La Brújula Musical
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Ya estamos muy cerca de la entrega de premios Carmen Online. Este año contaremos con la participación de varios colegios, agrupaciones musicales y la propia participación de los premiados, que interpretarán sus melodías originales y composiciones sobre la obra de Carmen de Bizet.
Ya no quedan entradas para asistir al concierto, ya que al tener un aforo limitado, los asistentes principalmente serán los propios premiados, varios colegios y los familiares de los premiados.
La IV edición de los premios Melodías Online, han llegado en estos 4 años a más de 1000 alumnos de toda la comunidad de Madrid, alrededores y en esta su IV edición a niños como Nilo Mata Cervera, alumno del conservatorio de Motril, Granada, que este año ha ganado el premio en la categoría de Melodías Solista B, con su composición el Toreador.
Nilo Mata Cervera "Marcha del Toreador"
Así como otros afortunados y premiados que podéis ver en este blog, en el apartado de premios.
La IV edición de los premios Melodías Online, se centró en la obra de Bizet, cómo un experimento musical, para realizar una "obra colectiva" sobre esta ópera. en un formato visual, utilizando Internet y la plataforma de Youtube, con todos los participantes, con el título de Carmen Online. Dicha obra la forman todos los participantes que han realizado sus adaptaciones musicales de esta genial ópera, cómo podéis ver en estas lista de reproducción de Youtube:
"Obra colectiva Carmen Online" (Composiciones)
"Obra colectiva Carmen Online" (Bailes)
Este proyecto, se auto financia gracias a la La Brújula Musical, varios colegios colaboradores cómo el Colegio Los Naranjos, Musical Serra, ampa los Naranjos, CEIP Ciudad de Los Ángeles, Todonotas, Musicópolix...
Para más información de este proyecto podéis dirigiros a este email:
labrujulamusical@gmail.com
¡Enhorabuena a los premiados y muchas gracias a todos por participar!
Y no es que fuera vaga. Que va. Nadie en su sano juicio la acusaría de perezosa. De hecho, si hay algo que le sobra es la energía, las ganas y la imaginación para hacer cosas, muchas cosas, y compartirlas con el mundo. El problema está en ganarse la vida con eso. Y ese es el principal logro de Amanda Palmer, antigua estatua humana, pianista, compositora, cantante, escritora, feliz esposa de Neil Gaiman y, próximamente, madre: conseguir que la gente le pague por sus canciones, sus dibujos, sus historias y, bueno, básicamente, por ser ella misma.
Su carrera empezó como estatua humana: disfrazada de novia, con la cara pintada de blanco y una peluca, repartía flores a los viandantes a cambio de una moneda. Pero eso no era suficiente: Amanda tenía la sensación de que la gente la miraba, pero no la veía. Y ella quería que la VIERAN, en mayúsculas. Sí, puede que le guste un poco ser el centro de atención pero, ¿y a quién no?
Así que montó una banda, y se aseguró de hacer todo el ruido posible con ella; desde luego a The Dresden Dolls se les puede acusar de cualquier cosa menos de ser discretos. Fueron ganándose a su público, fan a fan, pegando carteles en las farolas, primero, y a través de una lista de correo, después. Y en poco tiempo Amanda consiguió lo que creía que era su sueño: fichar con una discográfica. Ser una artista DE VERDAD.
No duró. Hubo varios roces, y las cosas fueron de mal en peor, hasta que la compañía sugirió retocar digitalmente los michelines de Amanda: les parecían poco sexis. Amanda se negó; no solo eso: le contó la historia a sus fans. Y sus fans iniciaron una Rebellyon que hizo temblar las redes sociales con fotos de tripas cerveceras, abdómenes fofos y pieles estriadas. Barrigas sexis, barrigas sin Photoshop.
The Dresden Dolls dejó a la compañía discográfica y decidió financiar su siguiente disco mediante una campaña de crowdfunding. Amanda necesitaba cien mil dólares para sacar adelante su proyecto. Consiguió un millón. Y de paso, puso el mundo de la música patas arriba.
El arte de pedir cuenta todo esto, y mucho más. Cuenta lo que es ser mujer en el siglo xxi. Habla de cáncer, de aborto, de tristeza y de lágrimas. Se deleita en la felicidad de enamorarse, de dar un abrazo, de compartir comida y techo con tus amigos. Desvela los complicados y sutiles lazos que unen al artista y a los fans, y lo que es vivir continuamente observada: la vida en directo a través de las redes sociales. Explica cómo puede sobrevivir la música en la era de internet, las descargas ilegales y los top manta. Y, lo que es más importante, demuestra que la gente está dispuesta a pagar por la cultura, si se le permite.
Solo hay que pedirlo.