La Música en la Prehistoria: once motivos por los que es importante trabajarla en el aula



El otro día redactaba quien escribe una entrada en la que no dejaba en muy buen lugar a los libros de texto en general, y a los de Música en particular. Pues bien: una de las cosas que no me suele gustar nada de estos últimos (aunque con puntuales excepciones) es que olvidan los orígenes de la música por completo, y eso incluso en libros explícitamente dedicados a la Historia de la Música.

Esto es consecuencia en parte por de los ya de por sí decepcionantes currículos de las administraciones. En el de Andalucía ni se nombra. Es un poco más común, solo un poco, empezar por a Grecia Clásica... No por la Edad Antigua, no, sino por la Grecia Clásica en concreto. Algo del Epitafio de Seikilos, y a otra cosa; y la otra cosa es la Edad Media, a propósito, por donde empiezan directamente el 95% de los libros de los cursos con más peso de Historia de la Música (en Andalucía, 2º de ESO desde que se cargaron 3º de ESO como troncal). Y por donde empieza el currículo, este ya cerrado casi a la fuerza, de la Historia de la Música y del Análisis Musical de 2º de Bachillerato.

Pero nadie obliga a seguirles el juego, sobre todo en la ESO. De hacerlo, nos perderíamos un tema con un potencial pedagógico musical e interdisciplinar enorme. Y con un mínimo de voluntad, siempre se puede relacionar con algún que otro contenido directo de la ESO. Lo que sigue son solo unas cuantas reflexiones de por qué considero una buena idea promover un acercamiento a la Prehistoria a través de la Música. O viceversa, por  si nos lee alguien de Sociales.

1. Porque se trata del periodo de la Humanidad más largo de todos.  

... Y en realidad, el gráfico se queda corto



Y por goleada, vaya. Así de sencillo. Podemos prescindir de toda la Edad de los metales y aún seguiría siendo el más extenso por muchísimos miles y miles de años. Con solo el Paleolítico, la etapa en la que me centraré, también. Es de justicia no pasar de largo sobre ello. Nos hace más conscientes de nuestro lugar en el mundo.

2. Porque respaldamos contenidos concretos que se están dando a la vez en Historia. 

Gráfico tomado prestado de juanpedroprofesociales.blogspot.com

Estoy ya es obvio desde el punto anterior, pero es que, aparte de la periodización, manejaremos puntualmente todo un abanico de cuestiones que harán del tema un ejercicio de simbiosis interdisciplinar de lo más positivo. En mi caso planteo la Prehistoria Musical al iniciar 2º de ESO, momento en el que, al menos en Andalucía, mis compis de Sociales suelen abordar la misma época, lo cual es una oportunidad única.

Entre otros, el tema da para abordar el propio concepto de Prehistoria, sus etapas más generales, la creación de las primeras herramientas y el nacimiento primigenio no ya de la música, sino del arte y del pensamiento simbólico, que es lo que de verdad nos diferencia de los animales; al menos de la mayoría, al menos en un grado.

Advierto que me centraré en la Edad de Piedra, por ser la etapa más emblemática y genuina de la Prehistoria. Y más concretamente, en el Paleolítico, que es a su vez la subetapa la etapa más larga de largo, y durante la misma es cuando nace la música y el arte. Del Neolítico solo podríamos seguir especulando en torno a las mismas cuestiones que se abordan en el Paleolítico, y no es cuestión de atinar tanto en el contexto de la ESO. El suspiro final de la Edad de los Metales da mucho juego en la organología, pero considero que es mejor tratarlo de paso como antesala del Mundo Antiguo, en paralelo a las primeras civilizaciones históricas.

3. Porque la música también tiene que ver con la evolución humana

Ilustración de Eduardo Saiz Alonso. Visita su página, merece la pena.

Hablar de pensamiento simbólico es hablar de la hominización,esto es, del paso del simio al ser humano. No desde los monos, ojo, cosa que el alumnado suele malaprender de esta sociedad tan poco científica. No desde el barro o desde la costilla del del barro, cosa que aún te puedes encontrar sin necesidad de estar en Kansas. Doy fe de ello.

La cuestión es que aquello que nos convirtió en humanos también nos convirtió en músicos. El crecimiento del cerebro aumentó la memoria y el pensamiento abstracto, imprescindibles para generar e interpretar sonidos; desarrollar el aparato fonador en paralelo implicaba desarrollar un código sonoro, aún acaso más musical que lingüístico; y la cualidad humana para construir herramientas de todo tipo permitió, también, la elaboración de los primeros instrumentos musicales. Y todo eso sin hablar aún del componente social, ahí es nada...

Abordar la evolución con una perspectiva artística y musical también nos pone un tanto en nuestro lugar, pues el primer salto importante al respecto del nacimiento del arte se dio antes con los y las neandertales, no con los y las hoy arrogantes homo sapiens sapiens. Hasta hace bien poco la cultura neandertal era despreciada por completo por una suerte de especismo profesada por los y las homo stupidus stupidus. Pero combatiendo una cosa, combatimos la otra, y sobre todo, abrimos la mente un poquito.

4. Porque el origen de la música genera un debate fascinante... y, de paso, el alumnado conoce a Ringo Starr 


Lo hemos esbozado en el punto anterior, pero vamos allá con el quid de los quides. Con esto nos podemos mover entre la biología, la antropología y hasta la filosofía. Hay múltiples teorías, todas en cierto modo complementarias; y no solo de "cómo", sino de "por qué", lo cual es mucho más interesante aún.

La idea no es tanto buscar un origen con fecha y lugar concretos, pues habría que ver primero a qué nos estamos refiriendo con "música", y trazar un punto entre los primeros sonidos humanos y los primeros sonidos con intenciones estéticas amoldables a nuestros prejuicios actuales es simplemente una quimera.

Lo importante es tomar conciencia de aquello que la hizo germinar y crecer, y eso no es otra cosa que hablar de cuáles son las funciones que a priori vino a cubrir: en el fondo, las mismas que luego la hicieron sobrevivir hasta nuestros días. Es decir, hablaremos de su utilidad, entonces y ahora. Y a los y las profes ya sabemos que nos va la vida en dejar claro que la Música claro que sirve para algo...

Como sabréis, las hay de todo tipo, algunas mezcladas entre sí... Y cómo no, los libros de editoriales religiosas le dan un peso casi exclusivo a la motivación religiosa, mezclando interesadamente lo etic con lo emic, el pensamiento mágico con la ciencia, minusvalorando otros factores que sin duda fueron más importantes. Cierta espiritualidad en conexión con la naturaleza, cuyos sonidos impresionaban de seguro mucho más que ahora, tendría su importancia en el desarrollo de la música en ritos y ceremonias más o menos sagradas, y solo hay que ver la cantidad de rituales de pretensiones mágicas que perviven en las culturas aborígenes, pero "lo religioso" no fue ni la primera ni la única causa.

Estos sonidos de la naturaleza fueron sin duda imitados con la voz, el cuerpo y los primeros instrumentos, como imitativo es el arte rupestre. Pero ¿fue esa la primera causa? Hay mucha literatura en concreto con las aves, por ejemplo. Y los palos de lluvia no se llaman así de casualidad, como las bramantes bramaderas. Pero una cosa es imitar por instinto, igual que imitan los demás animales... y otra es crear algo con una intencionalidad estética, imitativa o no.

Los chicos y chicas lo tienen claro: apuestan sin dudarlo por que la música naciese de la necesidad humana de divertirse. Puede parecer frívolo, pero en realidad quizás están dando en la tecla, que nada como el ocio colectivo para fomentar la cohesión social, en este caso basado en el placer de la belleza sonora que proporcionaría ya algo a lo que podríamos llamar entonces, sin ambages, música.

Y la cohesión social es justo el factor de desarrollo que defiende Nicholas Conard, el máximo responsable de las excavaciones de Hohle Fels, cuyas flautas se han encontrado justo a restos de hogueras y animales cazados. Como ocurriría tras la escena que os propongo, que también es más inteligente de lo que parece.

Tomada de la divertida película Caveman, de 1981, más allá de la broma propicia reflexiones interesantes: el arte como un lujo que solo surge tras el gaznate lleno —¿nacieron las primeras arpas como una evolución del arco de caza?—, que no solo se alimenta la barriga sino el cerebro, y con la comida garantizada dispusimos de más tiempo para pensar; los cotidiófonos como los primeros instrumentos musicales, y todas sus familias ya de primeras, con permiso de la electrófona; y por supuesto, la cohesión social a través de lo lúdico, como reflexión pero también como experiencia —¡una más en el aula de música para reforzar los lazos de grupo de nuestros y nuestras trogloditas del siglo XXI!—, que la canción da para mucho juego desde un punto de vista vocal e instrumental, y es fácil de emular con la ayuda de, ya puestos, instrumentos prehistóricos ideados por el alumnado, lo cual es otra idea que dejo caer corriendo y que os aseguro da muy buenos resultados (en la portada de esta entrada ya habéis visto algunos ejemplos). Aquí os dejo un antiguo wix con partitura interactiva que creé en su momento, a priori para flauta, pero vamos, lo suyo es ir imitando los instrumentos por secciones y añadir los que sean al bucle.

Y si queremos generar un poco más aún de debate, ya sabéis, aquello que ya al fin desde este año podemos al fin incorporar los profesores y profesoras andaluces, que manda narices, traigamos a colación a Steven Pinker y su teoría de la música como tarta de queso auditiva sin importancia alguna evolutiva, toma ya. Es decir, según él la música llegó como consecuencia indirecta de otras cuestiones que sí que eran adaptación al medio. Pero, como el azúcar de las tartas de queso, llegó para quedarse. Me quedo aún con Conard, pero reconozco que es una reflexión con cierta lógica.

Y además conlleva implícita una tan interesante como demoledora pregunta: ¿podríamos vivir en un mundo sin música? El alumnado también tiene claro que no, por fortuna para nosotros y nosotras, profesores y profesoras. Pero ponedles en el tris de tener que elegir entre la música y los dulces, sin ir más lejos, a ver qué pasa...

5. Porque también da para hablar de lenguaje, o mejor dicho, protolenguaje

Este libro es una pasada. En castellano está bobamente traducido como "Los neandertales cantaban rap".
Podemos con este tema atrevernos a lanzar sugerentes relaciones con la competencia lingüística más allá del mero conocimiento de palabras nuevas y de etimologías en torno a la piedra (paleolítico, neolítico, litófono, rupestre...). Podemos lanzarnos de lleno en el mundo de la lingüística evolutiva. Y en la ESO, toma ya.

Que la lengua hablada deriva de la música, o mejor dicho, de un protolenguaje sonoro libre de denotaciones, y que luego cada una siguió su camino por separado —o no tanto en el fondo— es algo que se tiene muy claro desde, como mínimo, la época de Rousseau y de los enciclopedistas. Steven Mithen lo bautizó, no sin sorna, como el protolenguaje HMMM (holístico-mimético-musical-multimodal), y de nuevo el centro de atención se dirige a los y las neandertales.

Si nos paramos a pensarlo, no parece casualidad que, por ejemplo, hablemos a los recién nacidos y a las recién nacidas realzando la musicalidad de la lengua común. Los significados que están más allá de las palabras son los mismos que aún hoy las modifican al enunciarse, y en realidad, son propiamente musicales. Tomar conciencia de esto ayuda a entender los conceptos de denotación y connotación, capitales para nuestros compis de lengua.

6. Porque implica el acercamiento a otro tipo de fuentes históricas al margen de las fuentes escritas o grabadas, aún inexistentes




A falta de partituras, grabaciones o máquinas del tiempo, ¿cómo podemos especular cómo sonaban la música de la prehistoria? Tal pregunta espeto a mi alumnado, a ver qué se le ocurre, y poco a poco lo voy llevando a las tres fuentes secundarias con las que contamos, sendos puntos tratados a continuación de este: los poquísimos instrumentos descubiertos, el resto de restos arqueológicos y artísticos, y la música que pervive en los pueblos aborígenes.
El concepto de fuente, y de fuente musical en concreto, es algo que seguirá presente en otras épocas, por más que ya luego existan partituras, planos de construcción de instrumentos o incluso grabaciones sonoras. Pero desde luego, ya con la Prehistoria podemos acercarnos de lleno a los restos instrumentales, la iconografía musical y a la transmisión oral, fuentes de peso en todas las épocas.

7. Porque lo de las flautas prehistóricas y demás instrumentos es una pasada

La flauta de Divje Babe, Eslovenia, descubierta en 1995. No hay quien se crea lo del bocado de un animal.
En la época del origen de las herramientas también aparecen los primeros instrumentos. Nos los  podemos imaginar rudimentarios, pero no hay que minusvalorar el salto evolutivo que hubo, con escalas de por medio incluso. Todas las familias, con la única excepción de la electroacústica, están ya presentes en la Prehistoria: la idiófona, la membranófona, la aerófona, la cordófona. Todo lo demás ha sido simple desarollo.

No es solo que sea de interés indagar en los testimonios organológicos, como en cualquier en cualquier época. Es que los pocos instrumentos supervivientes tienen el valor de llevar más tiempo aquí que cualquier imperio posterior caído o por caer.

Las flautas de hueso no son los primeros, como mucha gente cree, sino los primeros conservados con cierta manufactura de por medio. No podemos olvidarnos de las estalactitas y estalagmitas golpeadas (se han encontrado marcas en muchas de ellas), las piedras, las conchas, las semillas, las ramas, el propio cuerpo. No nos olvidemos del arco de caza, arpa en ciernes, la boca como resonancia. O de la impresionante bramadera.

Walter Maioli es sin duda el arqueomusicólogo más famoso, y sus reconstrucciones prácticas muestran todo un abanico de posibilidades para inspirar a chavales y chavalas a idear sus propios instrumentos con materiales naturales, En la página que enlazo, señera superviviente sin actualizar desde los tiempos del Internet 1.0, podemos encontrar ejemplos visuales de todo tipo.

Pero es que lo de las flautas merece un lugar especial. Hasta los años noventa, es decir, anteayer, nadie había descubierto ninguna, pero la arqueología, disciplina viva como pocas, ha dado pasos increíbles los últimos años (no os podéis perder el compendio de flautas prehistóricas de este artículo de Paleorama). A mí me resulta maravilloso mostrarles cómo suenan las seis flautas de China, de "solo" 9000 años de antigüedad, del Neolítico, una de las cuales es el primer instrumento melódico conservado lo suficiente como para poder ser tocado, y con ella sí que viajamos en el tiempo si cerramos los ojos y abrimos los oídos. O mostrarles las que se encontraron en Alemania en 2008, de unos 40000 años de edad, en la misma cueva de Hohle Fels que la Venus homónima, la representación humana más antigua, lo cual da qué pensar en sugerentes asociaciones artísticas. Pero la que no puede faltar es el fragmento hallado en los Alpes eslovenos, que podría alcalzar la friolera de los 80000 años de antigüedad, y que acaso pudo ser obra de neandertales, algo que anteayer casi nadie aceptaba. Con tal de negarlo, hay quien aún se empeña en decir que los agujeros son obra de animales carnívoros. Con mucha puntería, desde luego.

8. Porque con la música como excusa nos acercamos al arte rupestre y al arte prehistórico en general

Y con ello, practicamos la interdisciplinariedad con Plástica, Historia de la ESO y con Historia del Arte en Bachillerato, ahí es nada. Aparte de su valor estético intrínsico y de la representación de instrumentos concretos como fuente, lo que nos interesa muchas veces es ver en qué contextos se consumía la música, qué valor le daban los y las prehistóricos y las prehistóricas por pintar sobre ella en una cueva, o hasta la acústica del lugar concreto que escogían para representar arte (objeto de interesantes investigaciones por parte de la incipiente arqueoacústica). Y no nos olvidemos de las escenas de danza, que aunque los sonidos no se vean, se intuyen.

Los ejemplos suelen ser muy del agrado de chavalas y chavales, a propósito. Yo no puedo evitar mostrar, como mínimo, los tres siguientes, todos del Paleolítico:

1. La figura que toca un aerófono o tal vez un arpa de boca en la cueva de Lascaux, la Altamira francesa, la primera representación descubierta hasta hoy de un instrumento musical. Lo que no se tiene claro es si se trata de un aerófono o de un arpa de boca. La danza entre animales de todo tipo de este chamán o cazador disfrazado de otro animal más es de una fuerza impresionante. Yo suelo jugar a ver quién le encuentra en primer lugar:



2. Esta apasionante imagen de una cueva de Tahi, en Tanzania. Se cree que es también del Paleolítico superior, y me atrevería a decir que se trata de la primera representación del sonido en sí (fijaos en esos puntos que salen del final del aerófono: se ven mejor en la portada de un disco de Maioli).



3. La celebérrima Venus de Laussel, relieve de datación imprecisa, que puede que aparezca también en el libro de Historia de nuestro alumnado. Entre muchas especulaciones, está la nada descabellada teoría de que lo que sujete sea una especie de güiro a partir de lo que parece un cuerno de bisonte. Podría ser también un instrumento soplado, pero a mí me convence más lo del idiófono (en este enlace, la reconstrucción del Centro del suono de Maioli). Hay hasta cuatro teorías más sobre qué lleva en las manos, pero ninguna da otra explicación sobre las nítidísimas hendiduras .


9. Porque adentrarse en la Música de la Prehistoria ayuda a abrir la puerta a la etnomusicología y a cerrar la del etnocentrismo




Sabernos parte de un todo llamado humanidad nos hace mejores que cuando solo nos miramos el ombligo. La música es uno de sus legados, a priori más delicado, intangible pero irrompible cuando atraviesa siglos y siglos transmitida oralmente, sin medios terceros, de cara a cara. Las rocas se rompen, las partituras se pierden, y por más que se diluya la música, algo queda siempre latiendo de la nueva cultura. La pureza es pues una imbecilidad, y los sonidos, tozudos, atraviesan en cuanto pueden las fronteras, aún desde los tiempos en que no había fronteras. Como todo lo demás.

Los aborígenes de Australia constituyen cultura viva más antigua del planeta. Las bramaderas aún siguen cortando el mismo aire que milenios atrás (aunque la fama se la lleve el más moderno diyiridú). Pero podrían valer otros pueblos de Oceanía, Asia o África. Y por qué no, de América o Europa, que a ver dónde han salido si no los arrabeles de las castillas...

Todo lo que nos parece actual y nuestro ya estaba entonces en potencia, vivo, y no solo los instrumentos: los Beatles mal cantados de un quinceañero, la música de Star Wars, el aria de la suite nº 3 de Bach, la obertura de la nº 1 que me metió en esto, Schubert jugando al ajedrez, Pink Floyd oído en cascos mientras llegaba en tren a la Bahía, Fela Kuti con Giger Baker, Nina Simone, Boston, el Nothing Else Matters de Metallica, Frank T, el Vivaldi de Richter. Las nanas improvisadas a mi hija. Las canciones improvisadas de mi hija. Todo estaba ya en todas partes, como un organismo gigantesco que simplemente echó a rodar y fue mutando de un modo u otro al paso del tiempo y del espacio.

Y todo sigue aquí, y allí. Ese es el gran aprendizaje de la música prehistórica. Que nació pero no murió. Y que el germen de todas las músicas no es de nadie sino de todas y todos.

Eso sí, muy bonito, pero de ahí a intentar alimentar el interés de nuestro alumnado por culturas musicales diferentes a la propia hay un trecho muy grande, y arriesgado. Como lograr ver en la propia la de todas las demás. El solo hecho de tratar este tema y no empezar por la Edad Media europea ya es todo un gesto contra el etnocentrismo. Pero a veces vamos con toda la buena intención y acaso terminamos causando el efecto contrario: cuando ven vídeos como el de arriba, muchos chicos y chicas debidamente ombliguizados por estas sociedades hacedoras de muros suelen antes responder con risas de las del de ti, que no de las del contigo. Ya sabéis: el complejo de superioridad estúpido de quienes estamos destruyendo el planeta, figurada y literalmente.

Pero los y las profes de Música vamos de frente y no nos caracterizamos por rendirnos enseguida ante los prejuicios, ¿verdad?

10. Porque también es interdisciplinar con las Ciencias Naturales, y en particular con el ecologismo

Walter Maioli sacándole sonidos a la cueva de Toirano, en Liguria


Estalactitas, estalagmitas, huesos de pájaro, cuevas, arqueoacústicas, imitaciones de sonidos ya presentes, factores evolutivos... Está claro que la naturaleza tiene un peso propio en este tema. Pero podemos llevarlo más allá de la simple exposición de conceptos.

Suelo proponer a mi alumnado que imagine un mundo sin sonidos artificiales. En el bosque, de noche, con todas las estrellas visibles. Que pasa un avión por encima del instituto y ni le hacemos caso. Que en las ciudades vivimos con motos de fondo, y ni reparamos en ellas. Quiero que tomen conciencia del valor del silencio, sin rollos mindfulness. Con treinta segundos basta para que se den cuenta de que es un bien escaso; y para lavar los oídos, como diría el gran Murray Schafer.

Y ahora ya estamos listos para imaginar la impresión de una simple piedra contra otra en el fondo de una cueva, del viento entre las hojas, del crepitar del fuego con el que aún nos embelesamos, de una flauta de hueso. Hay que imaginarse, en la medida de lo posible, cómo reaccionaríamos desnudos de nuevo ante ciertos sonidos, naturales o no, como si nunca los hubiésemos escuchado antes. Y hay que añadir lo que llamamos artificial en la Prehistoria solo es una leve brisa frente a los sonidos de animales, de la lluvia, de un vendaval... Y una leve brisa que, en realidad, se funde sin problemas con los sonidos de la naturaleza, a la que imita y de la que está hecha.

Los instrumentos musicales fueron tan artificiales como los de ahora, de acuerdo, pero el procesado mínimo aún era comida realfooder para los oídos. Con permiso de los tardíos metales, no había aún materiales que no pudieran reciclarse o biodegradarse. Por eso la actividad de construcción de instrumentos de la que hablaba antes es una invitación a la ecología, a la valoración del medio ambiente como fuente de recursos, pues solo pueden a priori utilizar materiales que pudieran existir en la Prehistoria, o lo que es lo mismo: materiales naturales.

Hagamos pues frente a la contaminación acústica tomando conciencia de la misma tras revisitar nuestros orígenes y reconectar con la naturaleza, pero sin esos rollos new age de por en medio que tanto daño han hecho a la música, a propósito.

11. Porque si se aborda la música prehistórica sin prejuicios machistas, podremos añadir un granito de arena feminista en nuestro alumnado.







Acabo con este thinglink que preparé hace ya un buen tiempo con un resumen de todo lo que he ido nombrando, por si le sirve alguien para exponerlo y trabajarlo en clase. Son las primeras viñetas del famosísimo libro de la Música en Cómics que tanto usamos los y las profes de Música (porque sigue sin tener un digno sucesor, dicho sea de paso), pero lo primero se que debe destacar en ellas es la visión retrógrada y rancia que transmite sobre la mujer, mera observadora lejana del genio inventor y creativo de los hombres. Lejos de censurarlas para siempre, yo lo que veo es una oportunidad para tratar el tema de frente, y lo primero que hago es preguntar a a mis alumnos y alumnas si no ven algo raro ahí...

El libro de Deyres, Lemery y Sadler es de 1985, cuando los micromachismos no se disimulaban en absoluto, pero no es un caso aislado de otros tiempos ya superados. Ni mucho menos, y particularmente en la Prehistoria, la época cuyas lagunas se rellenan de prejuicios machirulos. Años he estado buscando un gráfico evolutivo como el del punto 3, cuyo autor se relaciona con esta interesante exposición, y aún es el único que he encontrado. De igual manera, se habla siempre de "hombre" antes que de humanidad, y sí, aunque la machista RAE diga lo que diga, no nos cuesta nada practicar la visibilización lingüística.

El caso es casi imposible hallar imágenes de una mujer tocando instrumentos, por ejemplo. La mujer limpiando la cueva, cocinando y cosiendo pieles mientras el hombre se iba a cazar es un mito presentista al que se acoge por ejemplo el libro de Sociales en FPB de Santillana. Hubiese o no algo de verdad, ocurre que estas actividades domésticas se menosprecian también a la ligera, con todo lo que supusieron para el desarrollo del lenguaje, la tecnología... y el arte. Pero no, el hombre también se lleva el arte en exclusiva además de la caza y de la capacidad de inventar herramientas, esto es, la inteligencia, la sensibilidad y la aventura; y la mujer, en segundo plano siempre de la parte activa de los relatos históricos.

Mientras sigue sin haber pruebas contundentes que demuestren que ellas nunca cazaban, sin embargo sí parece que las de Altamira y otras grandes pinturas rupestres fueron obra de mujeres (o, como poco, no solo de hombres), algo que le parecía muy "sorprendente" a quien redactó la noticia vinculada del ABC, por cierto...

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Pues de momento no tengo más que decir. Ya sabes, si te ha molado la entrada, ¡a difundirla! Y si te da pereza comentar por aquí, pues tuitea tus impresiones (buenas o malas) mencionando @delpozopablo. El Maestro Salieri te lo agradecerá mucho.

¡Hasta la próxima!

Mickey Mouse y Cía: una lectura feminista



Inicio una serie sobre dibujos animados que empiezo a conocer bien gracias a mi hija, con quien trato de lidiar con el entorno. Espero que sirva a quien lo lea para reflexionar un poco sobre el machismo simbólico, aunque también habrá pinceladas de otras muchas cuestiones con enjundia para una perspectiva educativa en general, no solo feminista.

El primero es Mickey Mouse, pero dejo claro que opinión va sobre los "Mickeys" de los últimos años, que en cualquier caso también recogen muchos elementos de los clásicos, desde luego. Me centro así en comentar La Casa de Mickey Mouse, Mickey y los superpilotos (que incluye "Las ayudantes felices") y Los cuentos de Minnie. La encantadoramente agreste casa de Mickey Mouse se puede poner desde el primer cumpleaños, o incluso antes; los urbanitas superpilotos y las demás series tienen tramas un pelín más complejas y universos más recargados, pero seducen desde los dos años.

Pues bien: mantengo que el noventa y nueve por ciento de la representación femenina en los dibujos animados oscila entre Minnie y Daisy. Minnie sería el estereotipo tradicional del género femenino más tradicional; Daisy, un intento de no hacerlo tan evidente, pero igual o más peligroso.

La ratona va a saco con toda la artillería del rosa, lo cursi, la moda, la damisela en apuros, el amor romántico y el andar de puntillas. Nada nuevo, hasta se ha hablado alguna vez del síndrome de Minnie para referirse, un tanto cruelmente, a las mujeres que solo se definen en función de un hombre (en realidad, lo suyo sería hablar de síndrome de Mickey a los hombres canallas cuyo referente ideal es una mujer a la que someter...) La mujer no nace, se hace, que diría Bouvair. Las minnies, también.

En las últimas series hay cierto maquillaje de todo esto. Pero es simple maquillaje a partir del suavecito feminismo liberal, aquel que ya cree que está todo resuelto. Igual es casualidad, pero le cambiaron el sombrero-florero que la hacía parecer florero entera. Y ahora es empresaria, emprendedora que dirían los peperos; y diseña, qué propio, sus propios lazos, qué propio. No son profesiones indignas, pero sí estereotipadas. Su otra ocupación, después de acompañar a su Mickey en las carreras, pero sin ensuciarse jamás en el taller, es llevar junto a Daisy una especie de estúpida empresa llamada "las ayudantes felices", consistente en hacer favores tradicionalmente feminizados (cuidar niños, cocinar pasteles, organizar fiestas, etc.), y por supuesto, vestidas siempre fashion para cada ocasión gracias a una máquina llamada el "giraestilos". Y todo a cambio de nada, sin ver un solo duro por trabajar. Pero eso sí, muy felices y realizadas en su rol de cuidadoras esclavizadas.

Lo de Daisy es diferente. Se trata de un personaje construido más como complemento a Minnie que a Donald (aunque en la época clásica no era así y se mostraba mucho más dependiente del pato). Con Minnie comparte la mística de la feminidad, pero no era plan de hacer una clon de Minnie, había que diferenciarla en algo. Y comoquiera que todo lo "femenino" ya estaba pillado, había que meterle algo "masculino" aunque fuese a regañadientes, resaltemos las comillas. Así que, siempre sin perder ninguna cualidad "femenina", Daisy puede ser fuerte y hasta llegar a tener una vis cómica por su ímpetu cuando pierde los nervios con Donald o cuando saca la maza Molly para arreglar el giraestilos (la maza Molly, que es como ella: lila floral... y burraca). Se busca un contrapunto de bruteza entre tanta fineza cuya gracia está en resaltar ese "a pesar de lo cursi que parecía". Es lo mismo que le pasa a la Leela de Futurama, la Fiona de Shrek o la Eli de Pocoyo. Pero a Daisy la hacen capaz de perder una carrera, junto a Minnie, por parar el coche para comprar zapatos en Fluchys. O la rompen del todo cuando adopta el papel de mujer ofendida porque su hombre, su pato, no le ha preparado ningún regalo por el mismo san Valentín por el que ella no le ha regalado nada.

En realidad, los personajes femeninos más interesantes son sin duda los secundarios: Clarabel la vaca y la canaria Cuquiloqui. Ambas van a su bola y no necesitan ser el complemento de nadie. Ambas adoptan roles tradicionalmente femeninos y tradicionalmente masculinos. Clarabel es bonachona, alta y algo torpe, y eso recuerda a Goofy, con quien tiene un rollito especial, pero sin embargo tiene una personalidad propia y puede ser directamente graciosa independiente del perro y a pesar de ser mujer, algo normalmente vetado. Como pasa con Cuquiloqui, cuya vis cómica parte además de la mordacidad y la ironía inteligente, no del golpe fácil.

En cuanto a los chicos, Donald y Goofy se llevan los principales papeles cómicos, como reza el canon, papeles masculinos: uno lo hace a través de lo gruñonería, el otro de la torpeza. Mickey representa el hombre neutro. Y es un líder afable, pero líder, y un amado líder. Él es quien organiza, dispone, elige y manda. Lo hace sonriendo, pero no delega nunca. Hay un capítulo titulado "Daisy espía" en el que, tras conocerse que la pata es una espía y tiene una misión, al final es él quien lleva la batuta y no para de provocar manterruptions.

Todos le rinden una especie de culto a la personalidad que ya la quisieran algunos dictadores de masas. Vive en un mundo en el que hay siluetas de él por todos lados, y si el profesor Von Pato —científico doblemente tópico: hombre y con acento alemán— construye un autobús-submarino, le pone el emblema de Mickey y automáticamente le nombra el capitán. Como capitán es de la nave espacial, o del barco pirata que acaba de recibir Goofy de su abuelo. Y todos le cantan al son de "capitán Mickey". Porque sí. Por defecto. Porque de él es la serie, faltaría más.

Preocupa mucho el jugueterío y la bestial mercadotecnia universal en torno a Minnie vs Mickey, que incita a familiares de todo el mundo a comprar regalos de uno u otro personaje en función de si el regalado es niño o niña, binarismo a saco. Es raro encontrarlos a los dos a la vez. A las niñas no se les prohíbe tener predilección a priori por Mickey, pero poco a poco se les orienta a sentirse identificadas con Minnie. Los niños sí tienen problemas inmediatos si declaran preferencia por Minnie, pero aun siendo obligados a preferir a Mickey, se les deja en paz cuando llegan a la adolescencia (momento en el que, eso sí, Mickey es sustituido por referentes más brutos). Ahora bien, a las niñas adolescentes se les sigue mostrando a Minnie como un referente de la feminidad, y de los juguetes pasan a la ropa y a los complementos en una espiral de infantilización que continúa en muchos casos en edad adulta.

Podemos en cualquier caso resaltar algunas cosas buenas de las series. Ante todo, el espíritu de equipo, superación, buen rollo y lealtad a la hora de resolver problemas, que si son de uno, son de todos y todas. O el aprendizaje de palabras y objetos con Doodles, ese artilugio al que de repente le salieron ojos y que siempre tiene lo que te hace falta. En la casa de Mickey Mouse tienen cierto peso las matemáticas  y la geometría más básicas. En los superpilotos se aprende cierta geografía e historia, pues cada carrera es en algún lugar del mundo (aunque mejor pasar por alto el batiburrillo de estereotipos remezclados del capítulo de Madrid). También valoro mucho cierta estética en las maquinarias que podríamos bautizar como steampunk coloreado. Y por supuesto, las canciones son geniales.

No olvidemos que tanto en la Boutique de Minnie como en Las Ayudantes felices se supera con nota el Test de Bechdel, corolario positivo que ocurre en los dibujos animados orientados a niñas. En cuanto están destinados a niños o a niños y a niñas, supuestamente lo segundo, lo triste es que estas apenas tienen relevancia en las historias y ni se hablan entre sí o con otras chicas, que ni suelen aparecer (ojo, eso mismo pasa en La Casa de Mickey Mouse o en Mickey y los superpilotos, pero aun así, menos que en cualquier película comercial).

Pues hasta aquí. Para la próxima, Peppa Pig...

Reflexiones de un profesor de Música sobre los libros de texto (parte I)





La razón te la da el contexto. Y hay veces que este pide a gritos que tires el maldito libro de texto a la basura, el cual no sé muy bien por qué se le llama así: tendría más sentido decirle "libro didáctico", y aún habría que hacer cierto esfuerzo para no anteponer "presunto" a la expresión; o mejor, "libro didáctico homologado", para ser transparentes y que nadie piense que caen de los árboles. Que ni son baratos, ni inocentes.

Las siguientes reflexiones —que dividiré en dos entradas— versan sobre mi experiencia personal ante el libro didáctico homologado, por poner un granito de arena a la cuestión, con Música de fondo, pero también otros fondos, y tienen digamos tres partes que se interrumpen un tanto entre sí: una introducción sobre la utilidad de los libros per se, aún como entes vírgenes conceptuales libres de pecado, pero lo pongo ya difícil hablando de los del pasado aún no superado; otra, sobre los libros reales y concretos que se nos imponen en la actualidad (que no son ni inocentes, ni baratos, decía); y otra última dispuesta para fantasear con posibles soluciones o, al menos, invitar a la reflexión. Porque tenemos un gran problema.

Mala fama tiene su uso en la pedagogía moderna y no tan moderna ya, y lo cierto es que se la han ganado a pulso desde los tiempos de los reyes godos. Desde luego, no me refiero a los tiempos de los de reyes godos de carne y hueso, y a buen entendedor pocas palabras bastan. En este enlace, por ejemplo, un recuerdo amargo de hasta dónde puede llegar un libro antididáctico homologado por el mismísimo régimen franquista. Nos pueden parecer ejemplos muy crudos y demasiado evidentes, pero una dictadura podía lograr normalizarlos en la sociedad, y en buena parte eso se hizo precisamente a través del control de la educación.

Pero los virus a veces no mueren, solo mutan para adaptarse de nuevo. La gran pregunta es cómo nos juzgarán dentro de otros cuarenta años, cuando la distancia colabore en que lo sutil se transforme en evidente. La gran pregunta es qué se nos está escapando ahora mismo, y en qué medida no hemos cambiado tanto como nos gusta creer, que ya no hay dictadura pero sí amancebamiento. Jaione piensa que "nuestros mayores" salieron bastante bien, pero está claro que no todos: solo así se explica la España rancia del "a por ellos", la que defiende a una manada de violadores o la que se cree todos los bulos sobre los y las inmigrantes: el legado de la educación franquista sobrevivió a sus libros de texto.

La mala fama de hoy tiene su origen de aquí, y con razón, y no solo por sus contenidos, sino por cómo se usaban a pie de clase —que no es como los usan hoy la gran mayoría de profesores y profesoras de la Pública, a propósito, por mucho que esos y esas gurús del BBVA se empeñen en hacernos creer lo contrario—. La innovación educativa no consiste en quemar libros de texto cual inquisidores sin siquiera abrirlos, que también los bolígrafos han firmado fusiles al alba y nadie tiene nada en su contra.

Está claro que hay contextos en los que la presencia del libro puede estar justificada, y hasta leer algunos de sus pasajes en voz alta. Ciertas asignaturas, en ciertos niveles, con cierto alumnado. Es que es de perogrullo, nadie discute esto desde hace décadas. Lo que ocurre es que la inercia convirtió a los libros homologados en poco menos que el estado natural de las cosas, con las dependencias monolíticas que eso creó, a alumnado y a profesorado, y sus pescadillas aún se muerden la cola, eso sí que es verdad. Pero como somos muy de matar moscas a cañonazos, pues a veces nos creemos que muerto el perro (o sea, el libro) se acabó la rabia. Y no.

Los contenidos sin libro parecen —parecen— a priori más abiertos; ahora bien, con un libro de texto de por medio tampoco tendrían por qué dejar de ser así; eso sí, empleando este como complemento y no como dictador de vacuas memorietas, es evidente, igual que con cualquier otro libro de lectura o material didáctico. No, la culpa no es del cuchillo —¡o de los móviles,ejem!—, sino de quien lo empuña para degollar la creatividad en lugar de para pelar papas y cocinar una gran tortilla. Con cebolla, claro. Y si no te adecuas al contexto, ya da igual que uses el mejor libro o ninguno: ni el mejor será tan bueno, ni su ausencia te garantizará nada.


Recuerdo que en mi primer destino ya tenía el libro puesto de antemano por el anterior jefe de departamento: cuando lo dejé de lado, algunos chavales se llegaron a quejar a la mismísima directora, que además les dio bola y me pasó el mensaje en una sesión de evaluación. Además de desorientados, estaban nerviosos, cabreados. Y lo peor es que les daban la razón. Ese fue mi primer toque de atención tras unas oposiciones en las que, al contrario, decirle a un tribunal que seguirás un libro a rajatabla es la mejor forma de suspender automáticamente. Cosa que me parece bien, de las pocas que me parecen bien de las pruebas, por cierto. Pero tiene su ironía, porque luego es todo mucho más fácil si vendes tu alma al diablo.


Hasta aquí el debate ontológico: tras los años sigo prefiriendo no tener nada fijo y crear mis propios materiales; o, por supuesto, trabajar en la recolección de las mejores aportaciones de otros, que lo que hay por Internet de mis compañeros y compañeras le da mil vueltas a cualquier libro de texto (cuyos autores y autoras se inspiran muchas veces en lo que los y las profeblogueros y profeblogueras creamos y compartimos, dicho sea de paso...).

Ahora bien, reconozco que la dependencia que encuentro en algunos cursos, sobre todo en los más cercanos a primaria, permite o incluso exige la existencia de algo tangible, a todo color, con los contenidos ordenados de algún modo, aunque no sea el que me gustaría a mí. Admito a regañadientes que su presencia legitima y prestigia nuestra asignatura, tan menospreciada, aunque hay más formas de conseguir esto que con papel satinado, por supuesto.

No veo mal los libros didácticos como referencias puntuales para quienes aún no son capaces de coger apuntes, o para quienes ni aparecen y necesitan materiales unificados para recuperar, o para tener ejercicios de un momento a otro para la sala de convivencia (ese eufemismo que solo compite contra el del Ministerio de Defensa). Y ni digamos ya en otras asignaturas con mucho más peso en lo textual y en lo numérico. De momento he aceptado tenerlos en 1º y 2º de ESO, pero solo porque en Andalucía ya media el chequelibro, que si no, seguiría aún negándome de todas, todas.

A partir de aquí, el debate de a pie de trinchera, ampliándolo allende Andalucía, o Navarra, o País Vasco. Y aquí va mi tesis: aceptando la posibilidad de su pertinencia eventual como complemento en determinados cursos, mientras conseguimos aulas con más medios, ratios más bajas, y alumnos y alumnas menos dependientes de los libros de texto, aún todavía nos quedarían dos problemas muy graves que resolver: 1) los libros homologados que se nos ofertan suelen ser una basura, así de claro lo diré; y 2) los libros de texto cuestan un riñón, y el chequelibro (que es un paso, pero tampoco es la panacea, ojo) no se oferta en todos lados.

Resulta que, a priori, como libro de texto principal solo puedes escoger de entre una pequeña gama de candidatos: el selecto grupo de los homologados. O pseudohomologados, hablemos claro, pues rara vez son mirados con lupa por las administraciones, que hay mucho dinero e ideología en juego. Alguna vez ha ocurrido que el libro se retira tras alguna denuncia mediática, pero se retira porque se permitió de antemano, no nos olvidemos de eso.

En Andalucía no recuerdo el caso, recuerdo esta cosa tan repugnante que, ante la presión, decidió retirar no la Junta (!), sino la propia editorial, Anaya, confiando el nuevo libro retocado a los mismos autores. Y ya está. Aquí no ha pasado nada: ni una multa simbólica, ni una sanción: el resto del libro sigue estando homologado. El único que ha regulado algo es el propio mercado capitalista, que Anaya solo quiso lavar su imagen para no verse adectada.

Los libros de texto homologados suelen ser regulares, malos o hasta buenos en su parte más digamos técnica, pero desastrosos casi siempre en su currículum oculto (o en el evidente). No, "desastrosos" es un calificativo muy suave: albergan discursos de odio promovidos sin pudor, así de claro lo diré. Nada raro sabiendo que las editoriales que dominan el mercado son católicas. Pero lo de menos son los ejemplos espectaculares como el de Machado y Lorca, lo realmente dañino es lo que nos quieren colar revuelto en el puré.

De la parte técnica, cada uno lo sabrá bien en su materia. A veces se tratan los contenidos con excesiva e innecesaria complejidad; en otros casos predomina el simplismo historiográfico, abundando prejuicios superados por la universidad más decimonónica. En el caso de Música, si bien hay buenos materiales en lo que respecta a partituras o musicogramas, los textos en sí suelen ser de lo más inadecuado.

Eso sí, también predominan partituras puestas como relleno de pavo, que ocupan páginas y páginas que solo encarecen el producto, habiendo miles ya por Internet y con arreglos mucho más adecuados a nuestras realidades educativas. Además, a nadie se le ha ocurrido poner partituras con los nombres de las notas encima de las cabezas, algo que practicamos los docentes de música y que es básico para atender a la diversidad.

Pero lo peor son los contenidos, y aún no iré más allá de lo estrictamente musical. Me centraré en la parte histórica, con ejemplos al tun tún que recuerdo mientras escribo. La polifonía se inventó un buen día en Notre Dame, por supuesto, y a mayor gloria de la Iglesia católica. Hablaremos de la música de los siglos de la Edad Media en España... ¡obviando por completo la música andalusí! La dinámica de "Nuestra música" y de "otras músicas del mundo" rozará el racismo, si es que el racismo se puede rozar. Y si hay alguna compositora, su lugar será el de algún recuadro perdido, como rara avis, como una extraña invitada. Por cumplir y que conste, no más. Feminismo neoliberal de última hora, que no es feminismo ni es ná.


Las etapas de los periodos musicales son las mismas que podríamos encontrar en un manual de 1947, pues hay quien no es capaz de copiar y pegar bibliografía por lo menos un pelín más actualizada y descubrir que lo de los tres periodos del Barroco de Bukofzer está ya más que superado. Pero un momento: ¿qué hacemos contándole a una chavala de 2º de ESO lo de los tres periodos de Bukofzer?

Como en los libros de otras materias, se nota también el copia y pega a toda prisa, de bibliografías básicas ni siquiera citadas, pero sobre todo, de ediciones anteriores que hay que redactar de nuevo para incluir aquesta nueva competencia, objetivo, indicador evaluativo o lo que se inventen las altas instancias la semana que viene. Pero siempre con un descaro tremendo y una falta de seriedad y perspectiva crítica demoledora. Como ocurre con la última competencia: he visto uno en el que se subrayaba, no sin la ayuda de un calzador, la cultura emprendedora de... ¡los gremios de los lutieres medievales!

Es lógico entonces que las tablas que acompañan "la guía didáctica" o "proyecto didáctico" (ya sabéis, el machistamente conocico como "libro del profesor") acaben siendo loas al estructuralismo pseudocientífico, que ya solo falta vernos con batas blancas, programar y evaluar con microscopios, y nunca más mirar a los ojos a ningún alumno o alumna, convertidos y convertidas en simples número de este teatro.

El caso es que esas tablas triunfan porque, si las fusilas en tu programación, resuelto queda el trámite burocrático infame al que nos someten a los y las docentes: relacionar las competencias clave con los nuevos contenidos, objetivos y criterios de evaluación para cada unidad didáctica de cada asignatura. O eso piensan quienes creen que por ser libros homologados estás cubierto ante inspección, que tampoco lo estás, por incongruente que parezca. Cortas, pegas, que ya lo tienes hasta en formato digital, lo envías a Jefatura de Estudios, que a lo sumo le echará un vistazo, y santas pascuas. Y si no hay cambios normativos de un año a otro, cosa bastante rara, pues ni los retocas. Pero ni eso es así, ni la dignidad debería venderse tan barata, caramba. Por ahí no paso ni pasa la mayoría de mis compañeros y compañeras. Pero alguno he visto llamando a las editoriales para exigirles que les envíen el papeleo de forma inmediata...

Bueno, en realidad he visto ya de todo. Aún cursando el CAP, la profesora que me lo llevó andaba cabreada porque tal editorial le había comprado un aire acondicionado al Departamento de Sociales, con el alumnado muerto de calor, por cierto. Ahí ya me di cuenta de que algo no marchaba bien. A mí mismo me han llegado a proponer una pizarra digital, pero me negué tajantemente, por principios y porque, además, iba que chutaba en aquel centro con mi proyector y mi pizarra blanca para rotulador. Pero el caso es hay una financiación encubierta de medios que deberían ser dispuestos por la Administración, dejemos a un lado si las pizarras digitales no son sino otro timo para despilfarrar y conceder contratos. El caso es que no podemos privatizar la pública a trocitos, no podemos dejar los derechos del alumnado al mejor postor.

Estos libros también suelen ser basura, al menos en mi materia, porque el desorden campa a sus anchas en correspondencia con las ambiguedades e incoherencias marcadas por los diferentes currículos a lo largo de los años. Los de Música están dañados de muerte en Andalucía, especialmente desde que se cargaron 3º de ESO hará algo más de diez años. Cosas parecidas ocurren en otras asignaturas, y siempre se acrecienta el despropósito cuando ciertos contenidos se cubren de forma tan simplista en unos casos, tan profunda pero ingenuamente en otros. En todos los casos, sobresale una clara inadecuación al contexto en el que se impartirán.


Por ejemplo, lo de la polifonía nacida en el París medieval, además de ser mentira, es un flagrante caso de etnocentrismo, igual que todo lo que no sea de Occidente es visto como algo homogéneo, negativo, inferior, invisible. Como también hay un problema en la invisibilidad de la mujer, disimulada muy mal, decía, o en su tratamiento micro y macromachista, en Música y en todas las asignaturas. Como también se fomenta la visión del mundo privatizadora y capitalista con aquello de la educación emprendedora, el último gol neoliberal del PP, loando a los gremios con ingenua ironía, pero loando sobre todo a cualquier empresario o cosa que se le parezca de cualquier época antes que a cualquier trabajador actual. Como nunca desfilan personas de clases bajas si no es por ejemplo para inculcar la caridad cristiana o el racismo más paternalista. Como todo lo que se salga de la heterosexualidad normativa es tabú o tragedia chaikovskiana, y eso, a lo sumo. Como cuando la vejez no existe ni en las fotos, como si viviésemos en el mundo de Logan antes de fugarse. O como cuando se ensalzan las fuerzas armadas con un ánimo militarizante.

O como cuando se constata que no hay ningún tipo de perspectiva crítica hacia la historia sangrienta, anticientífica, machista, homófoba, moralista y censora de las religiones; antes al contrario, todo son buenas y apologéticas palabras respecto al hecho religioso, pero lo cogemos por los pelos desde la Prehistoria si hace falta, y a sobrecargar luego la historia de la música de obras sacras por encima de todo. Que molan, pero también con distanciamiento estético, no solo con fe por medio.


Aún estoy esperando un libro de la ESO en donde, al hablar de los castrati, se nos presente el tema no como un curioso exotismo, sino como algo cruel, mutilador... y de orígenes religiosos, que la mujer no podía cantar en una iglesia por una simple frase atribuida a san Pablo. O donde se nos cuente, tras matizar lo del París medieval, que hubo hasta un papa que espetó una bula prohibiendo esa nueva polifonía que se propagaba, por hermosa, al servicio del placer pecaminoso del oído.
Jurjo Torres, que lleva décadas denunciando esta situación y es seguramente la mayor autoridad al respecto en nuestros lares, resumía los males que he ido citando en una reciente entrevista sobre los libros de texto patrios, y apuntaba culpables:

En definitiva, aún a día de hoy nos sale, en los estudios que realizamos todos los años que los libros de texto son clasistas, racistas, sexistas, edadistas, homófobos, militaristas y católicos. Puede haber un pequeño cambio con respecto a cuando los empecé a analizar en los 80, pero en líneas generales siguen siendo así, y se explica porque la mayoría de las editoriales pertenecen a grupos religiosos. Y los grupos laicos, como Anaya —aunque compró Bruño, que es un grupo religioso— y PRISA, que es el grupo Santillana, el problema que tienen es que quieren vender libros al alumnado de las clases medias y altas. Esos que están escolarizados en colegios privados y concertados religiosos católicos y, por lo tanto, o incorporas esos contenidos a los libros o, de lo contrario, no los van a comprar. 

Aún se quedaba corto Torres, de quien recomiendo todos y cada uno de los artículos que recopila en su página web sobre los libros de texto, pues también podríamos hablar de bifobia, transfobia, gordofobia, discafobia, xenofobia (no solo de tipo racista), incitación al consumismo, publicidad encubierta (o no), revisionismo franquista, borbonismo... Además, cambiaría lo de "sexistas" por "machistas" o por "patriarcales", pues ambas alternativas ya implican el sexismo, que ya tiene uno bastante con esos planes escolares de Igualdad de Género pero nunca de Feminismo. O con las demagógicas equidistancias al tratar la Guerra Civil.


Pepo Jiménez tiene una antología con un poco de todo en su artículo de grandes pasajes adoctrinantes de libros de texto, pasajes cazados en los últimos años a través de las benditas redes, que para esto no son tan malas; aunque, a propósito, su crítica a la arroba inclusiva de un libro concreto no venía a cuento ni es comparable al conjunto de bestialidades que acompañan su loable compendio.


Respecto al racismo etnocentrista de los libros de texto y su raquítica diversidad cultural, quisiera recomendar el artículo "Diversidad cultural y libros de texto", de María Elena Álvarez López, incluido en el libro Educación Intercultural, perspectivas y propuestas (editado en la UNED por Teresa Aguado y Margarita del Olmo). Su estudio está dedicado a los libros de la asignatura de Sociales, pero sus conclusiones, de hace ya casi diez años, son aún hoy igualmente aplicables al resto, y por supuesto a mi materia:

Los libros de texto de Ciencias Sociales se basan en el presupuesto de una sociedad homogénea, transmiten la idea de que existen dos culturas, la de Occidente, con toda su riqueza artística, histórica y geográfica; y la de los otros, en la que sólo interesa reflejar su folklore. Los primeros son los responsables de los logros y avances de la humanidad, mientras que los segundos
representan el subdesarrollo.


Sobre la cuestión patriarcal se puede uno o una introducir con este resumen de Marisa Cohan, y, en particular para la invisibilidad de la mujer, no se debe ser docente y no conocer el informe que Ana López Navajas coordinó para el Instituto de la Mujer en el seno de la Universitat de València. Según sus datos, la representación femenina en los libros de texto no llega ni al trece por ciento, y ese porcentaje tan solo garantiza que son nombradas, nada más. Imprescindible leer este artículo suyo, o cualquier otro de entre los que ha subido a Academia.edu.


En fin, no es mi objetivo hoy entrar en más detalles por ahora de de cada una de las miserias que caracterizan a estos libros, reflejos de la sociedad que a su vez colaboran en construir. Podríamos seguir mucho más, pero creo que es suficiente para esbozar una visión general de por qué creo que sigue siendo mejor rehuir de los libros de texto. De los que se nos ofertan. Por lo menos, hasta que no se ataje con determinación una renovación radical del sistema de homologación, que a día de hoy parece más un trámite de comprobación normativa y de rendición de cuentas, a empresarios y curas, antes que un control responsable de calidad.

Ahora bien, ojo, que los profes y las profes también estamos para deconstruir y desacralizar los textos, y eso, además, a los chavales y chavalas les encanta. Esa es mi propuesta de afrontamiento más clara desde el momento en el que, por el motivo que sea, asumimos tener el complemento puñetero en nuestras aulas. De hecho, interinos/as en sustitución y funcionarios que no sean jefes/as de departamento rara vez tienen la opción de quitarlo, o de por lo menos elegirlo. Ni siquiera desde la jefatura los puedes cambiar de un año para otro hasta que pasen cuatro. Y luego están las dependencias históricas de las que hablaba más arriba, pero es que nuestra obligación está en adaptarnos a nuestra realidad.

Por eso, nada de mirar para otro lado, al revés: cuanto peor sea el libro, pues quizás tanto mejor si aprovechamos para que el alumnado pierda ese extraño respeto a la autoridad que aún emana la letra impresa; aún tanto mejor para inculcar lo más importante que debe inculcar un profesor o profesora: pensamiento crítico.

Redundaré en esto último en la segunda parte de esta entrada, y me referiré asimismo a la necesidad de que los y las docentes de la Pública generemos y compartamos materiales propios, y que ello se nos valore de una vez. Pero primero hablaré del segundo gran problema al que aludía más arriba en relación a los libros homologados: el asqueroso dinero. Y matizaré algunas cuestiones del chequelibro andaluz...

Dadme un tiempo, y sigo.

Recomendación: concierto didáctico de músicas del mundo de Pablo Mezzelani (y oportunidad en Andalucía)

Pablo Mezzelani es un polifacético intérprete que cuenta con una fascinante colección de instrumentos musicales traídos de todo el mundo. Vino hace un par de años a mi centro, y puedo aseguraros que se ganó por completo a mi alumnado (que no es precisamente un público fácil) .

Lo hizo por sus habilidades musicales, que igual de bien detiene el tiempo con su duduk armenio... que nos arranca las lágrimas, vozarrón mediante, con un tango de su país natal. Pero el secreto de su éxito también está en cómo conecta con los chavales cuando, con ese acento argentino que en nuestros lares embauca, comparte las simpáticas historias con las que presenta cada instrumento: la odisea que pasó para conseguir la tilinca moldava, la pieza de la gaita búlgara que recorre el universo en la sonda Voyager, etc.

No ocultaré que, tras mantener el contacto, me precio de que me considere amigo suyo. Lo digo por adelantado, por si acaso, pero también diré que soy igual de sincero al recomendar su concierto. Ahora que va a estar en Jerez las próximas semanas (en principio, hasta finales de mes), os insisto en que hagáis todo lo posible para que vuestro centro lo pueda invitar. No os arrepentiréis. 

Si digo Jerez, digo que está a un rato de media Andalucía. Si le decís que vais de mi parte os hará una importante rebaja.  Más información, en su página web: http://www.sonidosdelmundo.info/.  O escribiéndome un correo o un mensaje por Twitter.

En el mapa, aún en borrador, podéis haceros una idea de los instrumentos que suele traer. No gastaré más líneas en recordar lo importante que es abordar las músicas del mundo para contrarrestar el estúpido etnocentrismo y para, por supuesto, fomentar la diversidad y la autonomía del gusto.

A propósito, está elaborado con Scribble Maps, una herramienta muy interesante en este campo: es visualmente muy atractiva y, además, no requiere de registro (lo cual la hace estupenda para plantearles trabajos de geolocalización a nuestros alumnos). Pero de eso ya hablo otro día...

Veinte cosas que te pasarán si eres maestro o profesor de Música

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—¿Naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión? ¡Bah! Si yo te contara...

Pues vuelvo por aquí, que he tenido y sigo teniendo un motivo precioso para estar y seguir perdido: la llegada a mi vida de la cosa más preciosa y maravillosa del mundo, la galaxia y el multiverso: mi hija Ariadna. Dicho queda :-)

Como veis, estreno de paso diseño y lo unifico con mi MusiBlog de Aula, por si alguno pensaba que no era el mismo autor. Hasta tengo ya un about.me y todo: https://about.me/pablodelpozo. Y ojo, que cualquier día weeblizo Demasiadas Notas, el blog de música sin más al que también estáis invitados.

Bueno, a lo que vamos. A todos los profes y maestros nos han pasado cosas parecidas: hemos visto caligrafías y ortografías que habrían conmocionado a Rutger Houer el replicante, sabemos que las cosas son ciertas en función de si salieron en Los Simpson (benditos ellos), conocimos a padres de seres d̶i̶a̶b̶ó̶l̶i̶c̶  disruptivos que creen serlo, sin embargo, de ingenuos angelitos...

Todo eso es muy interesante, pero nada puede compararse a las experiencias de "el de música" o "la de música" de cada centro educativo. Sirva de homenaje a mis compañeros de armas el compendio de las mismas que a continuación recopilo:

1. Escucharás una y otra vez lo de ¿para qué voy a estudiar música si yo no voy a ser músico?

Por aquí hay que empezar, claro: ¿qué profesor o maestro de música no ha sufrido y sufre esta sentencia lapidaria, espetada o escupida en su cara cada cierto tiempo? ¿A que te has defendido a la desesperada preguntando quién de ellos va a ser matemático, biólogo o lingüista? ¿Y para qué vas a comer si nunca estudiarás para chef?

Confiésalo, te acuestas por las noches pensando que eres un proselitista, o peor, un elitista. Que igual habrías hecho mejor dedicándote a algo más útil para la sociedad. Qué sé yo... bombero, cartógrafo marino, numismático, cualquier otra cosa.

Vale, luego te pones la presentación hit de María Jesús Camino y tal vez te animas un poco, de acuerdo. Visitas más blogs de compañeros y piensas que, en efecto, hay más por ahí como tú, que no predicas solitario en tu desierto. Te acuerdas de los griegos, de la constitución suiza y hasta del quadrívium medieval. Paseas por la calle, enciendes la televisión, compruebas que hay música por todas partes, en todos los pueblos, en todas las culturas. Que los sonidos se saltan las fronteras, que la gente se tiende la mano con ellos, que un mundo sin música sería una película de terror: ¿y cómo no podemos ser útiles, entonces?

Pero tarde o temprano vuelve a aparecer ese lindo chaval que te da a entender que no piensa estudiar ni portarse bien clase "porque no va a ser músico". Ojo, que no es él el que te lo dice: son sus padres, amigo mío, es parte de la sociedad la que te habla...

2. ¿Tú también, Bruto?, pensarás en más de una ocasión.

... Pero lo que más te duele es cuando parte de esa sociedad la conforman tus propios compañeros: ¿quién no se ha sentido humillado en alguna reunión de evaluación al decir de aquel que considera que tu asignatura no es importante? Igual no lo hace de forma explícita, aunque también puede ser, pero sí presionándote con las notas que pones, y no me refiero a las musicales; en el mejor de los casos, haciendo ese recuento de cara a septiembre en el que a zutanito le quedan dos, pero una es música; o cuando creen que lo único que hacemos y, de hecho, lo único que debemos hacer, es organizar eventos y fiestas varias de cara a la galería.

3. Te aliarás con el o la de Plástica.

Menos mal que también hay profes melómanos y defensores de las humanidades en general. También están aquellos que te invitan a café a cambio de que les recomiendes un buen libro, un buen podcast o una buena escuela de música; esos que, ya crecidos, se dan cuenta de la mierda de educación musical que recibieron, y así, cortéstemente, te piden ayuda y de paso te demuestran cierta consideración y cariño.

Y, por supuesto, menos mal que están también nuestros grandes aliados: los de plástica. Por afinidad artística y emocional, y por la cuenta que nos trae...

4. Te alegrarás más cuantos más frikis tengas en clase.

Metaleros de chupa negra, aficionados a los zombis, seguidores de series manga, vosotros que sí sabéis quiénes son Los Ramones y os reís de quienes se ponen la camiseta de marras sin tener ni idea de su existencia; vosotros, amantes de músicas no comerciales, amantes de lo desconocido, almas aventureras; vosotros, en definitiva, que también sufrís día a día el desprecio por mostraros autónomos...

¡Sed bienvenidos a clase de música!

Y los demás, ¡temed, que si os descuidáis os vamos a convertir!

5. Intentarás que tus alumnos interioricen que hay más de dos compositores en la historia.

Los dos no son otros que Mozart y Beethoven. Pon cualquier día del año cualquier audición al azar: da igual que sea un madrigal de Monteverdi, una ópera de Wagner o un saltarello medieval... y entonces, pregunta a la clase: ¿de quién creéis que es esto?

—¡De Mozart!

Siempre hay varios que dicen eso. Da igual que ya lleves un año con ellos, no te frustres, es así. Puedes hasta poner la película de Amadeus, que al principio también creerán que Mozart es Salieri; y hasta José II será Mozart en su primera aparición, que es con peluca y ante un pianoforte, claro.

Beethoven también se oye en las menciones, pero menos: de hecho, los hay que ni siquiera tienen claro si es un ser humano (ver punto siguiente).

6. ¿Pero Beethoven no era un perro?, oirás todos los años...

Y mira que la película original tiene ya más de dos décadas, malditas sean las reposiciones navideñas. Pero claro, luego vienen también las continuaciones (creo que son cuatro más).

De acuerdo, la mayoría lo dice de broma. Pero es que, pasados los años, empieza a estar uno ya un poco harto del maldito san Bernardo; que los alumnos vienen nuevos pero tú no, caramba. Y alguno hay, como decía antes, que hasta piensa que sí, que el perro de las narices es el Beethoven genuino. Al menos, en un primer momento, sin pensarlo mucho.
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Hete aquí al culpable de que siempre tengamos que soportar la misma bromita.

7. ... Y tendrás que explicar muy bien lo de su sordera (la del compositor, no la del perro).

Ya sabemos que es la única característica reconocible y memorable del Beethoven no cánido: de profesión, sordo. A un lado dejo quienes piensan que fue de nacimiento —mayoría aplastante—, o quienes piensan de él que su atributo era más bien la ceguera. Mozart es el que componía de niño, y ya. Las obras musicales, como que dan igual. Si son todas de ellos dos.

Ante eso, es lógico que lleguemos a Bach y lo primero que contemos es que tuvo muchos hijos, o que Handel dejó tirado a su patrón y luego este acabó siendo su rey, o que a ambos los cegó  el mismo cirujano psicópata. Que no, que Bach o Handel no son ni Mozart ni Beethoven, no tienen nada que hacer.

Ah, bueno, también existe un tal Vivaldi, pero ese solo compuso cuatro conciertos con nombre de pizza.

8. Sabrás lo que puede pasar si nombras a Antonio de Cabezón.

Así las cosas, igual uno está deseando contarles lo de este gran músico, que si es por ciegos, que no quede; pero luego no digas que no te advertí que, tras la inevitable carcajada a cuento del segundo, las risas se tornarían crueles hacia ese chavalín; sí, ese, el que ya apodaban con el apellido del célebre organista.

Igual has propiciado mobbing hablando de Renacimiento, ole tú. Pero, de momento, hay una solución para cambiarles de tema de forma brusca: mostrarles a Ibrahimovic, ese jugador de fútbol en el que don Antonio se reencarnó. Descubrí tal hecho gracias a este vínculo, juzguen ustedes con google imágenes.

9. Sucumbirás ante el himno de los Champiñones.

Y hablando de pizzas con champiñones, de fútbol y de Handel... Resulta que uno va con toda su buena voluntad buscando de nuevo complicidad con los fondos Sur y Norte de la clase, y en efecto, Zadok the priest triunfa, claro que sí. Pero luego haces una prueba de audiciones en la que pides el autor y la época, y entonces dará igual la de veces que hayas insistido en que Handel fue un autor del siglo XVIII, de cuando el fútbol no estaba ni inventado. Y a pesar de tus advertencias, guiños y/o súplicas, pues alguno va y lo pondrá, sí, no hay forma de evitarlo:

—Eso es la Champiñons Lig.

10. Te verás obligado a insistir en que los contratenores y los sopranistas no han sido mutilados en modo alguno.

Volviendo a Handel de nuevo, si pones ese pasaje del Lascia ch'io pianga de la película Farinelli, alguno de tus alumnos pensará, además, que el que sale en el vídeo es un castrato grabado en pleno siglo XVIII.

Pero da igual que luego les pongas a Jaroussky vestido del siglo XXI. También preguntarán si...

11. Pondrás trampas con el piano y con la flauta travesera.

¿Hablamos de más advertencias, guiños y súplicas? Deja a un lado tu venilla de antropólogo musical relativista: me refiero a que no me digas ahora que en realidad esto son clasificaciones occidentales y tal... Que sí, que yo opino como tú, pero prueba, prueba: ponles un examen en la que tengan que clasificar al piano o una flauta construida en metal. Así sabrás rápidamente quién te atiende y quién no.

Si lo has hecho con el saxofón es que ya no tienes alma alguna, pedazo de pérfido, Gargamel de las aulas.

12. Acabarás harto de los palos de lluvia y de los cocos helados.

Si, de los cocos helados, he dicho bien.

Hablando de instrumentos, que seguro que también te ha pasado: resulta que si propones la típica actividad de construcción de cotidiáfonos sin advertir ni suplicar, te encontrarás a media clase con una botella de plástico rellena de garbanzos (las mejores, adornadas con papel coloreado); y a la otra mitad, con dos trozos de coco helado del Mercadona iguales que este, aunque sin el helado:
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El coco helado, antes de ser vaciado cual Michelangelo a su David.
De la unión de ambas mitades nace una especie de cocoplatillo, cuya elaboración, ardua y sufrida, consiste en vaciar el elemento comestible de cada una de ellas, pudiendo hacerlo mediante la ingesta del mismo en forma de postre o de merienda. Después, hay que cargarlo hasta el colegio o el IES y presentarlo cual vendedor de licores, con la debida demostración práctica de su idiófona solvencia sonora.

Si adviertes y suplicas te librarás de algunos palos de lluvia de plástico y de algunos cocos helados; pero siempre, siempre habrá alguien a quien veas aparecer con el palo o el coco, tan pancho y orgulloso de su hazaña como lutier.

13. Aprenderás polisemia musical.

Hablando de palos, no creas que todo debe acabar en los de lluvia: ¿qué es eso, dime, de intentar que distingan entre baquetas, batutas y arcos? ¡Al garete la variedad léxica! Quédate con la economía del lenguaje: llama "palo" a todo lo que puedas, que te harás entender mejor.

Y luego están, por ejemplo, los "bongos". Los "bongos", no los bongós. Los que no llevan tilde y se pronuncian como palabra llana (y que aún no los ha recogido la RAE, aunque igual debería). A ver, aclaro: si dices bongós te estarás refiriendo a esos membráfonos caribeños tan típicos de la salsa y la bachata. Pero si dices "bongos", podrás con ellos referirte a cualquier membráfono en pareja, de los timbales de una sinfónica al tabla indio. Se constata, empero, que "bongo" en singular se está volviendo, al menos en algunas zonas, pues casi tan genérico como "tambor" o "membranófono".

14. Defenderás a los directores de orquesta, esos que no sirven para nada, que solo mueven las manos.

Hablando de baquetas, aunque ya son legión quienes sin ellas se apañan. Que no digo que no los haya inútiles, ¿eh? Resulta que también hay conjuntos demócratas que no tienen ningún problema en prescindir de dirección alguna. Pero...

15. Sufrirás en tus carnes que lo de ayer ya es antiguo, y que lo antiguo es malo (por antiguo, claro).

Ya ves, y uno queriéndoles enseñar el fascinante epitafio de Seikilos, no ya Mozart. Pero es que los Beatles también son carpetovetónicos, qué te crees. Si unimos a todo esto al lío que los chavales suelen tener con los siglos, tenemos una especie de masa infusa en la que cabe todo. Y si indagas, descubrirás con sorpresa que algunos piensan que Bach pertenece a la época de sus abuelos.

No hay problema en desliar el barullo, que para eso somos profes. El desafío de verdad es quitarles de encima esa dinámica consumista y cruel en la que las modas lo dictan todo, y en la que lo que no está de moda puede ir directamente a la basura. Abuelos incluidos. Y los próximos somos nosotros, que cada año que pasa somos también más viejos... ¡pero ellos no!

16. Te justificarán el ruido dándote donde más te duele.

Volvamos al lindo angelito del que hablábamos más arriba. Ese que justifica su mal comportamiento aduciendo que tu amada asignatura no sirve para nada. Ese, ese es el que luego te explica que estaba haciendo ruido sobre la mesa con aquello de es que estamos en música, ¿no?

Ay, ese admirador de Luigi Russolo, ese lector incansable de Robert Murray Schafer, ese creador de paisajes sonoros infernales... lo que más duele es que hasta puede tener algo de razón. Que sí, que una cosa es la música y otra el respeto, a sus compañeros y a ti mismo, y que para parecerse a Mayumaná con la ratio como está pues hace falta eso mismo, precisamente eso. Pero uno tiene su corazoncito.

17. Te sorprenderás escondiendo algunos instrumentos del aula.

Esto sí que es cutre. Tú soñando con esa orquesta escolar, con ser el profesor Holland redivivo, y en esto que llega el viernes a última hora, toca ese primero de miniñús en el que está tu angelito preferido, ese grupo que suele escucharse venir en estampida desde la otra punta del pasillo... y piensas: ¡el bombo! ¡Hay que esconder el bombo! Ponerlo bien alto, bajo llave o en el departamento: ¡corre!

18. A principios de curso, odiarás el maldito palito verde que viene con las flautas nuevas.

Eh, que todavía hay algo más sobre palos. Dicen que el supuesto limpiador (o palo) de las flautas Hohner solo está ahí para imitar a los de las flautas de madera, que ni siquiera sirve para nada. Yo creo que igual puede ayudar raspar esos mocos resecos que intuimos que están ahí cuando un alumno nos dice que su flauta no suena bien; esos que, tras pedir una demostración, nos evocan ese nosequé a roce rústico que ni los shakuhachis de bambú.

El caso es que ni de lejos lo suelen usar como complemento al agua del grifo, sino como florete con el que iniciar duelos espadachines con el compañero de al lado. Rodarán por todos lados, los verás hasta en la sala de profesores, no sabes cómo. Bueno, paciencia, ya los perderán del todo.

Y, sobre todo, piensa que mejor que se den con el inocente palito, de buen rollo, que con la durísima flauta, y de mal rollo. Eso algo que también pasa de vez en cuando, sí, convertida la dulce aerófona en baqueta asesina (es decir, en palo asesino)... y convertidas las cabezas de tus alumnos en idiófonos bajo riesgo.


19. Tendrás mucho cuidado al generar frases con "tocar", "flauta" y "me" de por medio.

Hablando de flautas, no se nos puede olvidar esto, muy importante, en principio, para profesores y maestros en particular, quizás no tanto para profesoras ni para maestras. Por decoro, no transcribiré las soeces que se le pueden escapar a uno si no se tiene el debido cuidado al hablar.

20. Y ante todo, encontarás la belleza musical donde nadie más la encuentra.

Qué profesor Holland ni qué ocho cuartos... ¡el mismísimo señor Mathieu, o mejor aún, el maestro de música que retrató Telemann! Ese eres tú, capaz de ver sacar de los chavales lo mejor de ellos mismos, de explorar su creatividad como nadie más hace, como nadie más comprende.

Como cuando improvisan esas notas a contratiempo sobre karaokes enlatados, o cuando les pides que canten el Sacatún a partir de Chimo Bayo y ellos te lo devuelven fusionado con las Atmósferas de Ligeti. Qué preciosidad cuando se acopla el sonido de los metalófonos más agudos y se crean esos clústers orientalizantes, tan relajantes. Como relajantes son los sones de treinta flautas dulces y de plástico a la vez, sobre todo dulces.

​¡Feliz curso!