A menudo ocurren situaciones que afectan al colectivo de los músicos en su totalidad o a una parte de él. Son situaciones que nos indignan, nos molestan e incluso nos perjudican. Pero, casi siempre, todo se queda en una queja. ¿Somos un colectivo silencioso, pasivo? ¿A qué se debe esta manera de actuar frente a problemas que nos afectan a todos?
Cuando estudiaba en el conservatorio, formaba parte de la asociación de alumnos del mismo. Esta asociación trabajaba siempre para mejorar nuestras condiciones como estudiantes, desde el material del que disponíamos hasta el centro de estudios. Sin embargo, la participación o el interés que ponía el alumnado era bastante bajo. Unir fuerzas era agotador, no importaba cuál fuera el problema o a cuántos alumnos afectase. La tónica solía ser la misma: pasividad ante cualquier situación.
Esta actitud también se ve fuera del conservatorio. Ha habido y sigue habiendo situaciones que claramente nos perjudican: subida del IVA cultural, la desaparición de la música como asignatura obligatoria, los alumnos aprobados sin plaza habiendo músicos en paro… Y también situaciones más concretas, no he parado de oír quejas sobre audiciones u oposiciones poco transparentes, recortes en las orquestas, conservatorios y escuelas de música y muchos otros temas que enervan a más de un músico. Y aunque sí que es cierto que se se han producido algunas manifestaciones, la mayoría del colectivo permanece ajeno. Porque cuando hablamos de poner solución o movilizarnos la mayoría se hace el sueco.
El individualismo de la profesión podría ser una causa muy clara de este tipo de actitudes. Según el psicólogo Guillermo Dalia, en su libro Como ser feliz si eres músico o tienes uno cerca (pincha el link para adquirirlo):
“El músico suele ser muy individualista sea cual sea la labor que desempeñe. Bien como profesor de música o como integrante de una orquesta, no existen diferencias en este aspecto: el halo de la individualidad planea sobre todos ellos. No se pretende decir con esto que sean seres solitarios y aislados, y que se deriven de ello problemas sociales y personales, sino que la relación que se tiene con el instrumento es tal que se forma un ‘todo uno’ entre los dos, se teje un pequeño caparazón, en ocasiones un tanto impermeable, un pequeño aislante de todo lo demás. También podemos ver esta circunstancia en la dificultad que existe entre los músicos de agruparse y sentirse miembros de un colectivo unificado y reconocido. Claro que se dan muchas y buenas relaciones personales entre colegas, pero profesionalmente el desarrollo de la actividad marca una manera de ser individual.”
Antoni Mas también nos habla del problemas del individualismo desde el punto de vista laboral en su libro Cooperativas de Músicos:
“Debido probablemente al mal trato que nuestra profesión viene recibiendo de forma continuada, los músicos y los artistas nos hemos vuelto sumamente desconfiados. A costa de comprobar como, legislatura tras legislatura, ningún gobierno se tomaba en serio la búsqueda de soluciones para paliar nuestra situación, hemos acabado por desengañarnos de que nadie nos eche una mano y nos hemos convertido en unos individualistas recalcitrantes. De manera que cualquier iniciativa destinada a conseguir la cohesión de nuestro colectivo se ha considerado tradicionalmente como una auténtica utopía.
Nuestra desunión es tan patente, que han acabado por hacer fortuna algunos comentarios en el sentido de que los músicos deberíamos aprender a defendernos de nosotros mismos. Huelga decir que esta actitud nos ha perjudicado considerablemente ya que, yendo cada uno por su lado, cualquier intento de solucionar, o tan siquiera aliviar, los problemas de la profesión está condenado al fracaso.”
En resumen, los músicos debemos ser conscientes de la importancia de la unión en nuestra profesión.