Más desprestigio musical

Escribo este artículo en caliente y a vuelapluma, a raíz de algunas situaciones que me han sucedido hace poco, aunque reconozco que el borrador sobre este tema lleva mucho en el tintero. Será porque el tema de marras es una preocupación cotidiana y necesitaba una/s espoleta/s suficientemente convincentes como para reaccionar físicamente con mi pólvora XprofesionalX.

Hace algún tiempo ya dí mi opinión sobre el desprestigio que sufrimos los músicos en el ámbito educativo, pero es que en el campo de la interpretación la cuestión roza el esperpento. Para muestra, dos botones que me han sucedido en fechas recientes:

El baúl de Surusú

Botón 1

“El baúl de Surusú y la banda Tururú” es el espectáculo pedagógico que más niños han disfrutado en Aragón. Se trata de una co-producción entre Pirena Brass y Seis de Trébol. En fechas recientes actuamos en un conocido teatro de Zaragoza, con un aforo (en domingo por la mañana poco antes de la fiestra grande, cuando la gente guarda para entonces) que nunca ha tenido un espectáculo de esas características, en ese horario y en esa sala.

Una vez liquidadas las correspondientes partidas de alquiler de la sala, cotizaciones a la S.S., impuestos varios y ranas cantando del agua, el total por persona a repartir daba para comer un menú en el restaurante cercano de turno. Ya teníamos asumido por adelantado que los números iban a ser así, pero ni eso:

Se nos presentó el inspector de cierta Sociedad General de cuyos miembros y siglas no quiero acordarme.Tras una breve explicación de que el texto del espectáculo no está registrado, precisamente para evitar este tipo de prácticas recaudatorias, desapareció. Cual fue nuestra sorpresa cuando al día siguiente el fulano nos informó de su intención de cobrarnos los derechos sobre el texto “para cuando esté registrado” y ante la negativa de la autora, decidió aplicarnos tasas por tocar 16 compases de una canción de esa cantante y una obra a punto de pasar a dominio público con lo que, obviamente, el bolo nos da para un paquete de pipas. O ni eso.

Botón 2

Me llama el director de una banda amateur. Por lo visto tienen un concierto en breve y necesitan reforzar la sección de tuba. Tendría que estar el viernes en el ensayo y el sábado es el concierto. Me pagarían desplazamiento y estancia. Cuando le pregunto por los honorarios su respuesta, lo reconozco, me sorprende: “En esta banda los músicos no cobran”.

Reflexiones al botón 1

Entiendo que el teatro tiene que tener su parte. Entiendo que haya que contribuir al bien común con impuestos, aunque un 21% aplicado a la cultura me parece un despropósito por varios motivos en los que profundizaré en otro momento. Entiendo que exista una figura que defienda los intereses de los autores y los creadores en general, aunque sus formas de actución, sus argumentos y sus métodos recaudatorios no son santo de mi devoción.

Lo que no entiendo es que el músico, el actor y el artista en general, que son la cabeza visible de todo el entramado “cultural”, sean siempre quien sale peor parado, cuando son el agente más activo (y tal vez necesario) en todo este asunto. Tampoco entiendo que nos crujan a impuestos (cuando muchos somos mileuristas a duras penas), por aquello de las contrataciones en varias empresas, y los grandes empresarios tengan exemciones fiscales por toser (si, este es el momento demagogia barata). Mucho menos entiendo que los autores, especialemente los independientes, tengan que optar por no registrar sus obras para no entrar en contradicción entre sus principios morales y los de quienes deberían representarles

Algo falla, pero eso ya lo sabíamos.

Reflexiones al botón 2

Hablando sobre el Botón 1 con una persona del gremio artístico llego a una conclusión: las profesiones susceptibles de ser aficiones están muy infravaloradas en el mundo laboral. ¿Quien decida un dia, por afición, tocar un instrumento, meterse a actor amateur, coger una cámara o pintar un cuadro tiene automáticamente el derecho a colgarse la etiqueta de músico, actor, fotógrafo o pintor?

¿Quién es músico? El quid de la cuestión

UntitledLa cuestión tiene miga, y no pocas respuestas correctas. Las etiquetas son necesarias en algunos ámbitos de la vida, pero en otros el concepto que representan son tan variados que usarlas es caer en un conflicto constante. Por definición, quien hace música ya es músico; pero no es lo mismo un aficionado (con mi mayor respeto y admiración por todos ellos) que un profesional, que conoce los entresijos técnicos y estéticos del arte, es capaz de aportar valor añadido a cualquier situación musical a la que se enfrente y quiera ser remunerado por ello.

El dinero sólo es dinero y tiene el valor que cada uno le conceda. El problema viene cuando se confunde un servicio profesional con un “favorcillo” o con algo que, al ser aparentemente sencillo, no se valora convenientemente. ¿Cuántas veces tendrá que oír el músico aquellas cantinelas de “No puedo pagarte, pero te servirá de promoción. Total por tocar cuatro notas…”? ¿A alguien se le ocurriría decirle al fontanero “No puedo pagarte, pero te servirá de promoción. Total, por ajustar cuatro tuercas…”? No, claro que no. Muchísimas veces tocoen muy distintos ámbitos sin buscar ni obtener beneficio económico, porque entiendo que hay otras maneras de enriquecerse además del dinero; tocar por diversión puede ser muy gratificante e interesante. Pero cuando no es el caso, no es el caso.

Lo peor de todo este asunto es que en demasiadas ocasiones somos los propios profesionales de la música quienes caemos en el error de confundir, consciente o inconscientemente, conceptos. Y si nosotros mismos no valoramos nuestro trabajo, fruto de cientos de miles de horas de estudio y sacrificios ¿cómo podemos esperar que otros lo hagan?

 

Más desprestigio musical, publicado en el blog de Eduard Ruano. Blog sobre la tuba, la técnica en los instrumentos de viento metal y la interpretación musical.




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