Hace unos días que por fin pude ver en directo a Ara Malikian. Por mala suerte o por despiste, no había podido verlo hasta ahora. Cada vez que había tenido la oportunidad porque actuaba en mi ciudad, se agotaban las entradas en seguida, o yo me enteraba tarde. Pero esta vez sí, por fin pude verlo y juzgar por mí misma ese estilo tan peculiar de concierto. – Que tantos detractores tiene en el mundo clásico -.
Gran audiencia
Primer detalle: auditorio lleno hasta arriba. Y con un precio para las entradas bastante lejano al que se suele ver aquí, en mi ciudad. ¿Será que el precio no es el problema de que la audiencia de la música clásica baje? Está claro que la gente acude al auditorio en masa cuando el contenido les llama la atención. De acuerdo, muchos dirán que no podemos llamar al espectáculo de Malikian “concierto clásico”. Es cierto. Sin embargo, ver a gente de todas las edades alucinar con músicos de formación y trayectoria clásica, con instrumentos clásicos y tocando piezas clásicas (aunque “tuneadas”, como diría él), es todo un logro sobre el escenario. Algo no muy común hoy en día, cuando vas a conciertos sinfónicos o de cámara.
Valores
El espectáculo fue una maravilla. Para los que no hayan tenido la oportunidad de verlo, Malikian ha preparado un concierto en base a sus experiencias como músico. Pasando por sus distintas facetas y también por lugares en los que ha vivido, nos cuenta la historia de su vida a través de la música. Tanto los músicos que lo acompañaban como Ara Malikian se entregaban en cada pieza, y eso se reflejaba en el público. La gente realmente disfrutaba de la música, fuera cual fuese el estilo.
Lo más importante del espectáculo, lo que más destacó, es la cantidad de valores que transmitieron gracias a la música. Para eso estamos aquí, y para eso nos subimos a un escenario. Ese es el poder que la música tiene: universal, unitaria, humana, emocional… El primer elemento: aglutinar música de distintos lugares en un mismo programa. Muchas de las piezas que tocaron estaban influidas por distintos folclores. El segundo elemento: mezclar épocas y estilos que nos transmiten esa idea: no hay clásico, rock o sefardí: sólo música.
Epecialmente emotivo fue el momento dedicado a los refugiados. Después de haber escuchado música de todo tipo, lugar y época, Ara Malikian y sus músicos dedicaron una pieza a los refugiados. Fue el lazo que envolvió el paquete, con ello se dejaba claro el mensaje de paz, igualdad y humanidad que continuamente se transmitía en el concierto y que es el sentido de la misma música.
¿Qué podemos aprender de Ara Malikian?
No estoy diciendo que los músicos “clásicos” tengan que saltar por el escenario o tocar rock para hacer que venga más público a los teatros. (Aunque en el fondo pienso, ¿qué hay de malo?). Sin embargo, sí que hay algunos detalles que se pueden incorporar a un formato de conciertos que pertenece no ya al siglo pasado, ¡sino al anterior!
- Narración: En el espectáculo de Ara Malikian, él hace las funciones de narrador. No hay programa de mano, él cuenta la historia de cada pieza (con bastante éxito, por cierto). Es una buena forma de mantenerse en contacto con el público, y de hacer los conciertos algo más didácticos. No todo el público conoce los detalles de las piezas, la época. A través de una buena narración, podemos captar la atención de la audiencia, que se metan en la música como lo estamos nosotros, y que su experiencia sea más completa.
- Factor sorpresa: Sería interesante que no todo lo que se toque estuviera especificado en el cartel. Seguro que para muchos sería estimulante ir a un concierto sin saber del todo qué van a escuchar. Más allá de los bises, podemos programar de forma más dinámica.
- Añadir más elementos: No hacen falta luces de colores para dar más vida a un concierto. Pero sí que se pueden utilizar distintos elementos para crear nuevos formatos de concierto. Unir una proyección a la música interpretada, por ejemplo. (Os dejo el enlace a la noticia reciente de un concierto de la OEX que apostaba por este formato.)
- Cambiar la vestimenta: El frac debería ser cosa del pasado. Una vestimenta uniformada, pero alejada de la imagen de etiqueta y élite beneficiaría mucho a la música clásica y a cómo se percibe este “mundillo”.
Todos estos elementos no hacen otra cosa que acortar la barrera entre el público y los músicos. De ninguna forma le quitamos seriedad o con ello “se pierde el respeto” a la música que se interpreta. Se trata de tender la mano a una audiencia que nos abandona.
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