Cuatro años después de ofrecer su mítica TED Talk en la que afirmaba que las escuelas matan la creatividad, Sir Ken Robinson vuelve a ese mismo escenario para retomar el hilo de aquella conferencia y profundizar en ese tema, exhortándonos a iniciar una auténtica revolución en educación. Ya no son suficientes las reformas, dice Robinson, ya que éstas no hacen más que intentar mejorar un modelo roto, totalmente inútil.
Nuestra escuela no desarrolla el potencial de cada alumno o alumna, sino que homogeneiza el pensamiento, ignorando las aptitudes y los sueños de muchos y muchas jóvenes que vienen encarrilados en un sistema “industrial”, que les trata mecánicamente, ofreciendo a todos el mismo recorrido lineal, tan diferente de la variedad y complejidad del mundo en general y de nuestra sociedad en particular.
La obligatoriedad de la educación hasta los 16 años es seguramente un avance social, no creo que eso se pueda poner en duda. Sin embargo, lo que sí considero un falso progreso es la uniformidad del currículo y la organización del horario, en mi opinión inadecuadas tanto por la gran cantidad de horas pasadas en clases masificadas (la relación aprendizaje/hora es demasiado baja) como por la distribución de ese tiempo lectivo, basada en la supuesta mayor importancia de algunas de las asignaturas en vez de en el talento e interés de cada uno de los alumnos y alumnas.
He tenido ocasión de escuchar a docentes y políticos, o más frecuentemente ambas cosas reunidas en la misma persona, alabar esa característica de nuestra Educación Primaria y Secundaria bajo el argumento de que así se facilitan las mismas oportunidades a todo el mundo (“todos tiene derecho a llegar a la universidad”) y que hasta los 16 años el niño no es suficientemente maduro para elegir su camino.
Escondiéndonos tras este prejuicio, y algunos más, estamos desperdiciando el talento de un número altísimo de alumnos y alumnas y pisoteando sus sueños.
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