La adquisición de una buena embocadura no es cuestión de una corrección puntual, sino de un trabajo que tiene que ser mantenido en el tiempo, revisado y cuestionado. Es un entrenamiento constante, que requiere atención sostenida y que desarrolla la propiocepción.
La forma de trabajo no es la misma para un principiante, que justo está conociendo por vez primera muchas y variadas sensaciones, que para alguien que ya ha fijado la embocadura y necesita mejoras, correcciones o adaptaciones.
Hablaba en el anterior post sobre la ayuda que nos da la emulación de la embocadura de viento-metal. Nos da una buena sensación para posicionar la barbilla (plana, estirada, larga) de manera que se activa el resto de la musculatura implicada en la formación de la embocadura:
Otra manera de encontrar sensaciones para una buena embocadura para el clarinete es usar una pajita de refresco (a ser posible gruesa) e imaginarnos que estamos apurando el final de una bebida:
Se trata de mantener la posición de la barbilla, cambiando la dirección del soplo. De esta manera integramos al trabajo de la embocadura un ejercicio de estimulación de la respiración.
En ocasiones, sobre todo cuando el alumno es pequeño, encuentra demasiada diferencia entre la pajita y la boquilla del clarinete (siente la boquilla mucho más grande que la pajita). Lo que me ha funcionado es hacer el mismo ejercicio con dos pajitas al mismo tiempo:
Estas son sólo dos ideas de cómo trabajar bien la embocadura desde el principio. Las ventajas que representan para mi son: dan buenas sensaciones que pueden aplicarse al clarinete, trabajan la propiocepción, permiten al principiante “descansar” del peso del instrumento y, sobre todo, dan buenos resultados.
¡Gracias por leer!
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