Samuel Barber: música “bella e semplice”

Samuel BarberEn este año 2010 coinciden las celebraciones del centenario del nacimiento de numerosos compositores: tras Pergolesi (300 años) y Chopin (200 años), llega hoy el turno del estadounidense Samuel Barber (100 años), con el cual no se acaba todavía la lista de “nacidos en el 10″.

Aunque Barber tal vez no sea tan famoso como los otros dos compositores citados, sí es muy conocida una de sus obras, o mejor dicho, las dos transcripciones que realizó de parte de una obra que compuso en su juventud. Lo que originariamente era el segundo movimiento de un cuarteto de cuerda dio lugar a una obra orquestal cuyo escueto título es Adagio for Strings (Adagio para cuerdas) y más tarde también a un Agnus Dei para coro a 8 voces mixtas.

Fue Arturo Toscanini, impresionado por esta pieza que definió como “semplice e bella”, quien animó al compositor norteamericano a realizar la primera de esas dos transcripciones y la estrenó al frente de la NBC Symphony Orquesta en 1938.

Debido a su gran expresividad, esta obra ha sido incluida en la banda sonora de varias películas, entre las cuales destacan El hombre elefante y Platoon, en las que consigue exaltar los sentimientos de tristeza y de dolor frecuentemente presentes tanto en los dos guiones como en las duras imágenes que se suceden en la pantalla. Por la misma razón, el Adagio para cuerda ha acompañado numerosos acontecimientos tristes, como por ejemplo los funerales de personalidades como Albert Einstein, John F. Kennedy y Grace Kelly, el anuncio radiofónico de la muerte de Roosevelt  y varias conmemoraciones de las víctimas del atentado terrorista contra las torres gemelas del World Trade Center. El siguiente vídeo se refiere a uno de esos homenajes, ofrecido 4 días después de la tragedia por la Orquesta Sinfónica de la BBC, dirigida por Leonard Slatkin.

Os propongo también la audición de la versión vocal, escrita sobre el texto litúrgico Cordero de Dios, imaginando que también a vosotros, al igual que me ocurre a mi, os resultará imposible decidir cuál de las dos versiones es más bella. La interpretación es del coro Ex Cathedra dirigido por Jeffrey Skidmore.

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El año de Pergolesi

Comienza un año pergolesiano: hoy mismo celebramos los 300 años del nacimiento de Giovanni Battista Pergolesi, músico por el que siento un aprecio muy especial no sólo por la belleza de su música, sino también porque hemos nacido en la misma región, las Marcas, en sendos pueblos que distan entre ellos alrededor de 50 kms, él en Jesi y yo en Tolentino.

Bastante famoso en vida, todavía lo fue más tras su muerte, ocurrida cuando sólo tenía 26 años, lo que hizo que se le atribuyeran obras que, según estudios recientes, en realidad no compuso. Así que su catálogo, ya muy corto debido a su muerte prematura, se redujo aún más. Las consecuencias de estas atribuciones equivocadas afectaron no sólo a la historia de la música del siglo XVIII, sino también a la del siglo XX: Igor Stravinsky abrió su período neoclásico en 1920 componiendo lo que tituló Pulcinella, ballet avec chant en un acte d’après Giambattista Pergolesi. Sin embargo varias de las arias que Stravinsky creía que eran obra del músico marquesano, son en realidad d’après Domenico Gallo u otros músicos menos conocidos.

No hay dudas sobre la autoría de las dos obras más importantes de Pergolesi: el Stabat Mater y La serva padrona.

Pergolesi compuso la primera de estas dos obras en sus últimos meses de vida. Enfermo de tuberculosis, trabajó febrilmente para poder completarla (lo que según la tradición romántica ocurrió el día mismo de su muerte). El Stabat Mater de Pergolesi, el más ejecutado entre los varios centenares escritos por más de 200 compositores diferentes sobre el texto de la secuencia gregoriana, se estructura en 12 números en los que dos voces solistas, una soprano y una contralto, cantan un lamento muy intenso que sin embargo nunca llega al desgarro, manteniendo una compostura que no hace sino amplificar la sensación de tristeza profunda que quiere transmitirnos el compositor: el dolor de la madre que contempla al hijo moribundo. La siguiente selección es una grabación de 1983, la primera versión que oí, hace muchos años. Las voces no son de mujeres: la parte de soprano está ejecutada por Sebastian Hennig, que en aquella época era un niño, mientras que el alto es en realidad un contratenor, René Jacobs. Tanto la elección de estos peculiares timbres vocales, ambos muy puros y el del niño particularmente cristalino, como de la instrumentación, limitada a dos violines y el bajo continuo, realizado por un chelo, un bajo y un órgano de cámara, refuerzan aún más esa sensación de drama interior y de sufrimiento íntimo que transmite la partitura, considerada como el testamento espiritual de Pergolesi.

Extremadamente diferente es la otra de las dos obras citadas, La serva padrona. Alegre y vitalista, esta opera buffa nació como intermezzo para entretener al público entre los actos de una opera seria del mismo Pergolesi, Il prigioniero superbo, es decir, para ejecutarse sobre el ruido de fondo de los operarios que cambiaban las escenas y frente a un público que descansaba de la tensión provocada por la atención prestada a la ópera. Sin embargo, mientras Il progioniero superbo no tuvo éxito y fue olvidada muy pronto, La serva padrona se emancipó en seguida como ópera per se y sigue siendo representada con mucha frecuencia. No sólo eso, sino que además tiene una importancia histórica que va mucho más allá de lo que seguramente podía imaginar su autor cuando la compuso, habiendo desencadenado una dura polémica en Francia entre los partidarios de la tradición operística gala, la tragédie lyrique, y los admiradores de la opera buffa, que traía nuevos aires tanto desde el punto de vista musical, con arias más sencillas y frescas, como argumental, con historias y personajes sacados de la vida cotidiana. Los dos años que siguieron al fatídico 1º de agosto de 1752, día en que La serva padrona se representó en la Académie royale de musique, “profanando” así el santuario de la ópera francesa, fueron un período de duros enfrentamientos entre los dos bandos que protagonizaron la que se vino a llamar la querelle des bouffons, la querella de los bufones, que fue apagándose progresivamente en la década posterior.

Los protagonistas de La serva padrona son tres: el viejo soltero Uberto (bajo) y sus criados Serpina (soprano) y Vespone (mimo). Serpina, con la ayuda de Vespone, encontrará la manera de suscitar los celos en Uberto que lo convencerán finalmente para casarse con ella, que lo celebra diciendo: “E di serva divenni io già padrona.” (Y siendo criada, me convertí en ama).

Podemos disfrutar de una selección de la ópera en el siguiente vídeo, en el que oiremos a los cantantes Patrizia Biccirè (otra marquesana) y Donato Di Stefano acompañados por La Petite Bande dirigida por Sigiswald Kuijken.

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