Evaluación de un portafolio docente

La evaluación de un portafolio debe ser capaz de detectar si se están consiguiendo los objetivos más importantes que se persiguen con esta herramienta, que no son sino posibilitar una reflexión profunda que favorezca el desarrollo profesional de la persona.

Esta reflexión es muy necesaria para evitar costumbres, rutinas y prácticas docentes negativas, para adaptarlas a la realidad social circundante –siempre en continuo cambio–, así como para despertar la necesaria motivación y afán de superación en el docente.

La reflexión es, pues, el núcleo fundamental del portafolio, una actividad que debe de guiar y estar presente en la elaboración de todas los elementos del mismo. Podríamos decir que, el realizar un portafolio, no es más que una excusa para facilitar que el profesional reflexione sobre sí mismo y su práctica, con objeto de favorecer su crecimiento.

Para favorecerla, un buen recurso es que el propio individuo elabore su propia rúbrica o baremo de calificación que le permita objetivar su trabajo con el portafolio. Esta tarea se vuelve íntimamente personal, puesto que cada portafolio profesional, si está adecuadamente elaborado, se convierte en el reflejo de la personalidad y características del profesional. Por lo tanto, nadie mejor que él mismo para elaborar su propia rúbrica personalizada, proceso en el cual será necesario cuantificar los grados de reflexión necesarios, y productos fruto de la misma, en cada uno de los ámbitos del portafolio.





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