Berlín es una ciudad rica en museos. Algunos de ellos son famosísimos en todo el mundo por contener obras de arte o piezas arqueológicas de primera magnitud. Es el caso del Pergamonmuseum -con el Altar de Zeus de la antigua ciudad de Pérgamo y una de las puertas de Babilonia, la espectacular Puerta de Ishtar- o del Altes Museum, donde está expuesto provisionalmente el busto de la reina egipcia Nefertiti, la mujer más bella de Berlín, a la espera de la reapertura del Neues Museum, prevista para el próximo otoño.
Además de estos espectaculares museos, que, junto con el Bode-Museum y la Alte Nationalgalerie, conforman la Museumsinsel, la Isla de los Museos, hay otros, que, aunque sean menos conocidos, también merecen una visita. Entre ellos, desde luego, recomiendo el interesantísimo Museo de Instrumentos Musicales, dependiente del Instituto Nacional para la Investigación Musical, situado en el Kulturforum, en la Potsdamer Platz, a 200 metros de la Philharmonie, sede de la Orquesta Filarmónica de Berlín, edificio del que se puede realizar una visita virtual.
Este museo posee unos 3200 instrumentos musicales europeos de los últimos 500 años, de los cuales hay expuestos permanentemente alrededor de 800. No voy a escribir sobre los más valiosos, sino sobre dos de los más curiosos: la pochette y la armónica de cristal.
El primero de estos dos instrumentos está totalmente en desuso; en realidad nunca se llegó a utilizar en concierto sino sólo durante los ensayos de danza, siendo conocido en Alemania como Tanzmeistergeige, literalmente “violín del maestro de danza”. En España, al igual que en muchos otros países, se conoce con el nombre francés, pochette, o como violín de bolsillo. En efecto, este instrumento de cuerda frotada tiene mucho parecido con el violín, siendo la diferencia principal su tamaño muy reducido y la forma muy alargada de su caja de resonancia, lo que permitía al maestro de danza guardarlo en el bolsillo mientras ilustraba los pasos y sacarlo para marcar el ritmo sin perder el tiempo. El predominio del nombre francés se debe a que fue en las cortes de Francia de los siglos XVII y XVIII donde ese instrumento tuvo mayor difusión.
La armónica de cristal es un instrumento idiófono frotado. La postura y los movimientos del ejecutante recuerdan a muchos instrumentos de teclado; pero en este caso el intérprete, en vez de pulsar unas teclas, roza con sus dedos humedecidos el borde de unos cuencos de cristal, ordenados según su tamaño (y, por consecuencia, altura). Estos cuencos son atravesados en el centro por un eje que gira como un torno, accionado por un pedal (un mecanismo parecido a las antiguas máquinas de coser). El resultado es un sonido muy claro y a la vez aterciopelado, tan penetrante como para llegar a ser considerado peligroso para la salud mental y hasta ser prohibido. Más recientemente se ha formulado la hipótesis que los disturbios acusados por varios ejecutantes de este instrumento podrían haber sido causado por saturnismo, es decir una intoxicación por la absorción del plomo contenido en dosis muy altas por el cristal de fabricación antigua.
La armónica de cristal fue inventada en 1762 por Benjamin Franklin, más famoso por otras invenciones, especialmente por el pararrayos. Mozart, que entonces tenía 6 años, llegó a conocerla pocos años después y nos dejó una de las páginas más sugestivas que hayan sido escritas para este instrumento.
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