Homenaje a María Teresa León

Homenaje a María Teresa León.


Memoria de la Melancolía


Memoria de la Melancolía es un homenaje literario y musical a la escritora María Teresa León. Es un viaje signado por la ausencia y las evocaciones que ella genera, donde suenan los versos de Rafael Alberti (en grabación del poeta Javier Egea) y la prosa de María Teresa León (con la lectura de la actriz Susana Oviedo). Un viaje por sus textos, con diversas músicas interpretadas por Carlos Piñeiro. Literatura y música se dan cita para celebrar la memoria de una escritora que encarna los sueños y las pesadillas de una época.

Este viaje poético musical será un recuerdo de la escritora María Teresa León. Un poeta, Rafael Alberti, compartió su vida con esta mujer excepcional. Se conocieron poco antes de proclamarse la Segunda República en España. Desde París viajaron juntos por Europa para estudiar el movimiento teatral de la época; por América en socorro de las víctimas de la revolución asturiana de 1934; juntos lucharon durante la Guerra Civil; tras la victoria del fascismo salieron para un largo exilio de casi cuarenta años que les llevó a vivir en Argentina y Roma hasta su regreso definitivo a España el 27 de abril de 1977. María Teresa León murió en 1988, entre las nieblas del mal de Alzheimer.

Entre las piezas musicales que acompañan este recorrido destacan algunos de los temas más populares de la época, como El Café de Chinitas, La Nana de Sevilla, o el Zorongo, versiones adaptadas del cancionero de Federico García Lorca y otras adaptaciones para piano como Suspiros de España O Sole Mío entre otros temas propios compuestos para el recital. También se interpretan dos piezas con guitarra, Lágrima de Tárrega y el tango Volver.




Entre palomas y gaviotas

Carlos GuastavinoEl siglo XX ha comportado una fractura entre los compositores de música culta (para usar la menos mala de las definiciones que nos permiten entender el género al que nos referimos) y el público. Tras un par de siglos de progresivo acercamiento entre el compositor y el público, culminado en el Romanticismo, donde asistimos a fenómenos de masa como los virtuosos (sobre todo pianistas y violinistas) y la ópera, el músico del siglo XX se encuentra de frente a una incómoda disyuntiva en la que tiene que decidir si componer experimentando para innovar el lenguaje y la estética musical -asumiendo de esa manera la responsabilidad de educar el oído y el gusto musical del público, aún a riesgo de perderlo- o renunciando parcial o totalmente a la investigación para dedicarse a escribir una música de más fácil comprensión y disfrute, basadas en el lenguaje musical de las generaciones anteriores.

Carlos Guastavino, nacido hace exactamente 100 años, decidió tomar este segundo camino, llegando a ser el más importante continuador del nacionalismo romántico argentino, en el cual confluyen la tradición europea y el folclore de su país.

En el catálogo de Guastavino, que incluye varios centenares de obras tanto vocales como instrumentales, destaca Se equivocó la palomauna canción que compuso en 1941 sobre un poema de Rafael Alberti, conocida en todo el mundo gracias a las interpretaciones de numerosos cantantes, por ejemplo José Carreras, María Dolores Pradera y Joan Manuel Serrat. La versión de este últímo es un arreglo de Sergio Endrigo, que a su vez la cantaba traducida al italiano.

Entre tantas versiones, la que prefiero es sin duda la de Mercedes Sosa, cuyo arreglo sobrio  tanto en armonía como en instrumentación nos deja disfrutar de todos los matices expresivos de su voz plena y rica.

Para quienes quieran tocarla con la flauta, aquí está la partitura.

Entre las razones del éxito de esta canción está sin duda la elección de Guastavino de repetir una y otra vez las palabras se equivocaba (en el poema sólo aparecen al comienzo), lo que, junto con el uso de una armonía modal, amplifica la atmósfera de ensoñación que posee el poema, cuyo título es simplemente La paloma. Alberti lo escribió en París en 1940, un año antes de publicarlo en Buenos Aires en el libro Entre la espada y el clavel, dedicado a Pablo Neruda.

La paloma se equivocaba -lo afirmó Alberti y lo repitió Guastavino- eso es indudable, pero si se equivocaba era por ingenuidad, esto tampoco se puede cuestionar pues ya se sabe, esta ave es reconocida universalmente como símbolo de la paz. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de otros pájaros que cometen graves errores por maldad (o incultura). El día 27 de marzo, con ocasión del Día Mundial del Teatro y del 5º aniversario del teatro dedicado al poeta gaditano en el municipio almeriense de Huércal-Overa, el PP retira el nombre de Rafael Alberti de su Teatro Municipal por considerar que “no vende” a la ciudad. Parafraseando al poeta: Se equivocó la gaviota, se equivocaba. Haciendo alarde de un autoritarismo de otros tiempos y de una profunda mezquindad, el concejal de Cultura de ese pueblo, Antonio Lázaro, que merecería pasar a la historia por su incultura (o maldad), ha afirmado que “no hay razón para que el mayor espacio escénico de la localidad esté dedicado a esta persona”. Afirmación patética donde las haya, pues razones hay de sobra: por si no bastaran cada uno de sus versos inmortales, este poeta universal, reconocido en todo el mundo por su obra y su compromiso político y social, ha sido galardonado entre otros con el Premio Cervantes el  Premio Nacional de Poesía y el Premio Nacional de Teatro (sí, de Teatro); fue nombrado Doctor Honoris Causa por las Universidades de Cádiz, Toulouse, Burdeos, La Habana,  por la Complutense de Madrid y la Politécnica de Valencia; también se le otorgó el título de Comendador de las Artes y las Letras en Francia, el de Alcalde Perpetuo del Puerto de Santa María, el de Ciudadano de Honor de Roma y de Buenos Aires y el de Hijo predilecto de Andalucía, y me paro aquí porque creo que es más que suficiente.

No hace falta seguir, es más, quizás tampoco hubiera hecho falta dar estas explicaciones, pues todos los que no sean incultos (o malvados) le han visto el plumero a ese pájaro llamado Lázaro (para seguir con el símil ornitológico), incapaz de reconocer (por inculto) la grandeza de un personaje admirable o de aceptar (por malvado) que exista otra opción política que no sea la suya. O por ambas razones.

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