A menudo me ha llamado la atención la poca presencia que el violín suele tener en el flamenco tradicional. A pesar de que, en mi opinión (y en la de Ara Malikian por ejemplo), un instrumento tan adecuado tanto para el “lamento” como para la brillante alegría, para la expresividad emocional debería encontrar un lugar protagonista en una música que tanto utiliza el desgarro, el quejío, pero también la fiesta.
Y es que el violín se ha integrado con rapidez y facilidad en innumerables tradiciones musicales: desde el folk americano, el blues (tan afín, como expresión de un pueblo, al flamenco), la música celta, música tradicional india, árabe, judía, incluso los países nórdicos con sus bellas variantes del violín, y como no, las espléndidas influencias gitanas del Este de Europa, de Rusia, etc. En todas ellas se ha convertido en pieza destacada, convirtiéndose en muchos casos en el instrumento solista desplazando a los cantantes
Y sin embargo, en nuestro país, flamenco y violín han permanecido tradicionalmente en sus mundos separados: el primero en la calle, en el pueblo, en la sabiduría oral, en la fiesta o el acontecimiento religioso; el segundo se quedó en la Academia, la música culta, en la élite y el estudio riguroso. Y aunque a veces la música clásica española tomaba formas y modos del flamenco, para dotar de “color local” a la música de compositores clásicos, pocas veces la relación iba en sentido inverso. Aunque poco a poco se van incorporando cuerdas a los cuadros flamencos, yo me preguntaba ¿nadie se atreve a un cante jondo de violín, o chelo?
Tengo muchos libros de partituras y ejercicios para violín de diversos estilos, blues, folk, música celta, gipsy, etc., pero nunca he conseguido encontrar ninguno enfocado en el flamenco.
Hasta ahora.
Recuerdo que mis primeras relaciones con esta música no fueron muy felices. Cuando era más joven, para mí el flamenco estaba asociado a conceptos del pasado que desdeñaba. El pasado era Franco, la vida rural, los pueblos, el blanco y negro, era lo que escuchaban los viejos, tan diferente a los brillantes y urbanos estilos anglosajones (rock, punk, soul, new age, tecno…) que, como a toda mi generación, seguía casi en exclusiva. Así que, salvo las inevitables excepciones de Paco de Lucía, Camarón, o los inclasificables Pata Negra, siempre le di la espalda, con esa costumbre tan nuestra de admirar lo ajeno y despreciar lo próximo (y también de valorar lo nuevo e ignorar lo antiguo), y hasta que no fui bastante adulto no empecé a apreciarlo.
Pero estaba ya resignado a no probar nunca estos “sabores” con mi violín cuando me encontré con el anuncio de la publicación del libro “Flamenco para cuerdas“, de Ernesto Briceño, que no dudé un momento en comprar para echarle un ojo y probar, aunque sólo fuera para quitarme la espinita clavada, a flamenquear un poquito.
Ernesto Briceño es violinista, educador en diversas escuelas, director de orquesta, investigador de músicas del mundo y actualmente responsable de la Centro de Estudios Musicales María Grever
Briceño no ha querido, como él mismo dice en la introducción, hacer un libro de teoría flamenca o de “falsetas”. Se trata de una serie de ejercicios rítmicos y melódicos que nos permitan “sentir” lo fundamental en cuanto a ritmo y melodía de los principales palos y poder participar en proyectos flamencos con nuestro violín sin estar fuera de sitio.
Hay que tener en cuenta que el flamenco no se aprende estudiando teoría. Si no has tenido la suerte de interiorizar sus ritmos y peculiaridades desde pequeñito, si no te has ido acostumbrando a acompañar con palmas, a jalear y a participar en el flamenco será muy difícil que puedas participar de forma coherente sólo con estudiar un libro. Como decía Pavarotti “aprender música leyendo teoría musical es como hacer el amor por correo.” Y esto es más cierto que nunca con el rebelde y visceral flamenco. Pero si tienes suerte de conocer gente con quien tocar que lo domine, que te dejen ir metiendo cositas y te orienten un poquito, seguramente podrás pasarlo bien tocando. Desde luego un flamenco auténtico se moriría de risa en tu cara si le decimos que vamos a aprender a tocar bulerías leyendo partituras, pero vaya, a nosotros no nos queda otra, y si no conseguimos hacerlo nuestro, al menos que podamos entenderlo un poco.
Flamenco para cuerdas hace hincapié en los ritmos, porque no hay nada peor que no ir a compás, así que primero se practica la fundamental habilidad de hacer palmas. Las palmas son la columna vertebral de cada palo flamenco, dominarlas bien significa que no te perderás luego tocando el instrumento.
En su experiencia con músicas del mundo, Ernesto Briceño además se vale de la técnica de percusión vocal del sur de la India, Konnakol, utilizada brillantemente aquí para interiorizar las diferentes variaciones rítmicas. Palabras de 2, 3, 4 y 5 sílabas nos ayudarán a ir haciendo nuestro el ritmo.
El libro cuenta numerosos acompañamientos de audio que se pueden localizar cómodamente mediante códigos QR impresos, o bien con un ordenador al lado, conectándonos a la página SoundCloud de la Escuela María Grever.
Posteriormente se practicarán ejercicios rítmicos y melódicos de tangos, bulería, alegrías, fandangos, rumba, siguiriyas, soleá por bulerías, tanguillos y tientos. Al principio puede parecer que es un libro muy ligero, apenas 30 páginas pero os puedo asegurar que hay bastante trabajo ahí dentro, y mucha tela que cortar. Y debo reconocer que me ha costado un poco pillar bien algunas frases en su tiempo; en fin, como os dije, no lo escuché hasta que no fui adulto y ahora me resulta refractario.
He de confesar que, en mi entorno, las perspectivas de tocar flamenco con alguien son nulas. Así que mis prácticas con el libro seguramente resultarán estériles a nivel práctico, lo cual no quita para que me hayan servido para atisbar un universo fascinante y me haya familiarizado, siquiera ligeramente, con los misterios de esta música.
Y es que un músico es de alguna manera como un chef: cuantos más olores, sabores y texturas del mundo pruebe, más posibilidades tiene abiertas a la hora de crear su obra. A menudo me he sorprendido a mí mismo metiendo una “blue note”, un pequeño glisando, un poco de swing, en músicas que en principio no deberían llevarlos, matices que quizás son blasfemias o aberraciones, pero a mí me parece que es lo que hace que cada músico sea diferente y enseñe lo que lleva dentro. Antiguamente casi se podían distinguir los violinistas que seguían la “escuela rusa” de la “escuela francesa”; hoy en día la pedagogía se ha estandarizado mucho y se escuchan muchos grandes intérpretes de técnica portentosa pero muy parecidos, y son estas cosas, nuestros posos de la tradición, nuestra experiencia única y personal, los que pueden dar un poco de sabor a la interpretación.
Así que nada, inquietos de los nuevos sonidos, violinistas aburridos de su repertorio, podéis empezar a probar este mundo de la mano de “Flamenco para cuerdas“.
Y También en DVD: recientemente, el C.E.M. María Grever ha publicado también un DVD de “Flamenco para cuerdas”, que puedes adquirir junto al libro AQUÍ
Ilustración de Susana Subirana
Links:
Centro Musical María Grever
Página oficial de Ernesto Briceño
Página Soundcloud de audios “Flamenco para cuerdas”
Link para comprar online el libro