Ángel Barja Iglesias (5 Octubre de 1938- 12 Febrero de 1987), compositor español.
El Conservatorio de Música de León “José Castro Ovejero” acogió el martes 18 de Diciembre del 2012, un concierto-homenaje a la figura del compositor Ángel Barja, conmemorando el 25 aniversario de su prematura muerte en 1987.
Lugar: Auditorio “Ángel Barja” del Conservatorio de Música “José Castro Ovejero” (Calle de Santa Nonia, s/n).
Fecha: Martes 18 de diciembre de 2012, 19:30 horas.
Entrada: libre hasta completar el aforo.
La imagen pertenece a la obra que el artista Juan Carlos Uriarte dedica al compositor Ángel Barja, y que se encuentra a la entrada del auditorio “Ángel Barja” del Conservatorio de Música de León “José Castro Ovejero”.
La Diputación de León (ILC) organiza un Homenaje a Ángel Barja en el 25 aniversario de su fallecimiento. Para ello cuenta con la colaboración de distintos coros de León y personas vinculadas al compositor orensano afincado en León. También participa en este homenaje el Conservatorio de León de la Junta de Castilla y León.
PROGRAMA
José Manuel Mures. Presentación
Marcos Martínez Barazón. “Ángel Barja: Una vida con la música”
Yolanda Sarmiento. “Ángel Barja, Profesor y Compañero”
- Lucida stella
- Vientecillo
- Iam sol
Luis G. Viñuela. “El poeta que se dedicó a la música”
Belén Ordoñez. (piano y textos)- Luis Díaz Andrés (narrador)
- Canción en forma de rondó
- Cantando, como una oración
Álbum de la juventud:
- Canción de mayor
- Mundo nuevo
- Súplica
- Canción
- El perro cojo
- Tema
Temas para piano: Allegretto, Andante y Poco andante.
Margarita Morais. “Anécdotas de Ángel Barja”
- Caído se le ha un clavel
- Quedito, pasito, amor
- Solíades venir
- Pues el tiempo se me pasa
José Manuel Mures. Entrevista: “Una voz hecha presencia”
Jesús Celis. “Ángel Barja en el recuerdo”
- Unos ojos bellos
- Vanse mis amore
- Al lado de mi cabaña
- Eres alta y delgada
ACTO HOMENAJE AL COMPOSITOR ANGEL BARJA (1938- 1987)
Conservatorio Profesional de Música de León “José Castro Ovejero”
18 de Diciembre de 2012
[Profesora de Armonía, análisis y Fundamentos de composición
del Conservatorio Profesional de Música de León “José Castro Ovejero”]
ÁNGEL BARJA, PROFESOR Y COMPAÑERO
Hace tiempo que mantenía la esperanza de que ocurriera un acto como éste y fundamentalmente que ocurriera aquí, y de que yo pudiera participar en él, como profesora de Armonía, Análisis y Fundamentos de Composición.
Hablo en nombre del conservatorio de León “José Castro Ovejero” pero también pretendo representar con mis palabras, aquí y ahora, a todos aquellos músicos que se encuentran ausentes, pero que -me consta- desearían estar presentes en este acto.
Espero que mi tentativa desde la perspectiva de una alumna y colega sea capaz de reflejar afecto, respeto y profunda admiración. [...]
Ángel Barja fue enviado a Roma a finales de 1967, a fin de ampliar sus estudios musicales en el Instituto Pontificio de Música Sacra. El musicólogo y organista español, Samuel Rubio, que coincidió en Roma con él, declara en el Diario de León, el 15 de febrero de 1987, que “…en él encontró al maestro que buscaba: racional y liberal, genio y artista, loco y cuerdo, distante y humano…”
En aquella tierra, Barja redescubrió a Bach y Mozart y conoció a Webern. Asistía a 3 o 4 conciertos por semana, de los cuales muchos iban acompañados de coloquios, con presencia de sus protagonistas, como Cage, Berio, Nono, Petrassi, Bussotti, Maderna, Boulez, y muchos más.
Es el momento en que el compositor siente la música como algo vivo y cercano a su mundo interior, entrando en contacto con las nuevas tendencias. Pero su falta de ambición y timidez, hicieron que su actividad creativa estuviera durante años al margen de toda publicidad.
A su vuelta a España es nombrado Director de la Capilla Clásica de León, sucediendo a Adolfo Gutiérrez Viejo, su director-fundador. Y aunque en su querida Capilla encontró el mejor cauce posible para enriquecer su vida personal, según las propias palabras del compositor “pasar de Roma a León fue un golpe terrible, un aterrizaje en el desierto…tuve tentaciones de escaparme”.
Un año más tarde comenzó a dar clases en el conservatorio de música de León y, es entonces cuando conocí personalmente a Ángel Barja; en el año 1972, en una de las aulas, donde iba a clase de conjunto coral. Recuerdo aún la impresión que nos causara a todos los alumnos, el contacto con una personalidad de naturaleza tan sencilla como la suya.
El maestro impregnó su huella en nuestra adolescencia, desarrollando nuestra propia capacidad creativa y una gran sensibilidad para valorar la calidad de la música.
Fue como una inyección renovadora para los músicos, que se formaban en las aulas del viejo edificio del conservatorio, entonces bajo la dirección del maestro, y pianista José Castro Ovejero.
Barja siempre fue fiel a su forma de ser y a lo que predicaba, y quizás por ello la figura más polémica del conservatorio de aquellos tiempos.
A pesar de que su afincamiento en León, condiciona en gran medida las posibilidades de su carrera musical, aporta su talento y profesionalidad y lleva a cabo una gran actividad, con el fin de proyectar la institución hacia la comunidad, participando en diversas iniciativas de la vida musical de la ciudad.
Conquistó el aplauso de públicos diversos con aquel carisma sin par que le distinguía y la magia de sus melodías. Siempre me ha seducido su música, en géneros que van desde lo folklórico hasta algunas obras, mucho más elaboradas, con tonos sinfónicos, en donde su mensaje está presente y adquiere a través del tiempo una mayor dimensión. Una expresión de su vena de creador y un canto de amor a la vida.
Según Enrique Franco (1920- 2009), decano de la crítica musical española, históricamente se encuentra en la frontera de dos generaciones, la de 1931 (Cristóbal Halffter, Luis de Pablo) y la de 1946 (Tomás Marco, Jesús Villa-Rojo).
Por otro lado, el compositor y ensayista español, Tomás Marco (n. 1942) lo enmarca en la llamada generación del 51 y los más jóvenes. Afirma que, de los primeros recibió ejemplo y estímulo; a los más jóvenes les marcó caminos y enseñanza.
Un acercamiento a la obra musical de Ángel Barja es un ejemplo inapelable de su capacidad excepcional, ahuyentando las grandilocuencias temáticas y armónicas, que convierten sus composiciones en obra de orfebre, sin sobrecargar nunca la esencia musical.
El compositor hizo realidad esa frase que dice: “Cuando la música se hace esencia, incluso los sonidos se ocultan”.
Podemos afirmar que Barja es un compositor de síntesis. El humanismo de su condición individual se refleja en una obra tan diversificada en lo estético como unificada en lo ético.
Para el compositor, la verdad nunca es ruidosa, la voz baja le basta. Habla y compone “en voz baja”, ausente de tentaciones vanidosas, dando lo mejor que tiene en su alma limpia y transparente.
Practica la creación al modo fallesco, y esconde con pudor, tras unos pentagramas serenos, los sufrimientos -junto a las horas felices- que la vida proporciona.
Importa transmitir por medio de la música, la sensibilidad del artista; Importa las sensaciones que pueda producir en el oyente su sentir, sus anhelos, sus sueños y el mejor mensaje de nuestra tierra, nuestra música, cargada de historias y sentimientos revelados en las mismas, describiendo parajes y paisajes muy nuestros…
El interés del compositor por la música popular lleva a nuestro querido músico, a realizar una labor de campo centrada en el folclore leonés. Junto al etnomusicólogo, Miguel Manzano, en el año 1985 recopila canciones populares leonesas, que dan lugar a la edición de las partituras y el disco de las Canciones del Reino de León.
Y quien mejor que este gran músico Zamorano, Miguel Manzano, para hacernos llegar los recuerdos de aquellos años.
Pero antes, deseo expresarle mi gratitud por su amabilidad, al haber puesto sus palabras a mi disposición, que paso a citar textualmente:
“De Ángel Barja recuerdo su inspiración pronta, dispuesta a acudir en cuanto la llamaba; su sabiduría musical, que alcanzaba a toda música (desde la complicada estructura de una obra sinfónica hasta la necesaria sencillez de una polifonía para niños); su dominio de las formas musicales; su vocación de pedagogo adaptado a cualquier nivel; su facilidad para pensar y escribir la música más abstracta mientras andaba sumergido entre ruidos; su decidida aceptación de los últimos procedimientos y géneros y estilos, que siempre dejaba a la vez vinculados al pasado; su conversación apasionada y amena sobre cualquier tema de música…
Y también, en otro nivel más hondo, su delicadeza en el trato humano; su amistad sincera y franca, que a menudo se echa en falta entre los colegas músicos, ocupados cada uno en su afán de ascender o simplemente de sobrevivir; su generosidad en repartir las riquezas que era capaz de crear…
El día que me llamó para decirme que se había convocado una beca de trabajo para la recopilación del cancionero leonés, y que si quería compartir con él el trabajo, ya que iba a ser extenso y largo y él solo no iba a tener tiempo de acometerlo, acepté su propuesta sin dudarlo.
El interés de la empresa era para nosotros evidente, ya que ambos, cada uno por sus caminos y razones diferentes, habíamos llegado al campo de la canción popular en razón de nuestro oficio de músicos, haciendo en él incursiones del más variado signo.
Pero fue muy poco tiempo después de habernos repartido el terreno de búsqueda y comenzado a llevarla a cabo, cuando Ángel Barja comenzó a sentir los primeros síntomas del mal que en tan poco tiempo acabó con sus días.
En el curso de nuestros ilusionados encuentros de trabajo para examinar e intercambiar los frutos de nuestros trabajos para la confección del Cancionero Leonés, que ya veíamos como una obra espléndida, soltaba él a veces una discreta queja, afectado por “un dolor errático” que sentía en el pecho, en un punto indefinido, al que se le notaba sobreponerse, como dándose ánimo.
Bromeaba yo con él, no sin cierta alarma por mi parte, a causa de su aspecto un tanto agotado. Pero el avance del mal fue tan rápido que, en este y en otros muchos planes, lo atrapó con las manos en la masa, en este como en otros muchos trabajos, unos iniciados, otros casi terminados y otros en curso.
El recuerdo de su figura doliente en mi última visita se me ha quedado grabado para siempre. Pero a ello se sobrepone la admiración y el aprecio por la ingente, variada e imperecedera obra musical que dejó acabada, a disposición de todos”.
Suscrito por Miguel Manzano Alonso
[...]
Y para concluir esta pequeña muestra de cariño, en homenaje a Ángel Barja, quisiera dejar constancia en el día de hoy, que es un orgullo para toda la comunidad de este conservatorio y la ciudad de León, haber contado con una de las figuras más relevantes que tan generosamente ha producido a través de su historia.
Es un orgullo que la trayectoria – del músico- se inserte en los fundamentos de nuestro conservatorio y su figura sea referencia artística, crítica y reflexiva para el campo musical de la ciudad.
En nombre del conservatorio, les dejo este esperado reconocimiento a uno de nuestros músicos, de nuestros profesores, desde la institución donde trabajó parte de su vida, impartiendo clases de conjunto coral, armonía, formas musicales…
Un homenaje que pretende recordar y resaltar a este polifacético músico, “hijo adoptivo de la ciudad de León”, que dedicó su vida a componer, enseñar, investigar y transmitir sus conocimientos musicales.
En este auditorio, que lleva su nombre, les dejo con la música de un grande que ahora está en algún lugar componiendo sus melodías junto a otros grandes…
Mi agradecimiento por haber sido invitada a este acto, y a todos ustedes muchas gracias por su atención.