“… la “ambigüedad premeditada” debe ser una premisa innegociable para el quehacer literario, pues sólo agarrados a ella podemos ofrecer al receptor la plurisignificación, y, a partir de ahí, el goce estético que supone el deseo de interpretar. Y creo que Vetusta Morla navega por ahí cuando se pone a escribir…
si oímos hablar de “las cartas de amor del banco…”, el mensaje se abre, el pensamiento se dispara, galopa, el análisis se regocija…“
La base musical que sostiene la mayoría de la canciones nos obliga a tener la sensación de estar corriendo todo el rato, no se puede parar. Esa base musical, previa, se complementa con el significante visual, con ese hombre desnudo que corre constantemente, una imagen originalísima que fuerza esa intensidad poética, de movimiento, de huida, de acción, que ya la música había anunciado. Creo que es uno de los discos en los que más pertinente se hace escucharlo todo seguido, como si cada tema fuera un párrafo que se va uniendo a los demás hasta constituir un texto completo. Pero también, como una moderna rayuela musical, permite la lectura parcial y el desorden receptor.
Sé perfectamente que es desde el territorio rap desde donde se están adoptando las posturas más guerreras, y arriesgadas, contra este sistema que ya no se sostiene. Sin embargo, he de reconocer que, desde un punto de vista estético, disfruto más con los textos que no son lineales. Creo, como afirmaban los simbolistas franceses, que “es preciso evitar que un sentido único se imponga de golpe” y que la “ambigüedad premeditada” debe ser una premisa innegociable para el quehacer literario, pues sólo agarrados a ella podemos ofrecer al receptor la plurisignificación, y, a partir de ahí, el goce estético que supone el deseo de interpretar. Y creo que Vetusta Morla navega por ahí cuando se pone a escribir.
Escuchar, por ejemplo, “Los banqueros son unos hijos de…” puede estar bien, incluso puede que sea necesario, urgente. Lo que ocurre es que cuando el último sonido de esa frase llega a nuestro oído, el mensaje ya se ha cerrado, no hay nada más que pensar. Por el contrario, si oímos hablar de “las cartas de amor del banco…” (‘La grieta‘), el mensaje se abre, el pensamiento se dispara, galopa, el análisis se regocija. Los mensajes que nos obligan a pensar perduran más tiempo en nuestra memoria, siempre.
Por todo ello, las líneas que siguen sobre algunas canciones de este disco suponen sólo el resultado de una lectura personal.
El tema ‘Golpe maestro‘ supone un puñetazo seco en nuestra consciencia paralizada. Nos quiere hablar del golpe de estado financiero con el que nos han tumbado, un atraco perfecto, un golpe maestro. Seguimos corriendo, siempre corriendo, mientras se nos recuerda que Ellos(todos podemos imaginar que esa terrorífica tercera persona del plural esconde a los grandes bancos y empresas y compinches de atraco, los gobiernos lacayos y recompensados) “cambiaron paz por deudas… robaron la miel de las colmenas… vendieron humo y calma, lingotes de hojalata, palacios de ceniza… fundieron plomo y cobre, pusieron sal en sobres“.
También nos anuncian esa represión que ya habita con nosotros todos los días, “… y la patrulla nos detuvo por mirar…“. Y, probablemente, lo peor no fue todo lo que nos robaron (nos están robando), lo más grave fue que mientras lo hacían iban consiguiendo dejarnos a todos en estado de coma, como sin poder de reacción, “... no nos dejaron ni banderas que agitar… dejarnos sin ganas de vencer… quitarnos la sed… no nos dejaron mapas en la oscuridad“.
Y es que ahí reside la verdadera tragedia de todo los que nos está ocurriendo, en cómo gran parte de la población percibe lo que está pasando como algo inevitable, algo contra lo que no se puede hacer nada, dejarnos sin ganas de vencer. Esta idea quedará subrayada después en otro tema, ese pensar que tenemos lo que nos merecemos, que debemos arrepentirnos de pecados que no hemos cometido (ver ‘Arrepentíos‘, de Gustavo Dessal), ese creernos esa estupidez teledirigida de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, aquí lo único que ocurre es que nos están robando por encima de nuestras posibilidades.
En ‘Cuarteles de invierno‘ se dice “fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar“. Y aquí, ahora, mucha gente está empezando a creer, o lo cree ya, que es normal que estemos así. Como en aquella viñeta de El Roto, la de esas personas dentro del túnel, en la que podíamos leer “Con el paso del tiempo, la gente se acostumbró a vivir dentro del túnel y dejó de intentar encontrar una salida…”. Esas personas (nosotros) llevaban tanto tiempo allí que también confundieron el túnel con su verdadero hogar.
Sin embargo, el final de ‘Golpe maestro‘ nos regala un giro ideológico, un ¡vamos! nadaliano irrenunciable, nos abre de nuevo la puerta a la esperanza, enlazando con el tema anterior, “… hay un testigo, nos han dejado vivos… nos queda garganta, puño y pies… dejaron un rastro, ya pueden correr, vuelve la sed… hay esperanza en la deriva“.
‘Fuego‘ es un tema enigmático que arranca otra vez con con ese ellos elíptico que ya nos pone en alerta, que nos incita a querer saber qué o quiénes se esconden tras la ubicua y plural tercera persona, siempre amenazante, “Trajeron ropas para impresionar, trapos y pieles en forma de abrigo…“. ¿Por qué nos quieren impresionar? ¿Acaso quieren cambiar el color de nuestros deseos? ¿O, sencillamente, quieren crearnos necesidades que no tenemos para que permanezcamos quietos de pensamiento, siempre con el deseo estúpido atado a la espalda, consumidores siempre, adictos al sistema, esclavos?
Es cierto, alguien no, nosotros hemos olvidado que lo mejor de nuestra existencia ya lo llevamos dentro, no está afuera, “el fuego lo guardo yo“. Pero ellos, malditos ellos, nos han hecho creer que tenemos otros enemigos que no son ellos, que debemos protegernos de otros que no existen, que no existen como enemigos, “¿quién quiere guardarse si no existe enemigo?“, que debemos temer aquello que no conocemos, “¿quién quiere ocultarse de lo desconocido?” Por eso “cosieron ojos a mi espalda… y la vacunas de un recién nacido“, miedo, mucho miedo, para que olvidemos lo esencial, para que mientras estamos asustados, ellos puedan dar el golpe maestro, y olvidemos para siempre que el fuego es nuestro, lo llevamos nosotros, lo guardamos.
Lo único que tenemos que hacer es sacarlo otra vez.
Al principio mencionamos el tema ‘La grieta‘ para hablar del chispazo que supone la expresión “las cartas de amor del banco”, en contraposición con otros mensajes más planos. En esta canción volvemos sentir “la mima sed, un hambre atroz, vacío en el desayuno… gas letal“. Un paisaje vital que nos obliga a pensar que “parece tan oportuno escapar“, pero siempre “la misma pared“, y claro “parece imposible irse sin más“. Y es entonces cuando se hace inevitable el estallido, “… ese mundo pide a gritos un castigo, un insulto, una grieta, un vendaval, un shock profundo, pide a gritos un final“.
Puede que lo que se nos esté pidiendo a nosotros no sea otra cosa que la misma revolución, “¿no hace un día precioso para explosionar?” nos pregunta Nacho Vegas en su último disco,Resituación.
Una de las armas de destrucción masiva del pensamiento más utilizadas por el sistema de poder, en estos años de heridas sin cerrar, ha sido, era lógico, la continua perversión del lenguaje, el vaciamiento de las palabras, su adulteración. Cuando nos roban el lenguaje, y lo han hecho, lo están haciendo, nos dejan ciegos, confundidos en la niebla, sin armas, sin “mapas en las oscuridad“, sin “linternas“. Son muchísimos los artículos, sesudos y no tan sesudos, que se han escrito sobre esta horfandad provocada de palabras, sobre esa malvada prostitución de la comunicación, de los medios. Nosotros mismos, en un artículo de hace ya meses, pedíamos a los profesores de Lengua que alertaran sobre ese hurto lingüístico: “… ¿Nos vamos a resistir a hablarles de la perversión del lenguaje, de la manipulación de términos que el sistema de poder está ejerciendo ahora mismo, con una obsesión inaudita, pero necesaria para sus intereses? ¿No vamos a mencionarles ejemplos, como “optimización de recursos”, en lugar de “despidos masivos”? O cómo han conseguido que al oír la palabra “antisistema”, la imagen del demonio con cuernos y rabo se instale cómoda en nuestro pensamiento.” (‘La voz de los maestros‘)
Pues bien, Vetusta Morla, en ‘Alto‘ también hace referencia a la necesidad de parar también la estafa lingüística, tan necesaria para la otra. Otra vez ese ellos, esa tercera persona invisible y fatal, esos hombres ¿de negro?, esos invasores de todo que “visten uniformes de alquiler, crean confusión; tienen un encargo… llevan por aquí demasiados años“. Esos hombres, creo que ya sabemos quiénes son, “vienen decididos a robar de cada expresión su significado“. Están consiguiendo que este infierno no acabe nunca, “la próxima vez ya dura demasiado“. Hay que ir con cuidado, “van a fumigar todos los campos,