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Tal como anuncié en una entrada anterior, damos un paso atrás hasta el comienzo del segundo día del Congreso Escuela 2.0, para comentar la intervención de José Moyano, presidente de ANELE, la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza.
Aunque no utilice el libro de texto desde hace tiempo por considerarlo una herramienta demasiado limitada y limitadora, esa mañana madrugué para poder llegar a tiempo y escuchar esa intervención. La razón es que me interesa mucho el tema, justamente porque al no creer en el libro de texto, estoy convencido de que es necesario inventar una alternativa que pueda tener la misma utilidad que ese objeto tenía y ha perdido hace ya mucho tiempo. Por esta razón también me he ofrecido para participar en la experimentación de nuevos contenidos digitales, un proyecto que involucra a cierto número de centros educativos que estudiaremos la efectividad de los materiales propuestos por las editoriales, otro motivo más para no perder la oportunidad de escuchar la propuesta de ese sector.
También había una buena razón para no madrugar: el presidente de ANELE hace algo más de un año hizo unas declaraciones, a las que no me consta que siguieran rectificaciones, en las que acusaba a las diferentes Administraciones Educativas, tanto nacionales como autonómicas, de practicar una competencia desleal, y al profesorado que produce y comparte sus propios materiales educativos, de intrusismo profesional.
Entre las editoriales y el profesorado debería haber un clima de estima y confianza recíproca, pero me pregunto ¿qué confianza puedo tener en una persona, y en la asociación que representa, cuando ésta intenta limitar mis derechos constitucionales y obligaciones profesionales para defender sus intereses económicos personales?
Mi profesión me obliga a cierta apertura mental y al rechazo de los prejuicios, por lo que allí estaba, bien dispuesto a escuchar qué nos propone la industria editorial para que el Proyecto Escuela 2.0 sea un éxito.
Lamentablemente el presidente de ANELE no ha evolucionado para nada desde cuando lanzó ese anatema y sigue pensando que, por el sólo hecho de ser editores, él y los miembros de su asociación merecen vender sus productos, independientemente de su valor y utilidad. Dejó bien claro que las editoriales son empresas y, como tales, se basan en la rentabilidad económicas y no piensan hacer inversiones que no puedan recuperar con creces a corto plazo.
Desde luego eso es indudable y muy evidente: basta un simple vistazo a las propuestas editoriales para el proyecto de experimentación que estamos a punto de poner en marcha para notar que la casi totalidad de estos materiales no son otra cosa que los mismos libros de texto digitalizados, más o menos tuneados con alguna animación o soniquete, sin ningún planteamiento pedagógico innovador. Con este tipo de libro no vamos a ningún lado: la velocidad con que se abre un libro no es comparable con la de arrancar 30 ordenadores y abrir otros tantos archivos, esperando que ninguno se atasque o esté sin batería, y éso sólo merece la pena si es para que el alumnado trabaje de otra manera, más activa y participativa. Se trata de superar el concepto de libro de texto, no de perpetuarlo. Esto ocurre más de un año después de afirmar que ellos se dedican a crear “productos educativos de calidad”, nada que ver con los elaborados por el profesorado, contenidos digitales educativos “deslavazados, que no sirven prácticamente para ninguna finalidad útil”.
No quiero que se me malinterprete, no estoy en contra de la industria editorial: soy plenamente consciente de que ésta crea numerosos puestos de trabajo y de que, con una política empresarial y un asesoramiento pedagógico adecuado, puede realmente llegar a crear unos contenidos de calidad que pueden ser aplicados en el aula con mucho provecho por parte del alumnado. Es más, me encantaría que la industria editorial de nuestro país realizara bien su trabajo y me ayudara en el mío: ya me gustaría disponer de materiales curriculares útiles y no tener que crearlos yo mismo, utilizando mis humildes conocimientos informáticos en mi tiempo libre, o pasar horas buscando en la Red para aprovechar los contenidos elaborados y compartidos por otros profesores y profesoras.
El señor Moyano, además de dejar bien claro que las editoriales integradas en la asociación que preside no van a realizar la inversión necesaria para ofrecer un producto de calidad, no demostró interés por conocer de primera mano qué hacemos los profesores y profesoras: mientras nosotros sí estábamos presentes para escucharle cuando era su turno, él no nos escuchó cuando era nuestro turno, y si no sabe por dónde vamos, muy difícilmente podrá ofrecernos lo que necesitamos.
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Es muy probable que al oír hablar del Proyecto Escuela 2.0 lo primero que nos venga a la mente sean los ordenadores ultraportátiles que reciben los alumnos y alumnas de ciertos niveles educativos para utilizarlos en sus estudios, tanto en el aula como en casa. Eso tiene su lógica, pues mientras por un lado es la partida que más inversión económica ha necesitado, por el otro es lo único visible y tangible por el alumnado y sus familias. En otras palabras: es lo más vistoso. Pero, ¿es realmente lo más importante?
Por mi parte estoy convencido de que esa máquina es necesaria, pero su importancia no es intrínseca, sino que está estrechamente vinculada a su capacidad de convertirse en una ventana al mundo. Sin embargo, para eso también tiene que estar presente algo menos visible y tangible que el ordenador en sí, pero igualmente o aún más importante que éste: una buena conexión a Internet. Mientras no se dote a los centros educativos del ancho de banda y de la cobertura Wi-Fi necesarios, no será posible aprovechar plenamente el esfuerzo económico de la compra de los ordenadores y se desperdiciará gran parte del potencial educativo de la web 2.0.
Mi contribución al Congreso Escuela 2.0, una comunicación titulada La web 2.0 en el aula, no tenía mayor pretensión que presentar mi experiencia en el uso educativo del ordenador y el gran salto de calidad que ha comportado la entrada de la web 2.0 en la escuela. Antes de ese momento el ordenador era una útil herramienta de trabajo para el profesor pero no era capaz de producir ningún cambio metodológico: en otras palabras, nos ayudaba en una parte de nuestro trabajo, la elaboración de ciertos materiales curriculares, pero en el fondo todo seguía igual: el rol del alumnado era pasivo. De hecho, el ordenador desconectado no nos permite la búsqueda de la información más allá de los límites de lo que esté guardado en el disco duro, ni nos facilita la comunicación y el trabajo colaborativo, sólo por poner un par de ejemplos.
Podríamos hacer una comparación entre el ordenador y el autobús que lleva a mis alumnos y alumnas al instituto todas las mañanas: sin bus no hay clase, y no se aprende nada, de acuerdo, pero ¿de qué serviría el transporte si al llegar encontraran el centro vacío y cerrado? El uso del ordenador no puede limitarse a mejorar la presentación de las tareas, indudablemente más limpias y atractivas que hechas a mano (hoy he ido a la escuela con el bus, llovía y no me he mojado), sino que hay que aprovechar la posibilidad de conseguir información, analizarla, filtrarla y reelaborarla para construir nuevo conocimiento (hoy he ido a la escuela con el bus, llovía, no me he mojado y, una vez allí, he trabajado y aprendido mucho).
En ese contexto se movía mi intervención, con la intención de mostrar el potencial educativo del ordenador conectado a la web 2.0. La parte central de la charla consistió en la descripción de educacionmusical.es y, sobre todo, de la experiencia educativa que este sitio web representa, destacando de manera especial el trabajo realizado por el alumnado, tareas que integran varios ámbitos curriculares y que estimulan el desarrollo de casi todas las competencias básicas. La exposición estuvo acompañada por la siguiente presentación.
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Las principales críticas que he podido leer en Twitter y en los blogs que, antes de éste, se han hecho eco del Congreso Escuela 2.0 que se celebró durante los dos días pasados en Madrid, se refieren sobre todo al poco espacio dedicado a experiencias en el aula y al poco tiempo destinado al debate.
De hecho, a pesar del programa muy intenso, sólo durante la primera tarde pudimos escuchar algo sobre lo que realmente nos apasiona a los que trabajamos en las aulas: una conferencia sobre innovación pedagógica que nos ofreció Manuel Área y dos horas y cuarto de comunicaciones organizadas por talleres que se desarrollaban simultáneamente en 5 salas. Cuando se publiquen los vídeos de esas 5 mesas podré escuchar las intervenciones a las que no pude asistir personalmente, cuyo contenido es seguramente el que más puede repercutir en mi trabajo de todo lo que nos ofreció el evento.
En la mesa en la que participé presentamos nuestra experiencia en las aulas de 1º y 2º de ESO. De mi intervención hablaré en otro momento: ahora sólo felicitar muy sinceramente a los otros 5 ponentes, que han demostrado cómo se puede motivar al alumnado llevando el mundo al aula y el aula al mundo gracias a Internet y la Web 2.0.
En este sentido, quiero destacar la intervención de Diego Sobrino, en la que describe, entre otras, dos interesantísimas experiencias: un estupendo trabajo de investigación, realizado colaborativamente por su alumnado en un contexto tan significativo como el de su propio pueblo, con el apoyo de la tecnología y de los sistemas de información geográfica e integrando varios ámbitos curriculares, y un congreso “ficticio” sobre la historia de la España del siglo XVII, en el cual los protagonistas fueron los mismos alumnos y alumnas.
La mañana siguiente empezó con una mesa redonda totalmente prescindible en la cual algunas empresas estuvieron magnificando su aportación al Proyecto Escuela 2.0 (y de paso aprovechando para hacer publicidad de sus productos, en algunos casos de manera muy descarada) en general bastante más de lo merecido. La mesa comenzó con el turno de las editoriales, empezando por las representadas por el presidente de ANELE, bien conocido por su animadversión a los repositorios institucionales de contenidos educativos, que en su momento no dudó en definir como competencia desleal, y al profesorado que comparte libre y desinteresadamente sus materiales curriculares, a quienes nos acusó de intrusismo. El tema es candente y merece ser tratado en una entrada aparte, que espero publicar muy pronto.
Por otro lado, sólo dedicaré pocas líneas a las empresas de telecomunicaciones, representadas ayer por dos de las más importantes operadoras de nuestro país, más preocupadas por poner filtros, barreras, antivirus y limitaciones temporales al acceso a Internet que por proporcionar una conectividad de calidad a precios justos.
Tras las pizarras digitales, fue el turno de los representantes de las Administraciones Educativas de algunas de las comunidades autónomas que participan en el proyecto, que explicaron cómo se está llevando a cabo el desarrollo del mismo en la región de su competencia. Aunque estábamos en Madrid, estaba claro que nadie representaría a esta comunidad, que no participa en el Proyecto Escuela 2.0 debido a la infundada y politicamente interesada preocupación de sus gobernantes por la salud ocular de los niños y niñas madrileños: armada de valor y protegida por sus gafas potachóvicas, colándose en el evento al más puro estilo CQC, @yolajb se presentó ante el Ministro de Educación, que acababa de clausurar el congreso, para decirle cuatro verdades de las que destacaré una: “dos no se pelean si uno no quiere”.
Estaba suficientemente cerca como para oír las palabras que intercambiaron los protagonistas de esta escena imprevista y creo haber entendido muy bien el mensaje dirigido al mundo de la política: dejen de usar la escuela y al alumnado como rehenes inocentes de su lucha por el poder. Faltaba una de las dos partes: esperemos que alguien le haya transmitido el mensaje.
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