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La creatividad es un proceso constructivo que puede aplicarse a cualquier dimensión del aprendizaje musical. A menudo, cuando hablamos de creatividad y música, pensamos en la creatividad aplicada a la interpretación o la creación. Sin embargo, también puede aplicarse la creatividad en el estudio técnico.
La función de la técnica tiene otras dimensiones que podemos trabajar y estimular en el alumno. Pensando en la técnica como vehículo, y no como fin, podemos aleccionar al alumno para que la use en función de las necesidades expresivas. Del mismo modo, el área técnica es un momento de experimentación, de probar nuevas cosas con el fin de que el alumno participe en el propio aprendizaje técnico del instrumento.
Si pensamos en la definición de creatividad, nos encontramos diversos autores y respuestas desde muy distintos puntos de vista (psicológico, intelectual…etc.). Sin embargo, todas estas definiciones suelen tener algo en común: originalidad, fluidez, novedad… Se trata de tomar una experiencia o emoción ya conocida y transformarla en algo nuevo. Se trata de dar nuevas respuestas a antiguos problemas.
Es en el aspecto técnico en que el profesor puede estimular mejor al alumno, planteándole un problema al que debe poner una solución creativa: hablamos de lo que los teóricos llaman pensamiento creativo.
Si la música es una combinación de ciencia y arte, la técnica es la parte más “científica” en cuanto a tocar un instrumento se refiere. La técnica es el medio que usa el instrumentista para expresar a través de su interpretación.
En este sentido, es el profesor el que debe darle al alumno las herramientas para aplicar sus conocimientos técnicos a sus ideas musicales. Si el alumno se limita a imitar las directrices técnicas en cada partitura que afronta, no desarrollará su imaginación, y por tanto, sus capacidades técnicas serán mucho menores.
Si aplicamos las fases de cualquier proceso creativo, podemos guiarnos para aplicar la técnica de manera creativa:
El mejor laboratorio de pruebas para un músico se encuentra en la base de su instrumento: las escalas, los arpegios y los ejercicios técnicos. Un plan de trabajo a priori aburrido o rutinario puede convertirse en un entorno de pruebas gracias al uso de la creatividad.
Como muchos teóricos apuntan, la creatividad y el aprendizaje sólo pueden tener lugar cuando la emoción entra en juego. Sin embargo, es común que separemos la técnica más pura del elemento emotivo, haciendo que el alumno odie el momento de estudiar escalas, arpegios o ejercicios básicos para su aprendizaje.
Sin embargo, el estudio de la técnica debe ser un medio experimental, en el que el alumno tiene que sentirse libre de probar todo aquello que pase por su mente, siempre dentro de unos estándares. Para ello, el profesor siempre debe ser el guía que proponga al alumno algo sobre lo que trabajar. Al igual que se trabaja en la improvisación, podemos decir que en el trabajo técnico, la escala es la “consigna” que el profesor da. A partir de ella, el alumno puede proponer distintos patrones rítmicos, golpes de arco o digitaciones.
El estudio de la técnica es el mejor campo en el que un alumno puede aprender a detectar y solucionar problemas de manera creativa. A menudo, nos encontramos con alumnos avanzados que son incapaces de auto-evaluarse y entender qué está fallando en su manejo técnico.
Desde la correcta afinación, hasta la ejecución de las mayores dificultades técnicas, el alumno debe aprender a detectar el error y a darle solución. Haciendo uso de un método deductivo-activo, el profesor ayudará al alumno a analizar los problemas desde lo más general hasta el detalle, para que poco a poco él mismo sea capaz de identificar el fallo. Una vez detectado el error, el profesor debe proveer al alumno de una serie de técnicas de estudio, siempre dejando la puerta abierta a las propuestas del alumno, para construir entre ambos una solución creativa.
Cuanto más se trabaje de este modo, más fluido será el aprendizaje creativo de la técnica. El alumno será progresivamente capaz de detectar el error y corregirlo usando las técnicas del profesor y las suyas propias.
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El panel de expertos de The Strad responde a preguntas de los lectores. En este caso, se centran en hablar sobre la elección de repertorio para sus alumnos.
En cierto momento de sus estudios, se debe ayudar a los estudiantes a comprender, escuchar y sentir lo que significa “tocar realmente bien“. Esto no es del todo obvio o fácil, y el proceso puede llevar tiempo. Es posible intentarlo primero con una pieza o estudio simple, o tal vez con un conjunto de notas que resulte fácil. Después de eso, el profesor debe aumentar el nivel de dificultad del repertorio del alumno, manteniendo siempre esa calidad. Esto debe hacerse gradualmente, con gran tacto, y sin el temor de volver a obras poco exigentes si se pierde el nivel deseado.
Es importante establecer el propósito para el que se asigna el repertorio. En el caso de la preparación para una concurso, una actuación en solitario o con orquesta, o un recital; el repertorio debe elegirse para despertar el máximo interés y efecto en la audiencia en cuestión, y se deben tener en cuenta las fortalezas del alumno. Si el objetivo es desarrollar aspectos específicos del aprendizaje, el profesor debe seleccionar el repertorio con la misma precisión con que un buen médico prescribe un medicamento para su paciente. La elección correcta del repertorio es esencial para el desarrollo técnico de un músico, y aún más para ayudarlo a convertirse en un músico completo.
Establece una lista de repertorio que enseñe música y técnica en varios niveles diferentes. Cuando el estudiante alcance un nivel particular, dale tres opciones para escuchar. La pieza que más le interese será la elección correcta. La verdad es que el alumno aprenderá más a fondo y rápidamente si está más comprometido, a pesar de que empleemos nuestros mejores esfuerzos para enseñarles “lo que necesitan saber”. No es saludable dictaminar siempre en qué debería trabajar el alumno. Es más importante desarrollar su capacidad de pensar por sí mismo y que explore lo que el mundo tiene que ofrecerle.
Hay secuencias de repertorio que se pueden presentar a los estudiantes para facilitar el crecimiento musical y técnico. Me parece que si preparo las bases en cada nivel, revisando e incorporando los ejercicios de los niveles anteriores, los estudiantes podrán absorber fácilmente el nuevo repertorio. Hago que mis alumnos preparen piezas en tres niveles al mismo tiempo. El primero está por debajo del nivel del estudiante, como una pieza de “repaso” que, cuando se estudie, se hará bien y ayudará a mantener alto el nivel de confianza del alumno. El segundo es en el nivel del estudiante, donde aprender la nueva pieza le permite sentirse bien porque los desafíos son alcanzables. El tercero está por encima del nivel del estudiante, para mantener al estudiante en activo (ego intacto) y asegurarse de que saben que siempre hay nuevas tareas que dominar.
La música debe ser de buena calidad, pero es importante no saltar a grandes obras maestras hasta que un estudiante esté listo. Por ejemplo, las notas de la Sonata de Brahms en E minor (violín) no son tan difíciles, pero escuchar a un joven estudiante tocarla antes de que esté listo y pueda experimentar el impacto emocional de la música le está robando el alegre descubrimiento musical que le aguarda cuando esté listo. Por supuesto, todos estábamos ansiosos por interpretar esas obras maravillosas, pero deben ser respetadas y trabajarse correctamente.
Jeff Bradetich es profesor de contrabajo en University of North Texas College of Music.
Bruno Giuranna enseña viola en Fondazione Stauffer en Cremona, Conservatorio della Svizzera Italiana en Lugano y la University of Limerick en Irlanda.
Bonnie Hampton trabaja en la Juilliard School, enseñando cello en los departamento de college y pre-college.
Boris Kuschnir es profesor de violín en Vienna Conservatoire y en University of Music en Graz.
Mimi Zweig es profesor de violín y viola y director de Pre-College Strings en Jacobs School of Music, Indiana University de Bloomington.
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