Cuando salimos al escenario, aunque éste sea el salón de nuestra casa, transmitimos tantas cosas con nuestra presencia como lo hacemos con nuestra música. Nuestra forma de andar, nuestra mirada, nuestra expresión, nuestra postura, nuestros movimientos… todo lo que conforma nuestra presencia nos delatará como músicos inexpertos, nerviosos, inseguros… o todo lo contrario.
A veces no nos damos cuenta de hasta qué punto puede influir nuestra presencia en la música que interpretamos. Lo que transmitimos con el cuerpo puede hacernos pasar la línea de la normalidad y hacernos parecer excelentes, y al contrario. Vamos a ayudarnos viendo unos ejemplos:
Tenemos aquí un vídeo del reciente concurso de Miss USA. Para la fase del talento, esta Miss optó por tocar el violín. Si sólo la oyes tocar comprendes que tiene ciertas carencias técnicas. Sin embargo, vamos a fijarnos en la presencia más que en la interpretación. Se dirige al escenario, paso seguro, sonrisa y movimientos fluidos. Cuando comienza a tocar, no pierde la compostura por los fallos que tiene. Continua tocando con movimientos enérgicos, sonriente, moviéndose libremente con la música. Al final acaba con la misma energía y con aspecto triunfante. Al final, si no tienes muchas nociones musicales o sobre el violín, es probable que te quedes con la sensación de que la chica lo ha hecho estupendamente. Esto se debe a que, por encima de los fallos técnicos ha transmitido en todo momento seguridad y energía. Desde luego, para un jurado experto, la actitud no habría sido suficiente. Sin embargo, seguro que sí lo es para un público aficionado.
Ahora vamos a ver un vídeo de la famosa violista Tabea Zimmermann en sus comienzos. Se trata de su actuación en el concurso de Géneve. Tenía tan sólo 16 años, y esto se nota en la grabación. A pesar del derroche de talento, que es innegable, sus nervios son evidentes. En el segundo 50, cuando entra al escenario, vemos como se balancea de manera nerviosa y se seca las manos en el vestido. Afina de manera casi inaudible. Los movimientos de balanceo continúan, y mantiene la cabeza baja. Este gesto puede entenderse como un gesto de concentración, pero su actitud y movimientos transmiten más bien cierto miedo al público. En el minuto 3:25 ya se coloca la viola, cuando todavía falta casi medio minuto para su entrada, otro gesto que denota impaciencia. Tocando, su actitud es correcta, nada exagerado, no transmite miedo, pero tampoco una abrumadora seguridad. En el minuto 6:24 ya se nota que se ha relajado, pues aunque continua con los balanceos, mantiene la cabeza alta. La expresión que mantiene en el rostro transmite concentración, pero también cierto nerviosismo. Desde luego, su ejecución es impecable, así que la presencia en el escenario no empaña de ningún modo su interpretación.
Visto estos dos ejemplos tan extremos, imaginemos ahora la presencia de la Miss sumada al talento de Zimmermann. Nuestra apreciación sería unánime, nos parecería un músico sublime, sin lugar a dudas. Ahora, pensemos a la inversa: la interpretación de la Miss junto con la actitud recatada de la famosa violista. Aquí tampoco habría duda, no nos gustaría lo que vemos/oímos. Sin embargo, estos dos ejemplos que hemos puesto son muy exagerados, el nivel interpretativo pesa tanto hacia un lado u otro que la actitud no es suficiente como para hacernos cambiar de opinión. En el caso de un músico corriente, que interprete de manera correcta aunque no sobresaliente, la actitud puede ser la clave para convencer a un jurado/público o para provocar su rechazo.
¿Qué hacer para tener presencia escénica?
Es posible que no seas ese tipo de persona que emana seguridad, puede que incluso esas actitudes te parezcan presuntuosas o exageradas. Entonces, detente un momento y piensa cuántos músicos conoces que tienen buena presencia escénica y triunfan. Es innegable que la presencia y la actitud ayudan a transmitir una buena atmósfera durante nuestra interpretación. ¿Cómo lo conseguimos? No es cosa fácil, sobre todo porque los nervios juegan en nuestra contra. Debemos ser actores, en el sentido de meternos en la piel de otra persona: una persona segura, confiada y virtuosa. Ser actor no es fácil, tratar de ser alguien que no eres, en un momento en el que sólo te tiemblan las piernas y casi no puedes pensar.
- Aléjate de tus propias emociones
- Imagina a un músico cuya actitud y presencia escénica te gustaría imitar
- Piensa en tu postura, lo que haces con el rostro, los brazos y las piernas. Mantén la espalda recta
- Intenta imitar a ese músico que has imaginado
- Trata de concentrarte, aléjate de sensaciones nerviosas. Si las tienes, no dejes que las vea el público
- Muévete con la música y mantén movimientos activos y enérgicos al tocar
- Ensaya tu actitud y movimientos frente al espejo, en casa
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PD: Imagen de Nikolaj Lund