¡Feliz invierno!

Campanilla de invierno, por Joaquim Reberté Ferrán (CC). Banco de imágenes y sonidos del ITECada tres meses, en cada cambio de estación, me viene a la memoria Antonio Vivaldi, un músico que fue capaz de describir esas cuatro temporadas del año utilizando solamente instrumentos de cuerda y una estructura formal tan rígida como el concierto barroco, con un resultado asombrosamente acertado a pesar de la muy poca variedad tímbrica, rítmica y armónica de los recursos de los que disponía.

Para eso se inspiró en otros tantos sonetos, de los que tal vez fuera él mismo el autor, que narran algunos momentos de la vida cotidiana de la sociedad rural de comienzos del siglo XVIII, seguramente bastante más sensible al cambio de las estaciones y los fenómenos de la naturaleza que nuestra sociedad urbana del siglo XXI.

El ingenio de Vivaldi le permitió trasladar al sonido de los instrumentos el poder evocador de los versos de los poemas que, como podemos ver a continuación, es bastante grande (la traducción no respeta la métrica de la poesía, siendo su único propósito facilitar la comprensión del texto a los que no conozcan el italiano).

Allegro non molto
Agghiacciato tremar tra nevi algenti
Al Severo Spirar d’ orrido Vento,
Correr battendo i piedi ogni momento;
E pel Soverchio gel batter i denti;
Allegro non molto
Temblar aterido entre las nieves heladas
al severo soplar de hórrido viento,
correr golpeando los pies todo el rato;
y por tan grande frío  entrechocar  los dientes.
Largo
Passar al foco i dì quieti e contenti
Mentre la pioggia fuor bagna ben cento
Largo
Pasar junto al fuego los días tranquilos y contentos
mientras la lluvia fuera cae a cántaros;
Allegro
Caminar Sopra il ghiaccio, e a passo lento
Per timor di cader girsene intenti;
Gir forte Sdruzziolar, cader a terra
Di nuovo ir Sopra ‘l giaccio e correr forte
Sin ch’ il giaccio si rompe, e si disserra;
Sentir uscir dalle ferrate porte
Scirocco, Borea, e tutti i Venti in guerra
Quest’ é ‘l verno, ma tal, che gioia apporte.
Allegro
caminar sobre el hielo, y a paso lento
por temor a tropezar ir con cuidado;
Andar rápido, resbalar, caer al suelo,
de nuevo andar sobre el hielo y correr rápido
hasta que el hielo se rompe, y se agrieta.
Sentir escapar de las puertas bien cerradas
Siroco, Bóreas, y todos los vientos en guerra.
Este es el invierno, y esta la alegría que nos trae.

Podemos escuchar el concierto entero en una entrada del año pasado, que contiene una ejecución del Invierno por Nigel Kennedy, una interpretación que exalta la expresividad de la música con varios tipos de efectos violinísticos descritos brevemente en el texto de la misma entrada.

Sin embargo, hoy nos centraremos en el segundo movimiento, un largo con el cual Vivaldi nos describe la apacible sensación de quedarse tranquilos en casa mientras fuera llueve a mares. El pizzicato de los violines de la orquesta imita las gotas de la lluvia mientras el violín solista toca una de las melodías más cantabile del barroco veneciano. En el vídeo siguiente, el violinista Itzhak Perlman está acompañado por la Orquesta Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta.

Cuando volvamos de vacaciones posiblemente habremos experimentado más de un día esa sensación que intentaremos recrear interpretando el tema de este movimiento, que he arreglado para flauta dulce. Me he tomado la licencia de suprimir una nota grave para evitar utilizar notas demasiado agudas o tonalidades demasiado complicadas para el instrumento preferido por mis alumnos y alumnas.

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Mozart y Salieri

Mozart y Salieri

Hermann Kaulbach – Los últimos días de Mozart (1873)

Hace 219 años moría prematuramente uno de los más grandes compositores de todos los tiempos: Wolfgang Amadeus Mozart. Ese triste momento, junto con muchos otros de su breve vida, fue llevado a la gran pantalla en 1984 por el director de cine Milos Forman en su película Amadeus, galardonada con ocho Premios Óscar y cuatro Globos de Oro, entre otros.

La escena de la muerte y el entierro del músico de Salzburgo está acompañada por uno de los números más conmovedores del Requiem -la misa de difuntos que el mismo Mozart estaba componiendo cuando la muerte le sorprendió- el Lacrimosa, consistente en las dos últimas estrofas y la invocación final de la secuencia Dies irae.

El autor del guión, Peter Schaffer, también autor de la obra teatral que inspiró la película, se tomó muchas licencias, pues hay documentación  histórica que demuestra numerosas diferencias entre lo que muestra la película y lo que realmente ocurrió.

Además de algunas para nada trascendentales, como la meteorología del día del entierro, ese 6 de diciembre de 1791 en el que un estupendo sol brillaba en el cielo de Viena, hay otras discordancias mucho más importantes; por ejemplo, en la escena que acabamos de ver, Antonio Salieri, aquí un auténtico malo de la película, asiste al momento del fallecimiento de Mozart tras pasar toda la noche en vela a su lado para ayudarle a terminar la misa de difuntos que estaba escribiendo. El plan perverso del músico italiano, supuestamente empezado tiempo atrás con un lento envenenamiento del austríaco, hubiera sido quedarse con esa partitura, atribuyéndose la autoría de la misma, para alcanzar la gloria que su ambición desmesurada le hacía anhelar a la vez que su mediocridad le negaba.

Naturalmente nada de eso es cierto: aunque cierta rivalidad entre algunos músicos pudiera considerarse como normal en una época en la que la fama y la riqueza dependían de la consideración que se conseguía alcanzar frente a la aristocracia, no existe ningún indicio que sugiera esa envidia desmesurada de un Salieri Kapellmeister al servicio directo del emperador, cargo que le proporcionaba una vida muy cómoda y llena de honores, hacia un Mozart que vivía fuera de la corte, de la que como mucho recibía un encargo de vez en cuando.

Entonces, ¿qué mosca le picó a Schaffer para llegar a ensuciar de tal manera la memoria de un gran músico como Salieri y a Forman para seguirle la corriente? O, visto desde otra perspectiva, ¿qué hizo Salieri para merecerse éso?

En realidad la idea de transformar en intriga literaria la muerte de Mozart la tuvo por primera vez Aleksandr Pushkin, en Mozart y Salieri, una de sus Pequeñas tragedias publicadas en 1830, algo menos de 40 años después del supuesto crimen. Las razones del dramaturgo ruso para convertir en asesino al músico italiano no son difíciles de explicar: por un lado, la fama de Mozart estaba en fase creciente y su personaje estaba rodeándose de un aura romántica, convirtiéndole en la perfecta víctima de una historia que fascinaría al público; por otro lado, fue Salieri mismo quien encendió la chispa de la calumnia, autoacusándose de ese asesinato que nunca existió por culpa de la demencia que le acompañó en los últimos años de su vida, que finalizó en 1825. Se creó así una leyenda negra que encontró en el espíritu del siglo XIX el terreno adecuado para crecer y reforzarse. A final de ese mismo siglo, otro artista ruso, el compositor Nikolai Rimski-Korsakov, escribió una ópera con el mismo título, contribuyendo así a la transmisión  posterior de ese bulo.

Visto desde esta perspectiva, tenemos que reconocer que el tratamiento que hacen Schaffer y Forman de esta historia no es tan injusto ni injurioso hacia el pobre Salieri: no pretenden contarnos lo que ocurrió, sino los recuerdos deformados de un anciano encerrado en un manicomio, cuya locura senil le hizo creer ser el culpable de la muerte de un músico hacia el que sentía una admiración tan profunda como para obsesionarse con él y su música.

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TALLER FLAMENCO 2º ciclo

Para rematar el taller de flamenco que hemos hecho en clase de música como trabajo posterior al espectáculo que vimos en La Pocilla, os dejo escuchando uno de los tangos cantados por esta magnífica cantaora, Estrella Morente. Fijaos en los ritmos que hemos trabajado, en la guitarra y en el acompañamiento de las palmas.

Un año sin Alicia de Larrocha

Ya ha pasado un año desde que la gran pianista Alicia de Larrocha nos dejó. La recordamos hoy disfrutando de su magistral interpretación del segundo movimiento de España, Op.165 (clic para descargar la partitura) de Isaac Albéniz.

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Otoño

Firma de Antonio VIvaldiEntre las obras de Antonio Vivaldi hay una cuyo título es Il cimento dell’armonia e dell’inventione, una colección de doce conciertos para violín y bajo continuo. Los primeros cuatro de esos conciertos son tan famosos que tanto las partituras como las grabaciones son casi siempre publicadas separadamente bajo el título de Las cuatro estaciones.

Esta “colección en la colección” no es arbitraria, pues esos primeros cuatro conciertos tienen en común una característica muy interesante: el músico veneciano los compuso basándose en otros tantos sonetos que él mismo escribió, intentando recrear con música las imágenes evocadas por el texto. Así, por ejemplo, el poema que dio lugar al tercer concierto, dedicado a la estación que hoy tiene comienzo en el hemisferio norte, nos presenta imágenes otoñales de la campiña, empezando con las fiestas y los bailes por la buena vendimia, siguiendo con los resbalones y el sueño de los que se han excedido con el vino y terminando con escenas de cacería, en las que aparecen armonías típicas de los cornos y disparos de escopetas.

La interpretación que he elegido es la de un violinista que está entre mis preferidos, un jovencísimo Nigel Kennedy, que ya hemos tenido ocasión de escuchar en este blog, tocando el concierto de otra estación, El invierno, y el doble concierto de Bach.

El estribillo del primer movimiento de este concierto lo he arreglado para flauta dulce de manera que mis alumnos y alumnas de primero de ESO puedan ensayar el si bemol de manera entretenida y agradable.

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