En el hemisferio norte damos en este preciso momento la bienvenida a la primavera, una estación que muchos compositores han celebrado dedicándole una obra. De algunas de estas piezas musicales y de sus autores ya hablamos en este blog: la de Beethoven, la de Stravinsky, la de Landini y naturalmente la de Vivaldi, una de las más conocidas por el gran público, para cuyo primer movimiento hace cinco años preparé este musicograma que ilustra gráficamente tanto la forma de ritornello ―con la cual está construido no sólo este concierto sino la práctica totalidad de los casi 500 que compuso este músico veneciano― como el programa del concierto, es decir la idea extramusical sobre la que se basó Vivaldi para crear esta obra: los versos de un soneto, escrito por él mismo, que describe la llegada de la primavera y algunos de los sonidos que la acompañan, como el canto de los pájaros, el correr del agua de los arroyos deshelados y el retumbar de los truenos, últimos coletazos del invierno que se va.
El canto de los tres pajaritos, recreado por tres violines, me resulta especialmente sugestivo, así que me he animado a extraerlo de este primer movimiento del concierto y a transcribirlo para tres flautas dulces soprano, enmarcado por el estribillo. Aquí os lo dejo con mis mejores deseos de una maravillosa primavera.
Greensleeves es una de las más famosas canciones folclóricas inglesas de todos los tiempos. Aunque está muy extendida la creencia que atribuye su autoría al rey Enrique VIII, esa hipótesis está descartada debido a la estructura musical de esta obra, que por sus características armónicas y rítmicas es muy improbable que fuera compuesta en Inglaterra antes de la muerte de ese monarca.
Se trata de una breve y sencilla melodía construida sobre un bajo ostinato (ground) que constituía la base sobre la cual los intérpretes improvisaban variaciones. Esta técnica de composición se utilizaba bastante en esa época (la segunda mitad del siglo XVI) con diferentes estilos que empleaban determinadas líneas melódicas del bajo y patrones armónicos. Concretamente, Greensleeves está construida sobre el esquema armónico de la Romanesca, un estilo de canción popular italiana que también tuvo gran difusión en España y en la Inglaterra isabelina.
Desconocemos exactamente quién era Lady Greensleeves, la dama de las mangas verdes de la que estaba enamorado el desconsolado y también desconocido autor, pero tenemos un precioso retrato en el que podemos verla tal como la imaginaba Dante Gabriel Rossetti.
De entre las numerosísimas versiones que existen de esta canción os propongo tres, empezando por una interpretación historicista, la del violagambistaJordi Savall acompañado a la tiorba por Rolf Lislevand.
El compositor inglés Ralph Vaughan Williams utilizó Greensleeves en su ópera Sir John in Love, estrenada en 1929. Cinco años después retomó esa melodía para una Fantasía, interpretada en el vídeo siguiente por la Philadelphia Orchestra dirigida por Eugène Ormandy.
En los Proms de 2008, The King’s Singers, un excelente sexteto vocal, ofreció una sugestiva versión a cappella.
Hay muchas más versiones, realmente para todos los gustos, empezando por la de Elvis Presley (perteneciente a la banda sonora de Stay Away Joe, una película de su etapa más comercial) y continuando con arreglos pop, new age o heavy metal, que mantienen cierto interés cuando no llegan a degenerar en cursi y hasta en kitsch. Algunas de esta versiones emplean la letra alternativa navideña escrita en 1865 por William Chatterton Dix, que convierte esta canción en el villancico What Child is This.
Terminamos con un arreglo para flauta dulce que he preparado para mis alumnos y alumnas y todos cuantos disfruten tocando este instrumento.
Papageno, el pajarero de La flauta mágica, además del aria que vimos en la entrada de ayer, tiene encomendada otra igualmente famosa: Ein Mädchen oder Weibchen wünscht Papageno sich! (Una muchacha o una doncella es lo que desea Papageno), una meditación sobre su soledad y su deseo de encontrar a una compañera. Peter Shaffer, el guionista de la película Amadeus, elige ese momento de la ópera para mostrarnos un Mozart ya demacrado que pasa directamente de estar sentado al glockenspiel de teclado (instrumento en desuso, hoy en día generalmente sustituido por la celesta) a su lecho de muerte.
Schaffer no ha sido el único en resultar cautivado por esta deliciosa aunque simple melodía: Beethoven, pocos años después de la muerte de Mozart, la usó para escribir 12 variaciones para chelo y piano.
Y también de esta misma aria he preparado una transcripción para flauta dulce, para que mis alumnos y alumnas puedan disfrutar tocando música de Mozart cuando estudiemos este compositor en nuestras clases, dentro de unas semanas.
Hay otro número muy famoso de La flauta mágica en el cual Papageno es protagonista, esta vez junto a su amada Papagena: el dúo Pa-Pa-Pa-Papagena!, sobre el cual Emanuele Luzzati, pintor, animador, escenógrafo y varias cosas más, diseñó una animación muy naïf que podéis disfrutar en el siguiente vídeo. Por si os quedarais fascinados por su ternura, en este enlace tenéis la versión completa de su visión de esta ópera.
Finalizamos este homenaje que rendimos a Mozart con ocasión del 258º aniversario de su nacimiento con otra animación, la de Valeriy Ugarov para la serie Operavox, que concentra la ópera de su duración normal de dos horas y media en tan sólo 30 minutos sin que se pierdan el sentido de la historia y la continuidad de la acción, lo que la hace muy adecuada para el aula. Además, por estar traducida al inglés y tener subtítulos en el mismo idioma, es particularmente interesante para el alumnado de los cursos bilingües.
Emanuel Schikaneder en el rol de Papageno. Portada de la edición original del libreto de La flauta mágica
En los últimos meses de su breve vida, no obstante sus ya precarias condiciones de salud (Antonio Salieri no mató a Mozart, no está de más recordarlo tras dos siglos de leyenda negra), Mozart tuvo una intensa actividad creativa que le llevó a trabajar simultáneamente en tres obras bastante diferentes entre sí, tres obras maestras que destacan por su calidad no sólo dentro de su propio catálogo sino también entre todas las obras de sus respectivos géneros: un concierto solista (el Concierto para clarinete y orquesta), que terminó aunque no pudo asistir a su estreno, una misa de difuntos (el Requiem), que dejó inacabada, y una ópera (La flauta mágica), cuya primera representación tuvo lugar un par de meses antes de su muerte.
En realidad, en sentido estricto Die Zauberflöte (su título original en alemán) no es una ópera, sino un Singspiel, género teatral en el cual se alternan partes habladas con partes cantadas. Las diferencias entre el Singspiel y la ópera de la época no se limitaban al idioma (en alemán en lugar del italiano o el francés) y a la presencia de monólogos o diálogos sin música, sino también a los argumentos: cuando éstos trataban de la mitología o la historia ―que servían habitualmente como fuentes de inspiración de la ópera― era para parodiarlas, aunque más a menudo se alejaban de ellas para describir situaciones fantásticas con frecuentes toques cómicos, lo que ocurre en la obra a la que nos dedicaremos hoy y mañana, con sendas entradas con la que quiero homenajear a Mozart con ocasión del aniversario de su nacimiento, que fue el 27 de enero de 1756.
Otra diferencia muy importante entre la ópera y el Singspiel consistía en el nivel de habilidad requerido a los y las cantantes: generalmente se trataba de actores y actrices con buena voz y una técnica vocal básica, pues la dificultad de las canciones, de ámbito muy limitado y con estructura estrófica, estaba pensada para compañías teatrales secundarias y para un público musicalmente menos exigente. Los dos Singspiele que Mozart compuso durante su corta existencia son excepciones desde este punto de vista: el primero, El rapto del serrallo, estrenado en el Burgtheater de Viena ―dentro del proyecto Nationalsingspiel,amparado por el emperador José II, quien quería crear una tradición operística en lengua alemana―, contaba con la presencia de cantantes profesionales para quienes no era ningún problema ejecutar las que, según cuenta la controvertida anécdota, el mismo emperador calificó como “demasiadas notas“.
En el caso de La flauta mágica, las cosas son un poco diferentes. El encargo en este caso le llegó a Mozart de Emanuel Schikaneder, un amigo suyo que dirigía un teatro situado en la periferia de la capital austríaca, el Theater auf der Wieden, que además se encargó de escribir el libreto. Los miembros de la compañía teatral de Schikaneder eran buenos actores y discretos cantantes. A ellos Mozart sumó algunos excelentes profesionales, entre los cuales estaba su propia cuñada Josepha Weber, la mayor de las tres hermanas de Constanze, quien fue la primera en interpretar el personaje de la Reina de la Noche, estrenando la agudísima aria Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen (la venganza del infierno hierve en mi corazón). Otro intérprete de lujo era Franz Xaver Gerl, un poderoso bajo profundo ideal para arias como O Iris und Osiris o In diesen heilg’en Hallen, que probablemente tenía en común con Mozart una educación musical temprana a cargo del padre del compositor, pues siendo niño fue cantor en Salzburgo, donde Leopold Mozart trabajaba al servicio del arzobispo en calidad de vicemaestro de capilla. Forzando los extremos del ámbito natural de la voz, Mozart pretende y consigue deshumanizar a los personajes de la Reina de la Noche y de Sarastro, acentuando su crueldad (real o aparente) y sus dotes mágicas.
Por el contrario, otros personajes de esta misma obra tienen encomendadas melodías mucho más sencillas desde el punto de vista técnico, en consonancia con la simpleza de su carácter: Papageno, el pajarero interpretado en ese estreno por el mismo libretista, y su media naranja Papagena, a la que ese mismo día daba vida Barbara Reisinger, mujer de Gerl, cantan canciones en un estilo más habitual en un Singspiel, como por ejemplo Der Vogelfänger bin ich ja (El pajarero soy yo), la primera aria de Papageno, que podemos oír en el vídeo a continuación, sacado de la maravillosa película que Ingmar Bergman dirigió en 1979 (la versión completa, con subtítulos en español, está disponible en este enlace):
De esta aria, y de otra más de la que hablaremos mañana, he preparado un arreglo para flauta dulce y piano, que también publico en el sitio web en el que he recogido todas las partituras para este instrumento que he ido realizando a lo largo de estos años, La flauta dulce, así como en sus sitios web hermanos en italiano, inglés, francés y alemán.
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