La flauta mágica I

Emanuel Schikaneder en el rol de Papageno

Emanuel Schikaneder en el rol de Papageno. Portada de la edición original del libreto de La flauta mágica

En los últimos meses de su breve vida, no obstante sus ya precarias condiciones de salud (Antonio Salieri no mató a Mozart, no está de más recordarlo tras dos siglos de leyenda negra), Mozart tuvo una intensa actividad creativa que le llevó a trabajar simultáneamente en tres obras bastante diferentes entre sí, tres obras maestras que destacan por su calidad no sólo dentro de su propio catálogo sino también entre todas las obras de sus respectivos géneros: un concierto solista (el Concierto para clarinete y orquesta), que terminó aunque no pudo asistir a su estreno, una misa de difuntos (el Requiem), que dejó inacabada, y una ópera (La flauta mágica), cuya primera representación tuvo lugar un par de meses antes de su muerte.

En realidad, en sentido estricto Die Zauberflöte (su título original en alemán) no es una ópera, sino un Singspiel, género teatral en el cual se alternan partes habladas con partes cantadas. Las diferencias entre el Singspiel y la ópera de la época no se limitaban al idioma (en alemán en lugar del italiano o el francés) y a la presencia de monólogos o diálogos sin música, sino también a los argumentos: cuando éstos trataban de la mitología o la historia ―que servían habitualmente como fuentes de inspiración de la ópera― era para parodiarlas, aunque más a menudo se alejaban de ellas para describir situaciones fantásticas con frecuentes toques cómicos, lo que ocurre en la obra a la que nos dedicaremos hoy y mañana, con sendas entradas con la que quiero homenajear a Mozart con ocasión del aniversario de su nacimiento, que fue el 27 de enero de 1756.

Otra diferencia muy importante entre la ópera y el Singspiel consistía en el nivel de habilidad requerido a los y las cantantes: generalmente se trataba de actores y actrices con buena voz y una técnica vocal básica, pues la dificultad de las canciones, de ámbito muy limitado y con estructura estrófica, estaba pensada para compañías teatrales secundarias y para un público musicalmente menos exigente. Los dos Singspiele que Mozart compuso durante su corta existencia son excepciones desde este punto de vista: el primero, El rapto del serrallo, estrenado en el Burgtheater de Viena ―dentro del proyecto Nationalsingspiel, amparado por el emperador José II, quien quería crear una tradición operística en lengua alemana―, contaba con la presencia de cantantes profesionales para quienes no era ningún problema ejecutar las que, según cuenta la controvertida anécdota, el mismo emperador calificó como “demasiadas notas“.

En el caso de La flauta mágica, las cosas son un poco diferentes. El encargo en este caso le llegó a Mozart de Emanuel Schikaneder, un amigo suyo que dirigía un teatro situado en la periferia de la capital austríaca, el Theater auf der Wieden, que además se encargó de escribir el libreto. Los miembros de la compañía teatral de Schikaneder eran buenos actores y discretos cantantes. A ellos Mozart sumó algunos excelentes profesionales, entre los cuales estaba su propia cuñada Josepha Weber, la mayor de las tres hermanas de Constanze, quien fue la primera en interpretar el personaje de la Reina de la Noche, estrenando la agudísima aria Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen (la venganza del infierno hierve en mi corazón). Otro intérprete de lujo era Franz Xaver Gerl, un poderoso bajo profundo ideal para arias como O Iris und OsirisIn diesen heilg’en Hallen, que probablemente tenía en común con Mozart una educación musical temprana a cargo del padre del compositor, pues siendo niño fue cantor en Salzburgo, donde Leopold Mozart trabajaba al servicio del arzobispo en calidad de vicemaestro de capilla. Forzando los extremos del ámbito natural de la voz, Mozart pretende y consigue deshumanizar a los personajes de la Reina de la Noche y de Sarastro, acentuando su crueldad (real o aparente) y sus dotes mágicas.

Por el contrario, otros personajes de esta misma obra tienen encomendadas melodías mucho más sencillas desde el punto de vista técnico, en consonancia con la simpleza de su carácter: Papageno, el pajarero interpretado en ese estreno por el mismo libretista, y su media naranja Papagena, a la que ese mismo día daba vida Barbara Reisinger, mujer de Gerl, cantan canciones en un estilo más habitual en un Singspiel, como por ejemplo Der Vogelfänger bin ich ja (El pajarero soy yo), la primera aria de Papageno, que podemos oír en el vídeo a continuación, sacado de la maravillosa película que Ingmar Bergman dirigió en 1979 (la versión completa, con subtítulos en español, está disponible en este enlace):

De esta aria, y de otra más de la que hablaremos mañana, he preparado un arreglo para flauta dulce y piano, que también publico en el sitio web en el que he recogido todas las partituras para este instrumento que he ido realizando a lo largo de estos años, La flauta dulce, así como en sus sitios web hermanos en italiano, inglés, francés y alemán.

Marcha fúnebre para un cazador

Moritz von Schwind: "Wie die Thiere den Jäger begraben"

Antes de seguir leyendo, observad con atención la imagen que precede estas líneas. Se trata de una xilografía obtenida a partir de un dibujo que el pintor austríaco Moritz von Schwind realizó en 1850: Wie die Thiere den Jäger begraben (Cómo los animales enterraron al cazador). La escena del cortejo fúnebre de los habitantes del bosque llorando la muerte de la persona que estaba dispuesta a pegarles un tiro es de una ironía brutal, acrecentada, si cabe, por el arma del cazador encima del féretro y por los grandes pañuelos que exhiben algunos de ellos tras los cuales es fácil imaginar más de una sonrisa de satisfacción.

Parece ser que este cuadro es la idea extramusical en la que se inspiró Gustav Mahler a la hora de componer el tercer movimiento de su primera sinfonía, una marcha fúnebre para acompañar el paso lento y pausado de los animales silvestres. Sin embargo, la solemne tristeza que se le supone a este tipo de composición y que pretende transmitir el primer tema, expuesto inicialmente por un contrabajo, está aquí entremezclada con varios elementos contrastantes, como unos “saltitos” del oboe, un tiempo de danza, interrumpido a su vez por la llegada de una banda con ritmo e instrumentos típicamente klezmer, y una sección central de carácter más sereno y meditativo.

Concentrémonos ahora en ese tema inicial, una melodía que podríamos definir como caricatura, pues se trata de la muy conocida canción infantil Frère Jacques transformada en un canto lúgubre por ejecutarse en un registro muy grave y en modo menor.

Primer tema del tercer movimiento de la Sinfonía nº1 de Mahler

Al igual que el tema original, esta variación mantiene la estructura de canon, algo que Mahler aprovecha para que el contrabajo sea imitado sucesivamente por diferentes instrumentos, empezando por el fagot, después la tuba y así siguiendo.

En el siguiente vídeo podemos escuchar la interpretación de Gustavo Dudamel al frente de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.

La imagen final del vídeo puede resultar un poco frustrante, pues en ella se ve cómo el director hace un gesto para acumular una cantidad enorme de energía que quiere que los orquestales utilicen en las próximas notas, pero cuando llega el momento de máxima tensión y parece que finalmente toda esa fuerza acumulada se va a descargar en un poderoso fortissimo, el vídeo termina. No es un fallo del que lo ha subido: el tercer movimiento está completo, pero por indicación del autor el cuarto movimiento debe seguir al tercero sin interrupción así que si se corta dicha imagen también se perdería la resonancia de las últimas notas del tercer movimiento. Por si os apetece escuchar toda la sinfonía seguida, os recomiendo esta interpretación de Leonard Bernstein con la Filarmónica de Viena. Y si queréis saber algo más sobre Mahler, el mismo Bernstein os lo cuenta en uno de sus Conciertos para jóvenes.

Volvamos a Dudamel. Durante el Festival de Salzburgo de 2009, al frente de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela ofreció School for the ear (Escuela para el oído), un concierto didáctico sui generis, pues estaba dirigido a un público adulto. El vídeo siguiente contiene la parte correspondiente a los dos últimos movimientos de la primera sinfonía de Mahler, cuya ejecución es fragmentada por el director para complementarla con algunas explicaciones. El audio es en inglés, pero para entenderlo bastan conocimientos muy elementales de este idioma, debido a que Dudamel emplea un vocabulario muy sencillo y tiene un acento muy marcado por su idioma materno (que es el nuestro). Por si a alguien le puede ayudar, el vídeo también tiene subtítulos en portugués.

Finalmente la versión para el aula, para flauta dulce o canto. Al tratarse de un canon circular, si lo repetimos el mismo número de veces en cada voz, nos encontraremos con el problema de que en la parte final irá languideciendo. Hay varias maneras de evitar que las voces vayan desapareciendo y dejando a la última sola; la que he elegido para esta partitura consiste en terminar todos cuando la primera voz haya completado su repetición del tema, a pesar de que las demás voces no la hayan completado aún.

Schiarazula Marazula

Schiarazula Marazula (ambas palabras pronunciadas esdrújulas) es el título de una danza popular friulana de origen medieval que nos ha llegado gracias a una recopilación que Giorgio Mainerio, un músico parmesano cuya labor se desarrolló a mediados del siglo XVI en el noreste de Italia, publicó en 1578:  Il primo libro dei balli accomodati per cantar et sonar d’ogni sorte de instromenti di Giorgio Mainerio Parmeggiano Maestro di Capella della Santa Chiesa d’Aquilegia.


Schiarazula Marazula, CC BY-SA Metzner en Wikimedia Commons

Gracias a tan largo título ya sabemos que, como de costumbre en el Renacimiento, en su transcripción Mainerio no especificó qué instrumentos debían interpretarlas y también que el mismo compositor trabajaba en aquel entonces como maestro de capilla en la ciudad italiana de Aquilea, plaza que obtuvo por oposición a pesar de que su expediente personal estaba manchado por una denuncia a la Santa Inquisición. El delito del que se le acusaba era de participar en extrañas reuniones nocturnas con supuestas brujas. A pesar de que era bien conocido el interés del músico hacia diferentes prácticas ocultistas, no se encontraron más testimonios que el de la denuncia, que finalmente fue archivada.

Después de su muerte, el nombre de Mainerio vuelve a estar en el punto de mira de la Inquisición por otra denuncia, esta vez directamente relacionada con la danza Schiarazula Marazula que se indicaba como parte de un ritual propiciatorio de la lluvia. La carta de denuncia transcribía algunos fragmentos inconexos del texto original, que se ha perdido: schiarazzola marazzola a marito ch’io me ne vo’ et quello che segue si come son donzella che piova questa sera (schiarazzola marazzola, marido, que me voy y lo que sigue, como soy moza, que llueva esta noche).

Estos episodios dejaron cierto halo de misterio alrededor de la figura de Mainerio y de esta danza en particular, que tal vez creció con el enigmático texto lleno de nonsenses asonantes, parecido a un conjuro, que a comienzos del siglo pasado el poeta friulano Domenico Zannier puso a esta danza para compensar la pérdida de la letra original:

Scjaraciule Maraciule la lusigne e la cracule, la piciule si niciule di polvar a si tacule.
O’ schiaraciule maraciule cun la rucule e la cocule, la fantate je une trapule il fantat un trapulon.

Algo así como:

Bastón e hinojo, luciérnaga y rana, la pequeña se mece y se mancha de polvo.
O bastón e hinojo, con la rúcula y la nuez, la moza es una mentirosa y el mozo es un embustero.

Finalmente, a mediados de los años 70, un cantautor italiano, Angelo Branduardi, retoma la melodía para su Ballo in Fa diesis minore, poniendo como texto el de una danza macabra que aparece en un fresco de una pequeña iglesia alpina en las Dolomitas, en la provincia de Trento:

Io sont la morte che porto corona Sonte signora de ognia persona
Et cossi son fiera forte et dura Che trapaso le porte et ultra le mura

En español:

Yo soy la muerte y llevo corona, Soy señora de todas las personas
Y así soy fiera, fuerte y dura, Que traspaso las puertas y hasta los muros

Tal como suelo hacer, de esta pieza también he preparado un arreglo para flauta dulce, esta vez con acompañamiento de guitarra y de instrumentos de percusión. La línea melódica, limitada a lo esencial en esta partitura, puede ser enriquecida con adornos, especialmente con mordentes en las notas acentuadas.

Santa Lucia

The Boats of Vesuvius, CC Trey Ratcliff

The Boats of Vesuvius, CC Trey Ratcliff

En pleno casco antiguo de Nápoles está la basílica de Santa Lucia a Mare, tan antigua como para dar pie a la leyenda que cuenta que su fundadora fue la nieta del emperador Constantino, aunque en realidad los testimonios más antiguos de su existencia datan del siglo IX. Está en la calle Santa Lucia, en el barrio homónimo (Borgo Santa Lucia), una de las zonas con más solera de esta ciudad italiana, cuyos habitantes, llamados lucíanos, seguramente estarán hoy de fiesta.

El paseo marítimo de esta barriada está delimitado por dos pequeños puertos en los que, además de los pescadores, también atracan los barqueros que llevan a los turistas de paseo por el golfo de Nápoles, para disfrutar de la brisa y de las maravillosas vistas a la ciudad, al Vesubio, a la península sorrentina y a las islas de Capri, Prócida e Isquia.

Esta imagen tan pintoresca estará completa si le añadimos el reflejo de la luna llena en el mar y más aún si además le añadimos una suave brisita y un calmo oleaje que mezca suavemente la barquita.

Todos estos ingredientes están en el texto de una famosísima canción napolitana cuyo título también es precisamente Santa Lucia. El que canta es uno de los barqueros de los que hablábamos antes, invitando a los viandantes a disfrutar de la agradable noche con estas palabras:

Sul mare luccica
l’astro d’argento,
placida è l’onda,
prospero il vento.
Venite all’agile
barchetta mia!
Santa Lucia,
Santa Lucia.

En el mar riela
el astro de plata,
plácida es la ola,
prospero el viento.
Venid a la ágil
barquita mía.
Santa Lucía,
Santa Lucía.

Con questo zeffiro
così soave,
oh com’è bello
star sulla nave!
Su passeggeri,
venite via!
Santa Lucia,
Santa Lucia.

Con este céfiro
tan suave,
ay que bonito
estar en la nave.
Venga viajeros
venid conmigo.
Santa Lucía,
Santa Lucía.

In fra le tende
bandir la cena
in una sera
così serena
chi non dimanda
chi non desia?
Santa Lucia,
Santa Lucia.

Entre las tiendas
tomar la cena
en una noche
tan apacible
quién no pide
quién no desea.
Santa Lucía,
Santa Lucía.

 

Esta canción tradicional, transcrita por Teodoro Cottrau a mediados del siglo XIX, ha traspasado las fronteras italiana arraigando en muchos países, entre los que destacan Suecia, donde anima una de sus más importantes tradiciones populares, y Estados Unidos, en donde la mayoría de las canciones tradicionales napolitanas han alcanzado una gran popularidad gracias a las interpretaciones de algunos tenores muy famosos, como Enrico Caruso o Mario Lanza. Y al igual que con la mayoría de las demás canciones partenopeas, ésta también entró en el repertorio de Elvis Presley.

Finalmente, un arreglo para flauta dulce y guitarra, para disfrutar haciendo música en estos días con tantas horas de oscuridad.

Ding dong! Merrily on High

Christmas bells in the snow

Foto: Stella Levi (stock.xchng)

Aprovechando de nuevo el fin de semana, he arreglado para flauta dulce otro villancico inglés, Ding dong! Merrily on High.

El autor de la melodía ―que aparece en un libro de danzas del siglo XVI― es desconocido. Sin embargo sí se conoce el de la letra, que hace referencia al alegre sonido de las campanas y que termina con una frase en latín que contiene un largo melisma: su nombre es George Ratcliffe Woodward, un pastor anglicano que la publicó a principio del siglo pasado en su colección de cantos The Cambridge Carol-Book: Being Fifty-two Songs for Christmas, Easter, And Other Seasons.

Una de las intérpretes más famosas de este villancico, que cada año alegra las Navidades en millones de hogares del mundo angloparlante, es Julie Andrews, una actriz y cantante muy amada por varias generaciones de niños y niñas que disfrutaron algunas de sus actuaciones más destacadas y soñaron con tenerla de niñera o de institutriz, envidiando la suerte de los pequeños protagonistas de Mary Poppins y de Sonrisas y lágrimas. En el siguiente vídeo podemos escuchar cómo la cantó en Washington en las Navidades de 1992.