Jaques Dalcroze fue un músico y teórico nacido en 1865, conocido por sus teorías sobre el aprendizaje rítmico. Sin embargo, su intención iba mucho más allá: siempre pretendió establecer un método musical para desarrollar el oído, la creatividad y la conexión entre cuerpo y mente.
Su método se basa en enseñar a los alumnos a través del movimiento. Creía firmemente en que el movimiento está relacionado con la música: el movimiento es ritmo y ayuda al aprendizaje musical. Esta es la faceta más conocida y aplicada de su método. Pero el trabajo del movimiento relacionado con el ritmo va más allá: combinado con el desarrollo de la creatividad y la improvisación, ayuda a liberar al alumno de sus inhibiciones, controlar su cuerpo, sus repuestas nerviosas y sentir dentro de la interpretación.
La idea de Dalcroze es que el alumno debe experimentar la música tanto física como espiritualmente. Sus metas son el desarrollo del oído interno y la relación consciente entre mente y cuerpo para ejercer control durante la actividad musical.
La música es movimiento
Según el método Dalcroze, la experiencia musical debe nacer del movimiento. Este pedagogo veía en sus alumnos más noveles lo mucho que les costaba medir correctamente las partituras, incluso después de varios años de estudio. Comprendió que algo fallaba en el proceso de aprendizaje y se propuso darle la vuelta.
Antes de aprender a leer la partitura, o de interpretar la música, los alumnos deben aprender a sentir y moverse con ella. Buscó un aula grande y con espejos, pidió a sus alumnos que se descalzaran y se movieran por la clase al ritmo del piano.
Este fue el inicio de una serie de ejercicios que les planteaba, en los que el cuerpo era su principal instrumento musical. Observó que a los alumnos más retraídos les costaba moverse más que al resto, y sin embargo, comenzaron a progresar mucho más rápido con este método. La descoordinación que tenían se iba solucionando: la barrera entre su cuerpo y su mente se abría dándoles el control de la actividad musical.
Improvisación
Dalcroze escribía en 1932: “Improvisar es expresar sobre el terreno los pensamientos, tan rápidamente como se presentan y se desarrollan en nuestra mente”. En aquel momento, Dalcroze se preguntaba por qué la improvisación tenía tan poco espacio en la educación musical, siendo un vehículo tan importante en el aprendizaje y las capacidades expresivas del alumno. Todavía hoy esto sigue ocurriendo.
La improvisación que Dalcroze plantea distintos objetivos:
- Ayuda a sintetizar lo aprendido a través de la experiencia
- Demuestra que el alumno ha aprendido o entiende conceptos
- Motiva al alumno a expresar sus ideas musicales propias
- Estimula los poderes de concentración, capacidad de escuchar e imaginación
- Crea sentimientos de satisfacción y logro
Para improvisar, el profesor puede darle al alumno algunos elementos en los que basarse, o simplemente dejar que él sea el que tome el mando. La improvisación no tiene que hacerse obligatoriamente con el instrumento. También se puede improvisar cantando, o utilizando el cuerpo. El objetivo final es estimular al alumno para que se desinhiba y conecte cuerpo y mente.
Memoria
Al igual que en todo su método, Dalcroze propone que el movimiento forme parte del proceso de memorización. Por un lado, utiliza la memoria imitativa. El profesor canta o toca un pequeño fragmento y el alumno lo repite acto seguido.
Lo novedoso es que añade el elemento motoro: Al repetir el fragmento memorizado, los alumnos caminan por la clase. Pueden hacerlo con el pulso de la música o siguiendo el ritmo melódico. De esta manera, se integran en el aprendizaje varios elementos que ayudan una vez más al cuerpo y la mente a mantenerse conectados.
La propuesta de Dalcroze es integrar todo el cuerpo en el proceso de aprendizaje musical: sentimientos, movimiento, tiempo y espacio se aunan para ayudar al alumno a aprender de forma más segura y rápida.
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