Hoy en día tenemos muchos alimentos a nuestro alcance en cualquier época del año pero, en realidad...eso no nos garantiza una mejor alimentación.
Me encanta la fruta. En cierta ocasión, hará un par de años, vi en un hipermecado una tarrina con
frambuesas. Estaban a precio de oro pero, siendo como soy, poco dada al derroche, y teniendo en cuenta que nunca había probado esa fruta, pensé que bien podía permitirme un " de vez en cuando" sin remordimiento de conciencia, así que las compré.
Nada más abrir la tarrina, primera sorpresa: el olor. Me resultaba familiar pero no sabía de qué.
Segunda sorpresa: el tacto. Me pareció una fruta delicada y muy curiosa, con un aspecto desagradable (con esos pelucos) y a la vez de un tacto muy amoroso.
Tercera, última, mayúscula y desagradable sorpresa: el sabor. Y no porque sepa mal. En realidad es muy dulce y jugosa. Pero al probarla identifiqué al instante por qué me resultaba familiar su olor. Cierta marca de cosméticos comercializa agua de colonia con aroma a frambuesa y yo alguna vez la he utilizado. Me dio la sensación de que me estaba comiendo una especie de "fresa" rociada con esa fragancia. Las terminé camufladas en macedonia con otras frutas y convencida de que no las volvería a comprar.
En otra ocasión me quedé maravillada ante la hermosura de un
romanescu con su
geometría fractal e inmediatamente intenté imaginar cómo sonaría aquella obra de arte de la naturaleza si es que se pudiese interpretar su estructura, ya que la música, como matemática pura que es, también puede tener su
estructura fractal.
De nuevo varias sorpresas:
- Tacto: toda su dureza en crudo se vuelve delicadeza y fragilidad tras no muchos minutos de cocción. Y todo su peso en ligereza.
- Olor: afortunadamente, si es que existe alguna fragancia de romanescu en el mercado, cosa que dudo, yo aún no la he probado.
- Sabor: pues...una mezcla entre los sabores de su "padre", el brécol, y su "madre", la coliflor. Es decir, tendrá el sabor de aquello con que lo condimentes.
La alimentación en nuestros días deja mucho qué desear. Por si me quedaba alguna duda este curso he evolucionado mucho en este tema gracias al curso de
Taichi del conservatorio y al descubrimiento de
Deporbiótica.
Os animo a que os replanteéis vuestra alimentación y a que volváis a disfrutar de las pequeñas maravillas que la naturaleza pone a nuestro alcance y que hemos perdido la costumbre de apreciar. Ojalá, con esta entrada consiga que este verano me cueste más encontrar moras en los zarzales.