Tras vivir al 100 por 100 mi pasión por la danza y haber bailado durante 25 años en la ópera de París, llegó la hora de dejar los escenarios (en la Ópera de París el “retiro” oficial es a los 42 años).
En mi caso, la experiencia adquirida, la notoriedad y mis ganas de explorar otros campos dentro del mundo de la danza (coreografía, enseñanza, gestión de mi propia compañía) me ha permitido tener una “segunda vida” dentro de la danza como director de la Compañía Nacional de Danza.
El porcentaje de bailarines que sigue un camino parecido al mío es mínimo y para la mayoría de ellos el momento de dejar los escenarios es sinónimo de vacío (la dureza y la disciplina que exige el trabajo de una compañía profesional de danza, la movilidad de los bailarines y la intensidad de la búsqueda de la excelencia no permiten, en la mayoría de los casos, que el bailarín prepare su reconversión y su futuro mientras está en activo bailando).
La mayoría de los bailarines necesitan un acompañamiento, un apoyo gracias al cual obtener las bases y la formación que les falta para poder empezar una nueva vida, ya sea en el campo de la danza o en otros campos.
Esta iniciativa me parece de vital importancia ya que en nuestro país no existe ningún organismo que se ocupe de esa transición importante que sufren los bailarines, al tener que reintegrarse al mundo laboral alrededor de los 40 años.
Aunque todos los bailarines deberían tener previsto su futuro más allá de los escenarios, lo cierto es que resulta muy difícil fijarse objetivos ajenos a la danza mientras se está bailando. Por eso es importante que los profesionales, al terminar su periodo como bailarines activos, puedan formarse y encontrar vías para labrarse un futuro profesional, bien dentro de las actividades que rodean el mundo de la danza (regiduría, vestuario, escenografía, repetición, docencia, programadores culturales, gestores, iluminadores, coreógrafos, técnicos…) bien fuera de nuestro gremio.
Es crucial que seamos capaces de afrontar el momento de la retirada minimizando el impacto emocional, lo cual es mucho más fácil si se puede visualizar ya un futuro profesional ajeno a las tablas, con el que también podamos sentirnos realizados.