Acabo de terminar un curso de formación permanente del profesorado sobre Constructor, una herramienta de autor especialmente destinada a la creación de contenidos educativos digitales por parte de los docentes.
Su manejo no es difícil, pues contiene un gran número de plantillas que permiten crear diferentes tipos de actividades mediante los sencillos métodos de arrastrar y soltar objetos y rellenar formularios.
Debido a la escasez de tiempo propia de los finales de trimestre, mi trabajo final no es tan cuidado como me hubiera gustado. Aún así lo publico aquí para que mis alumnos y alumnas puedan repasar el flamenco, que hemos tratado en clase durante el mes pasado. Más adelante, en cuanto tenga tiempo, me dedicaré a ampliarlo y pulirlo, un proceso que será totalmente transparente para el usuario ya que las próximas versiones se publicarán en la misma dirección que la actual.
El mundo del flamenco está de luto. Acaba de irse uno de los mejores cantaores de todos los tiempos. La esperanza de una recuperación, que se volvía tanto más fuerte cuando más preocupantes eran las noticias que llegaban desde el hospital, no se ha podido cumplir: Enrique Morente se fue pocos días antes de cumplir los 68 años, demasiado pronto para cualquier persona y más aún, si cabe, para un hombre que todavía tenía mucho que contar, mucho que cantar y muchas emociones para regalar al mundo.
Cantaor sin prejuicios, exploró numerosas sendas para buscar lo flamenco en los sitios más inesperados, encontrándolo entre ritmos, melodías, armonías y timbres tan diversos como los del jazz, el rock, las voces búlgaras, la música andalusí o la sinfónica, demostrando así la gran vitalidad y fecundidad del cante jondo. Su inquietud también le llevó a profundizar en la obra de poetas de todas épocas y estilos desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, pasando, obviamente, por otro ilustre granaíno: Federico García Lorca.
Enrique se ha ido en la plenitud de su creatividad, dejando varios proyectos a medio terminar. El vacío que deja entre los aficionados al flamenco es enorme. Más grande aún, e imposible de llenar, es el vacío que deja en su familia, a la que envío mi más sentido pésame.
Pero, como siempre ocurre con los grandes artistas, Enrique Morente sigue vivo en nuestra memoria y en el legado musical que nos deja, que inspira y seguirá inspirando a muchas generaciones de cantaores y cantaoras.
Hoy es un día de fiesta para el mundo del flamenco, que acaba de entrar en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La alegría es tanto mayor en cuanto llega cinco años después de la decepción por el rechazo recibido a la primera candidatura. Esta vez el expediente presentado por la Junta de Andalucía cumplía con todos los requisitos así que no quedó ningún obstáculo que impidiera la inclusión del flamenco dentro de esta lista, que pretende garantizar la conservación y la continuación de las más importantes manifestaciones surgidas de la diversidad cultural y la creatividad de los pueblos del mundo.
En verano culmina en Andalucía la temporada de las ferias, comenzada en abril en Sevilla. Con ocasión de estas fiestas populares, cuyo escenario va desplazándose por prácticamente todas las ciudades y pueblos andaluces, las plazas y las calles se llenan de música y de baile.
Recuerdo que cuando llegué a España, hace ya casi veinte años, en las ferias sólo había un tipo de baile durante horas y horas, muy raramente interrumpido por otros ritmos. Las sevillanas estaban de moda con una fuerza tan grande que no sólo eran las protagonistas incuestionables de la Feria de Sevilla, sino que habían desplazado totalmente los bailes típicos de las otras provincias y localidades de Andalucía, que, pasadas dos décadas, todavía no han conseguido hacerse un espacio dentro de sus lugares de origen.
Entre las consecuencias más importantes de ese período de gran popularidad quiero destacar dos, una positiva y otra negativa: la positiva, además de muy personal, fue que me apunté a clases de sevillanas; la negativa fue la proliferación de un montón de sevillanas del montón (valga la redundancia) compuestas e interpretadas en serie y sin la más mínima originalidad por personajes cuyos nombres es preferible omitir. Todo eso ha causado cierto desprestigio de las sevillanas dentro del mundo flamenco, hasta el punto de que muchos aficionados y ciertos flamencólogos les niegan el derecho a ser consideradas un palo flamenco, relegándolas a la única condición de baile regional. Una simple búsqueda por la Red demostrará que la polémica todavía no está resuelta y las dos tesis conviven en la actualidad.
Personalmente estoy convencido de que las sevillanas sí tienen que estar en el árbol genealógico del flamenco. Más que palabras, voy aportar un sólo argumento de mucho peso: la voz de Camarón de la Isla, uno de los más grandes cantaores de la historia, fallecido hace exactamente 18 años, acompañado al toque por Tomatito, cantando Mi barrio/Dame la mano/Toma que toma/Pa qué me llamas prima, sevillanas compuestas por Isidro Muñoz y José Miguel Évora, hermanos de Manolo Sanlúcar.
En esta interpretación, extraída de la película Sevillanas de Carlos Saura, podemos disfrutar de la variedad de matices expresivos del cantaor, que va del pianissimo más sugerente al grito más desgarrado, y del virtuosismo del guitarrista, que complementa de manera perfecta el cante, ajustando la armonía y el ritmo hasta al más pequeño de esos matices.
Desde luego, una excelente interpretación puede dar vida a una obra vacía, pero no es este el caso: baste fijarse en su riqueza armónica, que culmina en la última copla con un brusco cambio de registro, conseguido a través de una modulación inesperada, y una nueva melodía.
Como todos los años, cuando falta poco más de un mes para el Día de Andalucía, en clase empezamos a hablar de flamenco. Así que en las próximas semanas veremos, escucharemos y escribiremos sobre cante, baile y toque. Empecemos con el último de estos tres aspectos del flamenco.
El tocaor -así se le llama al guitarrista flamenco, de manera similar a como se llama a los otros protagonistas del tablao, el cantaor y el bailaor- ha sido una figura de segundo plano, un mero acompañante del cantaor. Sin embargo, la internacionalización del flamenco empezó justamente de la mano (o mejor sería decir de los dedos) de un guitarrista que además tiene el mérito de la emancipación de su instrumento: hablo de Sabicas.
Agustín Castellón Campos, ese era su verdadero nombre, aprendió a tocar así gracias a su predisposición y su esfuerzo autodidacta, que empezó cuando tenía sólo 4 años. El gran virtuosismo que supo desarrollar, sumado a su creatividad en la composición, le permitió llegar a actuar como solista en algunos de los más importantes teatros mundiales. Desde el exilio al que le empujaron la guerra civil y la posterior dictadura, Sabicas dio a conocer la música flamenca en el continente americano, empezando por el sur para luego trasladarse al norte, estableciéndose en Nueva York, donde vivió hasta su muerte, que ocurrió en 1990.
Sabicas fue el primero en grabar un disco con una guitarra flamenca actuando en solitario: fue Flamenco puro, publicado en 1961. Una pequeña muestra podemos escucharla durante los próximos días en el widget de la columna de la derecha: la primera de las obras en la lista, cuyo título es Guadalquivir, pertenece a ese disco.
La influencia de Sabicas, junto con la de otros dos grandes tocaores, Ramón Montoya y Niño Ricardo, fue fundamental para la aparición de una nueva generación de guitarristas flamencos. Entre éstos destacan Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, dos músicos extraordinarios que merecen ser tratados en un post aparte. El director de cine Carlos Saura los reunió en su película Sevillanas dejándonos estas espectaculares sevillanas a dos guitarras.
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