Clair de lune

Como todos sabemos, el claro de luna es la luz solar que nuestro satélite refleja hacia la Tierra, una luz que cambia constantemente, tanto de intensidad como de calidad, pues la Luna es el astro más variable cuando es observado desde nuestro punto de vista. Ya lo decía allá por el siglo XII el anónimo poeta que escribió O Fortuna, un poema perteneciente al manuscrito Carmina Burana que ocho siglos después Carl Orff hizo conocer al gran público a través de su espectacular musicalización tanto de esta pieza, que abre y cierra toda la cantata Carmina Burana, como de cada uno de los otros números que completan esa obra.

A pesar de esta extrema mutabilidad del claro de luna -que va de la completa oscuridad del novilunio, que en los sitios distantes de los focos de contaminación lumínica permite a las estrellas adueñarse del firmamento, hasta la claridad casi diurna de los plenilunios más brillantes- cuando dejamos a un lado la astronomía y hablamos de “claro de luna” con una perspectiva artística en general y musical en particular, nos imaginamos una luz íntima, casi de ensueño, tal vez algo misteriosa, seguramente muy evocadora de recuerdos y sentimientos; una luz capaz de deformar las cosas enseñándonoslas con un aspecto nuevo y permitiéndonos descubrir su lado más sugerente y fascinante. Estamos entrando en un plano romántico, como el que estaba explorando Beethoven cuando escribía su propio Claro de luna.

En realidad, lo de Claro de luna, mucho más sugestivo que Sonata para piano nº 14 en do sostenido menor “Quasi una fantasia”, Op. 27, nº 2,  no fue idea de Beethoven, sino del poeta y crítico musical alemán Ludwig Rellstab, que asoció esa sonata al efecto de los rayos lunares sobre el lago de Lucerna.

Existe otro famosísimo Claro de luna para piano, el que compuso Claude Debussy, compositor francés del que hoy celebramos el 150º aniversario de su nacimiento. Se trata del tercer movimiento de la Suite bergamasque (en la wiki del IMSLP están disponibles para consulta y descarga gratuita las partituras de la obra completa y de varios arreglos para diferentes formaciones instrumentales).

Tanto el título de ese movimiento, precisamente Clair de lune, como el de la suite completa, aunque los haya decidido el autor mismo, de alguna manera también se los deben a un poeta, el francés Paul Verlaine. De hecho, para la composición de esta obra Debussy se inspiró en su colección de poemas Fêtes galantes, término que define las fiestas al aire libre que solía celebrar la aristocracia francesa durante buena parte del siglo XVIII.  El primer poema de este libro se titula Clair de lune y en su segundo verso habla de masques et bergamasques, es decir: disfraces y bergamascas, un tipo de danza originario de la ciudad de Bérgamo, en el norte de Italia.

Los movimientos que componen la Suite bergamasque son cuatro: el brillante Prélude, el refinado Menuet, el tierno Clair de lune y el desenfadado Passepied.

En el siguiente vídeo podemos disfrutar de la Suite bergamasca interpretada magistralmente por el pianista italiano Sergio Fiorentino un año antes de su muerte, ocurrida hace exactamente 14 años.

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La vuelta al mundo en piano


Toronto se une a las urbes que sacan pianos a la calle dentro de la iniciativa 'Play me, I'm yours'

Hay una fecha, julio de 2015, que en Toronto está sonando con fuerza. Aunque todavía faltan tres años, la ciudad ya se prepara para acoger los Juegos Panamericanos. Se trata de un evento que apenas empieza a despuntar en el horizonte, pero en torno al cual se empiezan a realizar ya muy diversas actividades, como “Play me, I’m yours” (Tócame, soy tuyo).


Esta es una iniciativa musical y artística que va cambiando de país: son pianos colocados en la calle para que cualquiera pueda tocarlos. En el caso de Toronto, han sido 41 pianos que representan a los 41 países participantes en los Juegos. Y que se han puesto en diferentes puntos de la ciudad, como el Ayuntamiento, la Torre CN, el aeropuerto Pearson, bocas de metro, parques e incluso hay uno en el ferry que llega hasta la islas de Toronto, en el lago Ontario.


Hacerse con ellos fue toda una odisea. Don Shipley, el director creativo de Pan Am 2015, auspició el arduo proceso que incluía, primero, localizar los instrumentos en tiendas de segunda mano o a través de páginas web como Facebook o Kijiji, y segundo, encontrar 41 artistas locales, afiliados culturalmente con los países participantes (o directamente nacidos allí), para que los decorasen. “Pasamos semanas en contacto con las embajadas y consulados para dar con los candidatos idóneos”, apunta Shipley.


La mayoría de los pianos tienen entre 80 y 100 años y han quedado cubiertos por llamativos colores y duros contrastes, muy a lo Gauguin, muy a lo Macondo. “A los artistas se les ha dado rienda suelta”, puntualiza el creativo, “solo les pedimos que fuesen fieles a la cultura de su país”. Shipley, orgulloso por el resultado cosechado, reconoce que se trata de un proyecto fuera de lo normal porque “de verdad involucra a la gente”.


El proyecto “Play me, I’m yours” fue ideado hace unos años por el artista inglés, Luke Jerram, cuando al salir de la lavandería a la que acudía normalmente y comprobar que, pese a verse a diario, ninguno de los usuarios entablaba conversación, tuvo una revelación. “Aquí hace falta un piano”, resolvió. Lo siguiente que hizo fue ubicar 15 de los mismos alrededor de la ciudad de Birmingham. La idea funcionó.


Desde entonces este terremoto musical ha tomado vuelo y ha dejado sentir sus replicas en ciudades como Sao Paolo, París, Londres, Nueva York, Sídney o Barcelona. Éxito rotundo en todas. En la mayoría de ellas se ha usado, precisamente, con el mismo objetivo que en Toronto, promocionar algún evento destacado, aunque la idea principal, mantiene Jerram, es que cualquier persona pueda expresarse y conocer a otras personas a través de la música.


Antes de desperdigarse por Toronto, los pianos se reunieron en la plaza David Pécault, en el corazón de la ciudad, y brindaron, con orquesta incluida y a manos de varios niños, un concierto a toda la ciudad.


Concierto para piano nº 1 en mi menor, op. 1. Frédéric Chopin

Fryderyk Franciszek Chopin (1810. Polonia- 1849. París), compositor y pianista polaco.

CONCIERTO PARA PIANO nº 1 en mi menor, op. 1 

Martha Argerich (Buenos Aires, 5 de junio de 1941), pianista argentina.

“Una dosis de terciopelo para los oídos” [V. Yolanda Sarmiento V.]

El concierto para piano No. 1 en mi menor, Op. 1, dedicado a Friedrich Kalkbrenner, fue compuesto en 1830, e interpretado por el propio compositor, el 11 de Octubre de ese mismo año.

Se dice que el compositor se enamoraba y desenamoraba fácilmente. Él mismo comentaba que se enamoraba o pensaba que estaba enamorado, de muchas mujeres, pero que ese estado le duraba muy poco.

A finales de octubre de 1829 Chopin visitó al príncipe Radziwiłł y escribe a un amigo: “Si fuera por mi placer personal temporal, me habría quedado aquí hasta que me echaran, pero mis asuntos, especialmente el concierto aún inacabado que está esperando con impaciencia que acabe el finale, me espolearon para que abandonara este paraíso. En él hay dos Evas: unas princesas jóvenes, criaturas sensibles y con dotes musicales…” de una de ellas comenta“…tiene diecisiete años y es guapa; realmente fue un placer guiar sus pequeños dedos”. 

Antes de marcharse confiesa: “Tengo la impresión de que me voy para no volver nunca. ¡Qué triste debe de ser morir lejos de los nuestros!” 

Fatalmente, su pensamiento se cumplió. El 11 de octubre de 1830 tiene lugar su concierto de despedida, y Chopin hace que en él participe su amada Konstancja.

Calle José Iturbi, s/n

José IturbiTengo que confesar que hasta hace unos meses no sabía quién era José Iturbi, a pesar de que ya había estado varias veces en una calle marbellí que está dedicada a él. En realidad tampoco sabía que la calle tenía ese nombre: para llegar al CEP Marbella-Coín, allí ubicado, me bastaba con las indicaciones del camino a seguir, sin necesidad de conocer la dirección.

Fue cuando empecé a trabajar en ese mismo CEP, hace poco más de cinco meses, y añadí la dirección postal a mi firma automática en el correo electrónico, cuando me surgió la curiosidad de saber quién era este señor de apellido vasco al que estaba dedicada nuestra calle. Fue una gran y agradable sorpresa descubrir que había sido un músico. Por otro lado, también me sentí un poco incómodo por no conocerlo, ya que tuvo una carrera espectacular, llegando a ser uno de los pianistas y directores más famosos de su época. Como disculpa parcial por mi ignorancia, sólo puedo alegar que hasta unos años después de su muerte -ocurrida hace exactamente 32 años, a la edad de 85- yo todavía vivía en Italia, donde su popularidad no era la misma que en España, ya que nació en Valencia, o que en Estados Unidos, donde su éxito tomó proporciones de auténtico triunfo.

En el amplio repertorio de Iturbi destacaba lo que le permitía demostrar su gran virtuosismo: los principales conciertos para piano y orquesta clásicos y románticos, que solía dirigir él mismo a la vez que tocaba la parte del solista (más adelante veremos un ejemplo) y, naturalmente, Liszt (1 y 2) y Chopin.

Obviamente, otro caballo de batalla de Iturbi era la música española, por ejemplo Falla y Albéniz:

La popularidad del músico valenciano llegó a su máxima cota en los años cuarenta, cuando participó como actor en siete películas musicales en las que se interpretaba a sí mismo. Por su contribución a la industria del entretenimiento audiovisual, tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

En un fragmento de una de estas películas, Music for Millions, traducida al español como Al compás del corazón, es donde podemos verle en el doble rol de solista-director.

La experiencia cinematográfica de Iturbi terminó en esa década en la que había empezado, pero su incansable actividad concertística prosiguió hasta pocos meses antes de ese fatídico 28 de junio de 1980.

Hoy, además de esa efeméride, es una de mis últimas visitas diarias a la calle Iturbi, pues la plaza que conseguí en el CEP en la convocatoria del otoño pasado sólo era para este año y la siguiente, que a estas alturas debería ya estar resuelta, todavía no ha salido (lo cual, en este período de recortes salvajes en todos los servicios públicos, no es buen presagio). Eso sí, seguramente volveré de vez en cuando a mi CEP para aprovechar su oferta formativa y colaborar en lo que pueda.

A pesar de su brevedad, me voy contento por haber tenido la oportunidad de realizar esta experiencia tan enriquecedora, personal y profesionalmente, aunque ya presiento una gran nostalgia de mis compañeros y compañeras, que tan bien me han acogido y acompañado en este período. Para combatirla, cierro mis ojos y con mi imaginación me levanto de mi silla y recorro todo el CEP, despacho por despacho, mesa por mesa, hasta la puerta de salida para agradecerles a todos ellos y ellas, además del cariño que me han demostrado constantemente en estos últimos meses y que sean las personas tan estupendas que son:

  • a José Carlos y José Antonio, mis compañeros de “cueva” (que es como llamamos cariñosamente a nuestro despacho, por ser el lugar más recóndito del CEP), por su constante disponibilidad para solucionar instantáneamente todas mis dudas de novato, y siempre con una gran sonrisa;
  • a Yolanda, porque su dedicación me permitió disfrutar plenamente de una licencia durante la cual pude despreocuparme del todo de un curso importante del que era el asesor responsable y en cuyo estreno no pude estar presente;
  • a Elías, por su buen humor y la alegría que transmite cuando arranca a cantar (da igual ópera que flamenco), haciendo más llevaderos los momentos más estresantes;
  • a Ángel, por ser tan buen compañero y compartir sus conocimientos, tanto los propios de la asesoría como los gastronómicos y enológicos;
  • a Nono, Javier y Benjamín, por haberme apadrinado en mi primera tarea importante en el CEP, la participación en la organización del II Encuentro Provincial de Blogs Educativos. ¡Qué lujo trabajar con un equipo así!
  • de nuevo a Benjamín y Javier, por tantas cosas más que, de escribirlas aquí, el servidor se quedaría sin espacio en disco;
  • a Carmen, por confortarme con tanto cariño y calor humano en un momento muy delicado, justo después de mi primer paso hacia la asesoría;
  • a Rosa, por haberme acompañado en mi primera visita a un centro educativo. A su lado, el pellizco en el estómago era más soportable;
  • a Flores, María José, Isabel, Paz y Pepa, porque aunque haya visitado demasiado poco su despacho (ahora que es tarde es cuando me doy cuenta, y lo lamento) siempre que he podido las he estado observando en su quehacer profesional para aprender de su ejemplo;
  • a Nico, por su cercanía, su empatía y su paciencia para explicarme procedimientos y enmendar mis errores;
  • a Manolo, por su fuerte liderazgo y su gran capacidad de compartirlo, por tener unas líneas pedagógicas muy claras y saber transmitirlas, por la confianza y la autonomía que me ha dado desde el primer día. En pocas palabras: por encarnar el tipo de director que me gustaría tener hasta el día en que me jubile;
  • a María del Mar, María Dolores, Isabel y Ángeles, por la gran disponibilidad demostrada todas las veces que las he necesitado, además de por su simpatía y alegría y las sonrisas que me han regalado todos los días al comienzo y al final de mi jornada laboral.

Ha terminado mi paseo imaginario: ya estoy fuera del CEP, en medio de la calle José Iturbi.

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