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Mi ideal de artista es una persona comprometida con los demás, una persona que posee, además de unas grandes cualidades técnicas y estéticas que le permiten transmitir a los otros sus propias ideas y sentimientos, también una inmensa empatía para experimentar lo que siente el otro, su felicidad y su dolor, sus anhelos y sus miedos.
Daniel Barenboim es un maravilloso ejemplo de gran artista. En palabras de Edward Said: “es una persona capaz de entender y experimentar el sufrimiento de los demás, deseoso de hacer ese gran esfuerzo, aunque sea realmente muy duro, especialmente cuando uno sabe que es vulnerable, porque el sufrimiento no es monopolio de nadie.”
Dos grandes mentes, dos grandes corazones, dos grandes personas, Barenboim y Said se unieron para realizar un proyecto en el cual se complementaban de manera perfecta: uno judío y el otro palestino, uno músico y el otro filósofo, pero sobre todo ésto dos grandes filántropos buscando, a través de la música, la única vía para conseguir una solución a los problemas de convivencia del ser humano: el conocimiento recíproco. Nació así en 1999 la West-Eastern Divan Orchestra, compuesta exclusivamente por jóvenes mediorientales.
Es muy fácil decir que la música rompe barreras o que amansa a las fieras, pero que nadie crea que es fácil sentar en el mismo atril de una orquesta a dos personas que han sido educada para un recíproco odio atávico, a las que han transmitido la idea de que el otro es un ser desalmado cuyo mayor deseo es hacerle mucho daño a ellos y sus familias o incluso han experimentado directamente el sufrimiento de la violencia, el miedo del terrorismo (de ambos bandos) o la humillación del castigo inmerecido. Es muy difícil, sin duda.
Sin embargo, Barenboim cuenta que “este proyecto destruyó de golpe los clichés vacíos que tenían estas personas”, que han llegado a sentir no sólo el respeto debido al excelente músico que tienen al lado, sino auténtica admiración hacia personas que ni siquiera imaginaban que pudieran existir en ese país tan profundamente odiado.
Tanto las dificultades como los logros se entreven en el documental Knowledge is the Beginning, galardonado con el Emmy al mejor documental sobre arte de 2006. Os aconsejo vivamente que lo veáis, al final de esta entrada, sin que os desanime la necesidad de leer los subtítulos en español, pues el audio está en inglés, alemán y judío, pues está lleno de testimonios muy emotivos de varios jóvenes músicos. El más elocuente está relatado por el mismo Barenboim, quien cuenta cómo una chica de Ramallah, muy emocionada, le agradeció repetidamente su presencia allí diciendo “You are the first think that come from Israel that I see that is not a soldier nor a tank” (usted es la primera cosa que viene desde Israel y que veo que no es un soldado o un tanque).
Se puede odiar o recelar de manera tan fuerte sólo algo que se desconoce por completo o hacia lo cual se tienen prejuicios tan fuertes que impiden conocer más allá de la superficie. De nuevo cito a Said, en su discurso de agradecimiento por el premio Príncipe de Asturias de la Concordia que compartió con Barenboim: “La ignorancia no es una estrategia para la supervivencia sostenible”. Sin duda, el conocimiento es el comienzo.
Barenboim, al ser preguntado sobre el carácter político de la West-Eastern Divan Orchestra, lo niega -quizás porque lamentablemente hoy en día la palabra política ha adquirido un valor muy negativo debido a la corrupción de muchos de los que se dedican profesionalmente a ella-, afirmando: “hago lo poco que puedo, es mi profesión, soy músico. No es política, es empatía”. Ciertamente, tanto su proyecto como su persona desbordan música y empatía, además de modestia, pero en esto disiento con él: sí es política, la política que me gusta, la que se hace pensando en las personas -algo que necesitamos tanto como el agua-, la que se hace con coherencia y valentía, aunque pueda provocar situaciones incómodas, como la que se puede ver casi al final del documental con la ministra de Educación de Israel.
La orquesta, que empezó sus andanzas en Weimer (Alemania), a partir de 2002 se estableció en Sevilla, abriendo sus puertas también a músicos españoles. La razón por la que se eligió Andalucía, tal como afirman los autores del proyecto, es que el sur de España ha sido el único lugar de la historia donde la convivencia entre árabes, judíos y cristianos funcionó durante varios siglos, una herencia de la que tenemos que estar orgullosos y no dejar de sentir y asumir la responsabilidad.
Daniel Barenboim cumple hoy 70 años.
Para él van mis más sinceras felicitaciones y mi más profunda admiración.