Plazo de solicitudes: del 16 al 20 de Noviembre de 2015
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Nos guste o no, los músicos estamos siempre en competencia. Es difícil enfrentarse a los sentimientos contradictorios que esta competencia nos puede provocar. A menudo, los colegas se convierten en competidores en un mundo en el que no sólo competimos por ser mejores músicos, sino muchas veces, por un trabajo.
La competencia ya empieza a alimentarse en los años de estudio: por unos resultados mejores, por un papel más importante en la orquesta, por el reconocimiento de los profesores o los compañeros… etc. Empezamos a tener sentimientos contradictorios, no es fácil competir contra amigos y compañeros. Así comienza nuestra andanza por la competitividad de la música, que continúa cuando nos enfrentamos a otros en audiciones y pruebas, o simplemente por el reconocimiento del público.
En la música, la jerarquización está siempre presente. Casi sin quererlo, vamos a estar en continua competencia. Un claro ejemplo de esto: los puestos en los atriles, que parecen asignarnos un valor por delante o por detrás de los demás.
Competir implica soportar cierta presión de tipo social. Al competir por algo, asumimos que si no lo logramos decepcionaremos a nuestro entorno, e incluso a nosotros mismos. Nuestros objetivos pueden interferir con los objetivos de otros, y debemos tener claro que no siempre podemos salir ganando. Por tanto, cuando nos fijamos metas que implican una competición, debemos ser cuidadosos y escoger unos objetivos personales. Por ejemplo: Si vas a un examen no debes plantearte como objetivo “Voy a sacar la nota más alta”, sino “Voy a sacar mejor nota que la última vez”. Si te planteas el primer objetivo, estás implicando el factor competencia con los demás, con lo que será un objetivo más inalcanzable y frustrante que el segundo.
La envidia es ese sentimiento que surge cuando uno percibe el mundo como injusto porque otros tienen lo que él quiere. El éxito de los demás en sus carreras no te da ni te quita nada a ti. Cada uno tendrá sus oportunidades y sus logros. No obstante, la envidia es un sentimiento natural que muchos tienen de manera irremediable. A nadie le gusta sentir envidia, es irritante y no soluciona nada. Pero a veces, no podemos evitarlo.
La envidia tiene mucho que ver con la autoestima. La envidia nos pone en contacto con sentimientos de inferioridad. Es por ello que debemos centrarnos en la autoestima para dejar de sentir envidia y comenzar a cumplir con nuestros objetivos.
¿Cómo nos libramos de este sentimiento? Deseamos algo que otro tiene, así que tenemos dos opciones: o aceptamos nuestra realidad o luchamos para cambiarla. Como escribe Patricia Ramírez en BuenaVida “A veces pierde más tiempo criticando, desprestigiando y deseando lo de otros que invirtiéndolo en su mejora. Esa energía sería muy productiva si la gastara en evolucionar.”
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Competir contra amigos por cosas que nos importan significa que más de una vez veremos cómo nuestro amigo se lleva lo que nosotros deseábamos. Muy pocos lo reconocerán, pero lo cierto es que no siempre seremos capaces de sentirnos felices por sus logros. El ego es el ego, y no podemos evitar pensar “podría haber sido yo”.
Sin embargo, es importante aprender a alegrarse por las cosas buenas que les pasan a nuestros compañeros. Ponte en su lugar e imagina lo mucho que te gustaría compartir tu alegría con él. Competencia sana, olvidando la envidia y centrándonos en lo bueno que es que un colega consiga un logro en su carrera.
Todo músico, estudiante o no, tiene bien metido en la cabeza lo importante que es el estudio y la constancia en esta carrera. Sin embargo, no es tan común encontrar a músicos que tengan claro que los descansos son tanto o más importantes.
Las horas de estudio que cada uno dedica al día pueden variar mucho en función del instrumento que toca, del momento de su carrera en el que esté y de las ocupaciones que tenga, entre otras cosas. Sin embargo, el descanso siempre debe estar presente de dos formas:
La primera razón por la que es obligatorio es el descanso físico. Cuando estamos tocando, estamos manteniendo una postura bastante estática. Los músculos de la espalda, el cuello, las piernas… Todos están trabajando, pero no se están moviendo. Necesitamos estos descansos para relajar esta postura estática, descansar la vista e incluso estirar un poco la musculatura.
También los músculos que están trabajando más activamente (en la mayoría de los músicos, los músculos de los brazos) necesitan esos descansos para oxigenarse y crecer. Después de todo, tocar es como hacer ejercicio.
Pero estos descansos también tienen una razón psíquica. Se está investigando y trabajando mucho en una nueva forma de aprendizaje: la aleatoriedad. Este tipo de aprendizaje se basa en alternar nuestros objetivos. Mucha gente piensa que las sesiones de una hora con un parón les hacen perder la concentración y que prefieren dedicar dos horas seguidas (o más) a una obra para trabajarla mejor. Nada más lejos de la realidad. Nos es mucho más fácil mantener la concentración durante pequeños períodos de tiempo. Además, cambiar de una tarea a otra provoca que nuestro cerebro no se relaje haciendo una actividad que ya conoce, ponga mayor atención y, por tanto, nos ayude a aprender más rápido.
Con lo cual, realizar estas pausas entre sesiones nos ayuda a despejar la mente y a evitar lesiones musculares.
Estudiar todos los días, además de actuar o asistir a clases, son actividades que nos chupan energía tanto física como mental. En todas las profesiones y trabajos se descansa al menos una vez a la semana, ¿por qué los músicos deberíamos ser diferentes?
Es necesario alejarse por unas horas de la actividad de tocar para despejarse, dedicarnos a nuestro tiempo de ocio, practicar hobbies y relajarnos. El equilibrio entre ocupación y relajación es esencial para tener una vida saludable, estar más felices y, como consecuencia, rendir mejor.
No sólo la mente necesita despejarse, también el cuerpo. Nuestros músculos piden descansar de las posturas forzadas y los movimientos delicados que hacemos cuando hacemos música para relajarse, o tal vez, practicar otro tipo de ejercicio más oxigenante.
A veces tenemos las rutinas tan interiorizadas que no nos planteamos otro tipo de organización e incluso podemos llegar a sentirnos mal si rompemos con ellas. Es por eso que podemos meternos en la cabina a estudiar totalmente desganados o desmotivados, solo por inercia, porque es lo que debemos hacer.
El estudio estando desmotivado o cansado es totalmente contraproducente. No estás concentrado y lo único que vas a conseguir es estropear el trabajo de otros días menos grises. Si quieres saber más sobre motivación lee este post.
No, por supuesto que no. Cuando nos duele algo, el cuerpo nos está avisando de que debemos parar. Puede que no sea grave, pero si forzamos y seguimos practicando con ese dolor, es probable que nos provoquemos una lesión. (para conocer más sobre lesiones visita la sección Músico y Cuerpo).
Muchas veces, cuando tenemos una pequeña molestia y seguimos trabajando notamos que desaparece. Esto es porque el músculo se calienta. Es muy posible que cuando paremos de estudiar, el dolor vaya a peor. Cuando notemos molestias de este tipo, debemos parar, estirar un poco la zona, moverla para ver cuál puede ser el origen y descansar. Si a las horas ha pasado, probablemente no era nada. Si continúa con los días, los más recomendable es ir a médico o rehabilitador.
Como decimos siempre, es mucho menos probable sufrir pequeños dolores o tirones si CALENTAMOS ANTES DE TOCAR Y ESTIRAMOS DESPUÉS.
Recuerda, el descanso equilibra nuestro esfuerzo y nos beneficia.
Os dejamos aquí nuestro último vídeo post.
¿Cómo ha sido la subida del IVA?
¿Qué consecuencias ha tenido? Podéis verlo todo en este sencillo vídeo
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