Día Universal de los Derechos de la Infancia

Día Mundial de la Infancia

El Estado debe reconocer que la educación debe ser orientada a desarrollar la personalidad y las capacidades del niño, a fin de prepararlo para una vida adulta activa, inculcarle el respeto de los derechos humanos elementales y desarrollar su respeto por los valores culturales y nacionales propios y de civilizaciones distintas a la suya.
Convención sobre los Derechos del Niño,  Art. 28

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Congreso Escuela 2.0 (III)

Logo Congreso Escuela 2.0Tal como anuncié en una entrada anterior, damos un paso atrás hasta el comienzo del segundo día del Congreso Escuela 2.0, para comentar la intervención de José Moyano, presidente de ANELE, la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza.

Aunque no utilice el libro de texto desde hace tiempo por considerarlo una herramienta demasiado limitada y limitadora, esa mañana madrugué para poder llegar a tiempo y escuchar esa intervención. La razón es que me interesa mucho el tema, justamente porque al no creer en el libro de texto, estoy convencido de que es necesario inventar una alternativa que pueda tener la misma utilidad que ese objeto tenía y ha perdido hace ya mucho tiempo. Por esta razón también me he ofrecido para participar en la experimentación de nuevos contenidos digitales, un proyecto que involucra a cierto número de centros educativos que estudiaremos la efectividad de los materiales propuestos por las editoriales, otro motivo más para no perder la oportunidad de escuchar la propuesta de ese sector.

También había una buena razón para no madrugar: el presidente de ANELE hace algo más de un año hizo unas declaraciones, a las que no me consta que siguieran rectificaciones, en las que acusaba a las diferentes Administraciones Educativas, tanto nacionales como autonómicas, de practicar una competencia desleal, y al profesorado que produce y comparte sus propios materiales educativos, de intrusismo profesional.

Entre las editoriales y el profesorado debería haber un clima de estima y confianza recíproca, pero me pregunto ¿qué confianza puedo tener en una persona, y en la asociación que representa, cuando ésta intenta limitar mis derechos constitucionales y obligaciones profesionales para defender sus intereses económicos personales?

Mi profesión me obliga a cierta apertura mental y al rechazo de los prejuicios, por lo que allí estaba, bien dispuesto a escuchar qué nos propone la industria editorial para que el Proyecto Escuela 2.0 sea un éxito.

Lamentablemente el presidente de ANELE no ha evolucionado para nada desde cuando lanzó ese anatema y sigue pensando que, por el sólo hecho de ser editores, él y los miembros de su asociación merecen vender sus productos, independientemente de su valor y utilidad. Dejó bien claro que las editoriales son empresas y, como tales, se basan en la rentabilidad económicas y no piensan hacer inversiones que no puedan recuperar con creces a corto plazo.

Desde luego eso es indudable y muy evidente: basta un simple vistazo a las propuestas editoriales para el proyecto de experimentación que estamos a punto de poner en marcha para notar que la casi totalidad de estos materiales no son otra cosa que los mismos libros de texto digitalizados, más o menos tuneados con alguna animación o soniquete, sin ningún planteamiento pedagógico innovador. Con este tipo de libro no vamos a ningún lado: la velocidad con que se abre un libro no es comparable con la de arrancar 30 ordenadores y abrir otros tantos archivos, esperando que ninguno se atasque o esté sin batería, y éso sólo merece la pena si es para que el alumnado trabaje de otra manera, más activa y participativa. Se trata de superar el concepto de libro de texto, no de perpetuarlo. Esto ocurre más de un año después de afirmar que ellos se dedican a crear “productos educativos de calidad”, nada que ver con los elaborados por el profesorado, contenidos digitales educativos “deslavazados, que no sirven prácticamente para ninguna finalidad útil”.

No quiero que se me malinterprete, no estoy en contra de la industria editorial: soy  plenamente consciente de que ésta crea numerosos puestos de trabajo y de que, con una política empresarial y un asesoramiento pedagógico adecuado, puede realmente llegar a crear unos contenidos de calidad que pueden ser aplicados en el aula con mucho provecho por parte del alumnado. Es más, me encantaría que la industria editorial de nuestro país realizara bien su trabajo y me ayudara en el mío: ya me gustaría disponer de materiales curriculares útiles y no tener que crearlos yo mismo, utilizando mis humildes conocimientos informáticos en mi tiempo libre, o pasar horas buscando en la Red para aprovechar los contenidos elaborados y compartidos por otros profesores y profesoras.

El señor Moyano, además de dejar bien claro que las editoriales integradas en la asociación que preside no van a realizar la inversión necesaria para ofrecer un producto de calidad, no demostró interés por conocer de primera mano qué hacemos los profesores y profesoras: mientras nosotros sí estábamos presentes para escucharle cuando era su turno, él no nos escuchó cuando era nuestro turno, y si no sabe por dónde vamos, muy difícilmente podrá ofrecernos lo que necesitamos.

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¡Bravo por la Filarmónica de Berlín!

Hace unos días publicaba en otra entrada de este blog la noticia de la disponibilidad de invitaciones para concierto inaugural de la nueva temporada de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Naturalmente recogí mi entrada y ayer, poco antes de la hora de inicio del concierto, al intentar abrir la web de la Digital Concert Hall vi que no era posible conectar con el servidor. La preocupación inicial se transformó en gran decepción cuando, ya pasados diez o quince minutos desde el comienzo, sólo conseguía ver en la pantalla un mensaje de error invitándome a intentarlo más tarde.

Cuando ya estaba resignado a dejarlo, @fjrosac, que también experimentó dificultades iniciales y que ya estaba disfrutando de la cuarta sinfonía de Beethoven, la primera obra en programa, me animó a seguir intentándolo. Así que seguí insistiendo, pulsando decenas de veces la tecla F5 hasta conseguir escuchar los últimos dos movimientos de esa sinfonía y, tras el descanso, la primera de Mahler. Tal como era previsible, una experiencia estupenda: gran calidad de imagen y de sonido y, sobre todo gran orquesta y gran director.

Bien aprendido en su momento el refrán A caballo regalado…, ninguno de los amigos que nos encontramos durante el descanso y al final del concierto en Twitter -que para la ocasión nos sirvió de vestíbulo virtual de la Filarmonía- nos atrevimos a pronunciar la más mínima queja sobre las incidencias técnicas iniciales.

Sin embargo, todos los que ayer estábamos allí hemos tenido hoy una muy agradable sorpresa: un correo electrónico desde Berlín nos ruega que perdonemos esos inconvenientes y nos regala un bono para entrar nuevamente en la Digital Concert Hall durante 24 horas, a utilizar durante el día que queramos hasta el próximo 1 de diciembre. Tanta consideración hacia el usuario es cada vez más rara hoy en día, y eso es una razón más para agradecerla públicamente.

Concluyo comentando que creo haber decidido ya la fecha en que utilizaré ese bono: el 16 de octubre, para escuchar a Baiba Skride interpretando el Concierto para Violín de Alban Berg.

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¡Revolucionemos la escuela!

Cuatro años después de ofrecer su mítica TED Talk en la que afirmaba que las escuelas matan la creatividad,  Sir Ken Robinson vuelve a ese mismo escenario para retomar el hilo de aquella conferencia y profundizar en ese tema, exhortándonos a iniciar una auténtica revolución en educación. Ya no son suficientes las reformas, dice Robinson, ya que éstas no hacen más que intentar mejorar un modelo roto, totalmente inútil.

Nuestra escuela no desarrolla el potencial de cada alumno o alumna, sino  que homogeneiza el pensamiento, ignorando las aptitudes y los sueños de muchos y muchas jóvenes que vienen encarrilados en un sistema “industrial”, que les trata mecánicamente, ofreciendo a todos el mismo recorrido lineal, tan diferente de la variedad y complejidad del mundo en general y de nuestra sociedad en particular.

Viñeta de Francesco Tonucci (Frato)

Viñeta de Francesco Tonucci (Frato)

La obligatoriedad de la educación hasta los 16 años es seguramente un avance social, no creo que eso se pueda poner en duda. Sin embargo, lo que sí considero un falso progreso es la uniformidad del currículo y la organización del horario, en mi opinión inadecuadas tanto por la gran cantidad de horas pasadas en clases masificadas (la relación aprendizaje/hora es demasiado baja) como por la distribución de ese tiempo lectivo, basada en la supuesta mayor importancia de algunas de las asignaturas en vez de en el talento e interés de cada uno de los alumnos y alumnas.

He tenido ocasión de escuchar a docentes y políticos, o más frecuentemente ambas cosas reunidas en la misma persona, alabar esa característica de nuestra Educación Primaria y Secundaria bajo el argumento de que así se facilitan las mismas oportunidades a todo el mundo (“todos tiene derecho a llegar a la universidad”) y que hasta los 16 años el niño no es suficientemente maduro para elegir su camino.

Escondiéndonos tras este prejuicio, y algunos más, estamos desperdiciando el talento de un número altísimo de alumnos y alumnas y pisoteando sus sueños.

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Rebota, rebota…

Stop noiseHe estado buscando inútilmente en Internet el antónimo de la palabra anecoico, cuya definición, según el DRAE, es “Capaz de absorber las ondas sonoras sin reflejarlas”. Mi deseo era conocer una palabra con la cual definir mi Aula de Música, un espacio que, al revés de lo que pasa con una cámara anecoica, es absolutamente incapaz de absorber las ondas sonoras, reflejándolas totalmente desde una superficie a la otra. Los únicos que absorbemos los sonidos somos mis alumnos y alumnas y yo: lo malo es que la mayoría de esas ondas nos entra por las orejas, machacándonos sin piedad todo el aparato auditivo, el sistema nervioso y, debido a la necesidad de incrementar la intensidad de nuestras voces, el aparato fonador.

Si encontrara una razón de consuelo al compartir desgracias (menos mal que no la encuentro, que si no, como dice el refrán, sería tonto) me daría diariamente una vuelta por las demás aulas, los espacios en los que el alumnado pasa la mayor parte de su tiempo: todas tienen unas condiciones acústicas de auténtica pena. Y quiero subrayar que no estoy reivindicando las condiciones ideales para hacer música, sino las condiciones mínimas para trabajar eficaz y saludablemente en cualquier asignatura.

Cabe señalar que mi centro es de construcción muy reciente, siendo éste su segundo año de funcionamiento. Entonces, si se ha construido en 2008, en pleno siglo XXI, ¿por qué razón se ha construido tan mal desde ese punto de vista (o mejor sería decir de oído)?

En realidad no sé dar una explicación, pero se me ocurren varias razones, todas lamentablemente absurdas. Vamos a formular algunas hipótesis.

Hipótesis 1: ni siquiera se llegó a plantear la necesidad de que las aulas tuvieran una buena acústica.

Parece realmente muy difícil de creer, ya que se supone que tanto los que encargaron la obra como los que diseñaron el proyecto considerarían la importancia de que el edificio reuniera las características necesarias para desenvolver eficazmente la función para la cual se construye, esto es, reunir más de 3 decenas de personas durante 6 horas diarias en un espacio cerrado y de dimensiones muy ajustadas para realizar una cantidad muy variada de actividades que producen sonidos (e, insisto, no me refiero sólo a la clase de Música, sino de todas las asignaturas) y a la vez necesitan un ambiente tranquilo que favorezca la concentración. De todas formas, para no descartar totalmente esta hipótesis, he de decir que en más de una ocasión he estado en teatros de reciente edificación en los cuales es necesario emplear un sistema de megafonía para que el sonido llegue a todos los espectadores, lo que supone una vuelta atrás de más de 2.500 años.

Hipótesis 2: se planteó esa necesidad y se intentó satisfacerla, pero el resultado fue diferente al deseado.

Creo que esta hipótesis es todavía menos creíble que la anterior: no hacen falta grandes conocimientos de acústica arquitectónica para afirmar que la construcción de una aula en la que se pueda dar clase de una manera digna y saludable es bastante más sencilla que la de un teatro. Dicho  de otra manera: no creo que existan arquitectos tan malos como para equivocarse tanto.

Hipótesis 3: se decidió abaratar costes de construcción renunciando conscientemente a conseguir unos espacios que cumplieran correctamente su función sin poner en peligro (y, en muchos casos, perjudicar) la salud auditiva, vocal y psíquica de alumnado y profesorado, además de la eficacia del trabajo y la convivencia en las aulas.

En esta época en que la especulación, la corrupción y la mala administración han destrozado la economía pública hasta el punto de que tengamos que contemplar impotentes unos injustos recortes sociales y salariales, es muy probable que se haya decidido limitar el gasto sobremanera, empleando los materiales menos adecuados y dejando el trabajo a medio acabar (baste comentar que los techos son de hormigón visto), ignorando conscientemente las consecuencias que dicha decisión iba a tener en la funcionalidad de la obra terminada.

Si las razones fueran las contenidas en las primeras dos hipótesis, habría alguna esperanza de que la Junta de Andalucía se implicase en la enmienda del error y procurase no repetirlo en el futuro. Sin embargo, estoy convencido (aunque abierto a que se me demuestre lo contrario) de que la causa de que nuestras aulas no reúnan las condiciones adecuadas para su función es la de la tercera hipótesis, lo que alimenta mi pesimismo sobre una solución rápida y eficaz a este grave problema.

Seguramente habrá alguien que, leyendo estas líneas, piense que estoy exagerando un poco y que el problema no es tan grave como lo describo. De hecho hay mucha gente, demasiada, que no está concienciada de los problemas fisiológicos, psicológicos y sociales que puede provocar la contaminación acústica y minimiza o hasta ironiza sobre estos riesgos a los que estamos sometidos diariamente tanto el alumnado como el profesorado.

Para intentar hacerle cambiar de idea describiré alguna escena frecuente en mi centro: si dos o tres niños charlan en voz baja al fondo del aula no consigo entender lo que me dice un alumno que esté a mi lado y si me dirijo a ellos para pedirles silencio tengo  que hacerlo gritando porque si no no me oyen; una compañera (de Lengua, no de Educación Física) ha optado por utilizar un silbato en el aula justamente para evitar gritar: si no sigo su ejemplo es porque temo más los problemas auditivos que los foniátricos; cuando escuchamos música, ésta siempre va acompañada como mínimo del ruido que las sillas (plegables) hacen con cualquier pequeño movimiento de los que las estén utilizando; cuando cae una flauta al suelo (lo que ocurre varias veces al día), el ruido es tan fuerte que la sensación que percibo es muy molesta y a veces  hasta llega a ser dolorosa;  los mismos alumnos/as se quejan del ruido que les acompaña constantemente durante las 6 horas y media que permanecen en el instituto.

¿Soluciones? No se me ocurre ninguna. Espero recibir algún comentario con ideas cuya realización sea posible dentro del contexto económico en que vivimos.

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