Tú sigue poniendo excusas si no quieres llegar a nada

El 90% de los fracasos vienen de las personas que tienen el hábito de poner excusas

George Washington Carver

Que si tengo un mal día, que he estado con un resfriado, hoy no sé qué me pasa porque esto siempre me sale, es que me acabo de despertar y mi voz necesita unas horas para calentarse, es que se me tensa el cuello y no puedo hacerle nada, …

¿Te suena alguna de estas?

Las excusas son algo curioso.

Cuando oyes a alguien darte excusas de lo que sea, es inevitable pensar que son unos pringaos, unos quejicas.

Pero cuando eres tú quien da excusas, te las crees. En tu mente son 100% ciertas, y justifican el por qué has hecho o no has hecho algo.

¿Sabes qué? Da igual si son excusas baratas o si son razones de peso.

El universo no va a ser benévolo contigo sólo porque te haya pasado algo injusto, o porque te haya dado pereza levantarte de la cama para practicar canto antes de ir a trabajar.

Tampoco te van a regalar nada por dar pena.

A más de uno se la podrás colar una vez, quizás dos, pero tres ni de coña.

Si eres del tipo de persona que pone excusas para todo, sabiendo que son excusas, creo que no tienes salvación 🤣

¡No no! Lo digo de verdad.

Si crees que el mundo te debe algo sólo por existir y que, hagas lo que hagas, siempre hay algo que se interpone en tu camino y no puedes hacer nada para superarlo, te invito amablemente a que dejes de leer.

Pero si eres del tipo de persona que cuando sueltas una excusa te sientes mal por dentro y no sabes bien porqué, tengo un ejercicio para ti.

Se trata de entrenar a tu mente para reconocer cuando cascas una excusa y corregir el rumbo.

Es un ejercicio que se utiliza para meditar, pero el otro día leí un artículo que lo enfocaba un poco diferente. Me gustó y lo quiero compartir contigo.

El ejercicio consiste en sentarte o tumbarte, cerrar los ojos, y llevar toda tu atención a tu respiración.

Parece una tontería, pero es bastante difícil. Normalmente en menos de 1 minuto ya estás pensando en otras cosas.

Cuando te das cuenta de que tu atención ya no está en la respiración, tienes que obligarte a centrarte en ella otra vez.

Así una y otra vez.

Esto te hace tomar el control de tu mente, lo cual ayuda enormemente a dejar de poner excusas. Tú controlas tus pensamientos y como consecuencia controlas tus acciones.

Es un ejercicio muy chulo que te recomiendo que pruebes, aunque sea por curiosidad. Te puede hacer más consciente de lo alocadas que son nuestras mentes.

El artículo que leí decía que la gente se suele frustrar con este ejercicio, porque hace que te enfoques en el error.

Es decir, cada vez que te pillas sin prestar atención a tu respiración, es un fallo.

“¡¡Argh!! He vuelto a despistarme. Venga, concéntrate, cabeza de melón.”

Y creo que es verdad. Por eso, el cambio que proponía me gustó tanto.

El autor proponía darte un punto por cada vez que consigas volver a redirigir tu atención en tu respiración.

Creo que tiene mucho sentido, porque realmente es un logro conseguirlo, dado que la mente, de forma natural, quiere pensar en otras cosas.

¡Dale una oportunidad! No es fácil, pero tomar decisiones en piloto automático no es buena idea.

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