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Hoy es un día especial, el día en que los europeos festejamos la música.
Como un incentivo y reconocimiento a los músicos europeos se creó “El Día Europeo de la Música”, este se celebra cada año el 21 de junio y tiene como objetivo principal que los músicos, cantantes y compositores compartan y disfruten de la música con el público.
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En 1970, el bandoneonista argentino Astor Piazzolla compuso Invierno porteño, la última de sus Cuatro estaciones porteñas, que había empezado a escribir cinco años antes. Más de un cuarto de siglo después, el compositor ruso Leonid Desyatnikov quiso acercar esa obra a las Cuatro estaciones más famosas de la historia de la música, las de Antonio Vivaldi. Para eso las transcribió para violín solista y cuerda y les dio una estructura tripartita, aún manteniendo un solo movimiento por cada estación, y hasta incluyó citas de la obra vivaldiana.
Al realizar esta última acción no se le escapó un detalle muy importante: cuando entra el invierno en Buenos Aires, en Venecia empieza el verano, cosa que ocurre hoy mismo. Así que en Invierno porteño insertó fragmentos del Verano de Vivaldi, algunos literales (2:34 en el primer vídeo, la interpretación de Rusanda Panfili del tango de Piazzolla, y 8:57 en el segundo, en el que Mari Silje Samuelsen toca el concierto de Vivaldi) y otras reelaboradas, como las variaciones sobre el segundo movimiento de la obra de Vivaldi con las que termina la de Piazzolla-Desyatnikov.
Creo que esta es la música más adecuada para desearos que disfrutéis un feliz verano o invierno, dependiendo de donde estéis, y en ambos casos una feliz Fiesta de la Música.
Estoy convencido de que en la base del nacionalismo musical no está el patriotismo sino la fascinación por la riqueza de las melodías, los ritmos, las armonías y los instrumentos de origen popular. Naturalmente esa admiración de un compositor hacia el folclore nace con el contacto con la música popular de su país, pero estoy convencido de que, en mayor o menor medida, todos los compositores nacionalistas sintieron una profunda admiración hacia la música de todos los pueblos, y muchos de ellos, los que pudieron porque viajaron más o simplemente tenían más facilidad para asimilar los rasgos característicos de la música exótica, lo demostraron, como es el caso de Antonin Dvorak, que utilizó el folclore del nuevo mundo, o de Nicolai Rimsky-Korsakov.
Este compositor ruso compartía con Balakiriev, Cui, Musorgski y Borodin ―los otros cuatro dedos del Gran puñado― el ideal de una música culta que se alimentaba del folclore de su tierra y de su gran cantidad de recursos musicales con los que enriquecer la tradición musical europea, como las escalas pentatónica, hexatónica y modales, la heterofonía o las cuartas y quintas paralelas, procedimientos ajenos o incluso prohibidos por la armonía clásica.
Tal como decíamos, Rimsky-Korsakov también acudió a otras fuentes, entre las cuales también está la música popular española. El compositor ruso fue oficial de la Marina de su país y navegó en un buque escuela con el que arribó a muchos puertos, entre los cuales estuvo el de Cádiz, una ciudad rica en vida y tradición musical popular. Seguramente esa breve estancia no pudo haber sido suficiente para conocer a fondo el folclore español, pero es bastante probable que el recuerdo de su visita a una de las cunas del flamenco aflorara a la mente del músico ruso más de 20 años después, cuando compuso su Capricho español, cuyo cuarto movimiento (7:54) es Escena y canto gitano.
Nicolai Rismky-Korsakov murió en un día como hoy, mientras entraba el verano de 1908.
El solsticio nos recuerda también que hoy se celebra en muchos países del mundo la Fiesta de la Música. Quizás en España no estamos en un momento en el que haya mucho que celebrar, pero justamente por eso necesitamos la música más que nunca.
Por eso: Fête de la Musique, Faite de la musique!