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Cuando Carlos Gardel compuso Por una cabeza -corría el año 1935 y tan sólo habían pasado ocho años desde el estreno de la primera película sonora- es muy poco probable que llegara a imaginar que el cine contribuiría a la popularidad de la que goza actualmente este tango, alcanzada no sólo por su valor musical, sino también gracias a unas escenas inolvidables en las que las imágenes están realzadas por esta canción. Aquí recordaremos las dos más importantes e impactantes, extraídas de sendas obras maestras del séptimo arte, rodadas con tan sólo un año de diferencia la una de la otra.
En La lista de Schindler (1993) se escucha la canción original, cantada por el mismo Carlos Gardel, quien la grabó pocos meses antes de su fallecimiento en un accidente aéreo en Colombia, en el que también murió Alfredo Le Pera, el autor de la letra.
El director del filme, Steven Spielberg, utiliza Por una cabeza para dar unidad a dos escenas distintas y complementarias: el tango empieza a sonar sobre un primer plano de una radio, dando lugar a un sonido diegético que acompaña los gestos acompasados de Oskar Schindler (Liam Neeson) que se prepara para el encuentro con los jerarcas nazis, eligiendo con esmero todos los detalles de su vestuario con el fin de impresionarles. En la sala de baile donde tiene lugar la escena siguiente, a pesar de la presencia de una pequeña orquesta tocando y de algunas parejas bailando, ya no podemos hablar de diégesis, pues los protagonistas de la película no pueden estar oyendo la voz del mismo Gardel, desaparecido 14 años antes de la ocupación de Polonia por parte del ejercito nazi; por si no fuera suficiente, en el escenario hay instrumentistas pero no cantantes. Quizás uno de los personajes que aparecen en la pantalla sí lo esté oyendo: esa melodía podría seguir sonando en la mente del mismo Schindler, como un fondo musical obsesivo que acompaña sus pensamientos totalmente ajenos a la fiesta y la música que le rodean porque está absorto en la observación y análisis de las personas que le interesan.
Un año antes del estreno de La lista de Schindler, este tango ya había conquistado al público de la gran pantalla gracias a una de las escenas más intensas de Esencia de mujer, un remake del también imprescindible largometraje Profumo di donna: el momento en que el protagonista, el teniente coronel Frank Slade (Al Pacino) acaba de conocer a Donna (Gabrielle Anwar), aunque sólo por su perfume, puesto que es invidente. Donna le guia hasta la pista, hacia la que el hombre se dirige con mucha prudencia. El baile empieza tímidamente, pero al llegar al estribillo -que en este excelente arreglo instrumental viene cantado con gran intensidad por el violín sobre un poderoso impulso rítmico del piano- Frank toma las riendas y le da a Charlie (Chris O’Donnell), su joven lazarillo, una lección no sólo de baile sino también de vitalidad.
Como de costumbre, he arreglado este tango para flauta dulce y piano, pero esta vez mis alumnos y alumnas de primero de ESO deberán esperar al curso que viene para aprenderlo, pues tiene unas cuantas notas agudas y alteraciones que nos recomiendan no tener prisas. Mientras nosotros nos vamos introduciendo en la música porteña con Libertango, quizás esta partitura pueda resultarle útil a docentes y discentes de cursos más avanzados.
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Hoy es el aniversario del nacimiento de Amilcare Ponchielli (1834-1886), compositor importante tanto por su obra como por su aportación al progreso de la música, consistente no sólo en su labor creativa sino también en la didáctica: fue el maestro de algunos de los más importantes operistas italianos del período a caballo entre los siglos XIX y XX, entre los que destacan Giacomo Puccini y Pietro Mascagni.
El catálogo de Ponchielli incluye ballets, cantatas, música coral y sobre todo numerosas óperas, el género que le procuró su gran éxito, en la Italia de su época sólo inferior al de Giuseppe Verdi. Sin embargo, para la mayoría de la gente, el nombre de Ponchielli está ligado a una sola ópera, La Gioconda, que compuso sobre un libreto de Arrigo Boito, el libretista de las óperas más exitosas de Verdi; más aún: a un número de esa ópera: La Danza de las Horas, con un tema principal muy pegadizo que seguramente ha contribuido de manera notable a su popularidad.
Otro gran impulso a la fama de ese fragmento fue su inclusión en la película de animación Fantasía (1940) producida por Walt Disney. Sin hacerle mucho caso a las ideas del libretista -que imaginaba doce bailarinas danzando en círculo (simulando las horas en el reloj) y dos bailarines en el centro (las manecillas)- en ese filme tenemos como protagonista de ese episodio a avestruces, hipopótamos, elefantes y cocodrilos. Los reptiles son los únicos que no calzan zapatillas de ballet, aunque en cambio llevan unas elegantes capas. Por su parte, los paquidermos flotan en el aire con gran ligereza, exhibiendo, en el caso de los hipopótamos, unos delicados tutús.
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En la mitología griega hay un personaje que suele representarse con un instrumento musical que de él recibe uno de los nombres con el cual es conocido. Se trata de Pan, un semidios de apariencia tan poco atractiva (mitad hombre y mitad macho cabrío) que una de las versiones sobre su nacimiento cuenta que su misma madre huyó presa del pánico (palabra que deriva del mismo Pan y de su aterrador aspecto) nada más traerlo al mundo.
Por eso no extraña que también Syrinx, joven y bella ninfa, quisiera escapar de sus atenciones cuando él se enamoró desesperadamente de ella. Llegada a la orilla de un río, antes de caer entre los brazos de Pan, que la perseguía, Syrinx suplicó a otras ninfas, las Náyades, que la convirtieran en un cañaveral.
Pan, tras oír el sonido que producía el viento rozando las cañas, construyó su flauta cortando algunas de ellas y llamó a ese instrumento con el nombre de su amada. Así que la flauta de Pan también se conoce como siringa.
Claude Debussy, compositor francés que nació hace exactamente 148 años, escribió por lo menos dos obras que, directa o indirectamente, recuerdan ese mito y ese instrumento, aunque en ellas emplea una flauta travesera para evocar el sonido de la siringa: Preludio a la siesta de un fauno (1894) y Syrinx (1913) (haz clic en los nombres de las obras para descargar las partituras).
Syrinx nació como música incidental para una obra teatral en la cual tenía que ser “la última canción de Pan antes de morir”. El drama nunca llegó a completarse, mientras que Syrinx es hoy en día una de las obras más importantes para flauta sola. La siguiente versión, interpretada por la flautista Paula Robison, fue grabada en 1986.
La figura de Pan dio lugar, en la mitología romana, al dios de la naturaleza, Fauno, y junto con él a los faunos, genios de los bosques.
También el origen del Preludio a la siesta de un fauno está ligado a la literatura, al inspirarse en un poema de Mallarmé. La obra fue concebida inicialmente como acompañamiento al poema para su lectura pública y estaban previstas tres secciones. De hecho, en un principio su título hubiera tenido que ser Prélude, Interlude et Paraphrase finale sur l’Après-midi d’un faune. Finalmente Debussy sólo compuso la primera de las tres secciones; aún así la obra, considerada como una de las más importantes del compositor, es un poema sinfónico acabado que de ninguna manera da la impresión de que le falte algo. La sencilla historia sobre la que está construido es la descripción de una típica tarde de un fauno, dedicada a tocar su flauta, coquetear con las ninfas y, finalmente, abandonarse a un dulce sueño.
En 1912, años después de la composición y estreno del Preludio, los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev pusieron en escena un ballet sobre esta obra, con la coreografía de Vaslav Nijinsky que causó un gran escándalo por su alto contenido erótico (todavía faltaba mucho para los movimientos de cadera de Elvis o de Michael Jackson, sólo por poner un par de ejemplos).
En el vídeo siguiente, Charles Jude, director del Ballet de la Ópera de Burdeos, baila esa misma coreografía junto con Marie Claude Pietragalla.
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