Sara Manazo ganadora del sorteo "El arte de pedir" de Amanda Palmer

La vuelta al cole nos trae esta gratificante noticia para todos los seguidores de La Brújula Musical. 



Sara Manzano ha sido la afortunada de llevarse un ejemplar de "El Arte de Pedir" de Amanda Palmer, un libro que hemos leído y disfrutado durante este verano y que recomendamos leer a todos los amantes de la música y el Ukelele.

Para participar en el sorteo del libro de Amanda Palmer, sólo tenías que haber rellenado un pequeño cuestionario que publicamos hace unos meses. Gracias al cuestionario, estamos trabajando para mejorar el blog y hacer materiales que os puedan seguir ayudando y mejorando vuestros conocimientos de ukelele. Pos este motivo, gracias a todos por estar ahí y seguirnos. 

El libro de Amanda os sorprenderá por su franqueza y su manera directa de hablar y explicar el mundo discográfico y los obstáculos que se puede encontrar una artista para llegar a poder vivir de su arte. Un libro inspirador y de cabecera, si empezáis de cero en esto de la música, y queréis tener una visión actual de todo lo que rodea este mundo.


Enhorabuena Sara, esperamos que disfrutes el libro y lo compartas con todos tus amigos!

Muchas gracias a todos por participar!

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Rellena el siguiente formulario y entrarás en el sorteo de un ejemplar gratuito de "El arte de pedir" de Amanda Palmer. Promoción válida sólo para subscriptores.






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Amanda no quería un Trabajo de Verdad.

Y no es que fuera vaga. Que va. Nadie en su sano juicio la acusaría de perezosa. De hecho, si hay algo que le sobra es la energía, las ganas y la imaginación para hacer cosas, muchas cosas, y compartirlas con el mundo. El problema está en ganarse la vida con eso. Y ese es el principal logro de Amanda Palmer, antigua estatua humana, pianista, compositora, cantante, escritora, feliz esposa de Neil Gaiman  y, próximamente, madre: conseguir que la gente le pague por sus canciones, sus dibujos, sus historias y, bueno, básicamente, por ser ella misma.

Su carrera empezó como estatua humana: disfrazada de novia, con la cara pintada de blanco y una peluca, repartía flores a los viandantes a cambio de una moneda. Pero eso no era suficiente: Amanda tenía la sensación de que la gente la miraba, pero no la veía. Y ella quería que la VIERAN, en mayúsculas. Sí, puede que le guste un poco ser el centro de atención pero, ¿y a quién no? 
Así que montó una banda, y se aseguró de hacer todo el ruido posible con ella; desde luego a The Dresden Dolls se les puede acusar de cualquier cosa menos de ser discretos. Fueron ganándose a su público, fan a fan, pegando carteles en las farolas, primero, y a través de una lista de correo, después. Y en poco tiempo Amanda consiguió lo que creía que era su sueño: fichar con una discográfica. Ser una artista DE VERDAD.

No duró. Hubo varios roces, y las cosas fueron de mal en peor, hasta que la compañía sugirió retocar digitalmente los michelines de Amanda: les parecían poco sexis. Amanda se negó; no solo eso: le contó la historia a sus fans. Y sus fans iniciaron una Rebellyon que hizo temblar las redes sociales con fotos de tripas cerveceras, abdómenes fofos y pieles estriadas. Barrigas sexis, barrigas sin Photoshop.
The Dresden Dolls dejó a la compañía discográfica y decidió financiar su siguiente disco mediante una campaña de crowdfunding. Amanda necesitaba cien mil dólares para sacar adelante su proyecto. Consiguió un millón. Y de paso, puso el mundo de la música patas arriba.

El arte de pedir cuenta todo esto, y mucho más. Cuenta lo que es ser mujer en el siglo xxi. Habla de cáncer, de aborto, de tristeza y de lágrimas. Se deleita en la felicidad de enamorarse, de dar un abrazo, de compartir comida y techo con tus amigos. Desvela los complicados y sutiles lazos que unen al artista y a los fans, y lo que es vivir continuamente observada: la vida en directo a través de las redes sociales. Explica cómo puede sobrevivir la música en la era de internet, las descargas ilegales y los top manta.  Y, lo que es más importante, demuestra que la gente está dispuesta a pagar por la cultura, si se le permite.


Solo hay que pedirlo.