Lo excelente de esta obra musical, es que el acompañamiento repite exactamente la voz principal pero en sentido inverso. Es decir, la misma melodía interpretada marcha atrás sirve como acompañamiento de sí misma.
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Lo excelente de esta obra musical, es que el acompañamiento repite exactamente la voz principal pero en sentido inverso. Es decir, la misma melodía interpretada marcha atrás sirve como acompañamiento de sí misma.
J. S. Bach, fue maestro del contrapunto, organista y compositor alemán. Escribió numerosas obras para órgano, trabajos corales y cantatas.
Desempeñó los cargos de violinista en la orquesta de la corte de Weimar (1703), organista de la nueva iglesia de Arnstadt en el mismo año, organista en Mülhausen, maestro de concierto y organista en Weimar, director de la capilla en la corte de Kothen y profesor y cantor de Santo Tomás, así como director de Música en la Universidad de Leipzig. Bach es reconocido por su capacidad para explotar y valorar los recursos, estilos y géneros musicales, genial en el manejo del contrapunto. La expresividad de su música, presente sobre todo en sus trabajos vocales, transporta y transmite su humanidad y conmueve a quienes la escuchan. Autor de cantatas, motetes, misas, magnificats, pasiones, oratorias, corales, himnos, arias y obras para órgano, obras para clavicémbalo y música de cámara. Algunas de sus piezas fueron: Seis conciertos de Brandemburgo (1721), Pequeño libro de Anna Magdalena Bach (1722), Oratorio de Navidad (1734), Pasión según San Juan (1738), El clave bien templado (1743), Pasión según San Mateo (1745), Ofrenda musical (1747).
No nos podemos olvidar de la obra que hemos oído en clase EL CONCIERTO DE BRANDEMBURGO, en el que el instrumento solista es la TROMPETA.
Los niños y niñas de 4º están aprendiendo cosas de la vida del gran compositor barroco Johan Sebastian Bach y están escuchando algunos fragmentos de sus obras.
Para ello, se han servido de la app Sock Puppets.
Han aprendido de una forma divertida, y me han pedido que me de mucha prisa en subirlo al blog para poder verlo de nuevo en casa...jejeje
Así que aquí tenéis las que hemos hecho hoy.
Este vídeo lo han hecho Aroa y Raquel:
Este otro Cristina y Dayana:
Este otro está hecho por Romu y Jorge:
Este es el de Marina y Robert:
Alejandro y Alex:
Este por Miriam y Cristina:
...Pronto más...
Para ampliar cada vez más su extensión, los instrumentos de viento-madera han tenido que aumentar el número de agujeros, hasta el punto de que la mayoría de ellos ya precisan llaves porque los dedos del ejecutante no bastan para cubrirlos todos.
Por el contrario, los instrumentos de viento-metal no han superado un número muy escaso de válvulas, aunque no por eso tienen menos notas que los otros. De hecho, en el caso de la trompeta, con sólo tres dedos cualquier trompetista es capaz de tocar todas las notas incluidas en un ámbito de dos octavas y media, y los mejores alcanzan y hasta superan las tres.
Debido al mecanismo de producción del sonido propio de la trompeta y su familia -basado en la vibración no ya de una lengüeta, como en la mayor parte de las maderas, sino de los labios del músico- cuanto más aguda es la nota que se quiere tocar, tanto más se deberán tensar los labios.
El trompetista necesita sensibilidad y control no sólo en los labios, sino también en el diafragma, pues cuanto más cerrada esté la boca por la tensión de los labios, tanto más se necesitará que el aire expulsado salga con mucha presión para que pueda producir la vibración.
Todos estos requisitos son aún más importantes para destacar en la trompeta piccolo, instrumento utilizado sobre todo en la interpretación de la música barroca, cuyo tubo mide la mitad y cuyo sonido es una octava más agudo con respecto a la trompeta común.
Hasta ahora sólo hemos hablado del aspecto técnico, imprescindible pero no suficiente para diferenciar a un buen trompetista de uno excelente, ya que este último, además, debe poseer unos conocimientos y una sensibilidad musicales sobresalientes. Este era el caso de Maurice André, tal vez el mejor trompetista clásico y sin duda el mejor intérprete de trompeta piccolo de todos los tiempos, que ayer nos dejó a los 78 años en Urrugne, en el sur de Francia.
Queremos recordarle con una grabación de 1989 en la que interpreta el último movimiento del Concierto de Brandeburgo nº2 de Johann Sebastian Bach. En esta obra, de la misma manera que en el concerto grosso propiamente dicho -forma musical a la que Bach se inspiró para componer este y otros conciertos de esta colección de 6 escrita para el margrave de Brandeburgo-, la orquesta (el ripieno) acompaña a un grupo de solistas (el concertino) compuesto en este caso por flauta, oboe, violín y trompeta piccolo.
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Los instrumentos musicales han cambiado mucho con el paso del tiempo, perfeccionando su sonoridad para adaptarla a salas de concierto y teatros de tamaño cada vez mayor, consiguiendo sonoridades más plenas, timbres más ricos y matices más finos de los mismos instrumentos de hace algunos siglos, y proporcionando al ejecutante una mayor ergonomía y una mejor respuesta del instrumento a sus intenciones, lo que ha permitido la evolución de la técnica instrumental.
Se podría objetar que eso no es del todo cierto en el caso de los violines, pues los instrumentos italianos de hace tres o cuatro siglos (Stradivari, Guarneri o Amati, sólo por dan tres nombres) suelen ser superiores en todos esos aspectos a cualquier violín moderno, pero hay que tener en cuenta el hecho de que para mantener esa superioridad han necesitado de retoques sustanciales (por ejemplo, la altura del puente y la inclinación del mástil).
Sin embargo, al igual que todas las medallas, esas innegables ventajas técnicas y estéticas derivadas de las modificaciones de los instrumentos musicales tienen un revés: la música antigua interpretada con instrumentos modernos suena bastante diferente de lo que escuchaban los contemporáneos de sus respectivos autores, no sólo por el volumen y el timbre, sino también porque las nuevas posibilidades ofrecidas por el desarrollo técnico de los instrumentos musicales, junto con el natural cambio en los gustos de intérpretes y público, han producido grandes cambios en el estilo con el que se tocan esas obras.
Con el fin de recuperar esas sonoridades, hace más de medio siglo surgió un movimiento que solemos llamar historicismo, basado en una rigurosa investigación de todo tipo de fuentes documentales y contrapuesto al tradicionalismo, que consiste en seguir las líneas marcadas por la tradición de los grandes intérpretes.
Las polémicas de los partidarios de una u otra diferentes visiones de cómo hay que acercarse a la música del pasado, a veces muy agrias, nunca me han interesado: creo que, aunque se basan en dos planteamientos muy diferentes, ambas tienen razón de existir por la lógica de sus argumentos principales, que son por un lado la búsqueda y el máximo respeto hacia las intenciones musicales del compositor y la práxis ejecutiva de la época y, por el otro, el derecho del intérprete, como sujeto creativo, a imprimir su personalidad a cada obra. Por eso escucho con gran admiración a intérpretes pertenecientes a ambas corrientes, siempre que sean buenos.
Ayer lamentablemente nos dejó uno realmente excelente, uno de los más importantes exponentes del historicismo musical, es más, uno de los pioneros y auténtico referente universal de ese movimiento: el clavecinista, organista, director, musicólogo y docente holandés Gustav Leonhardt. A sus 83 años hacía tan sólo un mes que se había despedido de los escenarios con su último concierto público.
Lo vamos a recordar con un fragmento de una película en la que participó en 1968, Crónica de Anna Magdalena Bach, no sólo como músico, sino también en calidad de actor, interpretando el papel -y naturalmente la música- de Johann Sebastian Bach. El fragmento contiene la impresionante cadenza de clavecín del primer movimiento de Concierto Brandeburgo nº5.
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