La barrera del dolor que separa a los fuertes de los débiles

Hace ya unas cuantas semanas, mi alumno Julio me dijo: podrías hablar del disfrute de cantar en tus artículos.

Al principio pensé: no sé… no puedo soltar muchas palabrotas y tampoco puedo insultar a nadie.

Pero luego pensé: ¡¿qué cojones?! Tiene razón.

Porque al final, todos nos metemos en esto de cantar para disfrutar.

¿El problema? Que los principios suelen ser duros, y no siempre se disfruta.

Todo esto me hizo pensar en cuando empecé a tocar la batería.

Empecé con 15 años. Técnicamente con 15 y medio.

Al principio, por supuesto, era un puto horror. No daba ni una, y el más sencillo de los ejercicios me costaba la vida.

Si avanzamos tan sólo 1 año después, disfrutaba como un cabrón tocando metal. Mejor o peor (más bien peor), pero ya empezaba a defenderlo como es debido.

Avanzamos 5 años, y me sentía el puto amo, aunque no lo era. Conocía a baterías mejores que yo, pero aún así tenía un buen nivel.

Cuando empiezas a disfrutar es cuando revientas esa barrera, esa época en la que cada vez que te pones a practicar sólo sientes sufrimiento y frustración porque no te sale lo que quieres hacer.

Pero una vez pasas el umbral… la cosa cambia mucho.

El punto de inflexión es ese momento en el que ya no piensas en la batería (ni en la voz) como en algo que tienes que accionar para que haga lo que quieres.

Cuando disfrutas de verdad es cuando directamente oyes en tu cabeza lo que quieres hacer, y lo haces.

Cantando, con la batería, la guitarra, el clarinete o la petanca.

¿A que no sabes dónde se queda la gran mayoría de las personas?

Ninguna sorpresa: no rompen esa barrera.

Por ejemplo, el otro día mi alumno Stephan me decía que cada vez tiene más ganas de coger la guitarra y ponerse a cantar. 

Lo curioso es que en el pasado le habían dicho que no servía para cantar…

Aunque todo esto no es lo mejor.

La verdadera magia ocurre cuando ves que mejoras más rápido, porque el disfrute te hace cantar y practicar aún más.

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La primera vez que escuche heavy metal, pensé esto

Mi familia nunca ha sido muy amante de la música.

Sí, desde pequeño siempre había algo de música en casa, pero siempre se ponía un poco “lo que había”.

Yo sabía que la música existía, pero no tenía mayor relevancia para mí.

A los 14 años, un amigo me trajo un CD de heavy metal que se había comprado. Quería que lo escucháramos juntos mientras jugábamos.

Pongo el CD, le doy al play y empiezo a escuchar algo parecido a música clásica, cantado en latín.

¡¿Qué es esta mierda?!, pensé. De hecho, lo dije.

Mi amigo me dijo: Sí sí, ya lo sé. Tú escúchalo. Te voy a dejar aquí el CD y lo vas escuchando.

Hostia puta… cada día que pasaba me gustaba más. Era buenísmo.

Me hacía sentir como Conan El Bárbaro, capaz de cortar las cabezas de mis enemigos y de reventar cabezas ajenas con sillas de escuela.

¿Cómo era posible que mi opinión estuviera cambiando tanto?

Bueno, no soy el único al que le ha pasado en este mundo. Con heavy metal, con R&B, … con lo que sea. El género musical es lo de menos (aunque… ¡¡larga vida al heavy metal!!).

Lo que pasó es que mi oído no estaba acostumbrado ni a escuchar cosas más complejas ni a poner atención en lo que escuchaba.

Seguramente sabrás que nuestros sentidos reciben un chorrazo de información, pero nuestro cerebro la filtra para no volvernos locos.

¿Conclusión? El oído se puede entrenar, y cuando empiezas a entrenar tu voz, también entrenas tu oído (o al menos deberías).

Empiezas a reconocer lo que suena bien y suena mal en una voz.

También aprendes a dejar de hacer lo que suena mal en tu voz y empiezas a hacer lo que suena bien.

Y una vez lo reconoces, no puedes dejar de oírlo en todas partes. Tus oídos rechinan cuando oyes a alguien hacerlo mal, y toda tu atención se centra en una voz que lo hace bien.

Ahí es cuando empiezas a saber poner nombre a lo que no te gusta de tu voz, y es ahí también cuando empiezas a aplicar soluciones con cabeza.

Por cierto, deja ya de escuchar pop y pásate al metal.

No, es broma. No es broma.

Bueno, la realidad es que da igual el estilo que quieras cantar, porque la voz siempre es la misma. El funcionamiento es el mismo.

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Lo más loco que me ha pasado en el Mercadona

Antes de empezar, para los lectores que viven fuera de España: Mercadona es una marca de supermercados muy famosa aquí. Están por todas partes del país.

Al lío. Junio del año 2.014.

Esther y yo habíamos conseguido organizar un evento muy importante en Barcelona. Habíamos traído a Seth Riggs para que diera una masterclass y también sesiones particulares.

Aquí hay varias cosas importantes:

  1. Seth Riggs es el vocal coach más reconocido de Estados Unidos. Trabaja y ha trabajado con auténticos pesos pesados de la industria. Por eso nosotros nos quisimos formar con él.
  2. Nunca antes Seth Riggs había estado en Barcelona, y mucho menos para dar una masterclass.
  3. Nadie del país había tenido la oportunidad de estudiar con él en persona, a menos que hubiese viajado a Los Ángeles (California) para hacerlo.

Había venido con su familia, y los alojamos en un hotel que está muy cerca del Camp Nou (campo de fútbol del Fútbol Club Barcelona).

Y, oh sorpresa, debajo del hotel había un puñetero Mercadona. En serio, son una plaga.

Lo creas o no, gente de este calibre también compra cosas en el supermercado.

Total, que Esther y yo lo acompañamos a él y a su familia al supermercado (no hablan ni una palabra de castellano). Esther acompañó a su mujer y a su hija.

Yo me quedé con él al lado de las taquillas donde guardar tu mochila o el casco de la moto antes de entrar a comprar. Esas que van con llavecita y monedas de 50 céntimos.

En esos 5 o 10 minutos que estuve con él aprendí una de las mejores lecciones: si quieres ser bueno, tienes que obsesionarte con ello.

También aprendí que yo pronunciaba mal “Suecia” en inglés…

Seth Riggs se ganó su fama por hacer muy bien lo que hace, y vi claro cómo lo hizo: de lo único que habla es de la voz y el canto.

En ese ratito me estuvo explicando cómo se supone que tiene que comportarse la laringe al cantar, tanto en notas graves como en agudas.

No sólo me lo explicó, si no que el tío se puso a demostrarlo ahí mismo, con 80 y pico años de edad, entre clientes y cajeros del supermercado.

Sí, la gente nos miró bastante raro, y a él no podía importarle menos. De nuevo, otra señal de su amor y obsesión por lo que hace.

Si estás pensando en que esto sólo es necesario si quieres ser cantante profesional, te equivocas.

Lo he dicho antes, lo digo ahora y lo voy a repetir hasta que me odies: la voz del cantante profesional funciona igual que la voz del cantante no profesional.

A la anatomía le da igual lo que quieras o no quieras hacer. Si usas mal tu voz, te vas a hacer el mismo daño que un profesional.

Si eres cantante profesional y piensas que ya lo sabes todo, es porque no te estás obsesionando lo suficiente.

Tanto si te parece una visión muy radical como si te parece que es lo que hay que hacer, estás en lo cierto.

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Incluso lo más pequeño puede albergar algo grande

Esta historia es muy loca, y te puede ayudar a ver que nunca sabes las maravillas que puedes aprender de alguien de quien no lo esperas.

Mi madre nació en un pueblo muy pequeño de Guadalajara, en 1.951. En aquella época, el pueblo tenía unos 300 habitantes. Hoy tiene 34.

Cuando era muy pequeña, su familia se mudó a otro pueblo de Cuenca, de 600 habitantes. Hoy tiene menos de 300.

Se mudó a los 16 años a Barcelona, pero mis abuelos conservaron la casa de ese pequeño pueblo, y aún la conservamos. De hecho, ahora mis padres pasan allí gran parte del año.

Te haces una idea, ¿no? Pueblo pequeño, de gente que trabaja en el campo, cría gallinas, etc. Menos de 300 habitantes.

¿Conoces el grupo Europe? “Is the finaaaaaaal countdooooown!” ¿Te suena?

Grupo internacionalmente famoso que ha hecho conciertos en muchísimos países, llenando salas de conciertos enormes.

Yo era muy pequeño y no me acuerdo, pero resulta que Europe tocó en este pequeño pueblo donde creció mi madre.

¿Por qué? No tiene ningún sentido. La gente de ese pueblo ni los conocía. Eran de otra generación que escuchaba música española.

Resulta que había alguien del pueblo que conocía a un componente del grupo o al mánager (ya no me acuerdo), y organizó un concierto para que Europe tocara en el puto polideportivo del pueblo.

Ese polideportivo en el que yo jugaba al frontón con mis hermanos porque no había ningún puñetero entretenimiento más. Nos aburríamos de la hostia, y dejar de hacer cosas por aburrimiento es un killer para la voz.

NUNCA sabes quién puede conocer a quién, o dónde están las oportunidades.

Y para tener acceso a esas oportunidades, tienes que exponerte. Me da igual si te da pereza, vergüenza o si tu vecino canta mejor que tú.

Si tienes algo que decir, hazlo, porque nunca sabes a lo que te puede llevar.

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El ventilador en llamas que te hará progresar muy rápido

Hace unos cuantos días te contaba la historia en la que le partí la cabeza con una silla a un profesor que tuve en el instituto.

Hoy te cuento una historia en la que verás lo mal amigo que soy, y lo que puedes aplicar en tu voz por esa razón.

Primavera o verano del año 2.000. Estaba ensayando en la escuela de música con mis amigos Albert y Borja. Éramos batería, guitarra y guitarra, respectivamente.

Teníamos 15 años y hacíamos mucho el payaso. También hacía mucho calor.

MUCHO calor.

En la sala de ensayo en la que estábamos había un ventilador roñósisimo, lleno de polvo. Era el ventilador del puto castillo del conde Drácula.

En una de esas pausas entre canción y canción, mi amigo Albert cogió una baqueta y empezó a putear a la hélice del ventilador, que estaba a toda potencia.

Por algún motivo, le hacía gracia el ruido que hacía la baqueta al chocar con las hélices en movimiento.

A mí también me hacía gracia, para qué voy a mentir.

¡Ji ji! ¡Ja ja!

¡BOOM!

Las hélices se partieron de golpe y todo el polvo que había en ellas y en el ventilador llenó la sala en un microsegundo.

Fue como si un elefante hubiera saltado encima de un colchón de contrabando de Pablo Escobar.

2 segundos de silencio. Borja y yo nos miramos… y la fiesta de la risa empezó para no terminar.

En cambio, mi amigo Albert tenía la cara blanca. Yo creo que gran parte de la sangre de su cuerpo se evaporó… y por una buena razón: teníamos que decirle al dueño de la escuela de música que habíamos roto el ventilador.

Aquí se vio lo CABRONAZOS que fuimos Borja y yo, porque dejamos a Albert completamente solo y nos fuimos a reír a otro lado, para que Albert pudiera convencer al dueño de que fue un accidente de lo más absurdo.

A día de hoy aún nos acordamos de aquel momento. Yo estoy llorando de la risa mientras escribo estas palabras. Fue un gran recuerdo.

Lo curioso del tema es que, a pesar de que Albert pensaba que su vida había llegado a su fin, cuando recordamos aquel momento se ríe como Borja y yo nos reíamos aquel primer día.

De hecho, ha sido él quién me ha dado la idea de escribir este correo con este planteamiento.

Estas fueron sus palabras durante nuestra conversación por WhatsApp:

Te cuento todo esto porque, si tienes dudas, “lo que hoy te parece una putada, seguro que ríes en un tiempo”.

Y es que hay que ver así la voz y la vida. Si no, te paralizas y no haces nada.

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