De la música a la imagen y viceversa

Edward ElgarHay tres entradas de este blog en las que podemos ver y escuchar sendos episodios de las películas Fantasía y Fantasía 2000, concretamente los que contienen obras de Respighi (las ballenas voladoras), Saint-Saëns (los flamencos y el yoyó) y Ponchielli (los hipoótamos en tutú).

Hoy es el turno de Edward Elgar, por ser el 155º aniversario de su nacimiento: su famosa marcha Pompa y circunstancia sirve de fondo musical para la  narración de la historia bíblica del diluvio universal, con la actuación estelar del pato Donald en el rol de Noé.

El proceso creativo de este episodio -de manera similar a todos los demás que componen las dos películas- es el inverso del habitual: a partir de la música pregrabada y sin modificar un solo compás, los estudios Disney han diseñado la animación sincronizándola perfectamente con la banda sonora.

Mientras navegaba en Internet buscando el vídeo anterior, me encontré con otra película muy curiosa que me ha sorprendido gratamente. Un compositor de música de cine cuyo nombre es Sherief Abraham ha vuelto a invertir el proceso: ha sustituido la banda sonora de ese fragmento de Fantasía 2000 por una obra musical compuesta por él únicamente con el fin de acompañar la animación. El mismo autor nos cuenta que la motivación para este trabajo ha sido realizar un divertido ejercicio para seguir aprendiendo:

“This is a fun re-score of Disney’s fantasia segment Pomp and Circumstance. I did so for my own education.”

La ejecución no está a cargo de una orquesta real, sino que el mismo autor la ha realizado enteramente por ordenador utilizando una tecnología de software llamada VST (Virtual Studio Technology) con un resultado bastante bueno.

Además de agradecerle a Sherief su generosidad por compartirlo libremente en la red y permitirnos así disfrutarlo, también quiero felicitarle por su gran habilidad para dar sonido a las imágenes.

La entrada De la música a la imagen y viceversa ha sido publicada primero en educacionmusical.es.

Pinos de Roma

En 1940, Walt Disney produjo la película Fantasía, filme de animación en el que los personajes y las historias toman vida al son de varias obras maestras de la historia de la música.

Casi 60 años después, en el umbral del nuevo milenio, la factoría Disney volvió a proponer la misma estructura para un nuevo largometraje, Fantasía 2000, con la repetición del más emblemático de los siete episodios de la anterior película, Mickey aprendiz de brujo, y la producción de siete nuevos episodios. La música de uno de éstos es obra del compositor italiano Ottorino Respighi, del que hoy se celebra el 130º aniversario de su nacimiento.

Aún antes de traducir, cualquier persona que desconozca el idioma italiano entiende que no puede haber mucha relación entre el título de la obra, Pinos de Roma, y las espectaculares imágenes del vuelo de las ballenas. En efecto, la idea programática de Respighi, al componer este poema sinfónico, era la descripción de cuatro rincones de la capital italiana adornados por pinos: Villa Borghese, los alrededores de una catacumba, el Gianicolo y la Via Appia.

¿Cómo es posible que una misma música pueda evocar imágenes tan diferentes?

O quizás sería mejor reformular la pregunta de la siguiente manera: ¿puede la música expresar objetivamente imágenes o conceptos?

Mi opinión es que no, porque asociar una música a unas imágenes o a unas palabras es limitar la capacidad expresiva de la música misma. El poder expresivo de la música reside en su capacidad de transmitir ideas trascendentales, que no se pueden traducir a otros lenguajes sin correr el riesgo de perder ese mismo poder. En términos generales, y siguiendo a Stravinsky, podemos afirmar que la música no expresa nada más que a sí misma, sus relaciones internas, la coherencia de su estructura formal.

Con eso no quiero negar la capacidad que tiene la música de evocar imágenes, sentimientos o impresiones a nivel individual -o colectivo, si hace referencia a conceptos fuertemente arraigados en la cultura del grupo al que se dirige- sino liberar la música de cualquier atadura. En este contexto, los árboles romanos son un pretexto del compositor para llevar a cabo su creación, mientras que las ballenas voladoras son una lectura totalmente subjetiva, además de sugestiva y surrealista, que hace la factoría Disney de la partitura de Respighi. Partitura que expresa con la misma eficacia tanto la primera como la segunda imagen, pero, por encima de ambas, se expresa a sí misma.

La entrada Pinos de Roma ha sido publicada primero en educacionmusical.es.