"Subí a la habitación, dejé las cosas del seminario y cogí mi gabardina. Si el día anterior había sido mitad veraniego y mitad otoñal, en mi tierra este habría encajado sin dificultad en un enero cualquiera. Me dirigí hacia el centro con un propósito más o menos definido. Se me había antojado, a raíz de alguna de las evocaciones musicales con que había entretenido mi aburrimiento durante la última media hora, comprarme uno o dos discos compactos. La tarde anterior había localizado un par de tiendas de aspecto prometedor. Fui a la más cercana y recorrí las diversas secciones. Entre las novedades no había más que porquería, y toda a los mismos precios abusivos que hay que satisfacer en mi país. En la sección de música clásica me fallaron las dos posibilidades que llevaba pensadas. Al final recalé, como de costumbre, en la sección de jazz y blues. Por 10 marcos, una recopilación pasmosamente completa de The Ink Spots. la tomé sin titubeos. Rebuscando un poco más, me salió al paso una extraña mezcla de grabaciones de diversas épocas de Duke Ellington. Doce marcos cincuenta. No había por qué seguir escarbando. Me dirigí a la caja registradora y por veintidós marcos con cincuenta me llevé dos horas de artesana y duradera satisfacción. En los estantes quedaban, a treinta y cinco marcos la pieza, fugaces registros de vacío, impecablemente grabados con tecnología digital para que pudieran apreciarse todos los matices de la nada."