aida’, de Verdi, compuesta para la ocasión.
Lo único cierto de esa afirmación es que efectivamente ese día se inauguró esa vía de 163 kilómetros de longitud que permite navegar de Europa al sur de Asia y viceversa sin tener que rodear África, pero la música que acompañó ese evento no fue la ópera de Verdi, sino la Egyptian March Op. 335 de Johann Strauss II.
Probablemente el equívoco se debe no a una sola sino a varias causas. En primer lugar, inicialmente Verdi recibió un encargo para componer un himno (no una ópera) para la inauguración del canal, pero lo rechazó. Otra razón es que, coincidiendo con ese acontecimiento, tan sólo un par de semana antes, también se inauguró el Teatro Real de la Ópera (Khedivial Opera House) de El Cairo con la representación de una ópera de Verdi. Pero no se trataba de Aida, sino de Rigoletto. Finalmente, Aida fue estrenada en ese mismo escenario, pero eso no ocurrió hasta el 24 de diciembre de 1871, cuando ya habían pasado más de dos años desde la inauguración de ambas obras. Así lo cuentan en la página oficial del teatro:
Contrary to general belief, Aida was not commissioned for the inauguration of either Opera House or Suez Canal. In fact, the Opera House opened with Rigoletto, an earlier masterpiece by Verdi. Aida was first performed in 1871.
El edificio del cual trata el párrafo citado fue totalmente destruido por un incendio hace más de 40 años. La plaza en la que estaba situado mantiene el antiguo nombre de Plaza de la Ópera, aunque el nuevo Teatro de la Ópera, construido en 1988, esté en otro lugar.
Además de esos hechos históricos, la ambientación de Aida en el antiguo Egipto sin duda ayudó y sigue ayudando a la propagación de este equívoco.
El título de la obra es el nombre de su protagonista, una princesa etíope capturada en una expedición militar de los egipcios, que ignoran su identidad. En su cautiverio se enamora, correspondida, de Radamés, un comandante del ejército del faraón, lo que pone a ambos en un dilema, teniendo que elegir entre la persona amada y su patria.
Este conflicto interior se acentúa cuando, de vuelta de una nueva ofensiva a Etiopía, Radamés trae prisionero al padre de Aida, desconociendo que se trata del rey enemigo, que cree muerto en la batalla. El faraón, para premiar a Radamés por el éxito, le ofrece a su hija como esposa y le invita a pedir cualquier deseo. Por amor a Aida, Radamés pide la liberación de los prisioneros, que se le concede con la excepción de la misma Aida y de su padre, quienes son retenidos como garantía de que los etíopes no intentarán organizar una venganza. Sin embargo el rey etíope obliga a su hija a sonsacar a su enamorado la posición del ejército egipcio y, una vez conseguida esa información, a huir con él.
La traición involuntaria de Radamés es descubierta y castigada severamente: será enterrado vivo, pena que acepta con resignación por el consuelo de saber que Aida está a salvo. Pero cuando sus verdugos lo abandonan en el sótano que será su tumba y sellan su única vía de salida, Radamés se da cuenta de que no está solo: Aida se ha escondido allí para morir entre sus brazos.
En la larga lista de arias famosas de esta ópera destacan Celeste Aida (Celeste Aída), Qui Radames verrà (Radamés vendrá aquí) y Ritorna vincitor (Vuelve victorioso). El vídeo siguiente contiene una versión bastante curiosa de esta última aria, perteneciente a la versión cinematográfica rodada en 1953 en la que Sophia Loren interpreta a Aída con la voz de Renata Tebaldi.
Sin embargo el número más popular de esta ópera no es un aria sino una sección coral, Gloria all’Egitto, que contiene a su vez la marcha triunfal que acompaña la entrada en la ciudad del ejército victorioso de Radamés a final del segundo acto.
El tema principal de la marcha triunfal está pensado para un instrumento construido expresamente para esta ópera: una trompeta natural a la que se le añadió un solo pistón. A diferencia de las trompetas modernas, que gracias a sus tres pistones pueden tocar todas las notas incluidas en su extensión, las que podemos observar en el vídeo son muy limitadas en este sentido por lo que, en el momento en que hay una modulación a un tono lejano (lo que se da en el minuto 0:49), es necesario utilizar otro instrumento similar de diferente longitud. En este caso concreto, las dos secciones no suelen estar a cargo del un mismo instrumentista que cambia de trompeta, sino de dos músicos distintos, no sólo porque no da tiempo a realizar el cambio, sino por exigencias teatrales pues estos músicos de la orquesta no tocan en el foso como sus compañeros sino en el escenario, donde actúan como figurantes contribuyendo también visualmente al exotismo de la obra. Esta última función de este instrumento debe haber sido la razón principal del su uso, ya que esa melodía se puede realizar con una trompeta moderna sin que se note mucho la diferencia evitando múltiples desventajas, como por ejemplo la dificultad de transporte y de manejo en el espacio destinado a la orquesta, además del coste añadido.
Ya sea con trompetas naturales o modernas, este fragmento musical suena muy brillante y solemne, un carácter que obviamente no se puede conseguir con una flauta dulce. Aún así, he arreglado esta marcha para este instrumento de manera que mis alumnos y alumnas puedan disfrutar tocándola. La sección central tiene bemoles, en sentido literal, por lo que, si todavía no se tiene un nivel suficiente para tocarla, es preferible permanecer en silencio y retomar cuando se vuelve a la tonalidad principal (compás 38).
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Escribir una frase que nos defina: "Compartir música es dar felicidad"
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