La palabra miedo puede englobar muchas cosas: angustia, presión, vértigo, inseguridad, nervios… Cuando hablamos de miedo escénico, el término se me queda corto. No son iguales las sensaciones que se tienen ante un público que ante un tribunal, o en un evento relevante en nuestra carrera. Tocar delante de otros no siempre es el problema, a veces el centro de todas esas sensaciones que se apoderan de nosotros, ese miedo, viene ligado a la presión que nos ponemos o que otros nos ponen.
Ese miedo que conlleva tantas sensaciones psíquicas y físicas distintas puede condicionarnos hasta límites que ni siquiera sospechamos. Ahora que estamos en plenas olimpiadas, no hay mejor ejemplo que el de la exitosa nadadora húngara Hosszú. Esta deportista que ya ha ganado dos oros en Brasil tiene una historia detrás que encaja con el tema que tratamos hoy.
Cuando Hosszú llegó a las Olimpiadas de Londres en 2012 lo hizo como la favorita. Campeona del mundo en 200 y 400 metros, fue a su cita olímpica con todas las cartas a su favor. Sin embargo, según sus propias palabras “sentí la presión y estaba súper nerviosa antes de la final. Sólo quería que se acabara.” Falló en su prueba estrella. Según cuenta, los músculos se le agarrotaron, no pudo concentrarse y sólo pensaba en que todo acabara de una vez. Terminó cuarta en aquella carrera. Tras la mala experiencia en Londres, llegó incluso a plantearse dejar la natación.
Seguro que más de un músico se ha sentido identificado con las sensaciones que cuenta la nadadora húngara: agarrotamiento de los músculos, nervios, presión, desconcentración y ganas de escapar.
Afortunadamente para el deporte y para ella misma, Hosszú no abandonó. Entrenó incansablemente tras los Juegos de 2012 durante cuatro años. Los resultados han sido claros: no sólo se ha llevado el oro, sino que ha batido un récord mundial. “Estaba un poco preocupada antes de venir a Río por si me venían las mismas sensaciones que en Londres. Pero no fue así. Los últimos cuatro años me estuve preparando para competir, entrené prácticamente durante los cuatro años. No me tomé más de un día libre. Fueron cuatro años duros, pero siento que mejoré mucho gracias a esas temporadas.”
Se trataba de la misma persona, la misma que estuvo en el borde de la piscina en Londres, paralizada, pudo sacar todo su potencial en Rio, con resultados más que positivos. Esto es lo que el miedo puede hacerte, ponerte al borde de abandonar y machacar tu potencial. La peor consecuencia de ese vértigo ante las competiciones (audiciones, exámenes…todo vale) es que te hace dudar de ti mismo, de tus capacidades. Y con esa inseguridad se crea un muro entre tú y tu objetivo.
La presión ante momentos decisivos puede provocar un miedo distinto del miedo escénico, provocado sólo por el temor de presentarse ante un público. Si a este temor le sumamos la presión y preocupación por alcanzar un objetivo, obtenemos una serie de sensaciones muy peligrosas para nosotros mismos y para nuestra carrera.
El camino que tomó esta nadadora fue el del trabajo duro, un entrenamiento riguroso que le ha dado la seguridad que necesitaba. Sin embargo, este trabajo no basta si no va unido a un trabajo más profundo, centrado en nuestro interior: nuestras inseguridades, pensamientos negativos, dudas…
Lo importante es saber que, como hizo esta deportista, el miedo puede superarse, y tras él nos esperan nuestras metas.