Desde su incursión en la franquicia The Voice Kids, versión Francia, Giulia Falcone, una joven y talentosa artista de origen italiano es muy conocida por millones de personas.
Este año se lleva cabo la décimo segunda temporada del programa, donde el icónico presentador del programa, Nikos Aliadas, seguirá al frente del espectáculo para guiar a la audiencia a través de la mágica jornada de escuchar la capacidad vocal de sus concursantes.
A finales del siglo XIX, un muchacho napolitano -hijo de una limpiadora y un obrero al que tuvo que ayudar en su trabajo con tan sólo 10 años para contribuir a la maltrecha economía familiar- empezó una carrera musical que transformó totalmente su vida. Entre 1895 y 1920 Enrico Caruso pisó el escenario de los teatros de ópera más importantes del mundo, además de entrar en millones de hogares gracias a sus discos, una tecnología que acababa de empezar a popularizarse. En el siguiente vídeo podemos oír una de esas grabaciones, en la que, a pesar de la baja fidelidad de esa tecnología primitiva, podemos apreciar la maravillosa voz del tenor interpretando (según el gusto de la época) una de las arias más conmovedoras de toda la historia de la ópera, E lucevan le stelle. El personaje de esta romanza es Mario Cavaradossi -preso político tras la caída de la República Romana, en 1800- en su última hora de vida. Muy pronto le llevarán delante del pelotón de ejecución y en ese momento, junto con su vida, le arrebatarán el amor de su Floria Tosca.
E lucevan le stelle
e olezzava la terra,
stridea l’uscio dell’orto
e un passo sfiorava la rena.
Entrava ella, fragrante,
mi cadea fra le braccia.
Oh! dolci baci, o languide carezze,
mentr’io fremente
le belle forme disciogliea dai veli!
Svanì per sempre il sogno mio d’amore…
l’ora è fuggita,
e muoio disperato!
E non ho amato mai tanto la vita!
Y brillaban las estrellas,
Y olía la tierra,
chirriaba la puerta del huerto,
y unos pasos rozaban la arena.
Entraba ella, fragante,
caía entre mis brazos.
¡Oh, dulces besos! ¡Oh, lánguidas caricias,
mientras yo, tembloroso,
liberaba sus bellas formas de los velos!
Se desvaneció para siempre mi sueño de amor…
el momento ha huido,
¡y muero desesperado!
¡Y no he amado nunca tanto la vida!
A su vez, Lucio Dalla, cantautor italiano fallecido a principios de este año, compuso una canción sobre el mismo tema cuyo título es Caruso. En ella cuenta los últimos días del famoso tenor en su Nápoles natal. Caruso falleció con sólo 48 años por una enfermedad pulmonar que arrastró durante varios meses. Su muerte prematura, ocurrida mientras estaba en el ápice de su carrera, conmocionó al mundo entero y contribuyó a transformar su figura en auténtica leyenda.
La desesperación del Cavaradossi pucciniano se diluye en resignación en el Caruso dalliano: los paisajes, los recuerdos, las metáforas, los gestos, el grito de amor del estribillo, todo en esta poesía es pura melancolía, nostalgia anticipada de lo que se le está escapando junto con la vida, algo que sólo se puede aceptar viviendo más intensamente el presente, disfrutando de los abrazos y miradas de la persona amada (la muchacha a la que abraza en la canción es su mujer Dorothy, veinte años más joven que él) y de la música.
Qui dove il mare luccica e tira forte il vento su una vecchia terrazza davanti al golfo di Surriento un uomo abbraccia una ragazza dopo che aveva pianto poi si schiarisce la voce e ricomincia il canto.
Te voglio bene assaie ma tanto tanto bene sai è una catena ormai che scioglie il sangue dint’e vene sai.
Vide le luci in mezzo al mare pensò alle notti là in America ma erano solo le lampare e la bianca scia di un’elica. Sentì il dolore nella musica, si alzò dal pianoforte ma quando vide la luna uscire da una nuvola gli sembrò dolce anche la morte. Guardò negli occhi la ragazza, quegli occhi verdi come il mare, poi all’improvviso uscì una lacrima e lui credette di affogare.
Te voglio bene assaie ma tanto tanto bene sai è una catena ormai che scioglie il sangue dint’e vene sai.
Potenza della lirica dove ogni dramma è un falso che con un po’ di trucco e con la mimica puoi diventare un altro. Ma due occhi che ti guardano così vicini e veri ti fan scordare le parole, confondono i pensieri. Così diventa tutto piccolo, anche le notti là in America, ti volti e vedi la tua vita come la scia di un’elica. Ma sì, è la vita che finisce, ma lui non ci pensò poi tanto anzi si sentiva già felice e ricominciò il suo canto.
Te voglio bene assaie ma tanto tanto bene sai è una catena ormai che scioglie il sangue dint’e vene sai
Aquí donde el mar reluce
y sopla fuerte el viento
en una vieja terraza
frente al golfo de Sorrento
un hombre abraza a una muchacha
después de que había llorado
luego se aclara la voz
y reempieza el canto.
Te quiero mucho,
pero mucho, mucho, sabes
ya es un cadena
que derrite la sangre en las venas, sabes.
Vio las luces en el mar,
pensó en las noches allí en América
pero sólo eran las luces de los barcos
y la blanca estela de una hélice.
Sintió el dolor en la música,
se levantó del piano
pero cuando vio la luna salir detrás de una nube
le pareció dulce incluso la muerte.
Miró a los ojos a la muchacha,
esos ojos tan verdes como el mar
luego de repente salió una lágrima
y él creyó ahogarse.
Te quiero mucho,
pero mucho, mucho, sabes
ya es un cadena
que derrite la sangre en las venas, sabes.
Fuerza de la lírica
donde cada drama es mentira,
y con un buen maquillaje y con la mímica
puedes llegar a ser otro.
Pero dos ojos que te miran
tan cercanos y sinceros,
te hacen olvidar las palabras,
confunden los pensamientos.
Así todo se vuelve tan pequeño,
también las noches allí en América
te das la vuelta y ves tu vida
como la estela de una hélice.
Mas sí, es la vida que se acaba
pero él no se lo pensó mucho
al contrario, ya se sentía feliz
y reempezó su canto.
Te quiero mucho,
pero mucho, mucho, sabes
ya es un cadena
que derrite la sangre en las venas, sabes.
Todo el mundo habrá reconocido al cantante que compartía escenario con Lucio Dalla en el vídeo anterior, otro tenor que, al igual que Caruso, pervive en la leyenda de la ópera: Luciano Pavarotti. Hoy hace 5 años de su muerte.
Pocos años antes, en su última ópera volvió a dar vida a Mario Cavaradossi, uno de sus personajes favoritos. Después de esa Tosca, que tuvo lugar en 2004 en el Metropolitan Opera House de Nueva York, sólo apareció en ocasiones muy especiales, como por ejemplo la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2006 en Turín, donde cantó otra aria muy conocida de Puccini, Nessun dorma, cuyo apoteósico final era muy apropiado para la ocasión.
Y así es como queremos recordar a Pavarotti el día del aniversario de su muerte, proclamando con su grandiosa voz los últimos y triunfales versos de esta aria.
Dilegua, o notte! Tramontate, stelle!
Tramontate, stelle! All’alba vincerò!
¡Desvanece, o noche! ¡Ocultáos, estrellas!
¡Ocultáos, estrellas! ¡Al alba venceré!
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