¡Feliz Día de la Música!

Fiesta de la MúsicaDebido a la posición de nuestro planeta en su órbita alrededor del sol, hoy viviremos el día más largo (y la noche más corta) del año. Asimismo entraremos en el verano, la estación en la que nuestros escolares descansan tras un curso de intenso trabajo (o realizan el último esfuerzo que les permitirá promocionar de curso).

Además del solsticio de verano, hoy es el Día Internacional de la Música, conocido también como la Fiesta de la Música. Muchos lugares de todo el mundo, normalmente destinados a otra función, se transforman en escenarios de conciertos más o menos espontáneos para celebrar la alegría de hacer música.

Eso mismo ocurrirá dentro de unas horas, a las 10:30, en el gimnasio de nuestro instituto, gracias a la colaboración del Departamento de Educación Física que nos cede este espacio: el alumnado de 2º de ESO ofrecerá un pequeño concierto a sus compañeros y compañeras de 1º, así como a sus profesores y profesoras, con el cual despedirán este curso, tan rico en satisfacciones, darán la bienvenida al verano y al merecido descanso y mostrarán su alegría y entusiasmo por hacer música.

¡Felicidades para todos los que disfrutan haciendo y escuchando música!

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El solo ya ha terminado…

Saramago. Por Carlos Botelho CC BY-SA

“… La orquesta se ha callado. El violonchelista comienza a tocar su solo como si sólo para eso hubiera nacido. No sabe que la mujer del palco guarda en su recién estrenado bolso de mano una carta de color violeta de la que él es destinatario, no lo sabe, no podría saberlo, a pesar de eso toca como si estuviera despidiéndose del mundo, diciendo por fin todo cuanto había callado, los sueños truncados, las ansias frustradas, la vida, en fin. Los otros músicos lo miran con asombro, el maestro con sorpresa y respeto, el público suspira, se estremece, el velo de piedad que nublaba la mirada aguda de águila es ahora una lágrima. El solo ya ha terminado, la orquesta, como un grande y lento mar, avanzó y sumergió suavemente el canto del violonchelo, lo absorbió, lo amplió, como si quisiera conducirlo a un lugar donde la música se sublimara en silencio, la sombra de una vibración que fuera recorriendo la piel como la última e inaudible resonancia de un timbal aflorado por una mariposa…”

de Las intermitencias de la muerte de José Saramago (16/11/1922 – 18/6/2010)

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Rebota, rebota…

Stop noiseHe estado buscando inútilmente en Internet el antónimo de la palabra anecoico, cuya definición, según el DRAE, es “Capaz de absorber las ondas sonoras sin reflejarlas”. Mi deseo era conocer una palabra con la cual definir mi Aula de Música, un espacio que, al revés de lo que pasa con una cámara anecoica, es absolutamente incapaz de absorber las ondas sonoras, reflejándolas totalmente desde una superficie a la otra. Los únicos que absorbemos los sonidos somos mis alumnos y alumnas y yo: lo malo es que la mayoría de esas ondas nos entra por las orejas, machacándonos sin piedad todo el aparato auditivo, el sistema nervioso y, debido a la necesidad de incrementar la intensidad de nuestras voces, el aparato fonador.

Si encontrara una razón de consuelo al compartir desgracias (menos mal que no la encuentro, que si no, como dice el refrán, sería tonto) me daría diariamente una vuelta por las demás aulas, los espacios en los que el alumnado pasa la mayor parte de su tiempo: todas tienen unas condiciones acústicas de auténtica pena. Y quiero subrayar que no estoy reivindicando las condiciones ideales para hacer música, sino las condiciones mínimas para trabajar eficaz y saludablemente en cualquier asignatura.

Cabe señalar que mi centro es de construcción muy reciente, siendo éste su segundo año de funcionamiento. Entonces, si se ha construido en 2008, en pleno siglo XXI, ¿por qué razón se ha construido tan mal desde ese punto de vista (o mejor sería decir de oído)?

En realidad no sé dar una explicación, pero se me ocurren varias razones, todas lamentablemente absurdas. Vamos a formular algunas hipótesis.

Hipótesis 1: ni siquiera se llegó a plantear la necesidad de que las aulas tuvieran una buena acústica.

Parece realmente muy difícil de creer, ya que se supone que tanto los que encargaron la obra como los que diseñaron el proyecto considerarían la importancia de que el edificio reuniera las características necesarias para desenvolver eficazmente la función para la cual se construye, esto es, reunir más de 3 decenas de personas durante 6 horas diarias en un espacio cerrado y de dimensiones muy ajustadas para realizar una cantidad muy variada de actividades que producen sonidos (e, insisto, no me refiero sólo a la clase de Música, sino de todas las asignaturas) y a la vez necesitan un ambiente tranquilo que favorezca la concentración. De todas formas, para no descartar totalmente esta hipótesis, he de decir que en más de una ocasión he estado en teatros de reciente edificación en los cuales es necesario emplear un sistema de megafonía para que el sonido llegue a todos los espectadores, lo que supone una vuelta atrás de más de 2.500 años.

Hipótesis 2: se planteó esa necesidad y se intentó satisfacerla, pero el resultado fue diferente al deseado.

Creo que esta hipótesis es todavía menos creíble que la anterior: no hacen falta grandes conocimientos de acústica arquitectónica para afirmar que la construcción de una aula en la que se pueda dar clase de una manera digna y saludable es bastante más sencilla que la de un teatro. Dicho  de otra manera: no creo que existan arquitectos tan malos como para equivocarse tanto.

Hipótesis 3: se decidió abaratar costes de construcción renunciando conscientemente a conseguir unos espacios que cumplieran correctamente su función sin poner en peligro (y, en muchos casos, perjudicar) la salud auditiva, vocal y psíquica de alumnado y profesorado, además de la eficacia del trabajo y la convivencia en las aulas.

En esta época en que la especulación, la corrupción y la mala administración han destrozado la economía pública hasta el punto de que tengamos que contemplar impotentes unos injustos recortes sociales y salariales, es muy probable que se haya decidido limitar el gasto sobremanera, empleando los materiales menos adecuados y dejando el trabajo a medio acabar (baste comentar que los techos son de hormigón visto), ignorando conscientemente las consecuencias que dicha decisión iba a tener en la funcionalidad de la obra terminada.

Si las razones fueran las contenidas en las primeras dos hipótesis, habría alguna esperanza de que la Junta de Andalucía se implicase en la enmienda del error y procurase no repetirlo en el futuro. Sin embargo, estoy convencido (aunque abierto a que se me demuestre lo contrario) de que la causa de que nuestras aulas no reúnan las condiciones adecuadas para su función es la de la tercera hipótesis, lo que alimenta mi pesimismo sobre una solución rápida y eficaz a este grave problema.

Seguramente habrá alguien que, leyendo estas líneas, piense que estoy exagerando un poco y que el problema no es tan grave como lo describo. De hecho hay mucha gente, demasiada, que no está concienciada de los problemas fisiológicos, psicológicos y sociales que puede provocar la contaminación acústica y minimiza o hasta ironiza sobre estos riesgos a los que estamos sometidos diariamente tanto el alumnado como el profesorado.

Para intentar hacerle cambiar de idea describiré alguna escena frecuente en mi centro: si dos o tres niños charlan en voz baja al fondo del aula no consigo entender lo que me dice un alumno que esté a mi lado y si me dirijo a ellos para pedirles silencio tengo  que hacerlo gritando porque si no no me oyen; una compañera (de Lengua, no de Educación Física) ha optado por utilizar un silbato en el aula justamente para evitar gritar: si no sigo su ejemplo es porque temo más los problemas auditivos que los foniátricos; cuando escuchamos música, ésta siempre va acompañada como mínimo del ruido que las sillas (plegables) hacen con cualquier pequeño movimiento de los que las estén utilizando; cuando cae una flauta al suelo (lo que ocurre varias veces al día), el ruido es tan fuerte que la sensación que percibo es muy molesta y a veces  hasta llega a ser dolorosa;  los mismos alumnos/as se quejan del ruido que les acompaña constantemente durante las 6 horas y media que permanecen en el instituto.

¿Soluciones? No se me ocurre ninguna. Espero recibir algún comentario con ideas cuya realización sea posible dentro del contexto económico en que vivimos.

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Bicentenario de Robert Schumann

Robert SchumannAño cargado de importantes efemérides musicales, este 2010. Para no perder la cuenta, recordemos a los compositores cuyos centenarios hemos celebrado ya en lo que llevamos de año: Giovanni Battista Pergolesi, Frédéric Chopin, Samuel Barber. Y a éstos añadimos hoy Robert Schumann, uno de los más importantes compositores románticos, ya que se cumplen 200 años del día de su nacimiento.

Para celebrarlo he estado preparando un eje cronológico con la herramienta Dipity, la misma que están utilizando mis alumnos y alumnas de 2º de ESO para realizar sus últimas tareas del curso en los 4 blogs de aula: el de 2ºA, 2ºB, 2ºC y 2ºD.

Este eje contiene algunos de los momentos más importantes de la biografía del músico alemán, así como algunos vídeos con sus obras principales. Hasta diciembre seguiré añadiendo eventos (y vídeos) para que al final de este año schumanniano pueda ofrecer una visión lo más completa posible de la vida y la obra de este importante protagonista de la historia de la música.

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Entrega de premios Espiral Edublogs 2010

Peonza de BronceEsta es la Peonza de Bronce que recogí ayer en Madrid, en la Escuela de Organización Industrial (EOI) de la mano de su Vicedecana de Cultura Digital, Tíscar Lara, durante una  ceremonia muy entrañable en la que la emoción fue la protagonista indiscutible. Muchas lágrimas se asomaron a los ojos de los que nos acercábamos al escenario para recoger nuestras peonzas, objetos sin valor material pero con un valor simbólico incalculable: el reconocimiento a nuestro trabajo otorgado por colegas que gozan de nuestra profunda admiración. Estoy hablando de los organizadores, de la Asociación Espiral, de Juan Miguel Muñoz, su presidente, de Isidro Vidal, el coordinador del Premio, de los alrededor de 50 docentes blogueros que han compuesto el jurado. Y también de los compañeros y compañeras que se han desplazado hasta Madrid para estar presentes o han pasado la mañana de un sábado delante de la pantalla del ordenador para seguir el acto (por cierto: la grabación, que incluye la interesante y amena conferencia de Alfonso Alcántara, puede verse en este enlace).

Mi reacción, en este contexto, fue sobre todo lingüística: un acento transalpino, todavía más marcado del que llevo encima durante los días laborables, se adueñó de mi y, junto con un par de interferencias lingüísticas, caracterizó mi improvisado discurso de agradecimiento. Estaba muy nervioso, pero muy feliz: estaba rodeado de los míos, de gente que me entiende, que entiende la educación como yo la entiendo, que se entrega a su trabajo y a su alumnado, al igual que la gran mayoría de mis compañeros y compañeras de profesión, pero que además se entrega al mundo, ofreciendo a cualquiera el fruto de su trabajo (realizado en su mayor parte fuera de las horas laborables) porque cree profundamente que el conocimiento es patrimonio de la humanidad y, como tal, tiene que ser libre y compartido. Y, sobre todo, que entiende que el conocimiento no son sólo los contenidos, que aprender no es simplemente memorizar, que el alumnado debe ser en todo momento el protagonista del proceso de aprendizaje y que este proceso necesita de una dosis enorme de creatividad para funcionar eficazmente, que el libro de texto es una herramienta obsoleta, que se aprende haciendo y no escuchando o leyendo pasivamente con el único fin de repetir lo escuchado o leído en un examen…

En fin, lo que sentí (y me atrevo a decir: sentimos todos y todas) fue la emoción de sentirme en casa aún estando lejos de casa, de sentirme entre amigos y amigas de toda la vida aunque a la mayoría de ellos y ellas acabara de conocerlos personalmente. Gente estupenda, a la que he desvirtualizado, demasiados para citarlos a todos sin correr el riesgo de olvidos imperdonables: para regañarme tenéis los comentarios.

Algunas de las desvirtualizaciones más esperadas fueron las de cuatro de los miembros de mi Departamento de Música virtual, Luis, Mª Jesús, Isidro (en este orden en la foto) y Javier, además de Pedro, autor de la foto y de mi avatar de Twitter.

Departamento de Música virtualTan deseado como el anterior fue el encuentro con Ana y Rosa, que, junto con José Luis, al que ya conocía personalmente, y conmigo, formábamos la representación malagueña, y con Diego, Jose y Ana, grandes amigos tuiteros. Todos ellos están en la foto, junto a Roberto, David y a mi mismo.

Círculo

Tras el acto, una rápida y deliciosa comida de despedida con otra alegría, la de conocer personalmente a Estrella, Víctor y Manuel y un viaje de vuelta con las alforjas llenas de ilusión y energía para seguir adelante en este gratificante camino.

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